Resistencia en el flanco débil

julio 03, 2009

La Bolsa y la Vida




Yo no sé qué tal sobreviven allá cada cual en su respectiva latitud al cambio climático este que nos quieren vender, aquí el asunto está que abrasa y extenúa, no hay dónde carajo esconderse. Un calor que se caga la perra, hablando mal, aunque lo peor no es el calor, lo que de verdad te deja en la recta final del matadero es esta condenada humedad. Te da de arder los pulmones como el compañero brasa del primer día de facultad, y si bajas la guardia y dejas que se te pegue al sobaquillo a partir de ahí ya no das con quien te invite a café o te preste cinco duros.

¿Todo ese párrafo pringoso a cuento de qué? A cuento de lo de siempre. Que no puede uno dormir y que al final lo acaban pagando ustedes. Afuera se oye una orquesta lo suficientemente lejana como para no injuriar y lo justo veraniega como para no pretender llegarse hasta allí. Pierdo el tiempo y la madrugada embebido en la contemplación de fotografías que ya no son de este mundo, porque hoy todo lo que no es tóxico es porque está adulterado, y lo poco que ni una cosa o la otra está fuera del alcance de la mayor nómina imaginable por cualquier protomileurista. Cuando sucede que consigo dormir más de cinco horas seguidas sueño que asesino a una mala persona. Que no es un mafias. Ni un pederasta. Ni el Dioni en bañador-tanga. Ni un maltratador de gatos. Ni siquiera un vendedor de biblias didácticas... Es un director de banco. Y pasa que cuando lo mato, le quito la vida allá en mi sueño, lo abro en canal y me baño hasta las cejas en sus vísceras y sus higadillos cual Erzsébet Báthory machorra, estoy finiquitando, por ende, y en un plano del todo simbólico, por desgracia, a todos los de su calaña, porque estas malas bestias ni siquiera tienen especie. Rastrojos. Cañaverales biológicos. Morralla celular que come, bebe y caga, y en cada diarrea se les desliza inodoro abajo tan grande parte de almas ajenas, devoradas a lo largo de un tan corto y cómodo día de vampírico "trabajo". A cualquier cosa lo llaman estos cabrones trabajar y he ahí por qué quiero otra maldita guerra, en la que ojalá reventéis todos en mil pedazos, engominados hijos de la gran puta.

Por otro lado, y ya con esto digo hasta más ver, no es lo mismo leer que Hemingway escribía de pie, que verlo con estos ojos que se han de comer las llamas; no acaba uno de dar crédito a tanta maravilla. Y he ahí el quid de la cuestión y la verdadera pandemia que ningún cuarto poder distribuirá entre la plebe: que desde que permitimos que aquí el crédito lo den y lo quiten los mismos cuatro carabosta de siempre, este mundo ni es mundo ni es vida ni es mierda. Esto son los minutos de la basura del partido amañado de los esclavos del nuevo y último milenio... Y para colmo Mad Max se dejó untar y lo tienen bebiendo daikiris en Punta Cana.





© Torre Johnson / Magnum Photos


2 comentarios:

Jorozez dijo...

Ni cúpulas tronadoras como pan y circo nos dejan. Ni eso. La cerviz encogida y sin rechistar todos a Benidorm.

Javi dijo...

Cúpulas tronadoras ni una, pero Negociudades todas, ésa y no otra la única Ley.