tag:blogger.com,1999:blog-70633853071977922082024-03-16T03:44:50.104+01:00Memorial del búnkerUnknownnoreply@blogger.comBlogger320125tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-29211583186480607122024-01-22T19:28:00.006+01:002024-01-22T19:44:18.331+01:00Las Mejores Historias de Terror II (Nightmares, 1979)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOjIFjRLdWuSn2-SnBEv_16B_mg6OHvN_HZOfwUByikKmbTwBF91aDwM96ePNLnzINMTqQ4_4S8a3ZJgwdlaQ7iF8pHbuPUAGXKB-KydEHwpldMYHivYfhDDLzhgJUU6rjhlkCTABgNvCqp3-W9ujR4ZqkwmupvjAHwJpuLkfkvRDscdmYbjOb8_RAomMn/s4000/Mejores_historias_terror_II.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjOjIFjRLdWuSn2-SnBEv_16B_mg6OHvN_HZOfwUByikKmbTwBF91aDwM96ePNLnzINMTqQ4_4S8a3ZJgwdlaQ7iF8pHbuPUAGXKB-KydEHwpldMYHivYfhDDLzhgJUU6rjhlkCTABgNvCqp3-W9ujR4ZqkwmupvjAHwJpuLkfkvRDscdmYbjOb8_RAomMn/w300-h400/Mejores_historias_terror_II.jpg" width="300" /></a></div><br /><p><br /></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span>Qué días aquéllos, ¡ay!, ya no volverán, en los que </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;">las visitas al quiosquero (las mañanas de densa niebla) te regalaban naturalezas muertas tan excitantes a la par que sugerentes como un hacha ensangrentada clavada en un tocón, de cuyo otro extremo pendía la calavera del hombre pelopaja... </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;"> </span></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"><span> </span>Segunda entrega de las antologías de Martínez Roca en su colección <a href="https://tercerafundacion.net/biblioteca/ver/libro/2369" target="_blank">Super Terror (nº4)</a>, que tomó como base la antología "Nightmares", 1979, selección a cargo de Charles L. Grant, aunque sólo traía la mitad de los relatos de aquélla (la otra mitad vendría en el nº7 de la colección). Soy tan gilipollas que me los he leído todos: <br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span><b>«Soportar a los niños» de Stephen King:</b> Hay pocos autores tan capaces de hacer recaer la maldad sobre los niños como Stephen King. El King es el king por algo. Los niños son monstruos. Su maestra, a su manera, también lo es. La grandeza del cuento reside en la nunca resuelta incertidumbre sobre cuál de los dos bandos es el más hijo de puta. Qué monstruo es real y qué monstruo no, si es que no son reales todos ellos... Este relato se incluyó posteriormente en el tochanaco recopilatorio Kingiano al uso, intitulado «Pesadillas y alucinaciones». <br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span><b>«Un, dos, tres» de Bill Pronzini:</b> ¿Qué pasa cuando estás solo en casa pero en realidad tienes la sensación de que hay alguien más, de que no estás solo en casa, pero hay alguien, ¡oh Dios Mío!, eso parece, aunque luego no, qué va a haber alguien, ¡hombre!, ¡sí, ¿no?, jaja qué tontería!, pero fijo que alguien se me ha colado dentro, lo presiento, ¡que no hombre, que no!, si al menos me hubiese comprado un perro... ¡o un gato!... ¡O una mangosta!... ¡Pero a ver si va a ser que sí que hay alguien, no me jodas... o no... o sí... ¡¡¡O susto!!!?... El genial creador del Detective "Sin Nombre", nos trae ahora a un siniestro Allanador (sin nombre también). </span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> <b> </b></span><b>«Hija del dorado Oeste» de Dennis Etchison:</b> Un estudiante desaparece en misteriosas circunstancias. Sus restos son encontrados poco después en una cuneta, todo él mutilado y como medio digerido de cintura para arriba. Sus dos mejores amigos deciden investigar. Craso error. Las mismas lamias (en el cuento, clan-de-mujeres-serpiente-venidas-a-la-civilización-desde-Sacramento) que devoraron a su amigo se los desayunan también a ellos... Siempre es curioso comprobar cómo los autores norteamericanos, tan huérfanos de Historia, y por ende de Folclore, se las apañan para <i>hackear</i> la mitología universal y ponerla al servicio de sus ficciones, muchas veces con buen tino.<br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> <b> </b></span><b>«El árbol» de Steven Edward McDonald:</b> Vudú. Jamaica. Horror caribeño. Un espíritu malo habita dentro de un árbol. Alguien lo manda talar. Se viene el chungo. El espíritu malo campa a sus anchas. Sale una abuela y empieza a revolver entre las gallinas. Magia negra. Santería. Hechizos. Se saca del magín otro espíritu más chungo aún y se las apaña para encerrarlos a los dos en otro árbol y que allí dentro empiecen a darse de hostias entre ellos. <i>Sólo puede quedar uno</i> y todo aquel rollo... Madre mía... Me costó mucho acabar este relato. Yo es que cuando salen brujas hablando criollo desconecto.<br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span><span> </span><span> </span><b>«La masa sin voces» de Arthur L. Samuel:</b>
Muere un violinista que fue rechazado en cierta orquesta, entendemos que
injustamente o por tráfico de influencias, pero antes de espichar hace
prometer a su amigo (¿su hermano?, ¿su amante?, ¿su lutier?, ni idea)
que matará a toda la sección de cuerda de aquella orquesta mediante una
bomba fétida. O asín.</span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> <b> </b></span><b>«Compañero de asiento» de Chelsea Quinn Yarbro:</b> Chica guapa norteamericana vuela de regreso al yanki hogar después de un verano pateando la vieja Europa. La chica es guapa pero también es un poco rara. Ha ido a visitar el castillo del conde Drácula. Los vampiros de las pelis clásicas le hacen tilín. También ha renunciado a casarse y en su yanki y retrógado hogar creen que a lo mejor les ha salido un poco tarada, por aquello de que "la mujer americana, sin familia y sin matrimonio, ni es mujer ni es ná"... También resulta que su apuesto compañero de fila en el avión, que al principio parecía muy seductor, luego va y es un insolente. Ella se hace la ofendida el resto del vuelo y él aguarda su momento. Aterrizan. Él la invita a cenar porque en realidad es un vampiro de verdad y se la piensa merendar. Ella acepta la invitación todo y que en el fondo desconfía, pero lo que le ocurre, aún más en el fondo, es que es sencillamente idiota. Fin... Este relato forma parte de la enorme saga iniciada con <a href="https://www.isfdb.org/cgi-bin/pe.cgi?537" target="_blank">Hotel Transylvania</a>, con la que la Yarbro viene pagando la práctica totalidad de sus facturas <i>since</i> 1978. 27 novelazas y casi una docena de relatos para decirnos que el Conde Saint-Germain fue un viejo vampiro aristócrata europeo. Esto no es terror, ni del bueno ni del malo. Esto es pastiche guasón con colmillos del mercachina, pero da el pego —y el pegote... </span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span><b>«Campos» de Jack Dann:</b> Muy buena mierda, ésta, Jack. He de reconocer que empieza floja pero poco a poco se te va metiendo en la vena... Stephen, un joven entre la vida y la muerte debido a terribles quemaduras establece un insólito y sobrenatural vínculo con Josie, la madura enfermera que lo cuida. Ella ejerció como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial y fue testigo de la liberación americana de algunos campos de exterminio. Ahora Stephen sueña cada noche que es un judío prisionero de los nazis. Sobrevivir a la barbarie del holocausto en el sueño podría significar la diferencia entre la vida y la muerte en el presente. <br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> <b> </b></span><b>«La anacoreta» de Beverly Evans: </b>En la introducción nos dicen que éste fue el primero publicado por su autora, parece que su carrera no alargó más que <a href="https://www.isfdb.org/cgi-bin/ea.cgi?15989" target="_blank">otros pocos cuentos</a>, lo cual es una pena, porque "The Anchoress" es una auténtica cabronada, que por sí mismo ya justifica toda la antología. Mamá nunca superó la muerte de Papá, y así fue como acabó convirtiéndose en una loca de la albañilería... Insania, gótico americano, amor necrófilo, filicidio y toneladas de mortero. Poe hubiese sonreído y el gran <a href="https://www.youtube.com/watch?v=ZQXLwdRtN2U" target="_blank">Alberto Laiseca le dio la vuelta de tuerca definitiva</a>. </span><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><br /></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: large;"><span> </span><b>«Transferencia» de Barry N. Malzberg:</b> Haciendo honor a su apellido, el bueno de Barry tuvo a bien colarnos esta cosa bastante mala (jaja)... Tenemos a un asesino en serie que ya desde pequeño sabe que está destinado a cargarse a mucha gente. Como que lo lleva en los genes. Como que hay un gran depósito de monstruosidad en su interior. Entonces, a medida que pasa el tiempo y crece (y mata personas), el tipo va retirando poco a poco ese depósito de maldad del banco de su interior enfermo para depositarlo, "lleno de roja liquidez", en los bolsillos de sus manos asesinas, mediante cada vez más regulares y cuantiosas transferencias de saldo. Y así hasta que llega el día que ya no le queda un duro de malignidad que retirar y termina el cuento (gracias a Dios), y ya no sabemos qué más pasa (ni nos interesa tampoco), pero habrá que suponer que el menda se queda sin blanca. La psicopatía entendida como balance contable... </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/ZQXLwdRtN2U" width="320" youtube-src-id="ZQXLwdRtN2U"></iframe></div><br /><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><b><span style="color: #ffa400;">La Anacoreta de Beverly Evans, por Alberto Laiseca</span><span style="color: #ffa400;"><br /></span></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p> <br /></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-3184133844917316622024-01-20T09:03:00.006+01:002024-01-22T16:46:50.909+01:00El Reparador de Biblias de Tim Powers<p style="text-align: justify;"> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxFiKuWqoOkROlv95XHFUyPovPwHi9bZmpEEBDF9v22qQzL7ueP7t7ZPulA7krOxvSU7lGhHYJiTA_E0Aavild_Elz6woQdulo-HNcXkhJ0y9d0-ioRbxkoaXOCUJW4RCp_QCPvtqIejy2faw_qA9oa-FBp8a10qXQDowTLgUujYVmjaxakxQ9x_WhYnOv/s4000/el_reparador_de_biblias.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3000" data-original-width="4000" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxFiKuWqoOkROlv95XHFUyPovPwHi9bZmpEEBDF9v22qQzL7ueP7t7ZPulA7krOxvSU7lGhHYJiTA_E0Aavild_Elz6woQdulo-HNcXkhJ0y9d0-ioRbxkoaXOCUJW4RCp_QCPvtqIejy2faw_qA9oa-FBp8a10qXQDowTLgUujYVmjaxakxQ9x_WhYnOv/w400-h300/el_reparador_de_biblias.jpg" width="400" /></a></div><br /><p></p><p> </p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif; font-size: large;"> <span> </span>Tim Powers</span><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif; font-size: large;">. Uno de los renovadores de la literatura fantástica durante los años noventa y primeros dos mil, antes de que George R. R. Martin arrasara con todo (¿Para bien? ¿Para mal? Arrasara con todo...) Este librito. 96 páginas. <a href="https://gigamesh.com/" target="_blank">Editorial Gigamesh</a>. Forma parte de esa escueta colección de ediciones no venales que el señor Alejo Cuervo se sacaba de la imprenta para regalar a sus clientes, mayormente los vientitrés de abril, cuando lo de la rosa y el libro. Atención: No eran anticipos de lanzamientos ni primeros capítulos de novelas por venir. Eran libros completos. Libritos. Pero completos. For free. Yo al señor Alejo Cuervo históricamente lo vengo criticando mucho, principalmente por su mala costumbre de quedarse tan gran parte de mi dinero, pero díganme un otro editor o librero en este país que regale libritos completos al personal, ya sea el día del libro u otro día cualquiera. Pues eso.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif; font-size: large;"><span> </span>Estas 96 páginas contienen cuatro cuentos de Tim Powers, que es un autor que al señor Alejo Cuervo le ha encantado siempre, le viene encantando mucho, y es por esto que ha acabado publicándole prácticamente todo. Incluidos estos cuatro cuentos, que no sé muy bien, por otra parte, si merecen tal atributo, porque son cuentos sin presentación, les falta la primera parte de todo cuento, que sólo tienen nudo, y, con suerte algunos tienen hasta desenlace, y cuando no hay suerte, pues ya lo que te encuentras es otro nudo y otro nudo y otro nudo, y así hasta que mueres o desistes, lo que pase primero.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif; font-size: large;"> </span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif; font-size: large;"> </span><span> </span><span> <i> </i></span><span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><i>«Dondequiera que se oculten»</i>: Dos veces me he leído este cuento. No me he enterado de nada. Ya no lo intento más. En la contracubierta te dicen que <i>«aborda el tema del viaje en el tiempo desde una perspectiva tan original como inquietante»</i>. Muy bien. Pero es que cabe la posibilidad de que quien escribió esto tampoco se acabara de enterar de una mierda. Conque no sé...</span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>«Un alma embotellada»: Éste sí está chulo. Una historia de fantasmas. O como si el Dean Corso de «La Novena Puerta» de Pérez-Reverte se hubiese encamado, en lugar de con El Diablo, con el fantasma de una escritora siniestra. Un escritora poetisa. Un escritora cabrona. Un escritora asesina. </span></span></span> <span> </span><br /></p><div style="text-align: justify;"><p style="margin-left: 40px;"><span> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"> </span></span></span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">«El camino de bajada»: Una estirpe de espíritus o entes o, mayormente, despreciables genios borrachuzos, vienen siendo unos imperecederos hedonistas hijos de mil padres, mediante la vil práctica de ocupar el cuerpo de un bebé nonato —expulsando de paso su nonata e inocente alma al limbo del no ser—, expoliar los años de juventud de ese cuerpo viviendo a mil vicios por segundo, y suicidarse, finalmente, una vez el cuerpo está ya hecho cisco y fosfatina, para inmediatamente volver a nacer al mundo ocupando el cuerpo de un otro y siguiente bebé. Una inquietante relectura del mito de Halloween entre vapores etílicos y okupas de cuerpos.</span></span></p><p style="margin-left: 40px;"><span> </span><span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;">«El
reparador de biblias»: Éste no sé. Éste yo creo que podía haberle
quedado muy bien, y probablemente el mejor, a poco que el señor Powers
le hubiese dado por picar un poco más de piedra. Pero resultó que no.
Hay días que nos da por trabajar y hay días, los más, que no hacemos
otra cosa que buscar un pretexto para escaparnos a terminar el día en el
bar. ¿Quién podría reprochárselo? El caso es que este relato es una red
confeccionada con el mejor de los mimbres, pero falla la urdimbre, los
agujeros son demasiado grandes. Si te lanzas sobre ella no para el golpe
y tus huesos machucados besan la tierra, pero, ojo, tiene esta frase: <i>«...
cuando oyó tres golpes en la puerta: el primero, vigoroso; los otros
dos, apenas un roce. Se dio cuenta de que, como no estaba cerrada, el
visitante la había abierto sin querer»</i>, que me parece una manera tan
acertada y poco habitual de describir con literatura el esencial
descompás y la natural asincronía con que la realidad se las apaña para
entorpecer y sabotear insidiosamente el devenir de los hombres.</span></span></p><p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEjLUb7_8fkQpajdQvm0RT1NCJk2T1A2Sw67SJ-R5DBOrKC4iJ4pdfzsJq2SzhEbEodBWn-c3sYCqomecIodFvNFLRczNMWkPxqq3YUcIW6r_lZ-PwNJtmoK5LiwHGCdAzc1TtD-zJ3Uw4_wJRoEbFmtWa1_l_uTEgl6z0YEu9BJSUO5tqy_qNIb8ASEFg/s900/tim_powers.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="602" data-original-width="900" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEjLUb7_8fkQpajdQvm0RT1NCJk2T1A2Sw67SJ-R5DBOrKC4iJ4pdfzsJq2SzhEbEodBWn-c3sYCqomecIodFvNFLRczNMWkPxqq3YUcIW6r_lZ-PwNJtmoK5LiwHGCdAzc1TtD-zJ3Uw4_wJRoEbFmtWa1_l_uTEgl6z0YEu9BJSUO5tqy_qNIb8ASEFg/w400-h268/tim_powers.jpg" width="400" /></a></div><br /> <p></p></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-51577725816926161272024-01-18T21:12:00.002+01:002024-01-18T21:43:50.822+01:00Psicosis II (Psycho II, 1982) de Robert Bloch<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuyez5Q5y-si-WZ2AszMO4BIbPsuogapsTVDgun8E8ywzQcKFu4iZjzdI85nJid7PB8EBmLxrZ-GV4WmK-yWUXa_KIupTCIPTsRqTMwMa7zPErDEpJ8j6R8OYfnkfM_DmsRauPsyX-jOnwG34nhQJFYa3ZZGU1n0qnGKJyiaKKBaBXfcsL5z-D1VxtUZUM/s4000/Psicosis_II.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiuyez5Q5y-si-WZ2AszMO4BIbPsuogapsTVDgun8E8ywzQcKFu4iZjzdI85nJid7PB8EBmLxrZ-GV4WmK-yWUXa_KIupTCIPTsRqTMwMa7zPErDEpJ8j6R8OYfnkfM_DmsRauPsyX-jOnwG34nhQJFYa3ZZGU1n0qnGKJyiaKKBaBXfcsL5z-D1VxtUZUM/w300-h400/Psicosis_II.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Lo primero que quiero escupir aquí es que me encanta el subtítulo: «El Regreso de Norman». Repito: ME. ENCANTA. EL. SUBTÍTULO. Oye, que tú lees Piscosis II y lees Robert Bloch y ves a un Anthony Perkins terminal desventrándote con la mirada y fijo que lo primero que piensas es: me da que esto va del regreso del abuelo de la prima del panadero... ¡Pues No! Va del regreso de Norman Bates, ¡a que no te lo esperabas, pedazo de cabra!... Y para mayor escarnio va y te lo ponen entre paréntesis, así como en chivándote por lo bajini las respuestas del examen, ya si eso en el bar ta me vas pagando una napolitana y un cafelito...</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>A mí que los editores nos traten a los lectores como si fuésemos todos unos completos borderlines es una cosa que, mira, aun tan acostumbradísimo, nunca deja de sorprenderme. Creo que en el fondo saben que comprar, compramos muchos libros, pero leer, pues a lo mejor en el fondo apenas leemos uno, o tres, o cinco, o ninguno, y desde que acabas de leer ese uno o ninguno hasta que te vuelves a leer <i>ese-otro</i> o <i>ese-ningúntro-nunca-más</i>, pues ya en ese intervalo de tiempo, qué quieres que te diga, pues a lo mejor ha sucedido que te has vuelto GILIPOLLAS. Y es por eso que nos tratan así, nos hablan así, ya desde la cubierta o la contracubierta —que por otra parte es lo único que en verdad les importa que leamos—, como si fuésemos unos disminuidos. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Es una teoría.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Ahora bien. Psicosis II. Robert Bloch. 1982. Este libro. Yo no sé bien qué pretendió Robert Bloch con este libro. Si se le había acabado la pasta. Si se lo encargaron. Si la noche pasada le habían levantado la radio del coche. Si qué... El caso es que el asunto principia con Norman escapándose del manicomio y cargándose dos monjas. Se huele la goleada. Pero luego enseguida tira la defensa para atrás y empieza a especular con el resultado. De repente Bloch ya no quiere escribir más sobre Noman Bates. Ahora quiere ridiculizar el mundillo de Hollywood. Me las vais a pagar, dice, hijos de puta, dice. Cabrones, dice. Bloch había sido guionista allí muchos años. Y ahora había llegado el momento de morder la mano que da de comer... Jaja... Qué divertido... Lo que pasa que ni como chiste ni como venganza le acaba saliendo una invectiva muy allá. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Yo creo que en realidad Bloch nunca quiso escribir este libro. Me da muy fuerte este pálpito. Pienso que en su fuero interno Bloch sabía que convertir a Norman Bates en una desbocada máquina de matar suponía no sólo rendirse a la moda por un puñado de dólares, sino también, y mucho peor, traicionar al personaje y traicionarse a sí mismo. Bates fue y había sido siempre un enfermo antes que un psicópata. Y así decidió dejarlo.<br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Y es por esto que Psicosis II, la película, 1983, nada tiene que ver con Psicosis II, el libro, y es por esto también que lo del «Regreso de Norman» no es sólo una perogrullada, además es mentira.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEjxDKI9RI8NrfRo5OyM-KH7tXdrmJcXmkzdDjlhF2qM9g6rnQAEXJC-57XvDg-EzyWWVaqE6Vm7Ei6XqVhb4fQZdgU_vZv3wZRoMSt-Pj-mDBQnQR8XYAyZBb2zphOKcpXmsHbo46ThU1Pzir5JB0d92vMrqnxtO7gNnIYThlQG5l3icAK7U9JnIUD-Ih/s600/biblio_bloch.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="561" data-original-width="600" height="374" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEjxDKI9RI8NrfRo5OyM-KH7tXdrmJcXmkzdDjlhF2qM9g6rnQAEXJC-57XvDg-EzyWWVaqE6Vm7Ei6XqVhb4fQZdgU_vZv3wZRoMSt-Pj-mDBQnQR8XYAyZBb2zphOKcpXmsHbo46ThU1Pzir5JB0d92vMrqnxtO7gNnIYThlQG5l3icAK7U9JnIUD-Ih/w400-h374/biblio_bloch.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-70609374813547140112024-01-17T09:34:00.003+01:002024-01-17T19:21:44.945+01:00La Casa y el Cerebro (The House and the Brain, 1859) de Edward Bulwer-Lytton<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_yQD00WzTt7aWBJG2BhUy205FczqDirhyphenhyphenkaeTU64XlM_SLLriydYNMkBECt-7_FKxcOrtAvkwopKEKxSG0ssjX6j_bZFQAGEF6z28o-Tzjz4hzIjoPVkOR6s4bMaVSOMryPaX4AN9TKQltswPnUrUg6hsvOQHseAL27c3ATi-tYgjU_NNahXnih3A7FcL/s4000/casa_y_el_cerebro_lytton.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_yQD00WzTt7aWBJG2BhUy205FczqDirhyphenhyphenkaeTU64XlM_SLLriydYNMkBECt-7_FKxcOrtAvkwopKEKxSG0ssjX6j_bZFQAGEF6z28o-Tzjz4hzIjoPVkOR6s4bMaVSOMryPaX4AN9TKQltswPnUrUg6hsvOQHseAL27c3ATi-tYgjU_NNahXnih3A7FcL/w300-h400/casa_y_el_cerebro_lytton.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><br /></p><p style="text-align: justify;"><span> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"> </span></span></span><span style="font-size: large;">Me he leído otra vez la novelilla ésta del Bulwer-Lytton, la había leído en 2013, joder, no hace tanto tiempo, ¿no?, pues no recordaba nada... Eso hace que me dé cuenta de cuán importante —al tiempo que tan intrascendente— es que una vez acabada la lectura me siente aquí a soltar al alimón estas chorradas, así pasados los años puedo acudir aquí y releerlo y, bueno, seguiré sin recordar nada de nada, pero al menos me echo unas risas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Dentro del vasto a la par que conspicuo inventario de la literatura espectral, las historias que más molan son, dónde va a parar, las de mansiones encantadas y caserones malditos, no en vano por lo general la primera noche es siempre gratis y te puedes jincar un par de copichuelas de oporto —o la botella entera— al calor de la chimenea antes de que toquen las doce campanadas en el carillón y el primer ente ectoplásmico haga acto de presencia en lo alto de las escaleras. A partir de entonces ya todos a correr...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> «La casa y el cerebro» empieza con una especie de Willy Fogg que dice que 80 días no, pero que una noche entera en la casa embrujada en cuestión sí se la pasa, por sus huevos. Y para allá que se va, pero no acude solo, no, el muy truhán, que mete en el fregado al fiel criado y al fiel perro. Llega la noche y enseguida comprobamos que la casa está muy mal de lo suyo de los fantasmas, que es muy chunga, la casa, aunque todo lo que se viene apareciendo es en realidad muy poco <i>"terrifying</i>", muy filfa, son como sombras negrísimas que se mueven y presencias viles que te cogen de la pechera y te aprietan el gañote. Aun así el criado se caga en seguida las patas abajo y se las pira sin decir aquí te quedas. El perro en cambio no se las pira, ya que no es un maldito cobarde, el perrazo se queda, porque aunque está igual de cagado que todos allí, es una bestia mil veces más noble que cualquier simioide. Entonces la casa castiga su fidelidad, la del perro, asesinando a la pobre bestia (Bulwer-Lytton, sábelo bien, ¡eres una mala persona!). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Para ese entonces ya podemos barruntar que algo no cuadra, porque los fantasmas no matan perros, eso lo sabe todo el mundo —incluido San Iker—, incluido también el protagonista. Aquí la narración cambia y deja de ser una "Ghost Story". Pasa a ser una "Masonic Story". Bulwer-Lytton le da la vuelta y empieza a escribir en plan hermético, para iniciados, nos hace partícipes sólo de la mitad de la fiesta. Ya no hay fantasmas. Ahora hay una maldición. Un mal de ojo. Se lo echó un tío a la casa: muy chungos los dos, el mal de ojo y el tío, que además es como inmortal y malvado y lo hizo todo a través del sumo poder de su maligna cabeza odiadora. El tipo es un gran hijo de satanás. Lo sabemos porque nos lo dice el protagonista, claro, aunque nosotros ya lo intuíamos desde que se cargó al perro...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Al final hay como un enfrentamiento de intelectos brillantes. Algo así como un duelo de discursos sabihondos entre el Maligno Mastermind del mal de Ojo Supremo y el Willy Fogg sin perro y sin criado. Y, ¡atención!, el primero hipnotiza al segundo para que sea éste el que, mesmerizado, le revele cuándo será que lo sorprenderá al fin la muerte, de aquí a un par de siglos o evos o qué se yo cuándo, allá por el fin de los días del mundo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> <i> </i></span><i>«—¿Cómo y cuál es el final? Mire hacia el este, el oeste, el sur y el norte.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><i>—En el norte, donde nunca pisó, rumbo al punto contra el que sus instintos lo han prevenido; allí un espectro lo atrapará. ¡Es la Muerte! Veo un buque; está hechizado, ¡lo persiguen!, sigue adelante. Una flota desconcertada navega en pos de él. Entra en la región del hielo. Atraviesa un firmamento rojo de meteoros. Dos lunas están quietas en lo alto, sobre riscos glaciales. Veo un buque encerrado entre desfiladeros blancos; son rocas heladas. Veo a los muertos dispersarse por las cubiertas, rígidos y lívidos, con las extremidades llenas de moho verde. Todos están muertos, excepto un hombre... ¡usted!.»</i> <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <span> </span></span><span style="font-size: large;">¡Intempestivo! </span><span style="font-size: large;">¡Esperpéntico! ¡Fantástico! !Joder, Bulwer-Lytton, tanto rollo con la mansión encantada y la novela que nos escamoteaste y de verdad todos querríamos haber leído es ésta del místico fin de los tiempos en el hielo!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6HkHood5IBATRdlKoEoEW-FpmPMsF_gZY52CzKXfuAYKr3Jt5w77sLmp173WqVu35YIHc3M8ARA4Wjq7JYpS0CBVdIoxDhjuqhyphenhyphens5DBnbVCKXo5dIcPdFkXxEH767_QsahYm1OovMWKpX5gjfczMnKbnCNBrB6m0WX-E2_ZgrpdsDq3nvOmvwpUXHxPa8/s700/Bulwer_lytton.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="561" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6HkHood5IBATRdlKoEoEW-FpmPMsF_gZY52CzKXfuAYKr3Jt5w77sLmp173WqVu35YIHc3M8ARA4Wjq7JYpS0CBVdIoxDhjuqhyphenhyphens5DBnbVCKXo5dIcPdFkXxEH767_QsahYm1OovMWKpX5gjfczMnKbnCNBrB6m0WX-E2_ZgrpdsDq3nvOmvwpUXHxPa8/w320-h400/Bulwer_lytton.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-83184294672034124572024-01-13T08:52:00.004+01:002024-01-13T13:12:20.786+01:00Psicosis (Psycho, 1959) de Robert Bloch<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhikJmkQAnqJz5AL7qAZ4Shc_SdUF1eD3ItQEw0zWY6aGV1i-vW5ha7wBNxBT8k_ONS5at5oJIrP43A4BDmFoWOSm-wmlviXrk4BeVLisfCa1rPU-hXHYzRfXgdmsI8owT5y95DIsGa2aCv4m0M3Kbj9H2pVSsR11rSk3qtLS8HRnlRlH5vhSE6-9nuVzwD/s4000/psycho_bloch.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhikJmkQAnqJz5AL7qAZ4Shc_SdUF1eD3ItQEw0zWY6aGV1i-vW5ha7wBNxBT8k_ONS5at5oJIrP43A4BDmFoWOSm-wmlviXrk4BeVLisfCa1rPU-hXHYzRfXgdmsI8owT5y95DIsGa2aCv4m0M3Kbj9H2pVSsR11rSk3qtLS8HRnlRlH5vhSE6-9nuVzwD/w300-h400/psycho_bloch.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Lo bueno y al mismo tiempo lo malo de leer «Psicosis» hoy día, si no viviste aislado y ajenado en las timbambas toda tu vida, es que la novela, en propiedad, ya no la tienes que leer, te limitas simplemente a hacer un "descubra las siete diferencias", que además, en este caso, me da que no llegan ni a siete. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Lo mejor del libro de Robert Bloch es el discurrir interno de Norman Bates que, como es lógico, en la peli de Hitchcock se nos escamotea, porque de lo contrario adiós al suspense. El cerebro podrido de Bates es una montaña rusa en sempiterno desastroso último viaje a la culpabilidad, el morbo, el puritanismo integrista y las lecturas médicas y ocultistas exacerbadas, que gasta tanto tiempo en intentar borrar las huellas de los crímenes cometidos por su madre —realmente él cree que los ha cometido ella— como en calificar de «perra» a cualquier que mujer se le aparezca por delante.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Robert Bloch intenta más que veladamente escribir un libro que denuncia la fragilidad de nuestra «máscara oficial» y el a veces estríchisimo palmo de tierra que para todos puede mediar entre la razón y la locura: nadie es todo cuanto aparenta ser y, bajo ciertas circunstancias, hasta el más normal puede desviarse hacia la senda tenebrosa. Pero lo que en realidad le salió, no sé hasta qué punto deliberadamente, fue el retrato seminal del asesino psicópta (recordemos, corría el 1959), sobre el que luego Hitchcock (1960) haría crecer la planta carnívora y totémica del Psychokiller como mito cultural de masas. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Con ello, entre los dos, consiguieron que la fuente del Horror pasase del Más Allá al íntimo Más Acá del fondo retorcido de la psique humana, dejando como correlato que no hay Mal que no empiece y acabe en los hombres. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM2k1C0EQy5FvpAvfJfT7V_1Efhm8G2Z6j8HM_3qRvX3pVxL38pWVBy0nYETtNEaJObdjooPLKxsgBvP7qtcKlJtCCrSsCsWpUZ2GqbiOvEdNWUKRJSCyM3-2t_oNwqKyPUFd4mGTdlg1dQwBs7GCOfAz7V3OW1ru3RfWUOuMEv7cjwDrdm7B84RTJgDuM/s750/robertbloch5.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="750" height="342" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM2k1C0EQy5FvpAvfJfT7V_1Efhm8G2Z6j8HM_3qRvX3pVxL38pWVBy0nYETtNEaJObdjooPLKxsgBvP7qtcKlJtCCrSsCsWpUZ2GqbiOvEdNWUKRJSCyM3-2t_oNwqKyPUFd4mGTdlg1dQwBs7GCOfAz7V3OW1ru3RfWUOuMEv7cjwDrdm7B84RTJgDuM/w640-h342/robertbloch5.jpg" width="640" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p><span> </span><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-86385721403482550032024-01-04T10:10:00.002+01:002024-01-04T10:10:26.269+01:00Conduciendo a ciegas (Driving Blind, 1997) de Ray Bradbury <p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpQiVinqYj9yl_J8iJwHkN9wOjLv0G__4IKTD4HXeNqd6KyHrioAUuGTv44fXtnyvyPn7UTUczAfeVPNVDeDmLUT5zdRXXwqCoFPsIx5UvbdACm2B9ETGL42Cg57R-h0Gsz-y3T3ssRBV2Bq-4nH1INJo-y5-wP-XgcwRoELVcU90olT5dFYpWkehOgXop/s4000/driving%20blind.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpQiVinqYj9yl_J8iJwHkN9wOjLv0G__4IKTD4HXeNqd6KyHrioAUuGTv44fXtnyvyPn7UTUczAfeVPNVDeDmLUT5zdRXXwqCoFPsIx5UvbdACm2B9ETGL42Cg57R-h0Gsz-y3T3ssRBV2Bq-4nH1INJo-y5-wP-XgcwRoELVcU90olT5dFYpWkehOgXop/w300-h400/driving%20blind.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p> </p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>«Hastío». «Agotamiento». «Sequía». Son algunas de las palabras que vienen a mi cabeza al pensar en este libro. Desde luego no es la primera vez que revolotean por mi sesera en relación a Ray Bradbury, pero en ningún otro de los libros que yo le había leído hasta ahora como en éste afloraron de una manera tan directa, urgente y (¡ay!, sobre todo) necesaria.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Pienso que no hay mejor baremo para enjuiciar una lectura que las veces que te sorprendes desconectado de ella: tienes que volver párrafos atrás, a veces incluso páginas enteras, cuando no directamente empezar de nuevo el cuento o el capítulo, porque te das cuenta de que hace ya un buen rato que no entiendes de dónde viene nada de lo que lees, y, lo peor, sabes a ciencia cierta que no fue tu atención la que se marchó, sino que fue el autor quien decidió emboscarse, ve tú a saber en qué grutesca senda, sin tu compañía.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>«Conduciendo a ciegas» es una antología de relatos de 1997. Para ese entonces Ray Bradbury llevaba la friolera de 50 años escribiendo (y publicando) de manera profesional prácticamente ininterrumpida, fiel a un estilo que durante años y libros cabalgó como pocos entre el romanticismo y el lirismo, sin por ello renunciar a un potente fondo metafísico y moral. Títulos como <a href="http://diariosoluble.blogspot.com/2022/09/cronicas-marcianas-de-ray-bradbury.html" target="_blank">«Crónicas Marcianas»</a>, «Fahrenheit 451», «El País de Octubre», «El Hombre Ilustrado», «El vino del Estío» o «La Feria de las Tinieblas» son y serán imperecederos. Son muchos años y fueron muchos libros. Es fácil pensar que en los últimos años comenzaron a darse síntomas de extenuación y fatiga creativas, repetición de temas y lugares, sobre todo en un autor como Bradbury, en el que lo que se decía estaba prácticamente a la misma altura que el cómo se decía.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> </span>Los relatos de este libro, sin embargo, aunque me transmiten esa sensación no acaban llevándome a esa conclusión, es decir, la luz se estaba extinguiendo, eso queda claro —y es lo que realmente me importa como lector— pero no tanto porque la bombilla estuviese llegando al límite de su vida útil, como porque el propio Bradbury hubiese decidido aflojar el casquillo a propósito, con el fin de quedarse a oscuras consigo mismo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"><span> Tras tantos años siendo el mejor emisario y baluarte de la magia y la fantasía de los años de infancia y adolescencia, y si es cierto eso que dicen de que la vejez es la época de regresar al niño que fuimos, los cuentos de </span>«Conduciendo a ciegas» forman parte del cuarto de juegos del viejo Ray, recreándose y disfrutándose niño de nuevo. Me parece lógico que nos acabemos quedando fuera de unos relatos que eran para exclusivo uso y disfrute de su autor, un hombre que ya había dicho todo lo que tenía que decir, tan bien dicho, y para el que ahora, en sus últimos años, ser inteligible había dejado de ser una prioridad; la urgencia y la felicidad y la vida residían nuevamente en simplemente volver a jugar. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: large;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikU37BprA84aO3pKzS8BcPt7CPcl9EdVjBlKpNtH6GGvCi5xxoEuQiHEQhrUt2aeJs8hEt9Wq2q2fH5pdLMjp6l-tQiJ28QttOE8S18r1LViTRDlcAsmRTE8L8i-XMEEzy7ILzt00mqgEbyBlpDzMIoyBLZW8KWnaAfIGEQJPkDucdQQiwVWdGvEcqku72/s557/ray_bradbury.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="418" data-original-width="557" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikU37BprA84aO3pKzS8BcPt7CPcl9EdVjBlKpNtH6GGvCi5xxoEuQiHEQhrUt2aeJs8hEt9Wq2q2fH5pdLMjp6l-tQiJ28QttOE8S18r1LViTRDlcAsmRTE8L8i-XMEEzy7ILzt00mqgEbyBlpDzMIoyBLZW8KWnaAfIGEQJPkDucdQQiwVWdGvEcqku72/w400-h300/ray_bradbury.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-65083326084661690612024-01-03T08:44:00.003+01:002024-01-04T08:23:19.754+01:00Historias del Crepúsculo y de lo Desconocido de Arthur Conan Doyle<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7A4vCiLVImzgTtQWxbhh5bx3L0Jotko6gDeVv1m_rvFUWZ8yLo7fEI-IAzO9R0WhD4zOgRqzxZTuBJlrNGAQ3Qiiwc4OvgHKq2EEsP9rhpsto63Od7gj8CgY1Agd_rqEHZ-iNM_x2HTr1GEjtA1OpExwCSL4P7kqAXgDLxT1lMBbWUd3uQgzIKOSkCSYm/s4000/Diogenes_6.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7A4vCiLVImzgTtQWxbhh5bx3L0Jotko6gDeVv1m_rvFUWZ8yLo7fEI-IAzO9R0WhD4zOgRqzxZTuBJlrNGAQ3Qiiwc4OvgHKq2EEsP9rhpsto63Od7gj8CgY1Agd_rqEHZ-iNM_x2HTr1GEjtA1OpExwCSL4P7kqAXgDLxT1lMBbWUd3uQgzIKOSkCSYm/w300-h400/Diogenes_6.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span></span> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span> </span>Antología de terrores folletinescos y misterios creepy a la luz de un quinqué, del sir Arthur Conan Doyle, by Valdemar s<span style="font-size: large;">ú</span>pereditore<span style="font-size: large;">s. Contiene l<span style="font-size: large;">as</span> siguientes imaginaciones:</span> </span></span>
</p><div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>John Barrington Cowles</i>: Relato mis<span style="font-size: large;">oginazo</span>. Una perversa mujer, todo belleza de puertas afuera y nunca sabremos qué<span style="font-size: large;"> </span>terrible secreto o malformación de ropas íntimas <span style="font-size: large;">para</span> adentro, se venga mortal y sucesivamente de todos los prometidos que la <span style="font-size: large;">van dejando tirada en víspera<span style="font-size: large;">s del bodor<span style="font-size: large;">rio</span></span></span>. Como Cronenberg <span style="font-size: large;">pero</span> <span style="font-size: large;">en</span> victoriano y sin porno duro.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>El gran experimento de Keinplatz</i>:
Relato mesmérico. Un viejo profesor y su joven ayudante intercambian
accidentalmente sus almas mientras Descartes aplaude la jugada desde la
platea. La escena más descacharrante <span style="font-size: large;">sucede cuando</span> el alma del viejo profesor inserta en el cuerpo del joven ayudante entra en su casa (l<span style="font-size: large;">a del viejo) </span>y empieza a pedir a gritos la cena a su mujer y gritar a su hija boba como un auténtico camionero. Para que después <span style="font-size: large;">digan que</span> lo universitario y la refinado van de la mano. En el fondo es un relato de humor. Ver encerrada tu <span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">libido </span></span>de <span style="font-size: large;">18</span> años en un <span style="font-size: large;">mi<span style="font-size: large;">embro</span></span> arruinado y colgante te 82 siempre <span style="font-size: large;">se</span> <span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">anto<span style="font-size: large;">ja</span></span> un<span style="font-size: large;"> fenómeno de lo m<span style="font-size: large;">ás</span></span></span> <span style="font-size: large;">r</span>ijos<span style="font-size: large;">o</span>.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i><span style="font-size: large;">El l</span>ote número 249</i>: Relato con momia <i>revenant</i>. Podría haber sido un cuento de verdad terrorífico y, desde luego, el mejor de<span style="font-size: large;"> la<span style="font-size: large;"> partida</span></span> si Doyle no lo hubiese acabado en semejante ant<span style="font-size: large;">i</span>clímax. Deberían meterlo en uno de esos tochanacos apestosos del tipo<span style="font-size: large;"> </span><i>«1001 maneras de no acabar un cuento de terror antes de <span style="font-size: large;">ser asesinado (por tu lector).</span>»</i></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>La mano parda</i>: Relato con fantasma exótico. Médico inglés amputa la mano de un hindú y luego se <span style="font-size: large;">indigna y se hace cruces ante el hecho</span>
de que el fantasma de éste se atreva a visitarle por las noches para
pedirle cuentas, reclamando la extremidad que fue suya, y que <span style="font-size: large;">para más inri<span style="font-size: large;"> el </span></span>galeno ya no conserva. He aquí una muestra del espíritu imperial-colonialista que hizo del Reino Unido y sus <i>british</i>
habitantes la más grande máquina de triturar culturas que en la
Historia ha sido: la cosa acaba que los ingleses le ofrecen la mano de
otro hindú amputado y el fantasma, más tonto que Abundio, la acepta
agradecido y dichoso y desaparece por siempre jamás. ¡Ole ole y ole,
amigo Doyle!</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>Jugando con fuego</i>: Relato espiritista. Como no tienen que ir a pasarlas putas a la fábrica o picar piedra en la mina, un puñado de diletantes<i> englishmen</i> entretienen las tardes contactand<span style="font-size: large;">o</span> con espíritus del más allá. Hasta que un gabacho malintencionado (como todo gabacho<span style="font-size: large;"> para todo inglés, </span>de
hecho) se mete en el juego y casi casi salen todos con los pies por
delante. La coz de un unicornio sobrenatural puede ser mortal<span style="font-size: large;">, de<span style="font-size: large;"> todos es sabido...</span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>El anillo de Thot</i>: Relato de <span style="font-size: large;">nigromancias egi<span style="font-size: large;">pcias. </span></span>Un m<span style="font-size: large;">edicastro egipcio <span style="font-size: large;">se saca de la marmita un elixir para la larguísima <span style="font-size: large;">vida, pero la novia se le muere antes de que <span style="font-size: large;">se
lo pueda dar a catar (él se lo trinca el primero, el muy egoísta), así
que como ya no puede ser inmortal, la momifican (¡nunca se sabe!). <span style="font-size: large;">Pasa<span style="font-size: large;">n
los siglos y al final el medicastro indestructible encuentra la forma
de quitarse de enmedio (le costó decidirse, al muy egoísta) y volver así en esp<span style="font-size: large;">íritu con su novia cadáver</span>. <span style="font-size: large;">De todo esto es testig<span style="font-size: large;">o un inglés entar<span style="font-size: large;">adillo, que nos lo chiva todo en directo desde el Louvre. <span style="font-size: large;">¿Título de l<span style="font-size: large;">a película?: </span>«Amor <span style="font-size: large;">M</span>omio<span style="font-size: large;"> <span style="font-size: large;">en el <span style="font-size: large;">M</span>useo.»</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div></blockquote><p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjPlMElKsgICfIRYaJAwMCGXeYZN24FCVqjgxlcRWgtNIHZA7X9ZkIzU65b8pWxKZ3gXqzxFtdYuste7pAaCB-tGuxzkIc1-YxtwWKPy7Zs_-IBYdDJLVj3K2CTMK6I0pSLF-kECQXe8Bpye23eMgFOif5HvVUn2_QAL20F48audpENQ6h9j627qZ35O1B/s599/Arthur_Conan_Doyle_by_Herbert_Rose_Barraud_1893.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="427" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjPlMElKsgICfIRYaJAwMCGXeYZN24FCVqjgxlcRWgtNIHZA7X9ZkIzU65b8pWxKZ3gXqzxFtdYuste7pAaCB-tGuxzkIc1-YxtwWKPy7Zs_-IBYdDJLVj3K2CTMK6I0pSLF-kECQXe8Bpye23eMgFOif5HvVUn2_QAL20F48audpENQ6h9j627qZ35O1B/w285-h400/Arthur_Conan_Doyle_by_Herbert_Rose_Barraud_1893.jpg" width="285" /></a></div><br /> <p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-49907817185620463212023-09-03T15:46:00.005+02:002024-01-21T22:31:36.985+01:00La torre Negra de P. D. James<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF7c0YruWhFdtSXb1Fi38UtQYr0CRu4Lk6-kCAPSvpmMomxSQgB-MxJ8iwVh9PdK7X2O5tSOqjN7DPwLkAFIO2QtNZxwwM5QH939GKf9tqni3_CRb6o11jOHrWw6diNhosRQLp2-EU-NNXtYoHXWHWVfWf6MprVvtOaLVnWTDaqKIvGqHXlJM2dECArQ8D/s4000/torre%20negra_james.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF7c0YruWhFdtSXb1Fi38UtQYr0CRu4Lk6-kCAPSvpmMomxSQgB-MxJ8iwVh9PdK7X2O5tSOqjN7DPwLkAFIO2QtNZxwwM5QH939GKf9tqni3_CRb6o11jOHrWw6diNhosRQLp2-EU-NNXtYoHXWHWVfWf6MprVvtOaLVnWTDaqKIvGqHXlJM2dECArQ8D/w300-h400/torre%20negra_james.jpg" width="300" /></a></div><span style="font-size: large;"> </span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> «La torre negra». El primer libro que leo de P. D. James es esta torre negra. Primero también que leo de Dalgliesh, «su personaje» insignia. Me han gustado bastante. Los dos. Creo que repetiré James y repetiré Dalgliesh. Hay quien me dice que no he escogido precisamente la mejor de una ni del otro, que «las hay mucho mejores, ya verás»... Bueno. Probablemente. Seguramente es así. De hecho tengo cuatro o cinco más por aquí rodando, a la espera. Pero igual que hay veces que vengo aquí y suelto que me he leído éste o aquél libro, <i>muy a pesar</i> de sus discutibles cubiertas, hoy debo reconocer que me inicié en el tándem James/Dalgliesh, precisamente, <i>por su</i> ilustración de cubierta (Editorial Versal, nº 11, Colección Meridianos), esa torre negra recortándose sobre el resplandor amarillo de un sol ennubecido, tal vez crepuscular, quizá mañaniego, el mismo amarillo que nos desafía, como un interrogante tenebroso, desde sus ventanas, todavía encendidas pero encerrando el misterio: la vena gótica que recorre de arriba abajo mi entero genoma no podía por menos que abalanzarse sobre ella...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Cabe decir que a la postre ni la torre negra ni los misterios que encierra la novela son para tanto, ni por supuesto están, en lo que a atmósfera refiere, a la altura de tan impactante cubierta, pero eso debe traernos sin cuidado si la operación, al cambio, nos ha descubierto a una narradora como P. D. James y un personaje como Adam Dalgliesh, aunque sea en una de sus no tan logradas aventuras.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Por lo pronto, el estilo de P. D. James está decididamente muy por encima de la media del género en el que se mueve, brillando con luz propia en la creación de personajes y la descripción de sus emociones y reacciones.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Adam Dalgliesh, el policía que escribe poesía sin hablar en ningún momento de que escribe poesía, inteligente, tranquilo, distinguido sin ostentación, astuto sin artificio, me parece una creación con difícil parangón dentro del género, y creo que seguiré sus pasos mientras siga sin hablar de que escribe poesía, o aún peor, que en alguna de sus aventuras suceda que él mismo o a algún otro se le ocurra tener el mal gusto de ponerse a recitar de viva voz alguno de sus versos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En cuento a la torre negra, libro al albur de cuanto todo esto se desliza, se me ocurre una teoría peregrina, seguramente sin ningún fundamento más allá de mi paranoia, y es que a todos los escritores de éxito, antes o después, les llega el momento de la fiebre de querer asesinar a su hijo más popular, es el famoso síndrome Holmes-Doyle. Algunos lo intentaron, sin éxito, como Doyle; otros, la mayoría, nunca se atreven a dar ese paso; hay quien, como Stephen King, escribió una de sus mejores novelas, «Misery», fabulando qué siniestras consecuencias podría llegar a tener para el autor matar a su gallina de los huevos de oro; y luego está P. D. James, quien escribió una novela, «La Torre Negra», única y exclusivamente para que fuese el propio Dalgliesh quien decidiese si quería seguir en la brecha o había llegado el momento de colgar las botas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En este sentido, y si esta absurda teoría participa de un algo de verdad, no es de extrañar que en la torre negra de marras, argumentalmente, no suceda nada realmente excepcional, ya que la torre negra sólo tenía significado para el propio Dalgliesh, quien, enfrentado ante el símbolo y desafío de su adiós y de su ocaso, la torre negra, el retiro, el largo pero no tan largo pasillo de la muerte..., debía decidir si aceptar o no con resignación el principio del fin de sus días.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> No se me ocurren demasiadas formas mejores de amar a un personaje que dejándolo ser dueño de su destino, aun en el más bajo de sus momentos.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfqd2CLNh7RWTk_dBcfWkPh_iERUOZF3kv5-KixyspXHBd7qdODBK3dQH00Xm_Fb2ADbb8eybkYdRBKmYYm1Xi2fCcdyoe4-Uc3HM1Eu9lmKCiyuQgjgTLwR6lasqwIQzNilW9ldKEB4Oow1WFOI8X7rcFVAFH1FWZT10PxK-T-JpjiKxsm5xVbVPeSkGq/s500/P-D-James.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="387" data-original-width="500" height="310" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfqd2CLNh7RWTk_dBcfWkPh_iERUOZF3kv5-KixyspXHBd7qdODBK3dQH00Xm_Fb2ADbb8eybkYdRBKmYYm1Xi2fCcdyoe4-Uc3HM1Eu9lmKCiyuQgjgTLwR6lasqwIQzNilW9ldKEB4Oow1WFOI8X7rcFVAFH1FWZT10PxK-T-JpjiKxsm5xVbVPeSkGq/w400-h310/P-D-James.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-8834881444636421302023-08-27T16:00:00.005+02:002023-08-28T16:29:53.412+02:00Los adioses de Juan Carlos Onetti<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgckNFF3T-ys1hrRtwuCunjXZcP9tUo8wq2MPJSyywlSkbT3mlDLxK3fTFMG055RTJwsVg6xElhWo_lReaGo7x13BL4-Eg1AWTvjV-ANcZnVRiOfnvCYS_PfCuPf-e2NCSI08I9vPEc47afsSdNCrhPM_G4c1BQr5aMU9CNHN6j3Je6gzaeP652ZX-siupF/s4000/Adioses_onetti.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgckNFF3T-ys1hrRtwuCunjXZcP9tUo8wq2MPJSyywlSkbT3mlDLxK3fTFMG055RTJwsVg6xElhWo_lReaGo7x13BL4-Eg1AWTvjV-ANcZnVRiOfnvCYS_PfCuPf-e2NCSI08I9vPEc47afsSdNCrhPM_G4c1BQr5aMU9CNHN6j3Je6gzaeP652ZX-siupF/w300-h400/Adioses_onetti.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p><br />
</p><p><br />
</p><div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;">¡Oh, Tuberculosis<span style="font-size: large;">, Gran <span style="font-size: large;">Musa! </span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;">Desde que la peña no se muere de tisis la literatura ya no<span style="font-size: large;"> </span>sabe qué hacer. El suelo abierto bajo los pies... <span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">C</span>omo el cine des<span style="font-size: large;">de que ya no se fuma, una chufa también.</span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><i>«Los adioses»</i> va de unos pueblerinos metomentodo y de un tísico <span style="font-size: large;">que recibe cartas de</span> dos mujeres. Una tiene la letra bonita, la otra, como tiene mucho dinero o bien es analfabeta, o ambas cosas al tiempo, se ve que <span style="font-size: large;">manda</span> primero que se las pasen a máquina. Los pueblerinos <i>quieren saber</i>. Pero el
tísico no suelta prenda. Craso error. Los pueblerinos se vengan
sembrando maledicencias<span style="font-size: large;"> y <span style="font-size: large;">cuchi<span style="font-size: large;">cheo </span>avieso por doquier</span></span>. Ya conocemos el dicho: «Pueblo chico, infierno grande». Pero, ¡ay!, en el pueblucho de alma cerril no tienen en cuenta que al tísico todo ese veneno y abyecto cabestrismo le <span style="font-size: large;">importan un comino</span>, entre otros motivos, porque hace ya tiempo que <i>se <span style="font-size: large;">viene muriendo</span></i>.<span style="font-size: large;">.. Pero el caso e<span style="font-size: large;">s darle a la sin hueso.</span> La novela habla de eso, de cómo los seres humanos <span style="font-size: large;">pueden hacer</span> de este mundo la caca que es<span style="font-size: large;"> con sólo una mirada <span style="font-size: large;">torva</span>.</span> Así que con la lengua viperina ya<span style="font-size: large;"> ni os cuento.</span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"> </span> </span></span></div>
<div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;">Hay <span style="font-size: large;">muchas t<span style="font-size: large;">eorías <span style="font-size: large;">sobre qu<span style="font-size: large;">é d<span style="font-size: large;">os mujeres son <span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">las que le escriben al t<span style="font-size: large;">ísico</span>. Yo digo que una es la mujer, la doña, y la otra, no la amante, sino... ¡la hermana! El <span style="font-size: large;">m<span style="font-size: large;">e<span style="font-size: large;">ollo</span></span></span> está e<span style="font-size: large;">n saber cuál de las dos le parió el <span style="font-size: large;">hi<span style="font-size: large;">jote</span>. Pero Onetti no suelta prenda tampoco.<br /></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">Onetti gra<span style="font-size: large;">nde. <a href="http://www.youtube.com/watch?v=fcSfAhL-JtQ">Onetti crack</a>.</span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: Georgia,"Times New Roman",serif;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;"> <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMv8o97kJv9wvavJXv2-5hRfOCAm0LioquobF7b9hUWRMEeCt7-5zQEoMq5Gm7F8BFRkv9H5saJpJK6wf5siU9wbDTYcbyFNg3zjkq7jO4O5tRMzsJflaIqxgOdFr29WLiy3fcCTihXxAWkF0ANACsip7WdD3P0U2UYN08JQhqVWCLfLkbiniYV2MEg6IE/s420/onetti_juan_carlos.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="322" data-original-width="420" height="306" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMv8o97kJv9wvavJXv2-5hRfOCAm0LioquobF7b9hUWRMEeCt7-5zQEoMq5Gm7F8BFRkv9H5saJpJK6wf5siU9wbDTYcbyFNg3zjkq7jO4O5tRMzsJflaIqxgOdFr29WLiy3fcCTihXxAWkF0ANACsip7WdD3P0U2UYN08JQhqVWCLfLkbiniYV2MEg6IE/w400-h306/onetti_juan_carlos.jpg" width="400" /></a></div><br /></span></span> </span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-50506794720833386502023-08-24T21:06:00.019+02:002023-08-26T16:10:56.807+02:00La hora del diablo de Fernando Pessoa<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrS7_MyMIJM7Op40oukojdLHP7rb6uA5gU7HIf7Ci61Ok-aHYlaA8_RkQr25B4gawQkhWTZWm-WPz43SdU88zJ97TEt6cx_iLnHQ-O_n_UW6YUO6O935PWN5vNcA7shq8-VzNBk5r5OqXlmDJTdPkQ7y15UoIz8A5U7kcdL3uIymhP1pEhptFAhCJjeO4l/s4000/hora_diablo_pessoa.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrS7_MyMIJM7Op40oukojdLHP7rb6uA5gU7HIf7Ci61Ok-aHYlaA8_RkQr25B4gawQkhWTZWm-WPz43SdU88zJ97TEt6cx_iLnHQ-O_n_UW6YUO6O935PWN5vNcA7shq8-VzNBk5r5OqXlmDJTdPkQ7y15UoIz8A5U7kcdL3uIymhP1pEhptFAhCJjeO4l/w300-h400/hora_diablo_pessoa.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p> </p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> ¡Ay, esos libritos pequeñuelos de editoral Acantilado! ¡Te los acabas antes incluso de haberlos pagado! ¡Qué sería del mercado editorial sin estas entrañables, golfas, minutísimas y consentidas tomaduras de pelo al respetable lector! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Este librito es un cuento de no alcanza 40 páginas de Fernando Pessoa. Y ya. ¡Ah, sí! Más un <i>bonus track</i> de otras no alcanza 40 páginas de la traductora del cuento de Fernando Pessoa. Y esto último, entiendo, más que nada por aquello de que la probabilidad de que salgas de la librería con la mosca detrás de la oreja debe ser menor si te clavan 7 eurazos por 80 páginas que por 40. Concreta y exactamente el porcentaje de tu posibilidad de no mosqueo se duplica. Eso, claro está, hasta que lees las no alcanza 40 páginas de la traductora y ves que están todas plagadas de citas literales del cuento de no alcanza 40 páginas de Fernando Pessoa que recién <i>acabas de leer</i>. Ahí ya sí te cabreas bien cabreado y empiezas a soltar tacos, pero también es verdad que para ese entonces el berrinche te coge en casa y cenado y como que vas dejando la escopeta cargada para mejor ocasión. <i>Siempre va a haberlas</i>... </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <i>«La hora del diablo»</i> hace referencia a la hora de cháchara, palique tostón y tentetieso que el diablo le mete a una pobre paleta embarazada, con el objeto de convencerla de que no es tan diablo el diablo como lo pintan, pero no nos engañemos, el diablo es el diablo siempre, y en realidad sus intenciones son muy otras, tan otras como ofuscar y confundir a la pobre —y lerda— muchacha con su inatajable verborrea metafísica para, en cuarto y mitad de su aturrullamiento, dejarla preñada, esto es, <i>reembarazarla</i>, enseminarla del hijo del Anticristo, y es entonces cuando nos apercibimos de que es debido a esta sencilla a la par que sibilina práctica diablesca, que está el humano mundo a reventar de pequeños —y no tan pequeños— hijos de satanás.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Lo más artero y vil de este cuento de Pessoa no es que el diablo pretenda engañar a este inocente alma de provincias —y de paso también a nosotros, provincianos lectores—, con el viejo y barato truco de la estampita. Lo peor es que siendo como es el diablo, prácticamente omnipotente para tantas viles conductas, al muy tacaño no le alcance el presupuesto ni para la burundanga...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Ni que decir tiene que éste es un cuento del todo misoginazo, muy impropio de los tiempos que corren, pero aquí nadie pone el grito en el cielo, ya lo sabemos, primero, porque es de Pessoa, y segundo, porque ni siquiera alcanza la afrenta 40 cochinas páginas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Una risa. <br /></span></p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWHBg4Qt2AdQxfKzNVLBW9O4EKgcif1jiMf4V_ZBQAzH1SjPuovE40Csf3_eNTNtQJKODzaPH-kqWtPB1uwvNeEmb7J2RB6IdLUSLUWp2RCIVyPAuOcMnA54rOOWaB1MlV5JptA5GcxSSU-S-7zyoDCFk-nm39ES6Tf32gBfdy2tZmDKJGYudTDWky0Mvm/s560/fernando-pessoa.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="365" data-original-width="560" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWHBg4Qt2AdQxfKzNVLBW9O4EKgcif1jiMf4V_ZBQAzH1SjPuovE40Csf3_eNTNtQJKODzaPH-kqWtPB1uwvNeEmb7J2RB6IdLUSLUWp2RCIVyPAuOcMnA54rOOWaB1MlV5JptA5GcxSSU-S-7zyoDCFk-nm39ES6Tf32gBfdy2tZmDKJGYudTDWky0Mvm/w400-h261/fernando-pessoa.jpg" width="400" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-767090277480673072023-08-15T15:45:00.016+02:002023-08-15T17:04:17.025+02:00Más allá del deshonor de James M. Cain<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiW-yO9_PseZSxfaaPn6cuoDB-5Gq23Gi2wy2p5XdSX-hEuFM3JvFssumAIZnDCCgCrjthM0a_0btpavCcVJ8y1Q6kWPtd1SRHbn3XIa1FBCzD1E30d6igTZnx5eOJ-ST8CpOGyIxBKegA4ppG1z1S-f2FyHW2-aiYJIU8p8Fp_DPUJO6iC0BIgvx5_OCly/s4000/mas_alla_deshonor.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiW-yO9_PseZSxfaaPn6cuoDB-5Gq23Gi2wy2p5XdSX-hEuFM3JvFssumAIZnDCCgCrjthM0a_0btpavCcVJ8y1Q6kWPtd1SRHbn3XIa1FBCzD1E30d6igTZnx5eOJ-ST8CpOGyIxBKegA4ppG1z1S-f2FyHW2-aiYJIU8p8Fp_DPUJO6iC0BIgvx5_OCly/w300-h400/mas_alla_deshonor.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p> </p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> A ver qué chorradas se me ocurren sobre este libro:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Lo primero que se me ocurre es que nos sueltan en la info de la contraportada que <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/James_M._Cain" target="_blank">de entre todas sus novelas</a>, ésta era la preferida de su autor, pero esta novela, al menos en castellano, me da que sólo me la he leído yo. Y no me da que únicamente <i>hasta ahora</i>, me da también que <i>por siempre jamás</i>... Esto, me lo barrunta la sesera, puede ser debido a factores tan dispares como: a) el título es muy malo, James, lo siento, parece un telefilme de Antena 3; b) la portada es mala también, y fea y destrempante con avaricia; y/o c) la vida es muy injusta, una cabronada, James, y son tantas las ocasiones en que el mundo asno es incapaz de apreciar la miel en sus asnos belfos, que para qué seguir con un patético e hipotético punto d) que haga aún más hiriente esta sangría...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Lo segundo: aunque en la desacertadísima portada no sabes bien si lo que aparece es un sudista, un <i>«boy scout»</i> o uno de la policía montada del Canadá, el libro va de los polvos que echan un par de <i>«teenagers»</i> durante la guerra civil americansky. Es decir. Hay un mastuerzo que es un vivales, los azules y los grises se están masacrando muy salvajemente cada día, pero el vivales, de nombre Roger Duval, dice yo en ese mierda no me voy a meter, yo lo que quiero es vivir y follar, amigos míos, así que para que no lo recluten se mete a espía confederado que se hace pasar por paleto. Pero enseguida conoce a Morina Crockett, que además de ser guapa y estar muy buena, y, por lo visto, follar que es primor, es esencialmente una ladrona y una buscona que, ojo, también domina las negras artes del vudú. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Terceramente: James M. Cain escribe esta novela para engañarnos y después echarse una risas a nuestra costa... Tú dices: este par de gaznápiros no pueden acabar juntos y, sobre todo, no pueden acabar bien. Es de ley. Cain responde: es cierto, tienes buen ojo, estimado lector, en principio este par no parecen otra cosa que unos desgraciados, nacidos para perder, pero sigue leyendo, concedámosles el beneficio de la duda... Entonces llega el final. Parece que habías juzgado mal a estos zoquetes y quieres volver a creer que todo es posible en este valle de lágrimas (¡snif!). Luego llega el punto y final. Todo acaba básicamente tan rematadamente mal y trágico como auguraste de buen principio. Después cierras el libro. Miras la foto de Cain en la solapa. Se ríe en tu puta cara...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Secuencia de apostillamientos varios: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Esta novela no es una novela policíaca, ni una novela bélica, es un western, pero un western que en esencia es una novela policíaca que narra la huída hacia adelante y sin solución de continuidad de una historia de amor imposible, directamente estampada contra el muro del destino. <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Esta novela tiene nada más y nada menos que <i>la friolera</i> de 143 únicas, cochinas y maravillosas páginas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Esta novela tiene una escena pesadillesco-vudú que es de lo mejor que había leído en mucho tiempo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- Esta novela también tiene una de las bofetadas finales más cabronas que había leído en mucho tiempo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- A ver, tampoco exageremos, que no es ninguna obra maestra, pero en el tiempo que empleas en leerte las 800 paginazas de una obra maestra incontestable, puedes meterte en vena cinco novelitas de 143 páginas, todas tan de puta madre como ésta. <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">- ¿Cómo es que no hubo peli de esta novela? ¿Cómo es que sigue sin haber peli de esta novela? ¿Por el vudú? ¿Por el final cabestro? ¿Por el <i>amor fou</i> y coñicida? En resumidas cuentas... ¿Porque nadie se la ha leído, excepto yo?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Y ya para finalizar: coda: James M. Cain... Qué pedazo de nombre tan bien puesto. Quién no ha soñado alguna vez con responder a un nombre tan sonoramente cojonudo como James M. Cain... Maldita sea.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8wFLvtzWyLYlwvl0U6LBluJP9PE_TXQMUC8TvTnprHdMTy0m3K4gSt1_ZZ7DHUeUmv8kaGGd-jGRuD2xizKVIsK6SNFshzmNUH7rbVhIaipseKQ2CAQENIXjkJy2YkHacQHGeqU1vFjkWKL7PqJInyasAQCkqwqxgrUShyIZTTk2LDPaP_CTv_3hJqgdu/s1020/James_M._Cain.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1020" data-original-width="800" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh8wFLvtzWyLYlwvl0U6LBluJP9PE_TXQMUC8TvTnprHdMTy0m3K4gSt1_ZZ7DHUeUmv8kaGGd-jGRuD2xizKVIsK6SNFshzmNUH7rbVhIaipseKQ2CAQENIXjkJy2YkHacQHGeqU1vFjkWKL7PqJInyasAQCkqwqxgrUShyIZTTk2LDPaP_CTv_3hJqgdu/w314-h400/James_M._Cain.jpg" width="314" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-62024728403553106982023-08-10T15:50:00.003+02:002023-08-11T10:32:06.212+02:00La casa deshabitada de Charlotte Riddell<p> </p><p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaUnGKLTTihOEiOlY62ECRnm_s7wu33nUMZk6k4DXRqo3cGkKk3m_mOBTOgAA-y1J28VCREvRA9Nw70zwx9TsGGz76fqvcoNnZUo6dRgrV1PBXQ2Or4pQP7F61D2p2Om5qf_59jYSNS98sOdiMiOyGbZRaKa6g2mO3RRTaRsd2YQXiaPUy9vS8Zox13zI7/s4000/casa_deshabitada_riddell.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhaUnGKLTTihOEiOlY62ECRnm_s7wu33nUMZk6k4DXRqo3cGkKk3m_mOBTOgAA-y1J28VCREvRA9Nw70zwx9TsGGz76fqvcoNnZUo6dRgrV1PBXQ2Or4pQP7F61D2p2Om5qf_59jYSNS98sOdiMiOyGbZRaKa6g2mO3RRTaRsd2YQXiaPUy9vS8Zox13zI7/w300-h400/casa_deshabitada_riddell.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Hace tanto puto calor que las circunvoluciones me gotean como baba por lo afuera del cerebro, así tal, las neuronas hechas crema, a ver cómo coño hablo yo ahora de este librito de fantasmas punidores.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Digo fantasmas pero digo mal, digo errado, digo cagada, es mi cerebro licuado el que habla. Sólo hay uno. Fantasma. Singular. Pero eso sí. Muy punidor. Muy cabronaco. Muy hijodetal. Ahí sí. Para no cagarla en esto la cabezota disminuida todavía me alcanza.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Nos cuenta la introito de los de Valdemar que la Riddell, además de muy escribidora de sus tochos victorianos, fue también muy mujer de sus variopintos negocios, no siempre voyantes, no siempre exitosos, lo que no lastraba para nada su connatural ímpetu empresarial. ¡Que tuvo hasta su propia revista, la muy emprendedora! Pero que hoy ya sólo se la recuerda por sus historias de lo terrorífico y lo feérico. Y tampoco es que se la recuerde mucho. Tanto es así que ésta su «Casa Deshabitada», número 70 de su línea de bolsillo, 1997 —ha llovido algo, poco, pero algo—, lleva añísimos descatalogada y en Valdemar aún no consideran negocio viable el reeditarla.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Por suerte yo me peté una clase de Morfosintaxis Española I (6 créditos) para irme a la librería más cercana y comprármela como novedad. Como en aquél tiempo audaz aún no tenía el cerebro hecho fosfatina ya supe entonces que 26 años después podría al fin leerla como mandan los cánones de este tipo de historias, es decir, tan a gustico estirado en el sofá, en modo rebequita, la copa de oporto muy a mano, la chimenea crepitante en el yutube, y un gato atrapando mis extremidades inferiores con el peso de su sueño. ¿Soy o no soy una auténtica lumbrera?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Lástima que los tempos finales no acabe de ajustarlos bien y en lugar de en invierno acabé leyéndolo en el verano del Fin de los Días es ahora... <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En esencia, «La casa deshabitada» ni siquiera es una historia de fantasmas ni de casas encantadas. Es una novela sobre la Renta. La vida con Renta. La vida sin Renta. La Renta que se evapora. La Renta que no me alcanza. El sueño húmedo de la Renta. En el mundo victoriano, lo sabéis vosotros tan bien como lo sé yo, todo giraba en torno a la Renta, la dote, las libras esterlinas, el mucho patrimonio, el poco patrimonio, el nada patrimonio, el cómo medrar y cenar todos los días de restaurante sin dar un palo al agua... Al final toda la triste historia de la hominidad se reduce y se resume en algo tan simple y tan burdo y tan prosaico como seguir el rastro del cochino dinero.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> La Riddell, que fue mujer de ver los dineros volar, sabedora de esta gran y unívoca verdad, nos sirve el cuento de un muerto cuya fiebre por sus dineros, o mejor aún, por los dineros que se le adeudan, le permiten trasponer las fronteras de lo sobrenatural para, noche tras noche, atormentar el sueño y descanso de los vivos con su ultraterreno y pertinaz: «¡Buuuuuhhh! ¿Señores, qué hay de lo mío?»</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Conque ya os podéis imaginar la moraleja subyacente: mucho cuidado con los bizums que dejáis a deber, no sea que no volváis a pegar ojo en vuestra torticera vida... <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <br /></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZT2n0GiVgWnRqeBCDpNVcvSkZ7KpyVnP1Hv8M4bwUoF_vBv1vEL6ds77xJiyj5XTQjr0kIUqLQye1-kzc9_VOrQ2rG6JC0TiIti7SpX81uyma3HReRy8jT4NjKFRr-NUMrdZHy5lT2MhNBtfbjFsCGbYmbHVGJ0sYNTFUjuz3KK5Gbm42yKTWcuS0MHxy/s259/Charlotte_Riddell_in_1875.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="259" data-original-width="216" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZT2n0GiVgWnRqeBCDpNVcvSkZ7KpyVnP1Hv8M4bwUoF_vBv1vEL6ds77xJiyj5XTQjr0kIUqLQye1-kzc9_VOrQ2rG6JC0TiIti7SpX81uyma3HReRy8jT4NjKFRr-NUMrdZHy5lT2MhNBtfbjFsCGbYmbHVGJ0sYNTFUjuz3KK5Gbm42yKTWcuS0MHxy/w334-h400/Charlotte_Riddell_in_1875.jpg" width="334" /></a></div><br /><p></p><p> <br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-47848377117858497392023-08-08T08:14:00.006+02:002023-08-08T08:19:07.032+02:00Las profecías del Mothman de John A. Keel<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJ8gfQgnvFgu5TRMcX1SkDLRigY_CVa1CWeWYDuxpAmlziCrr0jSSAXn-nORvMJ_Q1gbGZxysL3vD7wCohIk503k0alRFr4-efn9BdbpEjqtoViAID_hkJ-NexfyaBxPQZkdlYGpPsWPtR3AA6Ro4_9_40hFUcCSlwJdyWuJm3IXV-I_OF743bE_vrAkLm/s4000/IMG20230807141521.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjJ8gfQgnvFgu5TRMcX1SkDLRigY_CVa1CWeWYDuxpAmlziCrr0jSSAXn-nORvMJ_Q1gbGZxysL3vD7wCohIk503k0alRFr4-efn9BdbpEjqtoViAID_hkJ-NexfyaBxPQZkdlYGpPsWPtR3AA6Ro4_9_40hFUcCSlwJdyWuJm3IXV-I_OF743bE_vrAkLm/s320/IMG20230807141521.jpg" width="240" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Vi la peli del <i>Mothman</i> el otro día. Digo el otro día pero hace un copón ya, ni me acuerdo, pero mejor empezar diciendo que fue el otro día para pasar de puntillas por lo dejado que tengo esto, lo dejado que lo tengo prácticamente todo... La pillé empezada, más de un cuarto, y me dije venga, por qué no... Yo siempre me había quitado de ver esta película, lo primero, por el Richard Gere: no soporto a este hombre, no entendí nunca lo de este hombre, ¿cómo coño pudo convertirse en estrella de cine y sex-symbol un sujeto con los ojos tan pequeños? Insondables misterios... Y lo segundo, por el nombre de la cosa: «Mothman», «hombre polilla», «tu armario es mi cueva y voy a comerme todas tus camisas», en fin, que era oír a Iker Jiménez soltar aquello de que esta noche en el cuarto milenio vamos a hablar del hombre polilla, del mothman, no se lo pierdan... y automáticamente me echaba a reír. Porque yo en fantasmas y monstruos no creo en ninguno pero me gustan todos, o prácticamente todos, los quiero respetar siempre muy mucho, y lo último que un ente sobrenatural debería tener es un nombre rijoso y de mierda... </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> El caso es que la peli me gustó más de lo que esperaba, aunque tampoco es que sea nada del otro mundo —ni de éste—, a pesar del Richard Gere y sus ojos diminutos, y a pesar del hombre polilla y su nombre de chiste. Conque enseguida me puse a hurgar...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Resulta que la peli toma como base un libro cuyo título es también bastante mierduquer: <a href="https://www.reedicionesanomalas.com/product/libro-las-profecias-del-mothman" target="_blank">«Las profecías del Mothman»</a>. De John A. Keel. Aventurero. Periodista. Cínico. Alma conspiranoica. Y sobre todo: Investigador forteano.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Literatura forteana. Literatura forteana son los libros de no ficción que hablan de lo sobrenatural, lo paranormal, lo ufológico y lo conspiranoide. No estamos solos y toda aquella cantinela... Lo de forteano viene por Charles Fort, que con su seminal <a href="https://www.reedicionesanomalas.com/product/el-libro-de-los-condenados" target="_blank">«El libro de los condenados»</a> fue el primero en darse cuenta de que a la peñuqui le gusta mucho esto de leer sobre los fantasmas, los ovnis y los demonios <i>como si fuesen verdad</i>...<br /> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Hay dos tipos de libros forteanos. Los impresentables y vergonzantes, que dicen: toda esta mierda <i>es</i> verdad, toda esta mierda <i>está</i> pasando, así que <i>debes creer</i>... Luego están los no tanto, que dicen: toda esta mierda que te cuento <i>podría</i> ser verdad, <i>podría</i> estar pasando, así que yo que de ti por lo menos le daba una vuelta...<br /> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> «Las profecías del Mothman» es de estos últimos y, a la sazón, bastante divertido, siempre que lo vayas degustando a pequeños sorbos, que todo de una sentada seguro que te da cagalera. Cagalera de la fuerte. Diarrea forteana. Ahora bien, de literatura nada. Tampoco importa. Nunca hubo la intención.<br /><br /> El libro, en realidad, no hay por dónde cogerlo. No tiene estructura ni sistema ni objeto ni sujeto ni hilo conductor. Es pura y llanamente John A. Keel soltando avistamientos de mothmans y contactos ufológicos sin ton ni son. A veces los contactados y avistadores le caen bien. Otras veces le huelen a chamusquina. John A. Keel quiere creer pero también es un tío serio, escéptico, de modo que siempre intenta darle un lengüetazo a la sangre, no fuese kétchup...<br /><br /> Lo mejor del libro son los esperpénticos testimonios sobre las visitas que los supuestos «Hombres de Negro» hacen a los testigos UFO y demás contactados para sonsacarles información y meterles miedazo... Lo mejor del libro son también las esperpénticas situaciones que el propio Keel relata sobre el cada vez más anormal y aberrante funcionamiento de su correo postal y su teléfono. Es un cachondeo divertidísimo. Me retrotrae a los tiempos del Philip K. Dick paranoide y lisérgico, sospechando un espía en cada esquina, entre ácido y ácido, y entre medio de cada viaje, ¡sorpresa!, se le caía del magín barbitúrico una nueva novela disparatada.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Al final va llegando un momento en que hasta el propio Keel se da cuenta de que su discurso no va a ninguna parte, y decide darle la puntilla: se cae un puente en las timbambas y mueren un montón de personas. Es como el que encuentra la piedra perfecta con la que tropezar cuando vas el último en carrera y con el hígado en la garganta. El mothman no había estado haciendo otra cosa que intentar advertinos de la tragedia... O aún mejor: El mothman no había estado haciendo otra cosa que avisarnos: «¡Cualquier día de estos os tiro el puente por la cabeza, cretinos!»</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Hasta que por fin lo hizo. O podríamos suponer que lo hizo. Amén.</span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span><br /></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-68256925282847352162023-01-24T14:10:00.001+01:002023-05-01T14:28:25.510+02:00Morir en Primavera de Ralf Rhotmann<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdmUihqj3NNhlV_htGmaQv0lutx44D18YNVXNZkkmO7pJt5Ly5amsbADwSslyD37EGh0Kez95l7AwuYlLn1REkG1LVInAE9vZ50mGnqE6FRs5roBGhHDVZCngEpNY5USrLueg-QMZ522eExNcZ2s9HwMDvpVh8LctTtBHrONH8dGw_C475Cu7XltoIrQ/s4000/IMG20230120141854.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdmUihqj3NNhlV_htGmaQv0lutx44D18YNVXNZkkmO7pJt5Ly5amsbADwSslyD37EGh0Kez95l7AwuYlLn1REkG1LVInAE9vZ50mGnqE6FRs5roBGhHDVZCngEpNY5USrLueg-QMZ522eExNcZ2s9HwMDvpVh8LctTtBHrONH8dGw_C475Cu7XltoIrQ/w300-h400/IMG20230120141854.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><br /></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;">"Morir en Primavera" de
Ralf Rothmann. Hacía bastante que no me tiraba a la cara un libro tan
bueno, tan contundente, tan bien cosido sin exhibición de costura
ninguna, cuasi inconsútil, y sobre todo tan prístino, qué paradoja, en
su voluntad de retratar la mugredumbre del hombre, su cacho de alma
negra, hecha de lodo y rezumante de escorias...</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;">Este libro no va
de la segunda guerra mundial, aunque coincida con ella, va sobre la
guerra alemana, es decir, la guerra de unos pocos (muchos) alemanes
contra el resto de alemanes. Son necesarios más libros como éste, en el
que se nos recuerde que una guerra es siempre y por encima de todas las
cosas, un puñado de hijos de puta poniendo en la peor de las coyunturas y
el peor de los escenarios a un montón de gente normal. Más
libros como éste, que pongan el acento en que ser alemán en aquellos
años no implicaba ser nazi necesariamente, igual que llevar el uniforme
aliado no te convertía necesariamente en un Ángel de Dios.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;">Este
libro va de un joven alemán cuya máximo aspiración en la vida era la
vida en la granja, que sobrevive a la guerra habiendo pegado un único
tiro, disparo que, para más inri, fusila a su mejor amigo, otro
granjero...</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;">Este es un libro de guerra sin enemigo. Es un libro
de la guerra alemana sin un solo nazi... Hasta el más severo de los
personajes es un ser humano doblegado por las circunstancias. Es el
desfile terrible y constante de alemanes siendo devorados, uno tras otro
y del primero al último, por la pequeña máquina de odio de la sinrazón.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: trebuchet;">Tantos
de ellos muertos en la última Primavera de la guerra. Tantos de ellos
venidos al mundo única y exclusivamente para ser entregados a las llamas
sádicas de la Historia.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span><br /></p>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-77220051813134789332022-09-15T20:40:00.008+02:002022-09-16T15:53:59.248+02:00El Poder y la Gloria de Graham Greene <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-Dw7ceokU5leVIvei5Kajg5y403miQ7e3R2k0helHtmTYPUERVjWONuAv7CIdq31OQTDHlOIvKfep-Z-GZKIU-4yNuLqrZ6xvC4jmFp2xNVxcyG0MMv2LVtvjNXqBJRKXoBJiU6rdX3jPgHaKNOlWqzgz3MBpxevfPpAheGJ3CKJ8Pjh-U6JHi-gIgQ/s4000/El%20poder%20y%20la%20gloria_greene.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-Dw7ceokU5leVIvei5Kajg5y403miQ7e3R2k0helHtmTYPUERVjWONuAv7CIdq31OQTDHlOIvKfep-Z-GZKIU-4yNuLqrZ6xvC4jmFp2xNVxcyG0MMv2LVtvjNXqBJRKXoBJiU6rdX3jPgHaKNOlWqzgz3MBpxevfPpAheGJ3CKJ8Pjh-U6JHi-gIgQ/w300-h400/El%20poder%20y%20la%20gloria_greene.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> El primer y ulterior deber de la novela es secuestrarlo a uno, del mundo y de sí mismo: que consientas en aparcar en un segundo plano la realidad propia para priorizar la vida mentida de la página; que olvides que habías quedado esta tarde a las tres, y no has aparecido, o te acuerdes pero te dé igual ser un malqueda; que el café que pusiste al fuego mucho más de media hora atrás ya debe haberse evaporado y te vas a tener que comprar una cafetera nueva... En fin, sabe uno que ha encontrado un novelista de bandera cuando, libro tras libro, espaciados en el tiempo, no le encuentras uno malo; aún los primeros, cuando el oficio se está ensayando; aún los finales, cuando el tiempo y los años han convertido la vida en un chicle masticado, todo suena igual y parace imposible no repetirse. Cuando todos sus libros, en definitiva, del primero al último, te llevan al huerto.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Incluso a sus novelas menos buenas, a lo sumo, les vas a encontrar algunos peros, pero nunca lagunas. Un buen novelista nunca va a dejar que te ahogues, que tropieces, que te caigas, cuidará de ti, te acompañará a lo largo del texto, sirviéndote de guía, fuego y resguardo ante la lluvia: sostén. Haciendo camino junto a él nunca te va a dar por bufar y contar cuántas páginas te quedan para el próximo capítulo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Graham Greene, por ejemplo. No es ningún prodigio en casi nada —salvo en crear personajes memorables y hacerlos hablar de modo que no los olvides en tu puñetera vida—, pero sus novelas, todas, vienen a uno para quedarse. Eso sin contar que fue el mejor poniendo títulos: con la simple pero hábil combinación de los vocablos más ordinarios acababa siempre por sacarse del magín una combinación ganadora para sus portadas, a saber: «El otro y su doble», «Una pistola en venta», «El ministerio del miedo», «Un caso acabado», «El que pierde gana», «El revés de la trama», «El factor humano», «El final de la aventura»...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Y «El poder y la gloria», por supuesto, otro caballo ganador desde el miso título. En 1938 Graham Greene se dio un voltio por México para ver si era verdad que los mexicanitos revolucionariegos estaban aprovechando un nuevo tiempo de cheque en blanco salvaje para asesinar curitas. De ese viaje surgieron dos libros, el reportaje «Caminos sin ley» (1939), y la novela «El poder y la gloria» (1940), primer gran libro suyo y, a decir de muchos, probablemente el mejor. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Decir que un determinado libro de Graham Greene es el mejor el libro de Graham Greene es mucho decir, ancho decir; osado. Yo no me atrevo a tanto. Por suerte me quedan aún muchos libros del señor Greene por leer. Pero sí me alcanza el conocimiento y la arrogancia lectora para aseverar que estamos ante un libro incontestable. Antes o después hay que leerlo. Esto es un porque sí.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Y eso que, en apariencia, su mecanismo, que no es otro que el de sus estupendos personajes y su conversar, no debería funcionar. Traiciona el principio de verosilimilitud y echa abajo cualquier intento de pacto de ficción. A pesar de lo cual funciona. Funciona mucho. Funciona inopinadamente bien. Desde el curita rufián y beodo al dentista extranjero y acabado, pasando por el militar ateo e inflexible, el haragán palúdico, hasta el último de los aldeanos pacatos y más temerosos del Poder del Estado que de la Gloria de Dios... En esta novela todos los personajes hablan un castellano perfecto y sin fisuras. Nadie duda. Ninguna lengua titubea. No lugar para sombra alguna de provincianismo. Da igual su extracción social, su posición, su educación o ineducación, o el escalón ocupado en la cadena trófica. Todos saben qué decir en cada momento y cómo decirlo de la mejor forma posible. Esto es irreal y debería sacarnos automáticamente de la novela. Pero, oh misterios, no sucede.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> ¿Por qué? Porque todo nos llega a través del filtro y caja de resonancia del <a href="http://diariosoluble.blogspot.com/2012/09/lo-opuesto-de-lo-british.html" target="_blank">cerebro <i>british</i></a> de nuestro querido amigo Graham Greene, que nos va chivando & transcribiendo & editando tan elegantemente y sin mácula el flujo de sus vivires y hablares ordinarios, cobardes y míseros. El tremendo mérito de Greene es que apenas se note el eco de su voz, o que, aun notándose, nos importe tan poco. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Su pericia para llevarnos de la mano hasta el final de las consecuencias de sus historias es envidiable, capaz de convertir una <a href="http://diariosoluble.blogspot.com/2012/01/joyce-joyce-joyce.html" target="_blank">pura novela de ideas</a>, que en manos de cualquier otro habría apestado a pasquín barato, en una obra cumbre de la literatura.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Finalmente, tras la última línea, que tanto la fe como la razón hayan perdido su batalla frente al corazón lector es lo de menos. Una y otra vez Graham Greene escribe novelas de ideas para decirnos, en última instancia, que las ideas son poco más que juguetes rotos. Sabe que el hombre, en tanto hombre, no puede dejar de defender ideas, al mismo tiempo que asume que éstas son imposibles, auténticas quimeras, no en vano su realización material en esta Tierra está supeditada al oficio de los hombres.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDzzN-q7tLpmAPjrn1xX9mnCULS_SwAA_g9ES9RdjhEYQw4pBp4VH6b5iPAHJb7194basqxb0u2wGcas8qb27j-nOiW_KE4tJ8AGgX9FosVJgwlCd-GSacFIAHYuc4XbcxCTefLNoqs7HAsu289rolnSPoaARj3fZ_SIL5VRSZVrUbQf90e7gFujVGfw/s1960/graham_greene.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1670" data-original-width="1960" height="341" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDzzN-q7tLpmAPjrn1xX9mnCULS_SwAA_g9ES9RdjhEYQw4pBp4VH6b5iPAHJb7194basqxb0u2wGcas8qb27j-nOiW_KE4tJ8AGgX9FosVJgwlCd-GSacFIAHYuc4XbcxCTefLNoqs7HAsu289rolnSPoaARj3fZ_SIL5VRSZVrUbQf90e7gFujVGfw/w400-h341/graham_greene.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-37218978406059849562022-09-03T06:33:00.005+02:002022-09-03T06:50:14.812+02:00Muerte de un aviador, de Christopher St. John Sprigg<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6bFJ6hJA15Pwpqg59_2l-TiT1d4uHrVQDPYLcybcxC3YtqQ3FkzJFSj7qyQpwtfS475TI6u96pQaTwd0xbDPYR_5-3Moxc278Si-r3z_gCrk7uz5Z1tZZkElOP0solPst6jT5nQZjcdW7zE78zcbdlDu4RVe0XbbQvkeJGB0S2jLs6CoEFnJKHrARTQ/s4000/muerte_aviador_sprigg.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6bFJ6hJA15Pwpqg59_2l-TiT1d4uHrVQDPYLcybcxC3YtqQ3FkzJFSj7qyQpwtfS475TI6u96pQaTwd0xbDPYR_5-3Moxc278Si-r3z_gCrk7uz5Z1tZZkElOP0solPst6jT5nQZjcdW7zE78zcbdlDu4RVe0XbbQvkeJGB0S2jLs6CoEFnJKHrARTQ/w300-h400/muerte_aviador_sprigg.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p><span style="font-size: large;"><span> </span> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>«Muerte de un aviador» de Christopher St. John Spriggs en la magnífica Biblioteca de Clásicos Policíacos de Siruela. Asesinatos y tráfico de drogas en el marco de los pioneros del aire en la Inglaterra de entreguerras. Todo parece un poco fuera de tiempo y lugar, fuera de horma en esta novela. Hay un remedo de Sherlock Holmes/Padre Brown, que no alcanza ni a una cosa ni la otra; un par de detectives, no muy avispados, pero que terminan por llegar al fondo del caso, a pesar de sus peregrinas —y en ocasiones risibles— sesiones de deducción; tráfico con cocaína mucho antes de que la cocaína se hiciese tristemente popular; novela de enigma que cambia el cuarto cerrado por la acrobacia aérea; <i>femmes fatales</i> que son a la vez dignas herederas de los Moriartys y otros victorianos <i>Masterminds</i>, pilotan aviones a la par que seducen, son bastante más que una cara bonita en un cuerpo bonito, y demuestran, al fin, bastantes más agallas que los hombres a los que supuestamente arrastran a la perdición.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>La mezcla es rara y a ratos no funciona, no tanto por la mezcla misma, sino porque el pulso de Spriggs decae en demasidas ocasiones, parece que no sabe bien cuándo subir y cuándo bajar, cuándo planear, cuándo rizar el rizo. Puede que se le diese mejor pilotar que escribir. El caso es que si dejas al margen que como novela criminal no se sostiene, te lo acabas pasando bien porque los personjes, dentro de su inverosimilitud y a veces incluso su esperpento, terminan por parecerte entrañables del primero al último.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>De algún modo es como si toda la novela corroborase la imposibilidad —no sé hasta qué puno intencionada— de seguir recreando un mundo en la ficción, el de la Inglaterra Victoriana, patria de Holmes, dueña y señora del mundo, que se había ido prácticamente al garete tras la el absurdo de la Primera Guerra Mundial. No en vano, tras siete novelas policiales, probablemente de un corte similar —no es fácil dar con ellas—, St. John Spriggs se alistó en las Brigadas Internacionales para morir en combate a los 37 años, luchando por la República. Quizá sus tripas ya intuían que sobrevivir al tsunami de los fascismos europeos le costaría a Inglaterra casi todo su prestigio y desde luego el poco lustre de gran gloria de antaño que aún a aquellas alturas le quedaba.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiinvKq0GdZ7-G77rsuMCY40xz-62lpeXTcOlB5oATnSJecD_KKzj0dd46S1h37t23PYESOO9wDc3QKSH_yvZuXYRrDHKOclSu8CSK4iwSTx6K-yQgZOwqRdmNf1_zNcFdzZ-Lt7xjHT82BIKgXoBa_XUjXbXXBppedyyRYKNghpg_unRZZjN6mBaW0Qg/s365/Christopher-St.-John-Sprigg.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="365" data-original-width="250" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiinvKq0GdZ7-G77rsuMCY40xz-62lpeXTcOlB5oATnSJecD_KKzj0dd46S1h37t23PYESOO9wDc3QKSH_yvZuXYRrDHKOclSu8CSK4iwSTx6K-yQgZOwqRdmNf1_zNcFdzZ-Lt7xjHT82BIKgXoBa_XUjXbXXBppedyyRYKNghpg_unRZZjN6mBaW0Qg/w274-h400/Christopher-St.-John-Sprigg.jpg" width="274" /></a></span></div><span style="font-size: large;"> </span><br /><p></p>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-61200184615657919452022-09-01T21:28:00.006+02:002022-09-01T21:47:24.924+02:00Infiltrado de Connie Willis<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6D1tjVjqbpswIqvsbZP04XnFByvVk-_XWu7-WJKZerLxG1GImoxjqsHyXOcT7yW-YF7KqS_PAWD61DdmqLeRIJJpz5yR_JIvwYc4nUl3fSucpklYkzOZ-s_JICuoyb39NXA5M1avdZRAhNA5_tVZZg6adqZd6z6zgZwM6d0ciPKtaeSoGUv0Yzt9bdg/s4128/willis_infiltrado.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6D1tjVjqbpswIqvsbZP04XnFByvVk-_XWu7-WJKZerLxG1GImoxjqsHyXOcT7yW-YF7KqS_PAWD61DdmqLeRIJJpz5yR_JIvwYc4nUl3fSucpklYkzOZ-s_JICuoyb39NXA5M1avdZRAhNA5_tVZZg6adqZd6z6zgZwM6d0ciPKtaeSoGUv0Yzt9bdg/w300-h400/willis_infiltrado.jpg" width="300" /></a></div><p></p><p> <span> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>«Infiltrado» de Connie Willis. Premio Hugo 2006 de Novela Corta. Pues vale...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>En primer lugar. ¿Es «Inflitrado» ciencia ficción? No exactamente. Aunque participe de ella.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>O en segundo lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela fantástica? No exactamente. Aunque participe de cierto aliento sobrenatural.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <span> Y aún diría en tercer lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela de misterio? No exactamente. Aunque también haya cierta trama que desentrañar, y dos heterodoxos detectives empeñados en ello.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>Demasiados frentes para tan poca cancha, algo más de 90 páginas, demasiadas bazas para no acabar exactamente apostando por ninguna de ellas. Demasiadas, desde luego, para llevarse sin polémica un premio semejante. No en vano Connie Willis ha sido durante décadas la mujer prodigio de la ciencia ficción norteamericana, con mucha razón, pero el peaje de esa etiqueta antes o después de algún modo hay que pagarlo.<br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>Podemos discutir si «Infiltrado» merecía el Hugo a la novela corta, en efecto, aunque dificílmente podremos discutir su efectividad como ajuste de cuentas. Pequeño desquite y chanza sobre esa norteamérica que defiende el creacionismo, la Tierra Plana, la Tierra Hueca, convierte en héroes mediáticos a los cazadores de fantasmas, los telepredicadores y sanadores de toda realea, y corona como reina del "share" documental a series como «Alienígenas Ancestrales».</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>Lo que resulta de todo punto curioso es que Willis se ría y denuncie la fe ciega e irracional, a sus fanáticos apóstoles y a sus crédulos seguidores, en oposción a la pura razón científica —y por ende a los científicos. y por ende a los amantes de la ciencia ficción—, a través de esa famosa excepción que rompe la regla en lugar de confirmarla, de redefinirla. O lo que es lo mismo: «No creáis en los cazadores de fantasmas... Os lo dice un fantasma». Cómo podemos llamar a esto... ¿Deconstrucción? ¿Sátira extrema? ¿Hacer trampas?<br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>El caso es que el título original de «Infiltrado» es «Inside Job». La voz infiltrada a la que alude es la de un fantasma, el espíritu escéptico y sobrenatural traicionando los preceptos del Santo Job desde sus propias cuerdas vocales. Por eso ganó un Hugo, supongo: la verdad científica tomándose su particular venganza contra le fe desde sus propias armas. Guerra sucia y socarronería en la meca de las pseudociencias y la superchería. Y, por qué no, también un algo de compadreo y otro poco de proselitismo.<br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span><span> </span>Así que, en último lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela que defiende Ciencia, Razón y Verdad? No exactamente, porque aunque su única pretensión no es otra que la de reírse de los cazadores de fantasmas, fantasmas haylos, y Willis, en úlltimo término, no los refuta sino que los vindica, quién sabe si por aquello de que todos habremos un día de pasar al <i>otro lado</i>...<br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV5f8PMU0I0BcmusaDv-kdkC5ItZQpBj_nXN9AoXsTOjQ5LgkShei13wp3JKs30xHVN3_1LzafD1GPZjOubW4kkH1bKR1ODBV4se4sCbI-8WMScO4XcVNaSazKMWnKltHkCnwEIdPR_JtEOsYoX4bXSC0qJ1v8Yni-t8JsfZkel0tHAKsA_UG5pdo-Cw/s500/willis_connie.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="375" data-original-width="500" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV5f8PMU0I0BcmusaDv-kdkC5ItZQpBj_nXN9AoXsTOjQ5LgkShei13wp3JKs30xHVN3_1LzafD1GPZjOubW4kkH1bKR1ODBV4se4sCbI-8WMScO4XcVNaSazKMWnKltHkCnwEIdPR_JtEOsYoX4bXSC0qJ1v8Yni-t8JsfZkel0tHAKsA_UG5pdo-Cw/w400-h300/willis_connie.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /> </span><br /><p></p>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-83700127129724362842022-08-28T17:54:00.009+02:002022-08-28T18:07:20.302+02:00La luna se ha puesto de John Steinbeck<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSePY4XigqSNd6JD4-7tB2TR7KdusAVo4FR3JwbCT6XqkBqxCEMMLUMAgKBsJPcBkGDxRsezBpqxzgXszGCWUpksqkALwcoOMG751-MgPuxCvT1MWHIqfyugvzVwYkQD61zy_VC8I-MoSM40GKbUqpl_YUgRT5LCdykHH4gUtQzTklzxUsg-DLhn4ZVg/s4128/steinbeck_luna_se_ha_puesto.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSePY4XigqSNd6JD4-7tB2TR7KdusAVo4FR3JwbCT6XqkBqxCEMMLUMAgKBsJPcBkGDxRsezBpqxzgXszGCWUpksqkALwcoOMG751-MgPuxCvT1MWHIqfyugvzVwYkQD61zy_VC8I-MoSM40GKbUqpl_YUgRT5LCdykHH4gUtQzTklzxUsg-DLhn4ZVg/w300-h400/steinbeck_luna_se_ha_puesto.jpg" width="300" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"> </p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Steinbeck" target="_blank">John Steinbeck</a>. Si tiro bien de memoria creo que sólo le he leído cosas cortas. Sus ratones y hombres, los vagabundos de la cosecha, tortilla flat, sus crónicas de la guerra. ¿La perla? ¿Llegué finalmente a leer aquel libro? Hay una parte que dice que sí y otra que dice me lo estoy imaginando. Tenía una frase favorita de los ratones, la única de provecho que encontré en todo el libro, pero también la he olvidado. Tendría que ponerme a buscar el libro, a ver si la subrayé o qué hice. En aquella época leía mucho en el bus, y no siempre tenía lápiz o espacio o malditas las ganas de subrayar. Me daba palo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Como leer sus libros largos y famosos, de Steinbeck: «Las uvas de la Ira», «Al este del Edén»... Me da un palo tremendo. Y una pereza larga también. Me he leído éste, en cambio, «La luna se ha puesto», en apenas dos sentadas, otra cosa corta, una cosa que parece como de encargo, no se la conoce casi, pero que entra la mar de bien, desde luego mucho mejor que los ratones, tan cacareados —basta ya con los ratones, por favor, no es para tanto—, sobre todo si eres, como yo, un maldito pirado de la Segunda Mundial. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Lo escribe Steinbeck durante la guerra, sale en 1942, cuando Hitler aún no han perdido una batalla. No hay nombres reconocibles. Ni localizaciones. Ni colores en los uniformes. No hacen falta: los invasores son los nazis; los invadidos, Noruega. Un pequeño pueblo de Noruega cuya desdicha es poseer una mina de carbón. En la contraportada alguien escribió que el libro es «un alegado contra la guerra». Acabáramos. Para eso no hace falta ni siquiera leerse el libro. Eso es una patochada. La perogrullada de rigor. Tampoco hacía falta. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Steinbeck dice que la guerra te convierte en soldado. Unos dejan de ser hombres para convertirse en soldados. Y los conquistados dejan de ser hombres también. Para convertirse en resistentes. Steinbeck no carga las tintas, claro. Estamos en 1942. <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2022/02/no-es-posible-esconder-tanto-muertos.html" target="_blank">Lo del Genocidio está aún por descubrise</a>. Cada bando tiende a su fuente con tanta entereza como resignación, asumiendo sus pérdidas, conscientes de que la terrible coyuntura histórica puede haberlos marcado de manera definitiva, y ya conservar un algo de humanidad en semejante aprieto es prácticamente una victoria. La única victoria posible de hecho. Sólo hay dos personajes negativos, uno por bando; un nazi convencido y un colaboracionista. El primero es un fanático diminuto, como todos los fanáticos; y el otro un ávido de poder. La tara que comparten es la mezquindad, el raquitismo de espíritu.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En el último capítulo el Steinbeck entrenador la caga y cede un empate cuando tenía los tres puntos: saca a jugar a Sócrates desde el banquillo y sus jugadores de repente se ven jugando a un juego que no habían entrenado; el de los latinajos y las palabras labradas en posteridad. Un pegote gordo, en suma; otra cosa que tampoco hacía falta. <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En cualquier caso, la mayor valencia de este librito es técnica. No hay descripciones. No hay acción. Sólo hay personajes perfilándose a sí mismos en cada diálogo. Y elipsis. Un condenado y maravilloso dominio de la elipsis.</span><br /></p><p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgrfQK418L6u4RaR3YwpB7QIVP0xMHb9ka1MNqo3YJC9zMLFgMX2KPuD5-c1BqDLj3Rth_UTKmez7cJUrecWd4aElwe0ZIqXe4n-d_KYQldMVV3982XcvRN8XBw-6O-Uvzqd-kkei8Re0LJNgQ1kXEtBLk5CaniUY85EdyM8if1kkU__u-LVsk7hY8fw/s403/steinbeck-foto.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="403" data-original-width="350" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjgrfQK418L6u4RaR3YwpB7QIVP0xMHb9ka1MNqo3YJC9zMLFgMX2KPuD5-c1BqDLj3Rth_UTKmez7cJUrecWd4aElwe0ZIqXe4n-d_KYQldMVV3982XcvRN8XBw-6O-Uvzqd-kkei8Re0LJNgQ1kXEtBLk5CaniUY85EdyM8if1kkU__u-LVsk7hY8fw/w348-h400/steinbeck-foto.jpg" width="348" /></a></div><br />Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-26863349118124684672022-08-11T10:07:00.006+02:002022-08-11T20:03:13.944+02:00Benedetti y sus mujeres<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFx8IVSpQMBQBSbaj4dzRvM4RH8VT0sqoD7Oj9NP7mmjAxPeiUmSnKRqnSQBr29q3wbpdbmBJlUHF1Ij95cB65Q5OrMxJVTCkEWU0BU3nXZ6ci-f7IleYU41QT6ZNBmUQO_RUpQSdRu9MIHLCPgYGcIvExOIFNxKCIah9pMVx_-44fOOrHXv1DigRhCA/s4128/benedetti_muejres_vida.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4128" data-original-width="3096" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgFx8IVSpQMBQBSbaj4dzRvM4RH8VT0sqoD7Oj9NP7mmjAxPeiUmSnKRqnSQBr29q3wbpdbmBJlUHF1Ij95cB65Q5OrMxJVTCkEWU0BU3nXZ6ci-f7IleYU41QT6ZNBmUQO_RUpQSdRu9MIHLCPgYGcIvExOIFNxKCIah9pMVx_-44fOOrHXv1DigRhCA/w300-h400/benedetti_muejres_vida.jpg" width="300" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /> Mario Benedetti. El Amor. Las Mujeres. Y la Vida. Poemas de Amor. (Y Tetas). <br /></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Vaya por delante que de todos los latinoamericanos con vitola Benedetti es del que menos soy, o el que peor se me da, y de todos los Benedetti el que menos aguanto es el poeta, y aún más: de entre toda su (ingente/¡tanta!/¿demasiada?) poesía, la que se me antoja peor trago es la <i>amorosa/son-tus-perjúmenes-mujer</i>. Todo nace de una misma discapacidad compartida, o consustancial defecto genético, aunque partiendo de polos opuestos: yo tengo la falencia de tomarme la poesía demasiado en serio, y Benedetti la de tomársela demasiado a cachondeo: a pesar de estar cada uno tan en el ápice de su extremo, no hay caso, está claro que no alcanza para dar la circunferencia entera: nunca vamos a encontrarnos.<br /><br /> Y conste que reconozco que no pongo de mi parte el sentido del humor necesario, las ganas del chascarrilo facilón (cuando no directamente de la humorada tocha) que estas páginas demandan; tampoco es que me dé por bajar en disposición y actitud a las latitudes tropicales y de equinoccial bochorno que le son propicias a estos versos del calor de la piel desnuda, habida cuenta de que en estos poemas la inspiración primera son las pieles bellas y las carnes sueltas y algunas <i>menganas</i> ligeras. Lo firmo donde haya menester: culpa mía todo.<br /><br /> A lo que no me avengo es a su total y fatal carencia de ritmo interno. Este DEBE lo apuntaremos íntegro en las columnas del uruguayo. </span></p>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-68446261933183194222022-08-07T10:34:00.011+02:002022-08-08T06:19:51.837+02:00Tiranizados de la Escalada, Panfletos de la Libertad<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3EqXf-DskYi3Su4p_lMRXGwZqCt9y3WK9G3ePimlblDeOYEx0G2nmhn43yO-D718xS578UJPmKDDlxzOxqsFchpZttA5WD1953nLEEao-98nI8qwU0zMs1ONkneWej6fJZvNd1eROMm5TJyoFnpuJxIabHLsq7Tj38V8fLNqvd2XdTWoWcXrrESLw1w/s4000/ESCALADORES_LIBERTAD_BERNADETTE_MCDONALD.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3EqXf-DskYi3Su4p_lMRXGwZqCt9y3WK9G3ePimlblDeOYEx0G2nmhn43yO-D718xS578UJPmKDDlxzOxqsFchpZttA5WD1953nLEEao-98nI8qwU0zMs1ONkneWej6fJZvNd1eROMm5TJyoFnpuJxIabHLsq7Tj38V8fLNqvd2XdTWoWcXrrESLw1w/w300-h400/ESCALADORES_LIBERTAD_BERNADETTE_MCDONALD.jpg" width="300" /></a></div><p><span style="font-size: medium;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Escaladores de la Libertad. Bernadette McDonald. La otra noche me hice una carrera en la media de las córneas leyéndome de un tirón las últimas cien páginas de los escaladores polacos. Con luz insuficiente y un calor que no es de este mundo, aunque todo apunte que haya venido a él para ayuntarse. Pegado al ventilador, adherido a las sábanas pegajosas, mucha agua y total para qué, tal como bajaba por la garganta me salía inmediata y salada por los ojos achinados o se escanciaba echa ardor y vapor y estupor por toda la poror de la piel, tan sudorípara como atónita. Y las páginas venga caer. Y los escaladores polacos venga matarse, uno tras otro, o hasta en grupos de cinco, allá alto y frío e inenarrable, en las aristas últimas de las atroces montañas. Y el ventilador venga échale candela. Y las dioptrías subrepticias venga precipitarse sobre mis próximas gafas...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Hay un buen montón de peña que sólo lee "Altaïr Literatur" —pronúnciese con falso acento teutón de película de espías, es decir, multiplicando por sí misma cada una de las erres—. La Altaïr Literatur son los libros de la gente viajosa y montaraz, de los juan sin miedo andariegos del mundo. Libros del trepar cordados es trepar, de la nautomaquia de los mares agrestes, del dejarse los huesos a secar en mitad de los hielos antárticos y escribir cartas últimas y postits finales a la familia abandonada a su suerte en la metrópoli. Estas letras postreras, en puridad, no sirven de nada práctico, pues el Seguro nunca piensa pagar... </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Claro que este exclusivismo leedor no nos pilla de nuevas. Hay quien sólo lee libros de <i>highlanders</i> tan muscúleos como amorosos. Quien sólo admite en su menú páginas polares y novelos negros. Quien sólo engulle volúmenes y sagas que vengan de más allá de las intergalácticas puertas de TannHäuser. Quien sólo lee clásicos o lo que otros dizque dijeron son los verdaderos clásicos. O quien sólo compra <b>Blackie Books</b>, que son la mar de monos. Total, que yo debo ser de los pocos gilipollas que me arraso los ojos con prácticamente de todo y por tal acabo no sabiendo nada de nada. (Siga aquí un <i>exemplo</i> práctico: ¿Sabía usted que los polacos fueron los mejores escaladores que ha parido Dios? Pues no, ya ve usted, no lo sabía, a mí es que me ponen más las <i>disaster expeditions</i> a la Antártida... ¡Si hasta creía que Reinhold Messner era alemán y resulta que no va ese barbudo señor y <i>es italiano</i>!... <i>pogre </i>de mí...)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Aunque la nómina de secundarios y anecdotistas de este libro es larga, no tanta como la de muertos, pero casi casi, los protagonistas principales de este libro son cuatro. A saber:<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b> Jerzy Kukuczka</b>, alias <b>Jurek</b>, probablemente el mejor de su tiempo, segundo hombre en la historia en subir los 14 ochomiles, tras Messner, aunque a decir y pensar de la mayoría el mérito de Jurek fue mayor que el de Messner, por subirlos siempre por vías nuevas o bien, algunos de ellos, en temporada invernal, también en algunas ocasiones sin oxígeno. Justo después de conseguir dicho récord, en lugar de volverse para casa con su abandonada familia, no se le ocurrió otra cosa mejor que hacer que precipitarse al vacío en la imposible cara sur del Lhotse en 1989.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Wanda Rutkiewizc</b>, pionera del himalayismo femenino, y primera mujer en culminar el K2. Ególatra, individualista, manipuladora y dueña de un carácter que, siendo benévolos, podríamos tildar de "difícil", Bernadette McDonald intanta hacerla protagonista del libro todo lo que su ciega admiración le permite, pero hasta ella acaba por darse cuenta de que Wanda era, en esencia, una persona bastante detestable, con lo que parecía un suicidio editorial hacerla única protagonista de nada bueno. Llegada a cierta edad, Wanda no quiso asumir que ni su cuerpo ni su fortaleza ni su técnica le daban para culminar los 6 ochomiles que le faltaban, pereció sola en el Kangchenjunga en 1992, por no querer bajarse de la montaña y querer coronarla a toda costa, cuando estaba claro que su cuerpo ya no daba para ascender ni un metro mas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Krzystof Wielicki</b>, lo más cerca que un ser humano puede estar de parecerse a David el Gnomo, pero sólo con mostacho, fue el quinto en culminar los 14 ochomiles, y primero en encimar el Everest en invierno. Su especialidad eran las ascensiones en velocidad, a ser posible también en invierno y a ser posible, también, sin oxígeno o directamente en solitario. A pesar de ese gusto y fiebre por el más sucida todavía es de los pocos de su generación que ha llegado a viejo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Voytek Kurtika</b>, el filósofo de las alturas, nunca quiso entrar en la carrera de los ochomiles ni en la de acumular picos como el que se apunta un trofeo de caza. Probablemente el único de la nómina de este libro capaz de entender el alpinismo como algo distinto de un deporte de absurda competitividad, absurdo padecimiento, y aún, y lo peor, más absurda negación del peligro. Lo suyo no era subir por subir, sino transformarse mental y espiritualmente en cada ascensión. No le importaba abandonar una expedición y bajarse de una montaña si el instinto le decía que no era seguro seguir subiendo. Donde otros se obzecaban y enceguecían, tan tercos como sedientos de gloria, muchas veces para perder la vida, Voytek decía basta, y volvía a intentarlo en años siguientes, si es que le daba por ahí. No sólo ha conseguido llegar vivo a la madurez, también puede enorgullecerse de que ningún compañero de cordada perdió la vida en una ascensión en la que él tomase parte. Es probablemente el que mejor encarna el buen espíritu del alpinismo y al mismo tiempo, y en consecuencia, el único que de la lista que no sale en ninguna nómina de récords importante.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Más allá del encuentro con estas fuertes personalidades, todas ellas memorables aun en sus rincones más oscuros, Bernadette McDonald parece querer constantemente justificar su libro como el testimonio de una generación que adoptó un deporte extremo y lo hizo grande como parte de una estratégica lucha política contra un régimen totalitario. Una suerte de los polacos fueron los mejores himalayistas porque no les quedó otro remedio: la única vía para sacarle las vergüenzas a su gobierno títere y reivindicar el honor de su pueblo era triunfar, sí o sí, allá donde los acomodados escaladores occidentales, hijos de sus respectivas democracias, se cagaban de miedo. No está del todo mal...<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Para mí, sin embargo, lo verdederamente aleccionador de estas páginas no tiene que ver con un abanderamiento político dado. Es asistir a la lenta pero imparable secuencia de hechos que transforma a una hermandad de jóvenes parias, que escalan montañas juntos para huír de una sociedad que no les ofrece absolutamente nada, en una panda de narcisistas adictos al peligro y a la droga dura de la hipercompetitividad, entendida en el más bajo y peor de los términos. Observar cómo metro a metro, montaña a montaña, cada uno de ellos va alejándose del resto de los suyos, compañeros de cordada, amigos, familia, sólo para seguir apuntándose montañas en el palmarés. Cómo a medida que la escalada pasa de convertirse en deporte minoritario a acaparar letras de molde en los diarios y minutos en los noticiarios, estos hombres y mujeres empezaron a perder su humanidad para convertirse en máquinas orgánicas de padecimiento extremo y extrema obliteración del propio instinto de supervivencia. Y así hasta matarse o matar al compañero que colgaba de ellos. Tantas veces. En tantos años consecutivos. Sin acabar nunca de querer asumir la lección de que muy probablemente el de la gran gloria y la gran épica de un mártir de montaña es un brillo envilecido, que sólo sirve a la propia maquinaria del negocio del deporte y el entretenimiento de masas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> No ser capaces de ver esos pérfidos hilos invisibles que no los subían un sólo metro hacia la cumbre, pero en cambio los mantenían encadenados a las montañas, año tras año, hasta, las más de las veces, conducirlos al ciego y último sacrificio. He ahí el verdadero Mal de Altura, y he ahí una tiranía y una dictadura mucho peores, por solapadas, que el régimen totalitario que supuestamente pretendían denunciar. La Banca siempre gana...<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmjtZvkh5d_ctTfQm8OC_nVBSV1NVZQWMbX2EmJrEHk8_OqcV-4lIcUG2u9wc5DtPq9QHZ6QAfF7aTtjyLntM_NuYBQm53Wrl-auANeGThQr3IQzxvwltQNdmSJe_wtJUz-NAjqVsZgaxxp6leuOmHIgBHfXHlL729ViakA5cgaaZiL_h67GTsKMndDA/s1600/lhotse_hreoes.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1069" data-original-width="1600" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmjtZvkh5d_ctTfQm8OC_nVBSV1NVZQWMbX2EmJrEHk8_OqcV-4lIcUG2u9wc5DtPq9QHZ6QAfF7aTtjyLntM_NuYBQm53Wrl-auANeGThQr3IQzxvwltQNdmSJe_wtJUz-NAjqVsZgaxxp6leuOmHIgBHfXHlL729ViakA5cgaaZiL_h67GTsKMndDA/w400-h268/lhotse_hreoes.jpg" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-4891320366060733742022-02-20T14:46:00.007+01:002022-08-31T20:20:13.683+02:00No es posible esconder tantos muertos...<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhR-jQVrzYVq_7EYum-RuXgGA1DFSj5KF_k3KEuSfFxNvWYcfL_46i8tVmRplXl7IKc3Eak9XxQ3q352Hy7JGzi6tT407ty1vs3tgq-2UF9IZEffRuFE2bKJG1CtQx7XEQXjr-RWMGyzl9evktbFuo6uS8esSPkrWoNASi7d-d6k0Ql18sqisPRLa9HpA=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhR-jQVrzYVq_7EYum-RuXgGA1DFSj5KF_k3KEuSfFxNvWYcfL_46i8tVmRplXl7IKc3Eak9XxQ3q352Hy7JGzi6tT407ty1vs3tgq-2UF9IZEffRuFE2bKJG1CtQx7XEQXjr-RWMGyzl9evktbFuo6uS8esSPkrWoNASi7d-d6k0Ql18sqisPRLa9HpA=w300-h400" width="300" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b> «Patria»</b> (1993) de Robert Harris: Un libro que es una ucronía distópica y a la vez una trama policial y la vez un thriller y a la vez una denuncia. Cuántas cosas. Y todas ellas, sí, ahí, mas ninguna en profundidad. Todas muy por encima y como al rico palimpsesto y/o al muy alto sobrevuelo de la vista de un águila. El águila de la portada, por ejemplo. El águila del Tercer Reich. Pero del Tercer Reich que esclavizó media Europa y media Rusia hasta los años 60 es ahora que hablamos. Un no lugar. Un no suceder. El nonsense absurdísimo que casi pudo ser... (la ucronía distópica). Es por esto que utilizamos el palabro éste, «BestSeller», para salir del atolladero. Abarca mucho y aprieta poco, y así todo el mundo tiene acceso, y se venden un buen montón de ejemplares, incluso en los aeropuertos y en los carrefures, sobre todo en los aeropuertos y en los carrefures, y habremos de suponer que no sólo se vende mazo, incluso puede que hasta se lee mazo también, y luego incluso hasta te hacen una peli, que sale Rutger Hauer, que en ese entonces es el holandés más famoso de Hollywood, y sale en todas partes porque ha sido el Replicante que no ha querido cepillarse a Harrison Ford en <i>«Blade Runner»</i> —y este gesto altruista al personal le ha molado un taco, aunque la mayoría de ellos aún ni siquiera lo reconocen, aún lo saben siquiera, que lo sabrán con la venida de los sucesivos años y los sucesivos <i>director's cut</i>—, y sobre todo porque es el Replicante que ha visto cantidubi de cosas chungas más allá de las puertas de Tannhäuser, allá tope de lejos, pero, fíjate tú, qué cosas, lo de Hitler con los judíos, ni en retrospectiva, lo vio venir tampoco. Lo de Hitler con los judíos, por lo visto, no lo vio venir nadie, excepto los propios judíos, claro, pero es que a ellos nadie les fue a preguntar, eso por lo visto también... Robert Harris es un gran escribidor de libros <i>Best</i> y libros <i>Seller</i>, bastante mejor que otros con más nombre y mejores cifras, pero no sé si es porque se prodiga menos que otros del ramo, o bien porque es inglés, y el «SellerBest» es un género clara y netamente yanki, y el yanki, amigos, ya sabemos que es un pueblo asaz proteccionista, que puesto a promocionar a un Harris, prefieren vender al suyo propio, su propio yanki facedor de tochanacos de aeropuertos y carrefures, de nombre, Thomas, y de hijo, un tal Hannibal Lecter; de oficio, comedor de personas. Pero mucho antes de que a Haníbal lo apodaran el Caníbal, ya un tal Hitler y su cohorte de hijos del Diablo habían optimizado muy mucho el arte de aniquilar seres humanos, y esto es lo que denuncia —¡a buenas horas!— Robert Harris en su <b>«Patria»</b>, sólo que en forma de thriller-novela negra-distópica de leer y echar a correr y a otra cosa mariposa. La novela toma como excusa la investigación de las muertes de unos jerarcas nazis (la trama policial), pero en realidad se basa en el supuesto de que lo del Holocausto Hitler no lo ordenó nunca. Él por lo visto sólo dijo: «¡Malditos jewish, les debo un montonaco de pasta!», tras lo cual Himmler y Heydrich, que andaban por ahí con la oreja puesta, se musitaron el uno al otro: «¿Oye, tú qué crees que ha querido decir con eso?»... «Yo creo que ha querido decir que nos los carguemos a todos»... «Ahhh... pues seguro que <i>va a ser</i> eso...» Y de ahí: La Solución Final. Pero la Solución Final es un Genocidio. La Solución final no la quiere firmar nadie. Ningún gerifalte quiere cargar con <i>ése muerto</i>. A pesar de lo cual se acaba llevando a cabo igual </span><span style="font-size: large;"><span style="font-size: large;">(la denuncia)</span>. Y de eso en este universo nos enteramos en 1945, mientras que en el de Harris se enteran en 1964, todo y que en ambos dos universos y/o paralelas líneas de tiempo todo el mundo, dentro y fuera del Reich, intuyese lo que estaba pasando en las chimeneas del Este... Todo ello aderezado con algunas persecuciones nocturnas, una caja de caudales con secreto dentro, visitas a la morgue para parlamentar con forenses y alguna que otra habitación de hotel con aroma a fornicio —siempre velado— (el thriller). Como «polares» con trastienda nazi son muchísimo mejores los de Philip Kerr y la historia de amor da menos el pego que un dólar con la efigie de Martin Luther King (¿ucronía utópica?), pero el final es muy bueno, el final compensa bastante, el final me parece que está muy bien parido, joder... Y la escena ésa también, esa en la que al prota le sube el vómito alienador y definitivo cuando descubre que los calcetines que llevaba mientras servía en un U-boot, veinte años atrás, estaban hechos con pelo de judías gaseadas..., esa mierda se fija para siempre en los archivos negros de la memoria lectora.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhcohxFmm3iDw6q5_885c3vR_ibK1W18uWr-37ipJfrkaTQE4Rnm0xjEcCTiUReygnYzslaUUQLYbe1UFQuWm_LBBcCqoedzGA8UhB0H6YrB9UCr5EgAmxP7mXveuNzzKM0pssQef4026NTNkb8asX8U6tTA_j56mnKpvJMk_ysjkc3zYipJRhBNYByLw=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3000" data-original-width="4000" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhcohxFmm3iDw6q5_885c3vR_ibK1W18uWr-37ipJfrkaTQE4Rnm0xjEcCTiUReygnYzslaUUQLYbe1UFQuWm_LBBcCqoedzGA8UhB0H6YrB9UCr5EgAmxP7mXveuNzzKM0pssQef4026NTNkb8asX8U6tTA_j56mnKpvJMk_ysjkc3zYipJRhBNYByLw=w400-h300" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-66375283186996131962022-02-17T01:45:00.010+01:002022-02-19T09:45:55.342+01:00El asesino es siempre el mayordomo. La culpa es siempre de los nazis.<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh8Vo7qfGSgWrRQnX4fp1PjPEnuabGutlxqAEFupunBciSh2NlxTa_aNv3tn4E_v1TLKwW_FYswkD80kblfct1YZcO1fYv3i4EFX3vOoGoaqFbwjIa_ein330uVNmmHZeFDhnOqohloRAU_DyN8I3xfQMqd98SLpaZG2knGFqBeGFV-RMwl06af2HaMTA=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh8Vo7qfGSgWrRQnX4fp1PjPEnuabGutlxqAEFupunBciSh2NlxTa_aNv3tn4E_v1TLKwW_FYswkD80kblfct1YZcO1fYv3i4EFX3vOoGoaqFbwjIa_ein330uVNmmHZeFDhnOqohloRAU_DyN8I3xfQMqd98SLpaZG2knGFqBeGFV-RMwl06af2HaMTA=w300-h400" width="300" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Los libros rojos de Periférica. No hay un rojo tan intenso como el rojo de los libros rojos de Periférica. Luego ya el catálogo es otro cantar, muy dispar —ya, tío, como <i>cualquier</i> catálogo—, a veces incluso demasiado dispar —lo sé, lo sé, pero es que hay catálogos y catálogos, <i>you know</i>—, a veces incluso un poco como el electrocardiograma de un oligofrénico, con picos muy picos, y valles no tan muy valles, pero sí de tanto en tanto salpicado de algunas ondas muy rarunas y un poco sospechosas y que bien bien no sabes qué carajo pintan ahí. Debe ser ese rojo inimitable. Que lo pone todo patas arriba. Empezando por el consejo editor. Pero es lo mismo, hasta los títulos poco entendibles yo se los perdono a un hombre, <a href="https://www.hoy.es/caceres/julian-rodriguez-editor-20210326001330-ntvo.html" target="_blank">Julián Rodríguez</a>, en paz descanse, que tuvo la loca idea de sacarse de la chistera una editorial como <a href="http://www.editorialperiferica.com/" target="_blank">Periférica</a>, con sede en Cáceres —no Barcelona, no Madrid—, sí, en Cáceres, y tras más de 15 años de singladura, ahí sigue, editando desde el flanco débil de la periferia los libros con el rojo más inigualable del panorama.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Entonces:<b> «Cómo aprendí a leer»</b>; Libro rojo de Periférica: Agnès Desarthe; ¿Oye tú, quién es esta señora? Ni puta idea, tío. Yo compré el libro por la chica guapa de la portada. Aunque se ve que en Mondadori y en Francia hay quien la conoce. <i>Hostie Pute</i>. Qué cosas...<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> ¿Desde dónde se lee? ¿Desde dónde se escribe? ¿Desde dónde se decide qué siguiente libro se lee cuando tu biblioteca hace años que supera tu espectativa de vida? ¿Desde dónde se opta o no se opta por escribir un qué se yo sobre este libro y no, por ejemplo, sobre todos estos cualesquiera otros de más allá, muchísimo mejores, mirándote además adustos y como ofendidos?... Los dos primeros interrogantes son de Agnès. Los otros dos son míos. Ninguna respuesta asiste a ninguno de los cuatro, sin embargo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Conque a falta de respuestas para tan esquivas interrogaciones me voy a limitar a pespuntear tal que cuatro apostillas y/o notas al desmargen, que la neurona no me da esta noche para más:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Apostilla nº 1:</b> La cubierta. La chica de la cubierta. Me encanta la chica de la cubierta de este libro rojo de editorial Periférica. Con ese abrigo blanco u ocre trinchera o no sabemos bien si pelliza o gabán, el hatillo sembrado de libros, el pelo hecho un nido dulce de pájaro, los dientes grandes y blancos, los ojos enormes y las cejas dibujando el desafío, y sobre todo ese ceñito fruncido, tan a la par incrédulo como remiso; como queriendo decirme: «¿Tomar un café? ¿Ahora? ¿Tú y yo? ¿Debes estar de guasa, tío? ¡No ves todo lo que tengo que estudiar para el examen de mañana!». Qué lástima. No pudo ser... <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b> Apostilla nº 2:</b> En mi cabeza este libro se divide en tres partes. Y la primera, que abarca desde el párrafo inicial hasta la página 87, es tan inútil, tan perder el tiempo como el que yo mañana le vuelva a pedir para tomar café a la chica del hato de libros, me va a seguir dando calabazas sí o sí... Agnès Desarthe nos cuenta su tierna infancia y su ya no tan tierna adolescencia, y aprovecha para intentar explicar por qué no le gustaba leer... En general me toca mucho las narices la gente que te asegura que es capaz de recordar, por ejemplo, cuándo se trago el primer moco... En la vida. En la literatura. Me da igual. Si te lo cuentan o te lo escriben o te lo dictan. Os odio a todos y no os creo a ninguno. Nadie recuerda esas mierdas, joder. Yo el recuerdo más viejo que conservo es de cuando tenía cinco años ¡y lo recuerdo porque me estaba ahogando!... Y otra cosa que en general me toca mucho las narices son las típicas empollonas atacadas de falsa modestia. Sí, esas que te salen del examen gritando: «¡Joder, tía, fijo que he suspendido, tía, ¡¡¡me ha ido HIPER-MEGA-MAL, TÍAAA!!!», y luego salen las notas y le cascan un 9... Pues la buena de Agnès no sólo tiene la memoria de un elefante, también tiene esa clase de nefanda falsa modestia que es capaz de explicarte, como si la cosa no fuese con ella, que a pesar de no leerse un puto libro en toda la enseñanza obligatoria, la tía, ahí va, aprobándolo todo la mar de bien y hasta sacando buenas notas. ¡Así que imaginaos qué no hubiese podido ser de mí si me hubiese gustado leer ya desde el feto, amigos! En fin...<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Apostilla nº 3:</b> La segunda parte es la divertida, porque es cuando a la Desarthe se le va muy pero que muy mucho la castaña y expone su particular teoría de por qué no le gustaba leer, aunque ella misma parece no tenerlo demasiado claro, así que primero te dice que si fue porque la sombra del francés era demasiado alargada, después que si el loro de Flaubert pesaba demasiado, después que si su padre fue un judío y un apátrida, más tarde que si la culpa fue de los nazis —cómo no, ya tardaban en salir los nazis—, y después, ya para acabar, que no, que los nazis sí, que también, que cómo no, los nazis, los nazis claro, los nazis siempre, pero no, resulta que del todo no, que la culpa primera fue del miedo de ser chica entre tanto chico, no fuesen a meterle mano justo <i>ahí</i>... Menudo festival para no reconocer que era tan vaga que cuando veía un tochanaco de más de 400 páginas se le caían las bragas de aburrición... Eso es como decir que en mi casa he acumulado más libros que pelos suman mis cinco gatos porque cuando era pequeño mi padre me decía que leer era perder el tiempo y tirar el dinero, pero en realidad no fue por eso, fue por tener que meter los libros a escondidas en casa, como un delincuente, pero no, si lo pienso bien, en realidad fue por los nazis, que los quemaban —cada libro que meto en mi casa es un libro que salvo de las garras holocáusticas de los nazis de mi tiempo—, pero si lo pienso aún mejor, entonces la suma me da que no es por eso en realidad que los acumulo, sino porque cada libro que compro es como una promesa de tiempo futuro, y mientras tenga libros por leer seguiré teniendo futuro, es decir, que no palmaré ni espicharé ni me quedaré vegetal, cuando en realidad lo que pasa es que tengo un Diogenazo encima que no hay por dónde cogerlo... Quiero decir. Toda esa mierda, Agnès, no lo discuto, podría llegar a ser verdad, cualquiera sabe, y sobre todo en tu cabeza, pero... ¡quién cojones crees que va a creerte! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>Apostilla nº 4:</b> La tercera y última parte del libro es la buena, que es donde Agnès se deja de pajas mentales y nos cuenta dos verdades buenas y guapas sobre el meollo éste de la escritura y el meollo otro de la literatura, son apenas las tres o cuatro páginas finales, que bien valen la lectura de este libro, a pesar de toda la majadería precedente, que es bastante —sobre todo si no eres judío—, eso sí, siempre y cuando conserve a la chica guaponga del hatillo de libros de la cubierta, a ver si un día de estos se acaba estirando y se aviene a un café. Pero si me la cambias o me la quitas, ya te lo puedes confitar, el libro, con su rojo inconfundible Periférica y todo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> El Jekyll: «Pero, tío, tanto rollaco y al final no nos vas a decir qué dos verdades buenas son ésas...»</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span> </span>El Hyde: «Pues no.»</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgUEckC0p6UfyvcAaapWdlgdkTXfUFqtXECt20crUld8W1iZIuj_0QZ_6fYTeMa-OG7GLD0nlxFxKKnRTQiaNnvvePfToGferhZ_8pjCgukMr4uR-oat-qGWD6BRLjP4yZlokzLGH5C1-ooDc-yJPfpPEJG_D167iWo7J-Fgcwn0PJvQ0UeaGlBmvRHWw=s900" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="422" data-original-width="900" height="188" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgUEckC0p6UfyvcAaapWdlgdkTXfUFqtXECt20crUld8W1iZIuj_0QZ_6fYTeMa-OG7GLD0nlxFxKKnRTQiaNnvvePfToGferhZ_8pjCgukMr4uR-oat-qGWD6BRLjP4yZlokzLGH5C1-ooDc-yJPfpPEJG_D167iWo7J-Fgcwn0PJvQ0UeaGlBmvRHWw=w400-h188" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-69742589304832127042022-02-09T07:43:00.014+01:002022-02-12T15:03:48.851+01:00La Muerte os sienta tan chic<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgciQ5FyGWNioFJ1UGtAhJNYCiPP2r5ddXQPIPGJj80ySV1hyCOo8kDNxXV0KwkjM6US16F2F4QZpVIFMfHmsvjBGwWn5QMHAV8jTEChGZmXQBlaDmwroWDwePT9DKemfI40Xz7MH7mM7-lgpIK9I3tdrarwM_nE44MlLv6kOP20mIlnHhRoc3oJVp8Dg=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgciQ5FyGWNioFJ1UGtAhJNYCiPP2r5ddXQPIPGJj80ySV1hyCOo8kDNxXV0KwkjM6US16F2F4QZpVIFMfHmsvjBGwWn5QMHAV8jTEChGZmXQBlaDmwroWDwePT9DKemfI40Xz7MH7mM7-lgpIK9I3tdrarwM_nE44MlLv6kOP20mIlnHhRoc3oJVp8Dg=w300-h400" width="300" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Leí esta novela por dos motivos: motivo 1: porque <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2016/12/blog-post.html" target="_blank">dije aquí que lo haría</a> y suelo ser ente de palabra —ay, las más de las veces...—; motivo 2: porque la tenía danzando por casa desde no sé ni cuándo —y por eso mismo dije que lo haría (motivo 1), si no de qué iba yo a andar buscando este libro por ahí, pateando los arrabales y las librerías de viejo en busca de un otro motivo (motivo 2 bis) para venir aquí y decir que después de 140 páginas de narrativa justoniana, navarriana, lo que sea, no he entendido absolutamente una palabra. Es decir, que entendida sí, cada palabra por separado, sí, pero unidas, una detrás de la otra hasta formar 140 páginas de narrativa justoniana/navarriana, para eso no me ha alcanzado esta cocorota mía, calva, gorda y a todas luces insuficiente. <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Suerte que he leído otros libros tuyos buenos y guapos, Justo, como el <b>«Finalmusik»</b>, el del <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2011/05/la-mentira-que-seremos.html" target="_blank">espía Pound</a>, e incluso aquella cosa pequeña del <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2021/11/gabriel-ferrater-los-bebercios-y-sus.html" target="_blank">Gabriel F. BebedorPoeta</a>, porque si llego a empezar contigo con este <b>«El doble del doble»</b>, no te leo nunca más, jamás nunca, ni a ti ni a tu doble. Eso dalo por sentado. Te lo juro. <br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> <b>«El doble del doble»</b>. Tercera novela de Justo Navarro. 1988. En 1988 todavía se estila poner fotos de los escritores en sus solapas, en poses del todo innaturales y afectadas, que vienen a dar a pensar que los escritores son de otro mundo, están hechos de otra pasta, y sobre todo, y aún peor, la falsa apariencia de que los escritores, en cualquier mundo, pero sobre todo en el mundo de España, se ganan la vida siendo eso mismo, escritores, es decir, que no tienen que doblar el espinazo ni levantarse a las tantas de la mañana para ganar el <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2022/01/el-reich-de-los-mil-munecos-rotos.html" target="_blank">cacho de pan</a>, y es por tal motivo que se pueden permitir el existir todo el día con el índice pegado a la cara, como sosteniéndose el rebalse y la rebaba del pensamiento, que no se la caiga: «es que tengo tantas fuliginosas y ciclópeas ideas burbujeando en mi cabeza, sabe usted, que si no me la apuntalo con el índice, tal que así, es todo el tiempo un insoportable derramárseme el privilegiado intelecto por los costados, ¡y además no sabe usted cómo quema!».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Entonces, <b>«El doble del doble»</b>. 1988. Tercera novela de Justo Navarro aún con pelo y en fotopose peudointelectual solapesca. Esta novela en principio parece que ha ir de doppelgängers y William Wilsons y sombras que conspiran contra su propio reflejo en el espejo del agua. Pero no. Va de gente con apellidos de puta madre que vive siempre en hoteles chic, porque dónde vas a vivir si dispones de un nombre chic sino en un hotel de puta madre —desde luego en tu piso de mierda, tercero sin ascensor, no, eso está claro—, gente chic en hoteles chic que luego no hace otra cosa que dejarse matar en esos mismos hoteles u otros parecidos. Y ya. No me he enterado de nada más.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Eso sí. La cantidad de metáforas y comparaciones por centímetro cuadrado de página es de escándalo. La calidad y la ingeniería de todas y cada una de esas comparaciones y metáforas es de no te menees y de muy señor mío. Tanta que no hay nada más. Tanta que asfixia la acción y el argumento hasta hacerlos desaparecer. Vale tío, Justo, ya en tu tercera novela tenías un estilo de cagarse las patas abajo, ya en tu tercer libro escribías tan de putamadremente que tu <i>savoir faire</i> —yo también puedo ser chic si me lo propongo— a las riendas de la máquina de las palabras es de todo punto indiscutible, pero..., por dios santo, ¡cuéntanos algo, macho!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Pero bueno, tampoco descarto que el problema lo tenga sólo yo, que soy un gañán, y de ordinario cuando me acerco el índice a la cara no es para otro menester que deshollinarme la nariz...<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br /></span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh2XBffyJX0HG4jKDHYjTiBrJvRltXR6oJ6mprp_VENWSebBrMjn4X5FijcyA69VsaLg_bqR2TbFm7P_U7RQubXehGqkox3i_xuT46k7Zk2EG63lLU9iMDLqEHv1U6uUNFRe5MDlEF3aAKEgQioZ7A9-KrVZ-M9UCRq9K0QW40v6jtL4SftkhLNK2qAIw=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh2XBffyJX0HG4jKDHYjTiBrJvRltXR6oJ6mprp_VENWSebBrMjn4X5FijcyA69VsaLg_bqR2TbFm7P_U7RQubXehGqkox3i_xuT46k7Zk2EG63lLU9iMDLqEHv1U6uUNFRe5MDlEF3aAKEgQioZ7A9-KrVZ-M9UCRq9K0QW40v6jtL4SftkhLNK2qAIw=w300-h400" width="300" /></a></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-63353575204246647412022-01-31T23:59:00.080+01:002022-02-01T01:15:50.932+01:00Alucinario Enero 2022<p><span style="font-size: large;"><b>El albur de un escalofrío...</b></span><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>En el año 1858 el mayor de los hijos, John Allman, regresó repentinamente a la región y se hizo conducir a la isla. Encontró la casa cerrada y sombría. El barquero que lo había llevado a la isla rehusó acompañarlo más allá de la orilla diciendo:</span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span> </span><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">—Mejor sería que regresara por donde ha venido, señor John. Los vivos son los vivos y los muertos son los muertos; estos últimos, sobre todo, desean que se les deje en paz</span></span></span></span></span><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">»</span></span>.</span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-size: large;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b></b></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-size: large;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhnua_Mnd1dpV794S_yOqf56P_yb-HPG_WWKgbRJbcggf4-IlHrbkw9jMTvJLpmit_57whTUWT8P58Ip0ET1gJ2I-3EoZIJ2YJQHWJljQKqoDjZujma99MmSKGMqVVaJOLIceBUONBitlnYYvu74W7lGJzTBOFCSs6gV3EZqfZMZ1bmLVfspl2GYdgTnw=s620" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="353" data-original-width="620" height="114" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhnua_Mnd1dpV794S_yOqf56P_yb-HPG_WWKgbRJbcggf4-IlHrbkw9jMTvJLpmit_57whTUWT8P58Ip0ET1gJ2I-3EoZIJ2YJQHWJljQKqoDjZujma99MmSKGMqVVaJOLIceBUONBitlnYYvu74W7lGJzTBOFCSs6gV3EZqfZMZ1bmLVfspl2GYdgTnw=w200-h114" width="200" /></a></b></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: large;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-size: large;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><br /> </b><br /></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><b> </b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><b> </b></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><b> </b></span><span style="font-size: large;"><i><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> <br /></span></span></i></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><i><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">El lecho del Diablo</span></span></i></span><span style="font-size: large;"><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span><i>»</i>,</span> <b>Jean Ray</b></span></span></span></span></span></span></span></p><p><span style="font-size: large;"><b> </b></span></p><p><span style="font-size: large;"><b>Doppelgänger/DoppelHandker...</b></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>Al pasar por delante de un sombrío café, he vuelto a ver por un instante, detrás de la barra, a mi doble: un susto demasiado exquisito para quedar desconcertado; un desconcierto demasiado irreal para exteriorizarlo —sigo andando<span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">». </span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"></span></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjIqICvN6c8WWdS6ge3rXhl8lBXIYU0wIpvsfxP4ixuxzG5jRPlCF1GQbd0-Snz4Zwd7aHMQeEBVmsj7SqSwPK9OzwlAZNkh4AbxjzH2SYfbFmPeAL8tLCT6nC0Px562WIsqq7yehUSxyVd7-DQ_ZrOCTWS4vYCowlqjmfZe-0zVo3O_guuEnge-YG8JA=s599" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="400" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjIqICvN6c8WWdS6ge3rXhl8lBXIYU0wIpvsfxP4ixuxzG5jRPlCF1GQbd0-Snz4Zwd7aHMQeEBVmsj7SqSwPK9OzwlAZNkh4AbxjzH2SYfbFmPeAL8tLCT6nC0Px562WIsqq7yehUSxyVd7-DQ_ZrOCTWS4vYCowlqjmfZe-0zVo3O_guuEnge-YG8JA=w134-h200" width="134" /></a></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /> </span></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="text-align: right;"><br /></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;"> </span></b></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;"> </span></b></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><b><span> </span></b><span><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i>«El peso del mundo. Un diario»</i>, <span><b>Peter Handke</b></span></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><br /></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;">Abejera humana...</span></b><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>La frescura con olor a mar en la sombra de la cabina, de la que en circuntancias distintas habría disfrutado tanto, no le produjo ningún placer. Se desnudó mecánicamente. Todos aquellos cuerpos desnudos en las terrazas, aquellos torsos bruñidos que emergían del agua, aquella ruidosa promiscuidad de hombres y mujeres, aquella mezcolanza de formas y de carne joven y vieja, más allá de cualquier pudor, le produjeron la sensación desagradable de una gusanera: el aspecto de la vida indiferenciada, bullidora<span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">».</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> <br /></span></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgVbiBKX6LRu5p98iOWb6tsM6lzLapVLa9nam0e28Nhl2wP1KiUawVwstKz7JgduUEIBHZMCrtNdg2LthM8UoRz9eIbpJ60FrNe9PKTVmM6Op48wk0uSWa43TBqMZhOPskNh28Jj2lKI9agHkEwIldXv-yUwvaypjPMEV-re_XRwgy6U2EWTLgWs26dTQ=s230" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="212" data-original-width="230" height="184" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgVbiBKX6LRu5p98iOWb6tsM6lzLapVLa9nam0e28Nhl2wP1KiUawVwstKz7JgduUEIBHZMCrtNdg2LthM8UoRz9eIbpJ60FrNe9PKTVmM6Op48wk0uSWa43TBqMZhOPskNh28Jj2lKI9agHkEwIldXv-yUwvaypjPMEV-re_XRwgy6U2EWTLgWs26dTQ=w200-h184" width="200" /></a></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /></span></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> </span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b> </b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><span style="font-size: large;"><b> </b></span></b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i>«La isla»</i>, <b>Giani Stuparich</b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><span style="font-size: large;"><b> </b></span></b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><span style="font-size: large;"><b>La muerte que nos habita...</b></span></b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>Días sin oreja izquierda. Días en que enmudece todo un hemisferio, callan los soles, duermen los caballos, se ausentan los políticos, no pasan las muchachas. Se me ha tapado<span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> el oído izquierdo, por unos días o para siempre (habrá que ir a Olaizola, a ver qué dice), y ando por el mundo sin una oreja, no porque me la haya cortado —nada de Van Gogh, nada de literatura, aquí se trata de la vida—, aunque, de todos modos, no me atrevo a mirarme a los espejos, por si es verdad que no tengo oreja, y me peino el pelo para ese lado, por ocultar lo que no sé si no existe.</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">Del hemisferio del mundo no me vienen noticias, ni músicas, ni lo que esa muchacha me lee en el periódico, con una urgencia que está en su juventud más que en la noticia.</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">Del hemisferio izquierdo no me vienen orquestas. De ese lado se han muerto Bach y Mahler, "Beethoven me da más música —decía Gide—, pero Chopin me da mejor música." El último clásico era un romántico. Las guerras del mundo topan, por mi izquierda, contra un muro de silencio, contra una tapia de sordera. Aquí fracasan los caballos y pierde grito la sangre. El mundo se ha pacificado por mi izquierda.</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">Me estoy muriendo de la parte izquierda. Porque la muerte no es un disparo de la luz ni una mano agónica en la noche. La muerte se va instalando en nosotros, haciendo nido, nidos, como las gaviotas en un farallón marino. Un oído tapiado, un ojo sangriento, una mano en la que duele la mano interior, una garganta que sube y baja contra la segur del frío, un intestino que se desploma como una deflagración secreta.</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">La muerte, sí, va haciendo hospedaje en nosotros. Acabaremos por dejarle la casa entera». </span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"></span></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh4hj3Mgnp-YaPmTTizegMl66rAbsW_28zh457Zzlv_77uZOQkrqXYHtJq_-68Ct_AsGn_Truj8plNw6KN0it5XKTMmuVq1QukLV2dEUIXOMx_DQrfoS4tYYm0G3EjLvOM2HUAxPlW5EI9T1m6xa8f9Ece9949XztYu8pVoDZr0W2tSrKY3i_Te4gR92w=s560" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="403" data-original-width="560" height="144" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEh4hj3Mgnp-YaPmTTizegMl66rAbsW_28zh457Zzlv_77uZOQkrqXYHtJq_-68Ct_AsGn_Truj8plNw6KN0it5XKTMmuVq1QukLV2dEUIXOMx_DQrfoS4tYYm0G3EjLvOM2HUAxPlW5EI9T1m6xa8f9Ece9949XztYu8pVoDZr0W2tSrKY3i_Te4gR92w=w200-h144" width="200" /></a></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /></span></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> </span></span></span></span></span></span></span></span></p><div style="text-align: right;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> </span></span></span></span></span></span></span></span></div><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;"> </span></b><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> <span style="font-size: large;"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span style="font-size: large;"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: right;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span style="font-size: large;"><i>«La belleza convulsa»</i>, </span><span style="font-size: large;"><b>Francisco Umbral</b></span></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;"> </span></b></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;">Mentira en bucle...</span></b><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>Me pareció que todo aquello lo había tenido que ver, oír y oler una infinidad de veces, como el disco que los vecinos de arriba ponían cada noche a una hora determinada; como una película que a uno le hacen ver en el infierno, siempre la misma, y aquel olor en el aire, a café, a sudor, a perfume, a licor, a cigarrillos. Lo que yo decía..., lo que decía Ulla, se había dicho ya innumerables veces, y era inexacto, las palabras sabían a falso en la lengua; era como las cosas que yo le había contado a mi padre sobre el mercado negro y sobre mi hambre; cuando aquello se expresaba, ya no era cierto...<span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">»</span></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhxqRztVhZdqpjm8cuo3IuVFjA_zi92a-r21vDHZ5aSQ49W5bXFCE-a0WJUj5cbecucL40QW7PZw6kS4pNggcaNoeloZeY-h636JORnmtLrOMYKXOMITO4Ef5YoqHo6JlFnkueLhYI4JGR5APnkUwSZRK_bdbLov7J_YrVXnyaEqoGhFRiqmTmMBfxhwQ=s407" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="407" data-original-width="340" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhxqRztVhZdqpjm8cuo3IuVFjA_zi92a-r21vDHZ5aSQ49W5bXFCE-a0WJUj5cbecucL40QW7PZw6kS4pNggcaNoeloZeY-h636JORnmtLrOMYKXOMITO4Ef5YoqHo6JlFnkueLhYI4JGR5APnkUwSZRK_bdbLov7J_YrVXnyaEqoGhFRiqmTmMBfxhwQ=w167-h200" width="167" /></a></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /> <br /></span></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i> </i></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i>«El pan de los años mozos»</i>, <b>Heinrich Böll</b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b> </b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><b><span style="font-size: large;">El talento inútil...</span></b><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">«</span></span>En otro tiempo, esto es, hace ya algunos años, una muchacha muy despierta y avispada me dijo, susurrándome al oído extremadamente sensible, que estaba profundamente convencida de que yo ponía más pasión en la escritura que en la vida, que me comportaba con más vivacidad sentado al escritorio que en la vida cotidiana, con lo que tal vez quería hacer alusión a algo "muy peculiar" que creía advertir, a saber: que la irrealidad aparente tiene para mí más importancia, es decir, es mucho más real que eso que tanto se elogia y glorifica y que de hecho existe y llamamos realidad. Puede que con las palabras que me dirigió hablara inconsciente e involuntariamente al soñador o al poeta. Oh, cuánto rencor me guardará, señorita, por atraverme a ser poeta, pues ser poeta significa nada más y nada menos que ser el mueble más inútil e inservible que uno pueda imaginar, y es en calidad de tal que me inclino con afecto ante usted, quitándome naturalmente el sombrero en el supuesto de que llevara uno<span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc">».</span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"></span></span></span></span></span></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhuTfW6MBcwtZokLomNwQFl5ic4H0LSaYp9BxVAknflzm2-d1Wa5VuwEZVhMh5bd8ddfwfWkAowOUrIpYJW_VB_efUBRPxAVXLzy54eMXuAv0usHJ8t_xCuUNkIhGlO_AJlE6b3vALuxxZ0d61LvEyXkkbrJ8wjX8u7u553_v8bwsFynHXNA1KJOKUQ4Q=s465" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="465" data-original-width="343" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhuTfW6MBcwtZokLomNwQFl5ic4H0LSaYp9BxVAknflzm2-d1Wa5VuwEZVhMh5bd8ddfwfWkAowOUrIpYJW_VB_efUBRPxAVXLzy54eMXuAv0usHJ8t_xCuUNkIhGlO_AJlE6b3vALuxxZ0d61LvEyXkkbrJ8wjX8u7u553_v8bwsFynHXNA1KJOKUQ4Q=w148-h200" width="148" /></a></span></span></span></span></span></span></span></span></div><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /> </span></span></span></span></span></span></span></span><p></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><br /></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><br /></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="margin-left: 40px; text-align: right;"><span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><b><br /></b></span></span></span></span></span></span></span></span></p><p style="text-align: left;"><span style="font-size: medium;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"> </span></span></span></span></span></span></span></span></p><p> </p><p style="text-align: right;"> </p><p style="text-align: right;"> <span style="font-size: large;"><span><span><span><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><span class="ILfuVd"><span class="hgKElc"><i>«Diario de 1926»</i>, <b>Robert Walser</b></span></span></span></span></span></span></span></span></p>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7063385307197792208.post-88951830465918168392022-01-30T08:33:00.013+01:002022-02-01T07:38:16.244+01:00El Reich de los Mil Muñecos Rotos<p style="text-align: justify;"> <b> </b><span style="font-size: large;"><b> </b></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgTUxCqoQfaHGcp18e8tqaf_NMY4R4gMsBtWtbxA4vu8eqhWXGWyeStX7WoEficiQUzUxVK101Ez2C76WmROzdzrElrHn0CN2p5WbtTwTK8p4PG9fQwmgjJcoKLFOb6R6-5cJS9UBkfb57BJd7IxKtnhCL0Rd4DsvPtwfqMoF8xYIwE58JqOd2YAjqxZA=s4000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="4000" data-original-width="3000" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgTUxCqoQfaHGcp18e8tqaf_NMY4R4gMsBtWtbxA4vu8eqhWXGWyeStX7WoEficiQUzUxVK101Ez2C76WmROzdzrElrHn0CN2p5WbtTwTK8p4PG9fQwmgjJcoKLFOb6R6-5cJS9UBkfb57BJd7IxKtnhCL0Rd4DsvPtwfqMoF8xYIwE58JqOd2YAjqxZA=w300-h400" width="300" /></a></b></span></div><span style="font-size: large;"><b><br /></b></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b> «El pan de los años mozos».</b> Otro libro enteco pero formidable —y fulminante— de Henrich Böll. <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2022/01/tenemos-que-hablar-del-chocholoco-de.html" target="_blank">Otro</a>. El libro es enteco e inclenque y luce como desnutrido porque así debe ser, porque la piedra de toque sobre la que se levanta es el hambre, es el pan nunca suficiente, y hacer un tocahanaco de 500 páginas sobre el hambre no es que se me antoje paradógico, diría que es incluso inmoral.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Pero antes de hablar del libro vamos a hablar de la cubierta, cómo no, <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2018/09/blog-post.html" target="_blank">ya estamos con la cubiertas</a> —¡pues sí!, <a href="https://diariosoluble.blogspot.com/2022/01/zollinger-o-el-caminante-no-hay-camino.html">ya estamos con las cubiertas</a>—: o mejor dicho, vamos a contar un cuento. De hadas. De hadas muertas. Fritas y colgando en la luz ultravioleta del desencanto sentimental: cada libro tiene su historia, la que nos cuenta el autor desde el fondo de su muerte —aunque siga vivo, siempre es un muerto el que nos susurra—, y puede después tener encima, adheridas, solapadas y en palimpsesto, tantas historias como lectores se hayan puesto a escuchar al muerto. Mi copia la encontré en una librería de lance. Mi copia tiene una dedicatoria de una chica a su chico, que espera que le guste, que la vida está llena de sueños, que los sueños, sueños son, pero no hay mayor sueño que estar cada día a tu lado, todo el futuro juntos, le dice, porque le quiere con locura, le dice, y fue por este motivo, supongo, que le regaló este libro, <b>«El pan de los años mozos»</b>, ella a su chico, esta edición del pan de los años del hambre de Böll, y me arriesgaría a apostar que sin saber de qué coño iba el libro ni quién coño fue Böll, sin siquiera intuir que probablemente estaba regalando más una bomba lapa que un libro, pero sin duda del todo influida por la fotografía de su cubierta, esa pareja de tórtolos, tan bien amarrados. Como digo, esta copia mía la encontré en una librería de lance. Lo que significa que esa cubierta es muy bonita pero <i>está mal</i>, toda ella, entera ella, es<i> un error</i>...</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Pero volvamos a Böll. Nacido en 1917, contaba 22 años cuando a Hitler le dió por dinamitar el mundo. Se chupó la guerra entera, seis años de insania, hasta que en 1945 los yankis lo sacaron de la circulación. Durante esos años de Whermacht y de masacre Böll sólo escribió cartas, nada de cuentos, nada de novelas, sólo cartas a casa, a sus padres, algunas de ellas tan lacónicas y desesperadas que eran una y esta única frase: «Mándenme más Pervitin, por favor...» No chocolate. No mermalda. No café. No cigarrillos. Por supuesto tampoco pan. Sólo Pervitin. Más droga, por favor, porque con la dosis que el Führer nos proporciona no nos alcanza, está claro, para soportar toda esta barbarie.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Pasó el tiempo y pasó la guerra, y llegó la posguerra del hambre y de las ruinas, pero el mono del Pervitin es una cosa chunga, el mono del Pervitin no se acaba nunca, es más alto que el muro de Berlín y más largo que tres días sin pan. Por eso los personajes de <b>«El pan de los años mozos»</b> parece que estén todo el tiempo como drogados, como inmersos en un sueño de fiebre y de carencia, una vigilia zombificada, carente del más elemental amago de empatía.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> El protagonista de <b>«El pan de los años mozos»</b> es un joven mecánico de lavadores en la Alemania que está empezando a reconstruirse, una década después de haber sido reducida a escombros en lo material y a la ignominia en lo moral. Un joven que pasó tanta escasez y tanta penuria que ahora toda su vida se mide en unidades de pan. Pan en el pensamiento. Pan entre las manos. Pan entre los dientes. Pan en la alacena. Pan en el miedo pavoroso del agujero del hambre, nunca satisfecha. Vivir por y para el pan. A falta de Pervitin, bueno es el mono del pan.<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> En paralelo, tenemos también que en esa Alemania un técnico de lavadoras es un tío importante, la suya es una profesión de futuro, porque igual que en tiempos del Führer el corazón de cada alemán encerraba un pequeño nazi, luchando por salir; ahora, tras el Huracán Hitler, en cada casa alemana hay una lavadora funcionando <i>a todas horas</i>, <i>todos los días</i>, en un fútil intento por lavar lo que no puede ser lavado, borrar el rastro inmarcesible del horror y la vergüenza. Al final, con tanto trote, las lavadoras se escacharran y las <i>fraulein</i> alemanas necesitan como el Pervitin un mecánico que les vuelva a poner en marcha el centrifugado de la mala conciencia.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Todos los personajes de <b>«El pan de los años mozos»</b> subsisten en un estado como de duermevela, hipnotizados, sin otro sueño ni otra aspiración que la de que no les falte el pan y las lavadoras no dejen de dar inútiles vueltas sobre la sinrazón inasumible del Holocausto. Parecen llevar una vida de polichinela mientras aguardan el despertar de la pesadilla: despertar algún día, quién sabe, nuevamente en el prometido y paradisíaco y ario Reich que les iba a durar mil años.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Todos los personajes de <b>«El pan de los años mozos»</b> han sido estafados y expulsados a los cristales rotos de un sueño de pretensiones obscenas y proporciones dantescas. Muñecos destripados, sin corazón y sin alma, fritos y colgando de la luz roja atravesando una esvástica, pagando el sobreprecio de una promesa megalomaníaca.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhb5EpIICFENfVGO6cLMS4hg56Chs8zHFD0_p_92rviYQV62CVK16JVdqLi32qaegUIGKqy_BIoFwMIa_dApTGogxKjg7PPmfk8aQPqI11dqpnO-9Z-5oBtfXSAMgD41m8zeo8w0FricbBJPWhJecdvZNTZLNFeN7WUnGv4YySJ_mY2vVbtDQ7CKIx31w=s557" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="418" data-original-width="557" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhb5EpIICFENfVGO6cLMS4hg56Chs8zHFD0_p_92rviYQV62CVK16JVdqLi32qaegUIGKqy_BIoFwMIa_dApTGogxKjg7PPmfk8aQPqI11dqpnO-9Z-5oBtfXSAMgD41m8zeo8w0FricbBJPWhJecdvZNTZLNFeN7WUnGv4YySJ_mY2vVbtDQ7CKIx31w=w400-h300" width="400" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p>Unknownnoreply@blogger.com0