Resistencia en el flanco débil

septiembre 26, 2009

War fever









Digo yo que será la vejez, este hacerse mayor y toda la mierda, esa tiranía de la célula y su rastro de renuncias a lo largo del sendero caminado, como migas de pan más quemado que tostado, pero es una certeza que me aventa las ya muy contadas inquietudes que podrían, tal vez, conducirme a cierta dosis de coraje: cada vez son menos las noches como esta, de esas que me gustan, a cara de perro con mis entrañas, la eternidad y demás prosaísmos de baratillo. Puede que se me estén acabando las pilas, cierto, que me esté desmoronando, cierto, pero me sigue poniendo cachondo sacar la artillería a pasear, por qué negarlo.




Mientras me pregunto qué fue de mí, del yo que fui no hace tanto, sin alcanzar a responderme otra cosa que sandeces de un dogmatismo supinador, deambulo pronador y más bien cojo por el barrio chino de mis creencias e irreligiosidades. De tanto cagarme en Dios y su puta madre noto cómo empiezan a perder su fuerza tanto el exabrupto como la potencia de mis rencores, ese combustible indispensable para aquella máquina de odio que tanto me precié de ser. Desayunar dulce todos los días y dormir las horas necesarias por fuerza ha de dar al traste con los incisivos aserrados de tu ira.




Lo peor, con todo, es el inaceptable número de bajas en las divisiones del sentido del humor, perder poco a poco la capacidad de reírse hasta del apuntador es tentar demasiado a la suerte, antes o después te acabarán cazando de puro expuesto... Llegado a este punto no me ha de importar en absoluto reconocer mi insania moral así como mi esencial anhelo de traición. Quiero cambiar de bando sólo para seguir perdiendo, una tras otra, todas las batallas. Robert Capa con la chaqueta cambiada. Hemingway con guerrera alemana. Eterno corresponsal del hundimiento.



Por lo demás, que no me venga nadie con más cuentos ni más milongas, la Connelly me sigue pareciendo todo lo buen bocado que se me antojó siempre, etéreo a la par que elegante, tan ensoñable y febril y por entero inguinal, sobre todo en lo tocante al 99,9 por ciento periódico de su orografía no espiritual, esto es, empíricamente catable. Eso y que abandono por fin el agnosticismo, me convierto al credo del Padre y Dios Sergio Leone: fe la suya de miradas definitivas y gabardinas terminales.



septiembre 20, 2009

Inglourious Basterds: Reescribiendo la Historia con el cuchillo...





Le va viendo uno, con la práctica, la utilidad a todo este invento infumable del tener púlpito propio desde el que venir a soltar cada cual su particular mierda, sin tener que pagar o cobrar por ello además, éste es el dato importante, y es que así a bote pronto la libertad para aflojar el intestino parece ilimitada: obviedades, perogrullos, cretinadas, subterfugios cartesianos, mamonadas de variopinto color y los más exóticos aromas. Todo cabe en el sumidero, precisamente por eso, porque nada de lo vertido va mucho más allá de la cloaca. Escribanías de videar y olvidar. Y si usted está leyendo esto lo más seguro es que también forme parte del invento, que no del negocio, de modo que compadézcame en tanto le compadezco, que ninguno de estos minutos que aquí perdemos usted y yo los recuperaremos.


Así las cosas, gratis como nunca ladrar rabia a los cuatro vientos, potar por boca de ganso, enseñorearse en la propia y supina ignorancia y el peor de los estilos, abonemos pues este barbecho de medianía con otra ración de pensamientos extemporáneos del todo prescindibles...


Así, por ejemplo, volviendo a la kinematografía moderneta que nos pintan las carteleras, tal y como anda el percal, das las gracias si te topas de tanto en cuando con algún producto, repito: "pro-duc-to", que no te pida mirar la hora a la media de proyección. Tan bajuna y mierduna la cosecha que yo ahora mismo al cine no le pido sino una sola cosa, por favor, que no me aburra. Lo demás es discutible e incluso negociable. Pero, ¡por Dios y su puta madre te lo pido!, no me des el palo con la vara del tedio, cabronazo... Y lo que no le perdono, que me trate de idiota, esto es, de americano medio. Ahí sí que no habrá cancha ni hoja de reclamaciones. Conque si ni me insultas ni me duermes, habrá diálogo, tal vez...



Me comentan por ahí que me pasé con mis elogiosos predicamentos para con Distrito 9, sorprendentes sobre todo viniendo de mi persona, que por lo visto empieza a figurar en según qué mentideros por no dejar títere con cabeza, fuese ésta de quien fuera. Pues bien, amigos, no les quitaré razón. Quizá la de bichos sudafriquenses se me antojó mejor de lo que es en realidad porque me supo a ligeramente superior a la media de bazofia que de ordinario nos echan al comedero. Que sí, no se lo discuto. que el guión tiene negros como agujeros de bala, que la última media hora es otra ensalada de tiros como tantas otras en las que siempre me cago, que los actores son pestíferos y sin posibilidad de redención. Se lo concedo todo... Pero yo venía de ver Gamer, queridos, una puñalada trapera a la retina de la que lo mejor que se puede decir es que copia con gracia Perseguido de Paul Michael Glaser por la sencilla razón de que es humanamente imposible excretar una diarrea peor que Perseguido de Paul Michael Glaser, supongo que me explico...


Si quieren ver cine con arrestos, con cojones en pantalla, literales y no, entonces gasténselo en Anticristo, aunque ya aviso y no por eso escaparé a la posibilidad de ser traidor, a la mayoría de los que se atrevan no les va hacer ni puta gracia.


Si de gracia hablamos, de lo que se trata es de partirse la caja, mejor la última del Tarantino, ese geniecillo cabrón de quijada inabarcable. Igual que dije en su momento que Death Proof me pareció una patada en los huevos escocidos, con tanto diálogo chochifláutico e hipermétrope, les digo ahora que Malditos Bastardos me puso dura la tranca de la fascinación. Claro que déjense de mestizaje de géneros, fusión de tributajes, westerns bélicos y la puta cahiers du cinema. Sergio Leone y Brian De Palma aquí son lo de menos. Tarantino ya no hace cine. Hace tebeos para adultos a 24 fotogramas por segundo. Bienvenidos al primer Hazañas Bélicas en imagen real. Estas cosas sólo las tiene la hipermodernidad.


Me gusta lo redondo de la historia, lo gamberro y lo canalla, y me gustan los diálogos de Tarantino cuando Tarantino se olvida de decirse a sí mismo a cada momento: soy el mejor escritor de diálogos de la historia, amigo, y podría noquearte a base de díalogos pedantes y snobs a poco que me lo propusiera, así que no me jodas... Y sobre todo me gustan Brad Pitt mandibulorro y su compañía de bastardos caracartones; todos los personajes, del primero al último, son tan cuadrados y planos, tan sin tibiezas ni matices ni que ocho cuartos, puro cliché y basta, que enseguida te llegan a lo hondo de la mandíbula batiente, llamando al apego entrañable y a la adhesión incondicional. Como ha de ser, coño. Así eran los tebeos con los machos bien atados, de cuando ni el palabro "cómic" ni el eufemismo "novela gráfica" llenaban la boca de ningún sabihondillo intelectualoide de arrabal.




Con la sola diferencia de que Tarantino actualiza el software mítico de aquel bolsilibro a los estándares de nuestro siglo 21, en el que los malos son unos hijos de puta de la peor calaña y los buenos son también unos hijos de puta de la peor calaña, y las rubias inocentes igual y los judíos también, y así hasta la náusea, todos mueren y al final sólo quedan los buitres y los cuervos, nosotros espectadores, saboreando los exquisitos cadáveres. Si hay algo que nunca se le podrá echar en cara al bueno de Quentin es que te hable como si fueses retrasado o adicto al pegamento espirituso, y eso ya bien vale esta misa.


septiembre 18, 2009

Y es que churumbelear el mundo no debería ser una opción...



No crean, no, que me pasa desapercibido; me estoy volviendo un poco puta y eso es algo que a ustedes no sé, ya me imagino que no, pero a mí me da que pensar. El sueño no, el sueño no alcanza a quitármelo porque para eso ya está el churumbel del vecino, que hace ya algún año que dejó de ser bebé pero que sigue berreando el mundo como si tal cosa. A mí me da que es un llorar por joder, sin más motivo que la pura y esencial voluntad de romper los cojones de Dios a base de desgañitaciones. El cabezón es listo, se ha dado cuenta: los padres —como ocurrió con los otros cuatro hermanos, alguno de los cuales aún berrea lo suyo también, el hideputa—, los trajeron a este mundo berraco para trabajar y no otra cosa que trabajar, partirse el espinazo y así mantener entre todos el tejado del nuevo e inmigrado hogar en su sitio cuando de aquí a unos años a los próceres poco amigos de los profilácticos les suceda la vejez. Así que el canijo de marras, que de tonto no tiene un diente lechuno, sabe que le han jodido para los restos, de modo que su venganza es llorar. Llorar y llorar, hasta astillar las rodillas de mi paciencia.

Discúlpenme si no les respondo los sus comentarios en el tiempo y lugar estimados, pero es que noto las sinapsis como disociadas y muy amigas de lo disléxico las últimas semanas, el ingenio, lo que se dice, "de bureo", que es una expresión de lo más coloquial que siempre me agradó lo suyo, que si no la utilicé antes no fue por aprensión, dentera o mal talante, es que sencillamente no hubo lugar.

Por eso, les digo, no me hagan caso ninguno y omítanme todo cuanto esté en su mano, o en su defecto todo lo que alcance al su ratón digital, que estoy aquí como podría estar en cualquier otro sitio, a verlas venir y como si tan fresco.

Cada vez que me pongo así de idiota me viene un reflujo como de Robert Walser y sus microgramas de pirado. No es que me esté poniendo a su altura, ojo, no al menos si de lo que queremos hablar es de calidad de escritura. Yo no escribo sino mierda y procuro no encasillarme en ningún otro género... Si acaso en locura, eso sí, en locura y cabeza para tirar a la basura ya me voy acercando. El caso es que hay que joderse, a veces añora uno aquellos años, de cuando leía a Walser, se creía tan infeliz como un girasol con cataratas, y no hacía más que acercarse la panza del gato ronroneante a la oreja, cual si una caracola de esas de radiar el mar en diferido, por ver si aquel día oía llover no sé dónde demonios...

septiembre 13, 2009

Una de miedo, otra de bichos y la otra... de mierda

Tiene guasa el asunto, no se ha hecho nunca cine tan malo como el que se hace hoy en día, ni siquiera cuando los hombres miraban el recién inventado kinetoscopio como miraban su monolito negro los simios de Kubrick, rascándose las simias cabezas, las simias barbillas, preguntándose "¡¿pero qué coño?!"; ni siquiera cuando los hombrecillos y las mujeronas de bien de finales del XIX huían enloquecidos de la máquina de vapor y se reían de los obreros esclavos saliendo de la fábrica se hizo peor cine que hoy día, más de un siglo después, cuando tenemos hasta el más imposible de los decorados al alcance de un simple clic de ratón, a pesar de lo cual yo últimamente voy al cine más que nunca, y eso, lo sé, tampoco dice mucho en mi favor, pero es un modo tan pésimo como cualquier otro de entretener la espera de este artefacto absurdo e imbécil que es la vida, para colmo, con las instrucciones tan mal traducidas.



¿Lars Von Trier "homenajeando" a Cronenberg?



Supongo que si Sam Raimi y Bruce Campbell hubiesen nacido escandinavos e hipocondríacos Posesión Infernal les habría salido tan divertida como una patada en el escroto, pero de un guapo y un ensimismante considerable y hasta de agradecer. Esto es Anticristo. Lástima no tener en mi haber de visionados los suficientes Tarkovskys como para saber hasta qué punto Lars von Trier homenajea o copia o sencillamente se hace una paja, lo que está clarísimo es que uno casi puede sentir el estentóreo carcajearse del realizador danés a costa del respetable, lo cual, bien mirado, no es sino lo que tiene por cotumbre. Entiéndaseme bien o en su defecto lo justo: no es que esté diciendo que Anticristo apesta o algo por el estilo, la película es de lo mejorcito que me he tirado a la cara en cine enfermizo desde que David Cronenberg decidió autoexcluirse del cine con arrestos, es sólo que al final me acabó ganando la sensación de que ni siquiera Trier tenía demasiado claro a qué estaba jugando ni por qué caballo había apostado. Antricristo es una experiencia estética poderosa, una crucero de sensaciones extremas y de múltiples senderos de interpretación que en último término, sin embargo, no sabe en qué puerto atracar quizá porque Trier, su capitán, no quiere renunciar a ninguno, y eso, pienso, acaba por convertirse en lastre si lo que seguimos pretendiendo es contar una historia. Si no, entonces ya estamos hablando de "cine abstracto" y en ese caso habrá que hacer tabla rasa y afilar el hacha iconoclasta...


Distrito 9 es otro cantar. Si yo fuese uno de esos mercenarios escritorzuelos de frasecillas de contraportada y lapidarias publicatarias sin escrúpulo ni vergüenza diría que Distrito 9 es Black Hawk Derribado + La Mosca + Grita Libertad y me quedaría tan ancho, pero de momento no he llegado a semejante grado de facilona berraquería. ¿O sí?




Pero algo habrá que decir, supongo, de modo que me decantaré por decir que Distrito 9 es lo que queda del cine de acción cuando el cine de acción se ha convertido en simple videojuego, lo que queda del ciberpunk cuando el ciberpunk ya ha muerto y lo que queda del gore cuando la sangre en pantalla ya no inmuta ni a las abuelitas de la caridad. Ciberslapstick con mensaje, si es que nos abandonamos a las etiquetas de improvisación. Los niveles de radiación infográfica son tolerables e incluso vehiculan la historia en lugar de ser un fin en sí mismos, el tono de comedia basta y cartoon desatado oxigena el conjunto y las abundantes dosis de destrucción y casquería terminan por dar el toque fetén a una de ciencia ficción que, pese a no ser ni mucho menos redonda, significa toda una corriente de aire fresco en el empantanado panorama del género. Se nota la mano de Peter Jackson y se nota que hay pocos yankis de por medio, lo que ya no debe entenderse sino como bendición... Y además contiene crítica social, oigan... ¿qué más se puede pedir a estas alturas de estropicio?



¿De verdad queremos hablar de cine yanki? Pues hablemos de cine yanki, hablemos de lo que entiende la gran industria por ciencia ficción, sabiendo de antemano que las comparaciones son odiosas precisamente porque no dejan lugar a la incertidumbre, hablemos, pues, de Gamer: ese vacuo lefarazo infográfico y pirotécnico de un adicto al Counter Strike con la bragueta floja y el bolsillo lleno de monedas... O mejor, no hablemos de ello. Todos sabemos que no vale la pena.

septiembre 09, 2009

Bukowski consiguió decepcionarme al fin...


Aunque soy injusto, claro, él no tiene la culpa. Si acaso su mujer, Linda, y John Martin, su editor y sin embargo amigo, registrando los cajones del muerto como posesos, los muy cabrones...


Acabo de tirar media taza de café sobre el teclado y lo he dejado todo hecho unos zorros. No estoy cabreado por el estropicio en sí, más bien por lo que implica, esto es, que cada día que pasa tengo más claro que incubo el mal de la vaca loca: ya ni puedo retener los líquidos en su debido lugar... He tenido que cambiarlo, al teclado me refiero, porque cuando presionaba "r" escribía "rt", cuando hacía retroceso salía "ç" y cuando picaba "q" me hacía Escape, y la vida todavía no me ha alcanzado para aprender klingon... Ahora tecleo con uno que tenía tirado por ahí, un teclado que es una mierda, por supuesto, porque tiene las teclas muy pequeñas y esquivas y como maliciosas, y yo por mi parte tengo los dedos muy gordos y como hastas las trancas de Parkinson, así que cada vez que los hago copular, mis dedos morcillones con estas teclas cochinas, ocurren cosas miserables y asquerosantes y del todo deleznables que entregan en bandeja mi hígado y cuarto y mitad de mi páncreas a los mil demonios. Conque lo más probable es que ni siquiera termine este post y el resto de la tarde tenga que ocuparla en ir a la tienda informática más lejana, a proveerme de un teclado nuevo... y también de un monitor.


Pero vamos a lo que se cuece. Pongámonos en situación. Estos "nuevos poemas" que Editorial Visor nos ofrece al nada módico precio de 18 eurazos —incluidas las múltiples faltas de ortografía y erratas ortotopográficas cortesía del prologuista y traductor Eduardo Iriarte sin aumento del PVP, hay que ver qué cortesía la suya, amigos— son los que Bukowski no quiso publicar en vida, condenándolos al cuarto oscuro de la vergüenza. Pero esto ya lo he dicho antes: no cometas el error de cascarla sin quemar previamente todos tus papeles, toda tu maldita biblioteca, o los humanos sacos de huesos que queden detrás se ocuparán de joderte vivo —bueno, joderte muerto, sí... pero joderte bien al fin y al cabo—. Me cago en vuestros muertos, del primero al último.


La gente parece flores al fin son más de 300 páginas de poemas las más de las veces mediocres, si se quiere, a veces ni poemas, sólo tostones en verso que fácilmente podrían ahorraros el presupuesto semanal en dormidina. Por supuesto, Bukowski, para bien, para mal, es siempre Bukowski, y quien tuvo retuvo, aunque ni él mismo pretendiese retener nada, porque ni lo dio a la imprenta ni pensó que vosotros, pedazo de fenicios adevenedizos, amigos, familia, teníais planeado mearos en su tumba por siquiera algo más que los treinta denarios de rigor.


De modo que pese a todo hay poemas rescatables, fragmentos rescatables, como "Gente cual flores", "El minuto", "Asidero en la oscuridad", "No soy ningún Cagney", "Tres", "Dientes blancos perfectos", "El ataúd de la creación", "El suicida", "Tras recibir un ejemplar de colaborador", "Escribes muchos poemas sobre la muerte", "Nuestro profundo sueño" y "Se pone el sol", amén de algunos más que no pongo a fin de no seguir mareando la perdiz. No obstante la sensación final es de desilusión y de disolución. Un Hank francamente desdibujado. Es Bukowski pero no es él: o mejor, es el peor y más pálido de los Bukowski que yo he conocido. El Bukowski que yo conocí, el que él mismo se encargó de vender y tan bien supo vender, hubiera corrido a hostias a su editor y sin embargo amigo y sin embargo Judas Iscariote, John Martin, tras pillarlo hurgando en sus papeles póstumos. Creo que me explico.


Así las cosas, este libro de "nuevos poemas", de últimos poemas, de poemas que jamás debieron ver la luz, será el perfecto caballo de batalla para todos aquellos, legión, que día tras día combaten a Bukowski como si fuese la mismísma peste. Una resquebrajadura en la muralla a través de la cual colarse y una vez dentro pasar la entera ciudadela a cuchillo.


Como a estos últimos no es cuestión de darles facilidades, ellos solos se bastan y sobran para ir minando poco a poco su obra, tantas veces sin haberla apenas explorado, dejo aquí este poema del propio Hank que tan al pelo viene para aquellos que han propiciado un libro como éste, todos aquellos que diciendo trabajar en pro de Charles Bukowski no han hecho otra cosa que socavarlo. Lástima que los dividendos obtenidos con semejante latrocinio no se los vayan a poder gastar en los medicamentos que tanto necesitan: no hay vacuna contra la estupidez.




ADIÓS, AMOR MÍO



mortal ceniza de todo
lo hemos vapuleado hasta hacerlo pedazos
le hemos arrancado la cabeza
los brazos
las piernas
hemos cortado los órganos sexuales
nos hemos meado en el corazón

mortal ceniza de todo
en todas partes
ahora las aceras son más duras
los ojos del populacho más crueles
la música de peor gusto

ceniza
sólo me queda pura
ceniza

primero nos meamos en el corazón
ahora nos meamos en la ceniza.

Charles Bukowski

El dietista torpón y la gorda fatal



Hace tanto que leí El cartero siempre llama dos veces que podría decirse que Galatea es prácticamente un nuevo bautismo de fuego en lo que respecta a James M. Cain. Si mi memoria no falla —seguro que sí, pero qué le voy a hacer si no hay año que no pase para mal— Galatea sigue más o menos la misma estructura que El cartero, el más famoso de sus libros —y según leo por ahí, la misma estructura que la mayoría de sus demás libros—, sólo que con final feliz —¡pues vaya!— y entre medias no hay sexo turbulento —¡pues váyase usted a la mierda, Mr. Cain!—... Aunque de todos modos ahora no recuerdo bien si había sexo turbulento en la novela o es que mi cabeza sicalíptica lo saca de la película de Bob Rafelson, ya saben, aquella con Jack Nicholson sobándole la entrepierna enharinada a Jessica Lange en primerísimo plano, conque tampoco me hagan mucho caso...


El tema es que hay una tía buenorra y maciza que al principio está gorda como una vaca, que hace las veces de Galatea, y hay un tipo joven y duro y resultón, experto además en dietas de adelgazamiento, que hace las veces de Pigmalión, ambos se enamoran, ojo al dato, sólo cuando ella ha dejado de ser una gorda mórbida para pasar a ser un superbollicao, de modo que el marido viejo y mezquino de la exgorda sobra en la ecuación. También hay un gato de por medio, como debe ser, aunque casi no sale y apenas se le ve, sólo se le oye y ése, su maullido, termina por resultar el meollo del asunto, turbio o no.


Mola y no. Me explico: que está bien que el señor Cain demostrase libro tras libro que se podía contar una historia en 150 páginas, aunque esa historia fuese siempre la misma; el problema te viene cuando resulta que tocas techo con tu primera novela, ¿qué más te queda entonces por contar que no se haya de convertir en eco? Bueno, quizá haya que darle alguna oportunidad extra: como Mildred Pierce, Pacto de sangre, Doble indemnización o Ligeramente escarlata. No sé.

No deja de tener su gracia que el personaje principal y narrador de Galatea, Webster Duke, exboxeador fracasado, se pase la novela conectando directos al aire, fallando uno tras otro todos sus intentos de noquear al marido de la antigua gorda, ahora supermodelo. Algo así como una suerte de sparring cegato intentado tumbar un tentetieso. Porque esta novela deja ese mismo regusto en el paladar: blandengue, dulzón, desbravado, gancho al aire, cartucho de fogueo...


Raymond Chandler, que a juzgar por el tono de su cartas poseía un espíritu esencialmente cabronoide y un sentido del humor de lo más hiriente, dejó para la posteridad esta perlita sobre James Mallahan Cain, de la que se desprende que ambos se tenían en alta estima, a la vista está:


"Y sobre todo, quizá, en mi mente sensible, espero que llegue el día en que no tenga que ver mi nombre junto al de Hammett y James Cain, como un mono de organillo. Hammett está bien. Le concedo todo. Hubo una cantidad de cosas que no supo hacer, pero lo que hizo lo hizo excelentemente. Pero James Cain... ¡por favor! Todo lo que toca queda oliendo a chivo. Es en todos los detalles la clase de escritor que yo detesto, un faux naïf, un Proust en guardapolvo grasiento, un niñito de mente podrida con una tiza y una pared y nadie mirando. Esta gente es la hez de la literatura, no porque escriban sobre cosas sucias, sino porque lo hacen de un modo sucio. Nada duro y limpio y frío y ventilado. Un burdel con olor a perfume barato en la sala y un balde con agua jabonosa en la puerta trasera. ¿Yo sueno así? Hemingway, con su eterna bolsa de dormir, llegó a ser bastante cansador, pero al menos Hemingway lo ve todo, no sólo las moscas en el cubo de la basura".



Hay que ver, qué sería del mundo sin el dantesco y divertídisimo circo romano que conforman los escritores y sus inabarcables egos... Aburrido aburrido.