Resistencia en el flanco débil

febrero 27, 2011

Al fin el fin

No está muy lejos el tiempo en que hasta el último cimiento venza, los días soleados parafraseen el colapso, y aun así este piano no deje de sonar muy alto y muy él, tan adentro, en los cardúmenes de mi latido. Balada y copla y réquiem de mis llantos. Todo habrá terminado y no habrá hecho sino comenzar. ¡Cuánto luchamos y perdimos para llegar a este momento y cuánto nos queda aún por padecer! El precio a pagar por el invierno de los asesinos no tendrá techo ni verá otro amanecer que no sea la pena umbría, el gélido desconsuelo. Mírame a la cara y dime. Sé sincera. Dime si queda algo de cuanto fui y conociste. Si estos ojos merecen la luz de la vida. Si estas manos deberían volver a acariciar una piel distinta de la del hermano cadáver. Si no debería asesinar mi voz, acallarla para siempre: mi memoria es trasunto del infierno y sólo yo debería dormir, dormir eterno en su regazo, mamar su leche amarga. ¿De verdad es esto el fin? ¿Éste era el objeto, el último sentido? Criado para la destrucción, adiestrado en la acedía, qué será de mí, puñal descabalgado, chillido inerme, peón sacrificado en aras del disparate. Aléjate de mí. Soy un infectado, un apestado del odio, podría contagiarte, y el mundo te necesita para seguir teniendo nombre. Déjame a solas con el barro y la ceniza. Quiero estar preparado. Ya los siento cerca. Los días de piedra. La estrechísima y lluviosa primavera de los petrificados.


febrero 25, 2011

¡No hagas eso! ¡No hagas eso! ¡Que te he dicho que no hagas esoooooo, hijodeputaaaa!


No escucharse tanto, carajo, es decir, hacer oídos sordos a la hipocondría, es un mérito de consideración sólo al alcance de unos pocos escogidos de alma serena, amén, por supuesto, de un claro signo de buen gusto, de elegancia, de inmodestia, un tenerse por tan poquita cosa, ellos todos quienes sean, y al lado el mundo con todo quisqui a cuestas, que tanto da si eso de ahí es un simple y sencillo lunar o bien la roja mácula epidérmica que se me llevará por delante a poco que me haga el indolente o me dé por oír llover. Por otro lado, les soy sincero y reconozco que dos puntos por encima de lo cabronesco, la expresión "dejarse morir" me ha parecido siempre de una exquisitez poética sin tacha, aunque, también es de recibo darse cuenta, de intempestiva ponderación, que aquí nadie quiere espichar sin haber pasado antes por caja y eso también es un porque sí del todo comprensible. Se va, se va febrero por el barranquillo, él y todos sus padecimientos de lo suyo de lo bisiesto, y heme aquí, más tonto que el haba que no me quise comer cuando muy chico, y aún me duele el soplamocos que me soltó mi santa madre. Cómo fue aquéllo: "¡Por mis muertos que te comes las habas, vaya si te las vas a comer, jodío abernunciooo!!!"... O algo así. Y todo eso que tengo que agradecerle. Gracias mamá. Desde entonces que ya no me asustan ni las legumbres ni la muerte. Bueno, la muerte un poco sí, un poco bastante todavía, pero eso no es culpa tuya, eso es todo demérito mío, que he salido de un cagueta que para qué abundar... El tema es que febrero ha sido un mes quejicoso y enfermón, como de resaca de la Peste Negra, allá por las oscuras centurias, cuando en Europa nos empeñamos en desaprenderlo casi todo. Apenas un par de letras que echarme a los caninos y aún gracias. Por eso, supongo, me revienta el bítico buzón de peticiones de lectores y lectoras y lectrices hay que ser tan políticamente correcto como temerariamente insurrecto que me gritan qué coño pasa, tío mierda, queremos más, más vida puta, más vida puta por favor, por lo que más quieras, que esto ya no hay quien lo aguante... Y que la total insinceridad y mentira e impostura de esta última información tendenciosa no les conduzca a engaño, que no desvíe ni su atención ni su pericia con los puños y las armas blancas de lo esencial, que aquí, en este caso, en esta letra concreta que ya está que se autofiniquita, que está por acabar, no es ni debe ser otro detalle que éste: el orbe está lleno de gañanes entrajados, la boca llena de ambigua e hipócrita charlatanería, letanía de fulleros, que quieren dar al traste con sus ganas, sus ganas de ustedes, todas ellas sagradas y legítimas, de encamarse con la vida, follarse el mundo tan salvajemente y sin condón. Conque no, que no dejen que tipos semejantes les arruinen el polvo. Denles con el palo en la bocaza o en la gónada entrepierna. Que muerdan el polvo. Denles bien fuerte. Por favor.

febrero 22, 2011

Épica de intolerable asimetría


Salí y era la noche. Era yo metido hasta el cuello en la noche del acero y la barbarie. Era yo con nombre de peligro y subtítulo de cacería. Una pesadilla con los dientes aserrados, el instinto de un tiburón sobre la sangre de la incauta presa. Robé un coche. Dejé sin sentido a un segurata. Quizá lo maté, cualquiera sabe. No podría asegurarlo. Quizá acabé con su dieta hipersaturada en grasas y películas guarras e hijos con enfermedades incurables y extrañas por las que ni un infinitesimal porcentaje de población se lavaría la conciencia en una maratón televisiva. Yo era un fuera de la ley del imperio de la lógica, la singularidad a eliminar de la ecuación de la ortodoxia cotidiana, el antídoto contra la intolerancia sobre el que cualquier farmacéutica pondría precio, a tanto la cabeza, viva o muerta, tanto da, el caso es saberla separada del torso. Conduje hasta la extenuación de mis instintos y la noche no acababa. La noche era acero y era barbarie y era el túnel cegado del absurdo remasterizado. El puente tan lejano siempre de todo cuanto se anhela y se persigue por encima y a pesar de las propias posibilidades. No sé en qué momento, en qué intensísimo último segundo mordí el polvo y me supe este bosque petrificado, asfalto de la sangre del asfalto, este sordo no volverme a levantar. Había corrido contra la noche de acero, la noche sin luz y sin luna de los desesperados, pero la negra oscuridad y su barbarie me habían echado de la carrera. Y ahora sabía y sentía en derredor la solidificación esclerótica de todo lo posible. Un pedazo roto de desafío tirado en la cuneta umbría, mientras allá lejos, ajena a mi épica resquebrajada, la vida una vez más amanecía. Alcé y era la noche. Era yo metido hasta el cuello en el saco de escombros de los minutos de la basura de la noche. Escoria de acero y de barbarie.


febrero 05, 2011

Qué hay de nuevo, Steppenwolf...




Mis problemas son todos ellos, del primero al último, más listos que yo, si no a cuento de qué iba a estar yo de esta manera, y es ésa una estirpe de inteligencia que no se refleja en los currículos, ni se ve en los ojos, está en las manos, porque si la mirada es el espejo del alma, entonces las manos hechas cisco y fosfatina y compota de carne humana, machucadas por el ácido de los días y la cafeína de las lágrimas, ésas, entonces sí, deben ser algo así como el inventario de nuestra inoperancia. Me miro las manos y ya no me reconozco más que en las derrotas, todos los agravios, a lo sumo me proyectan a la cara qué persepectivas de descenso me quedan por significar en este teatro, si es que queda alguna, aparte de las obvias renuncias. El frío sigue siendo también más o menos el que ha venido siendo, sólo que yo estoy otra vez más delgado que nunca, he perdido grasa y he perdido gas. Afuera amanece, lo que no es poco ni mucho, ocurre cada día, sobre todo si lo miras con esta mirada de ahora, huérfana de maravilla, a ojos de la que cualquier luz va a ser un prodigio tan ajeno. El padecimiento continuo, último y enésimo libro de poemas de Bukowski en Editorial Visor, me ha parecido flojo y además está mal editado, lleno de errores de concordancia y cagadas de las prisas y el poco o ningún celo profesional. Al parecer la solución de la industria editorial para capear la crisis está siendo abaratar costes internos y editar cada vez peor sus libros. Al lector, que es quien los mantiene en el ruedo, que le den mucho por el culo, está visto... Pese a todo, como siempre, hay algunos poemas o versos o cópulas de palabras que te rebanan el pescuezo como es de ley. Y cito: "La satisfacción entre estados de angustia es el elixir / de la existencia". Y bueno, de un lado está esta verdad y del otro puede andar, por ejemplo, al arte imbécil de la dialéctica, ése que dicta que si dices que tus problemas son más listos que tú en lugar de decir que tú eres más tonto que todos tus problemas, entonces da igual lo burro que seas, has ganado la partida, jaque mate, te puedes colgar la medallita del día e irte a la cama sonriente y sin peligro en los huesos, dándote palmaditas en la espalda... Pero ve con tiento, ni se te ocurra mirarte las manos o vas a caer desde muy alto. Las manos llevan la cuenta. Las manos no se equivocan.