Resistencia en el flanco débil

enero 22, 2024

Las Mejores Historias de Terror II (Nightmares, 1979)



    Qué días aquéllos, ¡ay!, ya no volverán, en los que las visitas al quiosquero (las mañanas de densa niebla) te regalaban naturalezas muertas tan excitantes a la par que sugerentes como un hacha ensangrentada clavada en un tocón, de cuyo otro extremo pendía la calavera del hombre pelopaja...  

    Segunda entrega de las antologías de Martínez Roca en su colección Super Terror (nº4), que tomó como base la antología "Nightmares", 1979, selección a cargo de Charles L. Grant, aunque sólo traía la mitad de los relatos de aquélla (la otra mitad vendría en el nº7 de la colección).  Soy tan gilipollas que me los he leído todos: 


    «Soportar a los niños» de Stephen King: Hay pocos autores tan capaces de hacer recaer la maldad sobre los niños como Stephen King. El King es el king por algo. Los niños son monstruos. Su maestra, a su manera, también lo es. La grandeza del cuento reside en la nunca resuelta incertidumbre sobre cuál de los dos bandos es el más hijo de puta. Qué monstruo es real y qué monstruo no, si es que no son reales todos ellos... Este relato se incluyó posteriormente en el tochanaco recopilatorio Kingiano al uso, intitulado «Pesadillas y alucinaciones».   

    «Un, dos, tres» de Bill Pronzini: ¿Qué pasa cuando estás solo en casa pero en realidad tienes la sensación de que hay alguien más, de que no estás solo en casa, pero hay alguien, ¡oh Dios Mío!, eso parece, aunque luego no, qué va a haber alguien, ¡hombre!, ¡sí, ¿no?, jaja qué tontería!, pero fijo que alguien se me ha colado dentro, lo presiento, ¡que no hombre, que no!, si al menos me hubiese comprado un perro... ¡o un gato!... ¡O una mangosta!... ¡Pero a ver si va a ser que sí que hay alguien, no me jodas... o no... o sí... ¡¡¡O susto!!!?...  El genial creador del Detective "Sin Nombre", nos trae ahora a un siniestro Allanador (sin nombre también). 

    «Hija del dorado Oeste» de Dennis Etchison: Un estudiante desaparece en misteriosas circunstancias. Sus restos son encontrados poco después en una cuneta, todo él mutilado y como medio digerido de cintura para arriba. Sus dos mejores amigos deciden investigar. Craso error. Las mismas lamias (en el cuento, clan-de-mujeres-serpiente-venidas-a-la-civilización-desde-Sacramento) que devoraron a su amigo se los desayunan también a ellos... Siempre es curioso comprobar cómo los autores norteamericanos, tan huérfanos de Historia, y por ende de Folclore, se las apañan para hackear la mitología universal y ponerla al servicio de sus ficciones, muchas veces con buen tino.

    «El árbol» de Steven Edward McDonald: Vudú. Jamaica. Horror caribeño. Un espíritu malo habita dentro de un árbol. Alguien lo manda talar. Se viene el chungo. El espíritu malo campa a sus anchas. Sale una abuela y empieza a revolver entre las gallinas. Magia negra. Santería. Hechizos. Se saca del magín otro espíritu más chungo aún y se las apaña para encerrarlos a los dos en otro árbol y que allí dentro empiecen a darse de hostias entre ellos. Sólo puede quedar uno y todo aquel rollo... Madre mía... Me costó mucho acabar este relato. Yo es que cuando salen brujas hablando criollo desconecto.

        «La masa sin voces» de Arthur L. Samuel: Muere un violinista que fue rechazado en cierta orquesta, entendemos que injustamente o por tráfico de influencias, pero antes de espichar hace prometer a su amigo (¿su hermano?, ¿su amante?, ¿su lutier?, ni idea) que matará a toda la sección de cuerda de aquella orquesta mediante una bomba fétida. O asín.

    «Compañero de asiento» de Chelsea Quinn Yarbro: Chica guapa norteamericana vuela de regreso al yanki hogar después de un verano pateando la vieja Europa. La chica es guapa pero también es un poco rara. Ha ido a visitar el castillo del conde Drácula. Los vampiros de las pelis clásicas le hacen tilín. También ha renunciado a casarse y en su yanki y retrógado hogar creen que a lo mejor les ha salido un poco tarada, por aquello de que "la mujer americana, sin familia y sin matrimonio, ni es mujer ni es ná"... También resulta que su apuesto compañero de fila en el avión, que al principio parecía muy seductor, luego va y es un insolente. Ella se hace la ofendida el resto del vuelo y él aguarda su momento. Aterrizan. Él la invita a cenar porque en realidad es un vampiro de verdad y se la piensa merendar. Ella acepta la invitación todo y que en el fondo desconfía, pero lo que le ocurre, aún más en el fondo, es que es sencillamente idiota. Fin... Este relato forma parte de la enorme saga iniciada con Hotel Transylvania, con la que la Yarbro viene pagando la práctica totalidad de sus facturas since 1978. 27 novelazas y casi una docena de relatos para decirnos que el Conde Saint-Germain fue un viejo vampiro aristócrata europeo. Esto no es terror, ni del bueno ni del malo. Esto es pastiche guasón con colmillos del mercachina, pero da el pego —y el pegote... 

    «Campos» de Jack Dann: Muy buena mierda, ésta, Jack. He de reconocer que empieza floja pero poco a poco se te va metiendo en la vena... Stephen, un joven entre la vida y la muerte debido a terribles quemaduras establece un insólito y sobrenatural vínculo con Josie, la madura enfermera que lo cuida. Ella ejerció como enfermera durante la Segunda Guerra Mundial y fue testigo de la liberación americana de algunos campos de exterminio. Ahora Stephen sueña cada noche que es un judío prisionero de los nazis. Sobrevivir a la barbarie del holocausto en el sueño podría significar la diferencia entre la vida y la muerte en el presente. 

    «La anacoreta» de Beverly Evans: En la introducción nos dicen que éste fue el primero publicado por su autora, parece que su carrera no alargó más que otros pocos cuentos, lo cual es una pena, porque "The Anchoress" es una auténtica cabronada, que por sí mismo ya justifica toda la antología. Mamá nunca superó la muerte de Papá, y así fue como acabó convirtiéndose en una loca de la albañilería... Insania, gótico americano, amor necrófilo, filicidio y toneladas de mortero. Poe hubiese sonreído y el gran Alberto Laiseca le dio la vuelta de tuerca definitiva.       

    «Transferencia» de Barry N. Malzberg: Haciendo honor a su apellido, el bueno de Barry tuvo a bien colarnos esta cosa bastante mala (jaja)... Tenemos a un asesino en serie que ya desde pequeño sabe que está destinado a cargarse a mucha gente. Como que lo lleva en los genes. Como que hay un gran depósito de monstruosidad en su interior. Entonces, a medida que pasa el tiempo y crece (y mata personas), el tipo va retirando poco a poco ese depósito de maldad del banco de su interior enfermo para depositarlo, "lleno de roja liquidez", en los bolsillos de sus manos asesinas, mediante cada vez más regulares y cuantiosas transferencias de saldo. Y así hasta que llega el día que ya no le queda un duro de malignidad que retirar y termina el cuento (gracias a Dios), y ya no sabemos qué más pasa (ni nos interesa tampoco), pero habrá que suponer que el menda se queda sin blanca. La psicopatía entendida como balance contable...    



La Anacoreta de Beverly Evans, por Alberto Laiseca


 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hacia 11 años que no pasaba por bloj alguno. Me alegra que sigas escribiendo, Javi.