Resistencia en el flanco débil

diciembre 23, 2008

A mí me daban tres



Eso, eso. En realidad te hartas de cosas así; este rebanarte día a día las pelotas. La mermelada de ciruela sobre la mantequilla (siempre preferiste la de melocotón); los tumultos de caterva esperando agónicos que se abra la puerta del metro para vomitarse como carne picada y podrida y vestida sobre la máquina de raíles horadadora de oscuridades (siempre preferiste haber nacido Trífido); mires donde mires un velo de zafiedad impregna el aire en una especie de rocío mucilaginoso y letal. Respira una, dos, tres veces y ya estás listo, empiezas a transformarte; como Jekyll, o no; como Hyde si es que hubiese ido un paso más allá, se hubiese ventilado entera una barrica de absenta rebajada con líquido de frenos. Roña humana que apesta por dentro y por fuera. Y quiere hacerte partícipe de su coyuntura vital en tanto que basural genético. Aproximan su cara a tu cara, siempre peor (por lo humana y por lo cercana) a mil alfileres en lo tierno de la uretra. Y no contentos con eso, te hablan. Te expelen en la mismísima jeta, tu mismísima pituitaria, informes sartas de sonidos articulados cargados hasta las trancas de guerra bacteriológica. ¿Cómo puede haber individuos que expulsen gases más mortíferos por la garganta que por el recto? Pues ahí los tienes... Son el paso que va más allá. El apocalipsis definitivo. Doctor Moreau desatado y perdido de la chaveta. Reíros de los anticuerpos, mofaos de los ultracuerpos: someteos esclavos a la tiranía de los roñocuerpos. ¡Coming soon! Dios no necesita televisión digital, mira constantemente el VideoCirco: Canal Atrocity Exhibition; sorbe hidromiel todo el rato, esnifa chocolatina en polvo y come nachos con la mano con que no se la pela... No estoy hablando de una maldita metamorfosis (jódete Kafka!!!), ni de una involución (jódete Ballard!!!) , es más bien una "transpestación"; dejas de ser una mierda para ser otra distinta. Que todo cambie para que todo apeste igual (jódete Lampedusa!!!), sobre todo si a mediodía has comido judías pintas. O acelgas. O un telediario... Pero te quedan el recato y la baturra sabiduría: ¿quién es el guapo que no apestaría a topillo de las marismas a poco que se lo propusiese?, esto es, ¿se dejase un tanto y otro poco?... Ahora bien, por lo que no pasas, por ahí ya no, es la falta de maneras. De estilo. De educación. Un mínimo común múltiplo de vergüenza. Seres que se creen en la potestad y la prerrogativa de abordarte e invadirte sin siquiera pasar por el sencillo y tan barato peaje de un "Disculpe usted (es mi intención mearme en su tiempo)", un "Hola, muy buenas tardes (venía a a ver si era posible timarle unos euros)", un "Perdona, pero es que (no vengo más que a cagarme en tus muertos)". De las hijoputadas no hay quien se salve, cierto, pero ¡ojo!, al menos con la putísima educación por delante, coño... Mi padre, mal rayo lo parta, siempre tuvo una cantinela popular para estas cosas mundanas: "Los buenos modos, Maruja, con sangre no, pero a hostias sí entran... Mira si no... SPLAF! SPLAF! PLATAF!!!!". Anda que no me cayeron chuflas... Y así sucedió que encajé una tras otra cientos de palizas hasta que aprendí a dirigirme al prójimo como es de recibo. De aquellos polvos estos lodos. Y estas pajas. De ahí mi chufflo nombre. De ahí, también, que tan a menudo te topes circulando por este puerco mundo —por un cerdo Dios sintonizado (jódete Rouco Varela!!!)— con interfectos pestosos y maleducados a los que propinarías una hostia tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, tras otra... y así hasta que al tipo lo llamasen Trinidad.

diciembre 19, 2008

Ángeles de alas sucias

El día sucedió al día, y digo "el día" en lugar de "un día" porque fue como si lo conociese de siempre, desde canijo, como si cada maldito día estuviese siendo el mismo maldito día; como visitar la taza con prisas y cagándote; como rascarte el culo por debajo del pijama, recién levantado, camino del lavabo; o masticar pan, contarte las arrugas ante el espejo, darle sorbos a un café siempre peor que la propia vida... Siempre igual y siempre lo mismo; nada de temerario o luminoso en todo ello. Sólo veinticuatro horas más lejos de todo y de todos. Veinticuatro más acá del umbral que arruinará a todos los cerrajeros. Y ocurre que al escucharme así: "El día sucedió al día", me dije, y acto seguido me puse hecho una furia y me quise matar. Las manos convertidas en garras que hubiesen oscurecido de envidia a las grandes águilas. "Morirás, morirás, ¡morirás!", me susurré al oído, emprendiendo la carrera en pos de mi sombra en plan basilisco, rojo de rabia. Eché a correr al instante, preventivo, abusando del reptil instinto, y salí por piernas. Me dejé allí, plantado en mitad de una nada terrosa y con olor a espermicida, las manos en garfio buscando la presa perdida en su propio cerebro —que era el mío también—, enterito él —enterito yo— copado de enajenaciones. Sí, me dije, "la diñaré", no te preocupes... un día de estos... Y a partir de ahí nada más, salvo que desaparezco: siempre se le espera a uno en algún lugar.

diciembre 11, 2008

Escaneando la Oscuridad: huele a orines y a podrido

El Gran Sbragia te vigila...


Andaba ocupado en no hacer nada, optimizando mi alma en la vagancia, cuando sonó el teléfono. Sólo pensar en la muy hipotética posibilidad de tener que levantarme y coger la llamada ya me cortó el rollo: me destrempó en un segundo la caraja mental. Giré sobre mí mismo, apoltronado en el sofá, dándole el culo al aparato. Dejó de sonar. Segundos de silencio. Retorno a la divinidad… Intenté imaginar cómo picaría tener el hemisferio izquierdo de la chola infestado de piojos.

Al poco el trasto volvió a sonar. Sus muertos. Rastreé pretextos en mi cabeza. Un motivo con cara y ojos por el que levantarme y coger el maldito teléfono. Pronto encontré una tipa bien buena, su voz sensual al otro lado del hilo intentando camelarme; que comprase, contratase su servicio; mierdas de esas; y mientras yo, ni que sí ni no te digo, guapa, tocándome la entrepierna a costa de tu escala de agudos untada en mi maná semental… Así que fui y contesté: "Diga lo que sea". Y lo hizo, una voz de tía, sí, pero castrante y camionera, con caja de resonancia de cómo poco los cien kilos en báscula farmacéutica: "Buenos días, ¿es usted Wilson el interconectado?". ¡Mierda, no! Una vez más me habían descubierto. Maldito programa de protección de testigos… Estaba claro aquel desliz en el lavabo de tías jamás me dejaría vivir en paz.

Tenía que volver a despistarlos a cualquier precio. Debía hacerlo por mi integridad; la de ellos, los dos, mi par de innombrables. Conque puse en ello todo mi ingenio: "Sí, joder, soy yo, qué coño pasa…". "Ah, bien, bien, lo sabía... Verá, caballero, llamo en nombre de la Compañía QWERTY y quería hablarle acerca de nuestras ofertas en desconexión alámbrica, inálambrica, alambicada, guayrless y blutúz... Según observo en mis ficheros ha sufrido usted problemas de caídas en la interconexión últimamente y bla bla bla…".

Me tenían pillado, joder si me tenían. Del todo, me habían pillado el culo, hasta los últimos pelillos del ojal, vaya que sí… "Estoo… errr… se equivoca usted, preciosa… yo estoy muy satisfecho con mi servicio de lavandería… Es más, incluso me atrevería a decir que la palabra es ‹‹TERRIBLEMENTE››. Eso es: te-rri-ble-men-te satisfecho con mi servicio de lavandería". "¡¿Lavandería?!... pero... oiga, yo le llamo de QWERT...". "No, no, nooo… me parece que te has equivocado de interconectado, nena; yo soy el Wilson que repara neveras en Trafalgar Escuer. Conque adiós". "Pero oigame, yo...".

Y fin: colgué. Ya estaba hecho. Tenía ganas de fruta, un zumito. Sentía una como sed enfermiza en el fondo del hígado. Fui al frigorífico, había uno de leche con plátano... y luego... luego... bueno… Luego ya no supe cómo narices continuar esta basura. Tampoco ahora, así que mejor dejarlo estar...

En otro orden de cosas, ahora que caigo, el otro día vi a Sbragia por la calle y me dio mucha vergüenza porque todavía me acordaba de cuando me había reído de él en su misma cara, pero como no se dio mucha cuenta y además es un completo ingenuo, va el tío y me saluda. Se paró a charlar. Así que yo me tuve que parar también. Hasta acabó invitándome a unas pintas. El tipo tenía que soltar su mierda a alguien y ese día yo me hallé en el momento y lugar contraindicados.

Estuvimos allí un buen rato, repantingados en las sillas, estirados como gatos allí, con nuestras cervezas, al calorcito, y mientras me hablaba y hablaba, el majo de Sbragia, yo no podía dejar de pensar: "Pues no es tonto ni nada, el bragas éste", y luego echaba un buen trago de birra, y me reía mucho por dentro, por donde no se notara.

Yo acababa de leer A Scanner Darkly de Phil Dick, en la pésima traducción de César Terrón, aquella de Acervo, con ilustración horrible en las sobrecubiertas blancas, y no podía parar de imaginar al bueno de Sbragia comido vivo por los áfidos, es decir, por los piojos. Y luego mi cara, la cara que él veía, la misma que las holocámaras instaladas en el bar grababan; mi cara, que no era mi auténtica cara porque era la suma de todas las caras, cambiando de rasgos constantemente gracias al “monotraje mezclador”, como si mi jeto fuese una condenada máquina tragaperras en constante tránsito hacia el Trío de Jackpots del Juicio Final.

¿Acaso soy por ello un cabrón? ¿Un auténtico hijo de puta? Bien, pues lo seré...

¿Qué más? Ah sí, luego llegué a casa de mi hermano, Lionel, que trabaja de sexador de pollos no siendo japonés, lo que bien mirado tiene mucho mérito, aunque luego todo el mérito que gana por ahí lo pierda siendo un borrachuzo fracasado que ya no pega a su mujer porque ésta hace tres años que lo abandonó en su propio charco de vómitos.

Estaba allí, en su cuchitril mierdoso, pero él no; suerte que tengo llaves de su cubil y más suerte aún que él no sabe que se las copié a hurtadillas. Le mangué otra birra de la nevera. El pobre desgraciado está obsesionado con que en su casa hay fantasmas. ¿Podéis creerlo? En fin… Luego sonó el teléfono. Me picaba la cabeza. Intenté recordar cuánto hacía que no me duchaba mientras descolgaba el aparato: "Oye, Wilson, pedazo de mierda chabacana, hicisite muy mal al colgarnos, sabeees... Ahora sí que la has cagaaado, sabeees... Ahora sí que te vamos a interconectarrrr".

Y después de aquello reconozco que ya no tuve más sed en todo el día y desde entonces observo un tanto paranoico las aristas de las esquinas...