Resistencia en el flanco débil

octubre 31, 2012

La coñimorfosis

Le Locataire Chimérique (1964) de Roland Topor                                                                               


En lugar de irse de putas o zumbarse la semanada en la tragaperras, Roland Topor era mucho de juntarse con individuos que respondían a nombres tales como Alejandro Jodorowsky o Fernando Arrabal, y con ellos formar vanguardistas contubernios. De semejantes singulares compañías bien pueden colegirse el carácter malsano y las enfermizas texturas que dimanan de este libro novelesco, primero suyo, de título Le Locataire Chimérique, que narra, así a trazo grueso, las desventuras de un pobre desgraciado, aspirante a Kafka, aspirante a Samsa, que es cambiarse de piso y tornarse mochales de la cabeza, o lo que es lo mismo, despertarse una mañana de un sueño intranquilo y darse cuenta de que, en lugar de insecto, se ha transmutado o lo han transmutado en brioche, en bollo. Una transmutación que, inducida o no, eso queda en el aire, es, por tanto, y también, un trasvestismo. Y por ahí va el asunto.

Peripecia fantástica y caso policial de terror, esta novela es un portentoso tres en uno alucinoide, al mismo tiempo una historia de conspiración, de posesión y de enajenación. Su tarado protagonista, el infeliz Trelkovsky, parece realmente ser víctima de tres horrores simultáneos y solapados; de un lado, una conspiración diabolique de sus nuevos vecinos para acabar con él; del otro, la posesión del espíritu fantasmático de la anterior inquilina de su nuevo piso, empeñada en que imite sus trágicos pasos; finalmente, y no por ello menos en el centro, el proceso de enajenación irreversible, alucinado y pesadillesco, en el que se abisma su mente desquiciada.

Roman Polanski, filmó su adapatción cinematográfica, Le locataire (1976), rayando a gran altura, sobre todo en lo tocante a onirismo macabro, muy fiel a la literalidad del libro, pero sacrificando gran parte de su fondo. Obsesionado, como tiene por costumbre, por los estados mentales quebrados, Polanski puso todo el acento en el proceso de locura del protagonista, obviando el de la posesión ultraterrena y descartando por completo el aquelarre conspiratorio vecinal. La cosa alargaba para mucho más.

Precisamente la esencia del texto de Topor reside y se cimenta en esa conspiración vecinal que a la postre propicia el resto de horrores y defenestraciones. El inquilino, le locataire, es quimérico porque nunca llega, no puede ser El Inquilino, un ideal imposible de convivencia que el resto de sus vecinos, ese infierno que son los demás, pretenden de él. Hombre o mujer, tranquilo o escandalera, da igual, nunca será suficientemente bueno, siempre será mejor un malo conocido que un bueno por conocer, y al malo ya lo suicidamos por la ventana.  No hay caso.

Mientras que en el típico argumento dopplegänger el doble es creado o invocado para sustituir y eliminar al original, en El Quimérico Inquilino asistimos a un desdoblamiento diverso y divergente: es al doble al que se trae a la vida una y otra vez, cíclico y sisífico, después de eliminado su original, sólo para volverlo a eliminar, aun a sabiendas de que toda copia, cualquier doble, no ha de servir de modelo. Se le trae con el único fin de poder destruirlo, para poder expiar en su caída todos los defectos que nosotros no queremos sentenciar en carne propia.

Impostura en el rellano e infierno de puertas adentro, todo aquél que ha padecido vecinos leerá esta novela con fruición y malicia, igual que todo aquél que la lea sabrá que él es también una quimera molesta y una falacia necesaria para sus convecinos. Da para echarse unas risas negras.

De igual modo, todo aquél que crea a pies juntillas que Hemingway y Woody Allen son unos iluminados, no debería dejar de saltarse el film de Polanski, no sea que descubra, no sólo que hasta Isabelle Adjani puede parecer fea, también que París bien puede llegar a ser una mierda...


Le Locataire (1976) de Roman Polanski                                                                                            


octubre 23, 2012

El peso de las voces

Efectos secundarios (2012) de Rosa Beltrán                                                                                       

Leemos, pues, por sed de desdoblamiento, para encarnar todo aquello y todos quienes no pudimos ni podremos ser, leemos para escapar de la carne de todos los que somos, para evadirnos, aunque sea por breve tiempo, del ordinario servilismo de todas cuantas pieles no podemos dejar atrás. La ficción nunca es suficiente porque la realidad es siempre demasiado. 

octubre 18, 2012

A Lonely House into the Woods

Within the Woods (1978) de Sam Raimi                                                                                              


En 1978 Sam Raimi, Bruce Campbell y su panda de amigos de la facultad se fueron al campo a rodar Within the Woods, mediometraje de roñísimo presupuesto gracias al que, a la postre, conseguirían financiación para rodar la seminal, hoy ya elevada a la categoría de Cult Horror Movie, Posesión Infernal (The Evil Dead, 1981). Años después, todo el equipo de aquéllas, con mejor presupuesto y mayor afán de romper esquemas genéricos, volvió a reunirse para filmar Terroríficamente muertos (Evil Dead II, 1987), que significó al mismo tiempo un remake y una segunda parte de su antecesora, pero en clave cómica, y que encumbraría a Campbell y Raimi como los auténticos reyes del slapstick cinematográfico.

Within the Woods es la semilla de Posesión Infernal, prácticamente su precuela, las similitudes son más que evidentes, pero a buen seguro la mayor divergencia sea uno de sus mayores aciertos. Todos los que amamos la literatura de horrores preternaturales del loco de Providence, H. P. Lovecraft, agradecemos que Raimi y los suyos dicidiesen que la causa desencadenante del horror en Within de Woods, la nada convincente profanación de un cementerio indio, se convirtiese en Posesión Infernal en todo un feérico despliegue de demonios primordiales con muy mala leche y necronomicancias varios.

¿Acaso no somos legión los que dibujamos la sonrisilla cómplice cada vez que la grabadora hallada en la bodega empieza con su perorata invocadora de infernales presencias kandarianas?

Campbell and Raimi                                                                                                                           

octubre 15, 2012

Quoth the Raven, Nevermore...


Edgar Allen Poe (1909) de David Wark Griffith                                                                                  

"Virginia se moría. Edgar la sabía muerta, y así nació Anabel Lee, que es la visión poética de su vida junto a ella. Yo era un niño y ella una niña, en un reino a orillas del mar... (...) Murió a fines de enero de 1847. Los amigos recordaban cómo Poe siguió el cortejo envuelto en su vieja capa de cadete, que durante meses había sido el único abrigo de la cama de Virginia. Después de semanas de semiinconsciencia y delirio, volvió a despertar frente a ese mundo en el que faltaba Virginia. Y su conducta desde entonces es la del que ha perdido su escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su misteriosa vulberabilidad".

Vida de Edgar Allan Poe (1956)
de Julio Cortázar

Cubierta de los Cuentos de Edgar Allan Poe, Alianza Editorial (1970) de Daniel Gil                             

octubre 14, 2012

Bodycount

Orlacs Hände (1925) de Robert Wiene                                                                                               


Cuídate mucho de que tus manos nunca sepan de lo que tu cabeza es capaz, ya que podrían ejecutarlo, y ése no sería sino el principio de una cuenta sin vuelta atrás...