Resistencia en el flanco débil

julio 31, 2011

Vendrá la Muerte y te llamarán Poeta...





Investigo un rato en la red sobre Alden Van Buskirk y descubro que hay quien tiene mejor concepto de él y de su único libro, Lami, del que me he hecho yo de él —Van Buskirk— y de su único libro —Lami—, que en general y así a lo bruto me han sentado, él —Van Buskirk—, pero sobre todo su único libro —Lami—, poemos y cuéntilos y tonteces posdroga, como un lingotazo de leche agria: la primera mueca de asco ya es épica... pero el órdago viene después, se desencadena de esófago padentro.

Compré este Lami y el Devocionario psicodélico de Timothy Leary no sé en qué saldo de supermercado, a euro la pieza, llámenme idiota. Acababa de leer Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, el biopic de Emmanuel Carrère sobre Philip K. Dick y quise seguir escarbando en esa mierda... Al parecer, Phil Dick y Tim Leary hicieron buena migas, conectaron enseguida, porque los dos eran mucho de lo de las letras, pero sobre todo porque los dos eran aún más de lo de las pastis. Menudo par. Otra que gustó mucho de lo de las letras y de lo de las pastis fue la generación beat. Los poetas beat. Por lo visto, Alden Van Buskirk, con su único libro, Lami, fue, sin quererlo, sin saberlo, un pez gordo de la nómina beat. Ni lo quiso ni lo supo porque para cuando se editó su único libro, Lami, poemos y cuéntilos y tonteces posdroga que escribía entre cuelgue y cuelgue, el tipo ya hacía años que había estirado la pata, con 24, tres menos que la recién traspasada Winehouse, otra fan, como él, de los estados carenciales de realidad. Winehouse no era beat ni beatnik, Phil Dick tampoco. Dick escribía novelas de ciencia ficción con títulos marcianos como Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, Ubik o La transmigración de Timothy Archer. En lo alien de los títulos ya se nota lo de las pastis. Así que no quieran saber de qué van los argumentos porque les da el tabardillo... A día de hoy, empero, Confesiones de un artista de mierda sigue siendo el título más honesto que puso Dick. El caso es que Phil Dick no escribía beat ni beatnik, escribía literatura marciana que el mercado yanki sólo supo comercializar como ciencia ficción. (Escribir marciano y escribir ciencia ficción no son la misma cosa, aunque a veces convivan y casi nunca converjan). Pero Dick sí simpatizaba con lo beat —con lo beatnik ya no sé—, puesto que en sus ratos libres, amén de un marido imposible que coleccionaba divorcios, también era comunista. Van Buskirk fue beat casi sin pretenderlo —pues sus poemos, cuéntilos y tonteces posdroga dormían el justo sueño del cajón oscuro, hasta que su amigo del alma, David Rattray, decidió sacarlos de allí y darlos a imprenta una vez espichado Buskirk—. De este dato no podemos concluir si el amigo Rattray fue o no un judas, pero sí podemos asegurar que fue un Max Brod negativo, esto es, un hijo de la gran perra. Otra cosa que tampoco podemos deducir de ese dato es si Buskirk, ya fuera consciente o inconscientemente, fue comunista. Yo pienso que no. Que para ser rojazo en la América de los 60 tenías que tener, por lo menos, acceso a una multicopista (aka mimeógrafo), y nuestro querido Van Buskirk no, él tenía todo lo suyo de su puño y letra, las más de las veces ininteligible, cierto, por los espasmos, los temblores, la fiebre, el sudor frío, el mono y la carencia, pero a buen recaudo en el justo sueño del cajón oscuro —hasta que vino el cabrón de Rattray a meter las napias—. Conque no. Es difícil que Phil Dick y Van Buskirk se conociesen, sobre todo no siendo éste último ni comunista ni lector de ciencia ficción ni miembro de Divorciados Anónimos. Así que el círculo casi casi se cierra, pero no...

Por eso vengo y lo cierro yo, que ya empiezo a estar un poco hasta aquí de gaitas: hay quien piensa que se puede hacer poesía, que se puede hacer literatura, única y exclusivamente de imágenes. Y que dichas imágenes, cuanto más lisérgicas, más alienígenas, mejor. Mejor la poesía, mejor la literatura. No. Hay más lisergia en el menos alienígena de los títulos de Phil Dick que en la más audaz de las imágenes de Van Buskirk. Y por supuesto mucha más literatura. Y puede que incluso hasta más poesía. Copón ya.


julio 30, 2011

Carretera y fardo




Me temo que vaya siendo hora de estallar. Me he tragado la espoleta y la cuenta atrás es, por tanto, una línea de horizonte irreversible antes que un hecho consumado. Pero todo llegará.

Otro tema que me tiene loco es que mi piso pesa mucho. Bueno, en realidad ha subido el vecino de abajo a ladrármelo a la cara: eh, tú, bicho raro, tu casa pesa mucho, ¡mucho!, ¡entiendes!, tengo todos los techos combados, joder... Mi primer impulso ha sido chungo, lo reconozco, echarme al gañote con todo lo que le llevo acumulado de años. Algo del tipo: ¡y tú aún no has hecho callar a tus bastardos gritones ni una sola puta vez en los cuatro años que hace que rondas por aquí, pedazo de cabrón!... Pero he sabido contenerme, me he limitado a intentar ser lo que suele entenderse por "sociable", que luego me dicen que si añoro los tiempos de cuando del cielo llovían bombas: "¿Ah, sí?... bueeno... pues... no, no, qué va, si yo le entiendo; pero es queee... y bueno, luego está el tiempo de un extraño que para qué... pero, bueno, estooo... usted pierda cuidado, que yo me encargo, ¿eh?... ya, yaaa... ya si eso lo vamos viendo... y yo le aviso cuando la cosa esté a punto, no se preocupe... estése, tranquilo, ¿eeeh?... Bueno, a mandar. Nos vemos. ¿La familia bien? ¿Los niños bien? ¡Qué ricos!..." Y acto seguido le he cerrado la puerta en las napias. Él no ha vuelto a llamar ni ha vuelto a ladrar nada porque en el fondo se ha dado cuenta de que no, que sus techos no están combados. Sencillamente algo en su interior le dijo que en cuatro años en el edificio no se había quejado ni una sola vez al vecino de arriba. Y eso no puede ser... Además. Los libros ocupan más lugar que pesan. Los libros te echan de casa antes que tirar abajo la del vecino.

De todos modos sí, ya no puedo con semejante fardo. De todos modos sí, es demasiado peso. Soy yo el que está combado. Combado por dentro. Miro toda esta absurda cantidad de libros que llevo acumulando tan gran parte de mi vida y por primera vez intento imaginarme sin ellos. Me imagino, por ejemplo, vendiéndolos a un trapero. No todos pero sí muchos de ellos. Aunque antes que venderlos preferiría quemarlos. Quemarlos y pintarme la cara de negro después con sus cenizas. Bañarme en sus cenizas. Pasa un poco lo mismo con los recuerdos. Antes preferiría quemar hasta el último de mis recuerdos que dejarlos escapar de la prisión ruinosa de la memoria.

Hoy también pienso en Sam Shepard. En lo que me gustan sus poemas. Sus relatos. En lo que agradezco que no haya escrito novelas. Que en lugar de novelas escribiese obras de teatro y películas. Dramas como Fool for Love. Películas como París, Texas o Zabriskie Point. Pienso en la foto de la cubierta de El gran sueño del paraíso. En Sam y su hijo, de espaldas, pescando. Y en Jessica Lange, esposa y madre, detrás, haciéndoles esa foto. Preciosa y condenada. Desde hace unos meses corre por aquí su Crónicas de motel. Releo algo de tanto en cuando. Como esto:

Quizá tendría que dar simplemente un paseo sin rumbo.
Quizá tendría que quedarme en un sitio y no moverme de allí
y dejar de inventarme motivos para irme.
Quizá podríamos tener tú y yo una conversación.
¿Te gustaría conversar?


Muy probablemente sí, la nostalgia es un error. No mayor que leer la vida.

Hoy ha amanecido un bonito día, pese a todo.



julio 23, 2011

La Rowling es mujer de su casa, hembra hacendosa




Una cosa chula que tiene el cine es que te ahorra tiempo de lectura, de lectura infructuosa, quiero decir. Algo así como comprar marcas blancas. Mejor: algo así como comprar falomir. Comprar falomir es comprar la copia mala de la copia chunga. Comprar réplica. Comprar barato. Comprar falomir... Cuando yo fui chicuerele si tus padres padecían hasta la última peseta que entraba en casa no te compraban los juguetes que salían por la tele, con suerte a veces te compraban su versión falomir. La calle en la que crecí era toda sí bastante gipsy, así que no había presupuesto para ocios con denominación de origen. Nosotros no jugamos nunca al Hundir la flota. Uno de nostros se bajaba de casa el Hundir los barcos más que baqueteado y ya con eso nos dábamos con un canto en los dientes. También recuerdo unas deportivas... ¡qué coño!... unas bambas, Ribok, que son las que inopinadamente más me han durado en mi vida. Remembranzas de una infancia falomir.

El tema es que nada de esto viene muy a cuento de lo que quiero decir, que es que por lo visto la gente guapa no tiene derecho a no perpetuar su simiente. Los malos y los perversos sí, ésos que se maten a pajas o derramen la leche fuera, pero los buenos, ¡ay! los buenos, ésos que no malbaraten ni una gota de su valiosísimo, sagrado genoma... Me metí la otra noche en la de Harry Potter. La de las reliquias mortuorias volumen dos. La reúltima. Por fin.

Y es lo que decía: si ves las pelis de Harry Potter no te hace falta leer los libros. Te ahorras siete tochanacos y acabas llegando a la misma conclusión que en siguiéndolo por la pantalla: y ésta es: que la gente guapa tiene la obligación de churumbelear el mundo sí o sí. ¿Cómo se entiende si no? Después de siete libracos y ocho peliculejas el señor Potter ya no quiere ser mago. ¿Mago yo? ¡Anda a la mierda la magia! Así que rompe la Varita Testarrossa y dice aquí me planto. ¿Por qué? Yo os lo diré: porque ha descubierto el poder de las tetitas. Fin de la historia e inicio del Eterno Retorno sin Goma.

A partir de ahí venga a darle todos al folleteo ortodoxo, venga todos a zumbarle al metesaca de la reforestación infantil: 20 años después ya han repoblado la Pérfida Albión y a poco que te descuides te verdean de mocosos también el Amazonas.

Me cago en todo.


julio 10, 2011

El Artista, ese Ser Superior... tan gilipuertas


París es la polla. Al parecer. Primero fue Hemingway que dijo aquello de que "París era una fiesta, cojones", una cosa de mear y no echar gota, vamos. Después vino Miller, Henry Miller: "París es para los follarines y sus putas"; aquí la irregularidad del chorrillo se debía a las purgaciones, las venéreas gloriosas y toda esa pamema. Luego vino Hitler: "París será mía o no será", y cuando le vio las orejas al lobo yanki la mandó incendiar, pero lo dejaron tirado los subalternos y la ciudad de la luz se quedó como estaba; ahí fueron los parisinos los que no mearon en una semana, que andaban con el culillo encogido de puro terror. Inmediatamente llegó De Gaulle y con el pecho inflado de autosuficiencia se sacó del bolsillo de la guerrera la gran frase para la posteridad: "¡Yo liberé París!"... Eso sí tuvo gracia. La madre que lo trajo. Y los americanos a su espalda, observando, de brazos cruzados y mirando la hora, con la cara de palo y la gota de sudor perpleja. No les salía el meo de pura estupefacción. Después fueron los años de la guerra fría y nadie estaba para hostias, todos con un pie en el puro cague apocalíptico y el otro en el refugio nuclear. Hasta que llegó Vila-Matas y soltó lo de que "París no se acaba nunca", entre otras cosas porque Marguerite Duras le perdonaba el alquiler si él le soportaba la cháchara. Bien. Vale. De acuerdo. París y la metaliteratura, esas madejas infinitas con las que tirarse el rollo hasta los restos... Y ya finalmente llega Woody Allen y también dice la suya: "París bien vale una quijotada". Pues vamos a ello... Más en detalle, lo último de Allen es la quijotada del esnob recalcitrante, Don Veleta, Don Voluble, el sueño del mono loco del no sé lo que quiero porque nada de lo que tengo me satisface y sólo me la pone dura lo que no puede ser, pero mira cuánto he leído y tú no, mierdecilla, y por eso merezco vivir en la irrealidad y la ensoñación más que tú, mindundi, que trabajas en un macdonals y no te sacaste ni el graduado escolar... Midnight in Paris es una película quijote porque es para marisabidillos e iniciados y a la vez se ríe de los marisabidillos e iniciados, los machaca. Su protagonista es un gilipuertas. Y por eso gilipuertas son también las caricaturas de todos sus mitos, sus molinos de viento convertidos en gigantes de pacotilla. Hemingway gili. Dalí gili. Scott Fitzgerald gili. Gertrude Stein gili. Picasso ni siquiera gili, simplemente subnormal. Allen ya no se conforma con reírse de su jeta de feo, que es lo que lleva haciendo toda su vida, ahora también se apedrea con saña, a sí mismo y a los de su calaña, entre los cuales me incluyo. Me parece bien el correctivo. Intelectualoides que nos pensamos de otra pasta, somos todos una buena panda de idiotas contumaces.


julio 04, 2011

Bulge days




Decidir nuevas lecturas es casi siempre problemático, sobre todo si tu biblioteca ha adquirido dimensiones absurdas, más allá de cualquier teología y geometría, pero escoger qué libros van a viajar contigo en la maleta vacacional es ya un desespero, una sinrazón considerable: en mi caso, salgo de casa con más libros de los que sé a ciencia cierta que tendré tiempo de leer y, no conforme con eso, encima vuelvo con el doble, a veces más. Hace tiempo que dejé de buscarle el sentido a esta incontinencia, no lo tiene, es un vicio como cualquier otro, una psicopatía y una adicción como las hay tantas. La cuestión es muy otra: el quid está en saber si los bibliofrénicos somos o no sujetos peligrosos... "Necesito dinero; mucho más dinero que el 'común de los mortales'. Tengo un cerebro que mantener". Este chispazo de ingenio es del último Roger Wolfe, de su Siéntate y escribe... Cambien "dinero" por "libros" y ése soy yo. Es una enfermedad, y gorda, cierto, pero es mi enfermedad, mi mierda, ya saben, un poco como lo del hijo tonto. Qué quieren que les diga.

Otra cosa que es un sinsentido y una parida es el turismo. El viajar. Vivir tres meses, seis, un año en otro lugar es ver mundo. Pasarse una semana pateando paisajes ajenos a una cámara digital pegado, en cambio, es un esnobismo hipermoderno. El nuevo opio. El juguete nuevo de una clase que se tiene por media. Un placebo más. Ratas en el laberinto... Pero aun así lo hacemos, pese a todo viajamos corto y viajamos caro, hacemos el turista, porque respirar el mismo aire todos los días nos enloquece y nos copa el tubo de escape. No hay tu tía. El mío es siempre que puedo un turismo de guerra. O lo que es lo mismo: otra coña marinera, otra pedantería. Pero es mi coña marinera y mi pedantería... Ya saben cómo funciona.

Conque nos vemos por aquí en unos días, si no hay mala suerte de por medio, a mi regreso de las Ardenas...