Novela tardía y probablemente no del todo conseguida, habida cuenta su carácter alimenticio, «Incidente en Green Round» de Arthur Machen tiene, sin embargo, dos puntos fuertes que por sí solos la deberían justificar ante un buen lector de literatura fantástica.
De un lado, la idea de un personaje que es seguido a todas partes por un ser de dudosa apariencia y más que aviesas intenciones. Un ser que todo el mundo percibe excepto el propio protagonista, del cual dicho ente se ha convertido en maligna sombra...
Del otro, la imagen terrorífica de un amigo que de repente, entre parpadeo y parpadeo, justo ante nuestros ojos petrificados, se convierte en una forma de horror indescriptible para acto seguido desaparecer en una oscuridad llena de pavor. Un segundo de horror tan potente como para colapsar una vida de puro terror. Y después la pregunta... ¿Una pesadilla? Pero... ¿estaba soñando realmente? No podría asegurar ni una cosa ni la opuesta.
La clave de la mejor ficción de horror es precisamente esa sombría frontera de incertidumbre, no poder estar cien por cien al cabo de la seguridad de ninguna imagen ni de ningún pensamiento, pero tener que afrontar los extremas sensaciones que los acompañan.
Cuando terminamos «Incidente en Green Round» no tenemos la seguridad de si la tenebrosa compañía que acosa a Lawrence Hyllier, su protagonista, provenía del mundo de lo sobrenatural o del fondo de su mente enferma de lecturas, pero sospechamos, no sin un ápice de inquietud recorriéndonos el espinazo, que el miedo, fuere cual fuere su fuente, podría llegar a ser tan fuerte y tan poderoso como para traspasar el umbral que separa la carne de la pesadilla. Y una vez hecho carne... ¿Dónde esconderse?
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