Resistencia en el flanco débil

octubre 26, 2008

Mocasines limpios





Shangai, Dresde, Guernica
la sangre de los poetas no mancha las calles
el haiku está sobrevalorado
MicroPoemos de la Era PostNocillar, 2008


octubre 16, 2008

Empapados en crack

La vida es este lugar devastado que rinde pleitesía a lo feo y lo gañán, ni siquiera se le puede llamar "imperfección", y un regalo del estilo de "carente de armonía" desde luego sería algo así como el techo alto del subterfugio. De ahí la literatura, y el cine, también la pintura, y, bueno, en general todo tipo de manufactura artística que se imparta como materia en las facultades de humanidades, esas chimeneas de marasmo contumaz. Hay que devolverle al mundo algo de credibilidad, de esperanza barata, aunque sea con trampas, aunque sea con copias más reales que la propia realidad, que no por ello "replicantes". Somos patéticos del primero al último y la espera podría llegar a ser muy larga. Invertir en tiempo es siempre una apuesta suicida; peligrosa a corto plazo y fulminante a largo. Eso sin contar el TAE, el euribor, y la madre que nos parió a todos. La mejor forma de llegar a final de mes con el saldo de sueño en positivo es abrazar de una vez la certeza: que más allá de los 29 todo esqueleto es un cadáver en aceleración progresiva, y que con un depósito de combustible tan en las últimas no se puede llegar demasiado lejos.


octubre 07, 2008

Welcome to ‹‹Repo! The Fascist Opera!››



Cuesta creer que en los años que lleva como responsable último del Festival de Sitges, el señor Ángel Sala haya hecho más progresos en el campo del bilingüismo —trilingüismo si es que tenemos en cuenta sus denodados esfuerzos con el catalán— que en el ámbito del tacto o el sentido común. Parece que este caballero todavía no se ha apercibido en todo este tiempo de que el Festival lo hacen los espectadores. Los mismos espectadores que año tras año reservan parte de su mes de vacaciones anual para poder asistir al Festival. Los mismos que sacrifican horas de sueño y juicio para poder ir, en ocasiones, a tres y hasta a cuatro pases en un sólo día, andando y desandando una y otra vez la maratoniana cuesta que separa el Retiro del Auditori. Los mismos que dan vida con sus miradas y sus flashes al Brigadoon, las paradas de merchandising, las exposiciones. Los mismos que se dejan tan grande parte de su sueldo en los restaurantes, cafeterías, hoteles y hostales de Sitges —ninguno de ellos precisamente barato—. Los mismos que se patean las inmediaciones del Melià de arriba abajo en pos de una instantánea amable con esta o aquella celebridad...


Los mismos espectadores, en definitiva, que el pasado sábado tuvieron, tuvimos que asistir Los mismos espectadores, en definitiva, que el pasado sábado tuvieron, tuvimos que asistir —ya es hora de que abandone un tono neutral que ninguno de los responsables del suceso merece— a un espectáculo deplorable, un acto vergonzoso de fascista neoliberalismo.


El asunto empezó por la mañana, el pase matinal de Repo! The Genetic Opera! se suspende, al parecer, porque el retraso acumulado había llegado a solapar horarios con la siguiente película a proyectar. La versión oficial pretende hacer creer que dicho retraso respondía a una imposibilidad por parte de la organización del Festival de garantizar la seguridad del estreno, esto es, de que nadie "grabara" la película para inmediatamente pasar a colgarla gratis en la Red. Otras versiones, no oficiales, eso sí, afirman que el retraso respondió a eso, en efecto, pero desde un punto de vista bastante más prosaico: sencillamente todavía no habían llegado los detectores de metales con los que se pensaba "cachear" al público asistente, en busca de esa "videocámara terrorista" que había de piratear el estreno.


Ya de noche, en el Auditori, guardando la cola del estreno de Repo!, doce y media de la madrugada, la película estaba programada a la una, nos vienen dos voluntarias y nos comunican que no se permitirá el acceso a la sala con cámaras de fotos, y que éstas habrán de dejarse en consigna. Todos los móviles, por supuesto, deberán permanecer apagados. Esta peculiaridad, este prerrequisito, que yo recuerde, no se anunciaba en el programa. Si se me llega a avisar con antelación de este particular, por supuesto, se habrían metido su entrada y su ópera genética por el sitio oscuro y húmedo que yo me sé.


Pero está visto que la distribuidora de Repo! tiene al señor director del Festival Internacional de Cine de Catalunya cogido por los mismísmos. Después de una media hora de retraso sobre el horario previsto las colas comienzan a avanzar, y enseguida se confirman las peores sospechas. Las colas avanzan muy despacio. ¿Por qué? Porque la seguridad del evento está procediendo a despojar a todos los espectadores de sus cámaras fotográficas, haciendo apagar los móviles en su presencia, y "cacheando" al personal mediante detectores de metales. Por lo visto, hoy día, la integridad de una película es equiparable a la de un aeropuerto, un juzgado o una comisaría, tan grande es la paranoia que se ha instaurado en ciertas mentes más estrechas que amuebladas.


No obstante, no contentos con el infumable circo de los detectores, la seguridad a cargo del evento procedió también a registrar bolsos y mochilas en busca de "esas cámaras terroristas del Eje del Mal" que gritaban bien a las claras que todo asistente al Festival era un pirata y un delincuente a priori. Señor Sala, querido, supongo que ya está usted al corriente de que esos registros, en manos de quienes los llevaron a cabo, fueron poco menos que ilegales. Una total vulneración del derecho a la intimidad. Nos trataron como delincuentes cuando los delincuentes estaban siendo ustedes, nada menos.


Al final, entre pitos y flautas y venga meter mano en bolsa ajena, el público asistente, hasta las mismísimas narices, toma asiento, indignado y dispuesto a dejarse sentir, como creo que lógico y del todo comprensible. A estas alturas ya llevamos una hora de retraso sobre el programa: las dos de la mañana. Sale Gemma Ruiz a presentar la película, Ángel Sala en retaguradia, por si hay que sacar la artillería, y nada más abrir la boca la susodicha, el público empiez a silbar. Y aun, señores míos, silbaron poco. La afrenta requería bastante más. A mi tenor, de "hijos de puta fascistas" para arriba y quizá me estoy quedando corto. Suerte tuvieron de que el público del Festival Sitges sea bastante más educado que su organización.


Porque como si no hubiésemos tenido ya bastante vejación y suficiente atropello, en ese instante toma la palabra el señor Sala para acallar los abucheos y no se le ocurre otra cosa al buen hombre que pedir respeto... ¡¡¡Un poco de respeto, eh!!! ¡¡¡un poco de respeto!!!


Muy señor mío. El respeto, si alguien lo merecía, se lo había ganado, era el público, pero no, encima tuvimos que aguantar su legendario de natural malcarado, y además su soberbia. El señor organizador del Festival de Sitges en ningún motivo pidió perdón, en ningún momento se disculpó ante los asistentes por la suspensión del estreno aquella misma mañana, ni pidió disculpas por el retraso de una hora que ya llevaba aquella misma noche, como tampoco explicó a qué había venido la ignominia de los detectores y los registros de la entrada. No, señores míos, ante todo y sobre todo, un respeto para Gemma Ruiz, que la pobre ninguna culpa tenía de que los mandamases de Repo! The Fascist Opera! me tuviesen acongojadito...


Está visto que las cosas en este mundo cabrón están cambiando a una velocidad de vértigo. Ahora el consumidor ya no sólo no tiene ningún tipo de razón, además, adjunto al tiquet de compra, viene la imposición de que te bajes los pantalones y te dejes dar por el culo.


Felicidades, señor Sala, el pasado sábado usted permitió que a los espectadores asistentes a la sesión nos la metieran doblada. Bravo. Bravo. De todos modos, hágaselo mirar, creo que se pierde usted algo; un problema de comunicación. Algo en el aire, en la lengua, en el agua. No sé. Creo que no ha captado todavía usted la esencia: Sitges, la ciudad, y Sitges, el Festival, son bastante más que eso...


Y desde luego ha demostrado usted que no está a la altura de ninguno.