Resistencia en el flanco débil

octubre 29, 2009

De pedidos al río



Yo es que lo asimilo todo del revés, a contrapié, un poco como el tiburón aquél del chiste, que nadaba para atrás y vomitaba personas, fíjense qué hallazgo, maravillas, más que del rewind, del ingenio idiota, que hay mucho por ahí y muy bien repartido. De modo que alguien mencionó al manco de Lepanto no sé dónde y a partir de ahí ya mi mente antónima se puso en harina: la noche siguiente soñé que era un provecto y orondoescente Don Francisco de Quevedo y Villegas, y que dos de las tres piernas me hacían declive. Ahora que está por venir el día chorra de todos sus muertos, Los Muertos, qué menos que llenarme la locura de honores para con este ilustre cadáver, maestro de cinismos. Hablando de cojitrancos, ya por desvariar, me dice el diablo bueno y cojuelo del vecino de arriba que si no estoy ya más que harto y yo como si oyendo llover, ni caso, pero el tipo contraataca, se me pone pesado, en plan tenemos la mejor oferta en telefonía para su body, cómo se atreve usted a rechazar que le perdone la vida... A lo que respondo de qué: "¿de qué debería andar hasta aquí, mamarracho?". Me suelta que soy gilipollas, que tome el dinero y corra, a vivir y follar y zampar pralinés, que son dos días, para qué amargarse el entremés con tanta bilis... Nos ha jodido el aladino de los huevos, que tengan que correr por ahí sin bozal semejante turba de iluminados, con la de gente guapa que anda en el paro. Enseguida lo espanto de un manotazo, luego otro, tres, uno más, van cuatro, pero no sirven, dispone, al parecer, de radar a la cornamenta incorporado. Le vaporizo orín de gato en la tochana, a ver si ahueca, y eso sí lo desanima. Se desustancia acto seguido echando pestes de mis muertos, Los Muertos, y algún que otro mefistofélico pedo de propina. Hiede a hospital y a sala de espera: a inesperanza y cafeína. Sobre este particular, el del metano a traición, si seguimos a Quevedo y le damos la vuelta que más nos avenga, el pedo es un regüeldo dichoso que por buena ventura consiguió dejar atrás la bocaza y llegar al ojo del culo. De modo que no se me sorprenda ninguno si cualquier día de estos me planto y me fulmino con cualquier chiquillería. Que no, que no, que esta vida es todo aire enrarecido, me parece, pirotecnia maliciosa y mucílago en el alma rebasada la treintena. ¿Para qué alargar? No hay reserva ni hay conmiseración. Con una superfortaleza B-29 lo arreglaba, nos mandaba a todos allí donde el pedo pierde cuerpo a costa de nombre. Gas fuimos y en gas nos convertiremos. Y además, no sé, me parece que Carla Gugino ha perdido tetas, y esa es ya una recesión glandular que no puedo ni quiero aceptar. A la mierda.


octubre 27, 2009

Cravan ¿golpeador?



Viéndolo así, inmortalizado por la camarografía de entonces y facturado por youtube para que lo ría el mundo, el bueno de Arthur Cravan no parece ir mucho más allá de un monstruo de final de pantalla de videojuego de aquéllos, de hostias como panes, Final Fight, por ejemplo. Y un boss final, además, de los mediocres, de los primeros con los que te las tenías, de los de petarte con poca o ninguna dificultad. No extraña nada, visto lo visto, que los combates de verdad, contra boxeadores con todas las letras, con tablas, con técnica, con puños como tifones, los perdiese todos, del primero al último, aunque también está la posibilidad más que solícita de que se dejase ganar ex profeso, porque había apostado contra sí —asumiendo que la vitoria no estaba entre sus posibles—, y ello le proveía del dinero suficiente para ir tirando un tiempo y seguir de este modo sin pegar palo al agua, que al cabo era lo que importaba. Porque los intelectuales convencidos, letraheridos, diletantes y demás fauna de la bohemia, cualesquiera, los de ahora como los de entonces, lo último que quieren en la vida es trabajar. Y Cravan no fue esa excepción a la regla que confirme el axioma. Cravan fue sobre todo un querer y no poder. Un saberse en la ruta y en la encrucijada sin permitirse, por ello, dar un solo paso en dirección alguna. El marasmo lo devoraba. Todo era y a la vez nada era. Mejor crítico que poeta y mejor poeta que boxeador, por el sencillo hecho de que era difícil ser en nada peor que con los puños, su especialidad primera, no obstante, fue la provocación, quién sabe si por aquello de tener a Oscar Wilde en alguna perdida rama del árbol genealógico. Luego, llegado cierto punto de ignición, de masa crítica, atenazado por el miedo a las trincheras, su único impulso fue la huída hacia adelante, fabricarse a trampantojo esa insólita biografía y esa mistérica muerte —un poco al estilo Rimbaud, pero con menos clase—, que ganasen para él y para su memoria la posteridad que sus letras jamás le granjearían. Del hombre que tuvo por bandera que su felicidad no estaba en su cerebro, "está en mi juventud", no cabía esperar otro legado: todo brillantes promesas por confirmar... Claro que cuántos hay que ni siquiera prometen.


octubre 20, 2009

Sólo hubo un Kerouac, nena...




Como individuo en esencia mortal y transitorio, basado en el carbón y sujeto, por tanto, a la extorsión de la genética y los malditos cumpleaños, los grandes edificios filosóficos y ontológicos me llaman la atención sólo lo justo y el papel higiénico lo uso para lo que lo usa casi todo el mundo; llámenme convencional. Me interesa y me embelesa mucho más la subjetiva, detenida mirada sobre las gentes fugaces y sus fútiles observancias del yo, cada cual el suyo, intransferible y singular, aunque no por ello reseñable, digno ni de lapidaria ni de posteridad. Por ejemplo: en tiempos como los de hoy, que ya ni corren ni vuelan, que discurren todos por fibra óptica a velocidades que le huelen el culo cagado a la de la luz, tiempos, como digo, tan marcianos y alienígenas, tan tóxicos y metastásicos, tan del otro lado de yo qué sé qué aberrante moral, que las gripes pandemias ya ni se toman la molestia, más que para quitar caras indeseables y tumefactas de en medio sirven para vender periódicos, digitales y no; me sorprende, como decía o intentaba decir, toparme de bruces con esto, por un poner: autoproclamados nuevos hippies, melancólicos trasnochados, sin un ápice de sentido del humor, algunos, para más inri, aquejados de astringente vaginismo mental y genital... Me ocurre como con lo del abuelo y cuando Franco: creía que estas cosas no pasaban. Pero resulta que sí. Y es que hay turba que no aprende la lección hasta que no tiene en su haber un primer quirófano: y ésta es: que el váter es para leer y cagar. Y la vida puta, con talento o sin él, para reírla y follarla y después besar la lona.



octubre 14, 2009

Yo sobreviví a George Romero aka Lo zombi apesta

El problema está en que ya no me creo nada, la culpa es mía, por supuesto, que no aprendo, que a pesar de tanto descreimiento y tanta conciencia de la sinrazón sigo de cuando en cuando alimentando el fuego de alguna suerte de esperanza, de cochino delirio. Un estado carencial que no se aventa ni con litros de danacol por vía intravenosa. Porque no, lo que es es porque no puede ser de otra manera, y todo esto lo que es es una ratonera, una trampa para turistas sin solución de continuidad. Ramblas barcelonesas. Y que las apariencias no engañan más que lo justo, qué carajo.



La última de Romero, por ejemplo, que sienta como una patada en la boca del estómago vacío, es un tostonaco y un desvarío. Con estos hombres que pretenden alargar sus luces más allá de la elasticidad de la célula suele pasar esto. Caminan lento y caminan torcido porque ya la próstata les es más lastre o amenaza oncológica que un gonadismo. Y así ni se puede trabajar lúcido ni se puede rodar tranquilo. ¿Survival of the dead? ¿Pero qué coño es esto? ¿Un manifiesto provida? ¿Un libelo antiabortista? ¡Venga, hombre! Vuélvete a la granja a cazar patos o pide hora para el urólogo, pero déjate de andar jodiendo al personal que estas basuras.

El zombi en sí, como arquetipo cinematográfico o fuente de horror preternatural, la verdad, me la ha traído siempre bastante al pairo. Ni observa empaque ni tiene ferocidad. Le falta carisma en las más de sus veces. Ni que decir tiene que esta nueva fiebre por todo lo zombi que está por inundar hasta los inodoros del Tíbet se me antoja una burricie de lo más snob. Y si a eso le añades que el buen anciano Romero lleva ya la friolera de cuarenta años cambiando de discurso pero cargándoselos de la misma condenada manera, esto es, a base de escopetazo en la mochera y piernas para qué os quiero, pues qué quieren que les diga, llega el momento en que va uno se harta y pide la cuenta... ¡Ah! y tiembién está lo otro: el cuento del horrorwestern crepuscular para quien se lo crea...



Más cosas. Los zombis, cuando son nazis, ya no son zombis, son NAZIS. Y punto. De modo que el carisma que pierden por ser zombis se lo recupera el uniforme de la Wehrmatch, y si a ello le sumas una esvástica ya el conjunto sube puntos. Por lo que a mí respecta, la peli de zombis nazis que me pone palote aún no se ha rodado. Yo quisiera ver a legiones de soldados alemanes zombificados echando a los aliados a patadas de Normandía, ahogando al puto Tom Hanks en las sangrientas aguas de Omaha Beach con la sobrehumana fuerza de sus cadavéricos brazos. En plan superproducción y con Jürgen Prochnow haciendo de Marsical Rundstedt. Pero hasta ese entonces Dead Snow puede ser un buen aperitivo: la cosa es una coña —noruega— marinera, un entretenimiento teenager sin parangón de lo más divertido. El no tomarse en serio en ningún momento puede acarrear estos réditos. Para bien o para mal, este ya sería otra debate, la sombra de Sam Raimi es más alargada que la de George Romero.



Ahora bien, lo que de verdad me atormenta es esto: aquí estoy yo, escribiéndoles el sucio contenido de mis circonvoluciones por amor al arte, y allá todos ustedes, leyéndome, ensuciando las suyas sin cobrar ni pagar por ello. Esto no cabe entenderlo sino como perversión. Un decadentismo idiota.





octubre 06, 2009

Ne te retourne pas: De bollo a bollo y tiro porque me toca...





No, si yo lo entiendo, el buqué es el buqué, a cada cual lo suyo y al césar un diezmo de lo de todos, pídele al público de la Berlinale que te aplauda inventos como Vampire Girl vs. Frankenstein Girl, por ejemplo, aviados estábamos. Así que sí, sobre buqués aún no hay nada definitivo, sobre todo si hablamos del francés, le bouquet, ahí es nada. Conque no me extraña, el personal venía, a lo mejor, de ver The Hole, el último Landis, y después de comer, con la digestión a medias, la caraja de sobremesa en ciernes, van y se meten a ver Ne te retourne pas, con un par. De cojones, cierto... sólo que el asunto resultó ir de lo otro, la cosa iba de ovarios... A los cuarenta minutos de proyección cierto nada despreciable porcentaje del respetable ya andaba como soliviantado y sin saber dónde mirar. Y es que la paciencia en la butaca también se cultiva, también se entrena, es como un músculo, y este cine hipertrofiado y frenético y de mierda que nos meten en vena es su némesis y es su veneno.


Yo por mi parte, me lo pasé pipa, no voy a decir que el películo en cuestión es obra cumbre ni cosa fetén, ni levanta caminos ni salva vidas, pero pipa sí me lo pasé, que al fin y al cabo es de lo que se trata, detalle a no obviar. Historia de chichis intercambiables y bollerío castrador, Ne te retourne pas actualiza y desnaturaliza el mito stevensoniano, ahora Doctora Tetas francesas y Miss. Potorro italiano, hasta dejarlo en flujo de borrajas, tampón y tentetieso. L'amour pour l'amour, siempre que sea sáfico, y lo demás no vale nada: ni hijos, ni marido, ni madre ni Dios que los asista. Hay que tener muy claro por dónde cae venus para enseñorearse en semejante valentía. Eso y tener muy el horno para bollos...


¿Se me hizo sólo a mí o Marina de Van se quedó a medias de la que fue su intención primera, que no fue otra que la de enseñarle las tetas al Auditori Melià en pleno, conformándose al final, quizá por pudor, tal vez por sano juicio, con un striptease de hombros para nada sutil? ¿Qué le dieron a beber a esta bonica chica-mujer en la comida? En cualquier caso, las tetas las acabó enseñando. Si no las propias sí al menos las de su par de actrices, Bellucci, Marceau, dueto lúbrico y tumescente con el que todavía debe andar ensoñando sus noches la de Van. Yo por mis partes todavía tengo clavados a fuego en mi cerebro y mi entrepierna los pezones de acero de la Marceau, ametrallando la sicalipsis del respetable en todos y cada uno de sus planos. ¡Bravo!, ¡bravo! Me da la vena de ponerme en plan cabrón, empezar a desarrollar intitulaciones y marcarme unas risas: El sueño del coño loco, Dos calientapollas y un destino, Tijereteo, luego existo, ¡Que no follo!, ¡NO FOLLO! o New flesh lesbos son las que primero me se me deslizan así a bote pronto. Y me freno ya, que me pierdo.



Sophie Marceau + Monica Bellucci = ¿Uruk Hai?


En la lista de debes, si acaso, mucho más que el desarrollo moroso de la historia, cabe achacarle el haber perdido los papeles a medio camino, se le cayeron las letras del scrabble a mitad de guión y al final no sabe uno con qué carajo de alfabeto le están intentando timar. Eso y el querer domesticar la herencia cronenbergiana; amiga Marina de Van, la Nueva Carne jamás fue ni debe ser un discreto encanto de la burguesía... Y bueno, también ese final, hija mía, que es de un típico-tópico que apesta a tres cuadras. Qué le vamos a hacer.

Pero bien está lo que bien acaba, y si se encienden las luces y te descubres —o te descubren— con una amplia sonrisa priápica en el rostro, qué más puedes pedir... Bueno, pues ya que estamos y nos ponemos a ello, además del plano de la Marceau con un ojo a la Bellucci, que no está mal y desconcierta lo suyo, oigan, este servidor hubiese agradecido también un intercambio similar a la altura del busto, ya me entienden, una teta de cada, para contrastar texturas e invariaciones, así, en plan entomólogo y bonus track, pero si digo esto seguro que se me subleva la basca y enseguida me quieren quemar... ¿Cómo? ¡Ah! Que ya lo he dicho... Pues vaya.


Sólo ellas, los hombres a un lado...