Resistencia en el flanco débil

agosto 06, 2011

Ser Berlín



Yo cuando sea mayor quiero escribir un "libro de ciudad" como este Berlín de Aleš Šteger, pero así, tal cual lo digo, incluidos el par de acentos breves coronando "eses", uno en el nombre de pila, el otro en el apellido, para lo cual, como es lógico, tendré que cambiar, firmar con nom de plume mis futuros libros —si es que hay futuros libros, cosa que dudo—, un nom de plume mejor cuanto más eslavo, más de la Europa agreste, de la Europa con los huevos negros de padecer comunismos, con ese par de "eses" y su correspondiente par de acentos breves, como decía, uno en el nombre de pila, el otro en el apellido, ya que tengo comprobado, empíricamente además —no piensen que hablo por hablar o por alargar la frase—, que con el nombre de Javier Iglesias Plaza en la portada, así en plan ibérico y como si no fuese otra cosa que hijo de mi padre y de mi madre, no se venden más allá de los 100 ejemplares, la mayoría a amigos.

Literatura de ciudad no es lo mismo que literatura de viaje. Literatura de viaje es ir tirándole a la cara al personal que en lugar de levantarte cada día a las ocho de la mañana para ir a fichar, hoy desayunas en Roma y ayer te robaron la cartera en Milán, y en el entretanto vas paisajeando letras... Literatura de ciudad, en cambio, pienso, creo, digo yo que será dejar que la ciudad, la que sea, se te meta dentro, como un virus, y te implante, te desarrolle un cáncer de pensamientos iluminados y atroces en la tocha. Nada que ver con recrear la ciudad. Todo lo contrario. Crearla de nuevo, de cero, a imagen y semejanza de la original, pero a la vez mutada con tu propio sucio genoma. Toda ella ideario iluminado y atroz: pensamiento y paisaje tumorosos.

No hay nada de Berlín en el Berlín de Aleš Šteger. El libro de Šteger no habla de la ciudad, sino del cáncer que la ciudad sembró en su cabeza: hiperplasia austera pero brillante de literatura. Literatura para no turistas. Letras para quienes, aunque tal vez no pudieron resistirse a la tentación de hacerse la foto delante del Reichstag, sí tuvieron, no obstante, el buen gusto de no colgarla en el facefuck de las narices.


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