Resistencia en el flanco débil

agosto 10, 2011

No hay remedio


Que aquel día fuimos felices, bandera y estandarte de la dicha invulnerable, lo sabremos adelante, lo sabremos con el tiempo, cuando lleguen las noches de llorar por lo perdido.

Que aquella mañana, aquella luz, aquella brisa fresca bañándonos el rostro de insólita serenidad, fueron la alegría incontestable y el tesoro marcesible de nuestra peripecia, lo sabremos tarde, nos cogerá a toro pasado, cuando cerrar los ojos y vivir en el recuerdo sean lo mismo.

Que el reguero de distancia que separaba aquel precioso segundo de la ruina que seremos, fue este hilo de ariadna delator, sangre de nuestra sangre, tiempo de nuestro tiempo, que trajo de vuelta al minotauro justo para el convite de nuestro asesinato, es una intuición que no se conoce, se lleva en los huesos.

Que nos complacemos en la ceguera por pura insensatez y goce del padecimiento; lo que supo siempre el corazón lo predicó el cuerpo, pero preferimos atender al oído sordo del juicio y la palabra necia del pensamiento, cuya cháchara nada ha de valer cuando lleguen los días de la herida, y ya no haya cura ni medie consuelo, y nos derramemos finales sobre la pena por todo lo que pudimos ser, y no quisimos...

1 comentario:

mareva mayo dijo...

Este texto tiene una especie de olas que siguen llegando y empapando los ojos. Hermoso e hiriente.