Investigo un rato en la red sobre Alden Van Buskirk y descubro que hay quien tiene mejor concepto de él y de su único libro, Lami, del que me he hecho yo de él —Van Buskirk— y de su único libro —Lami—, que en general y así a lo bruto me han sentado, él —Van Buskirk—, pero sobre todo su único libro —Lami—, poemos y cuéntilos y tonteces posdroga, como un lingotazo de leche agria: la primera mueca de asco ya es épica... pero el órdago viene después, se desencadena de esófago padentro.
Compré este Lami y el Devocionario psicodélico de Timothy Leary no sé en qué saldo de supermercado, a euro la pieza, llámenme idiota. Acababa de leer Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, el biopic de Emmanuel Carrère sobre Philip K. Dick y quise seguir escarbando en esa mierda... Al parecer, Phil Dick y Tim Leary hicieron buena migas, conectaron enseguida, porque los dos eran mucho de lo de las letras, pero sobre todo porque los dos eran aún más de lo de las pastis. Menudo par. Otra que gustó mucho de lo de las letras y de lo de las pastis fue la generación beat. Los poetas beat. Por lo visto, Alden Van Buskirk, con su único libro, Lami, fue, sin quererlo, sin saberlo, un pez gordo de la nómina beat. Ni lo quiso ni lo supo porque para cuando se editó su único libro, Lami, poemos y cuéntilos y tonteces posdroga que escribía entre cuelgue y cuelgue, el tipo ya hacía años que había estirado la pata, con 24, tres menos que la recién traspasada Winehouse, otra fan, como él, de los estados carenciales de realidad. Winehouse no era beat ni beatnik, Phil Dick tampoco. Dick escribía novelas de ciencia ficción con títulos marcianos como Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, Ubik o La transmigración de Timothy Archer. En lo alien de los títulos ya se nota lo de las pastis. Así que no quieran saber de qué van los argumentos porque les da el tabardillo... A día de hoy, empero, Confesiones de un artista de mierda sigue siendo el título más honesto que puso Dick. El caso es que Phil Dick no escribía beat ni beatnik, escribía literatura marciana que el mercado yanki sólo supo comercializar como ciencia ficción. (Escribir marciano y escribir ciencia ficción no son la misma cosa, aunque a veces convivan y casi nunca converjan). Pero Dick sí simpatizaba con lo beat —con lo beatnik ya no sé—, puesto que en sus ratos libres, amén de un marido imposible que coleccionaba divorcios, también era comunista. Van Buskirk fue beat casi sin pretenderlo —pues sus poemos, cuéntilos y tonteces posdroga dormían el justo sueño del cajón oscuro, hasta que su amigo del alma, David Rattray, decidió sacarlos de allí y darlos a imprenta una vez espichado Buskirk—. De este dato no podemos concluir si el amigo Rattray fue o no un judas, pero sí podemos asegurar que fue un Max Brod negativo, esto es, un hijo de la gran perra. Otra cosa que tampoco podemos deducir de ese dato es si Buskirk, ya fuera consciente o inconscientemente, fue comunista. Yo pienso que no. Que para ser rojazo en la América de los 60 tenías que tener, por lo menos, acceso a una multicopista (aka mimeógrafo), y nuestro querido Van Buskirk no, él tenía todo lo suyo de su puño y letra, las más de las veces ininteligible, cierto, por los espasmos, los temblores, la fiebre, el sudor frío, el mono y la carencia, pero a buen recaudo en el justo sueño del cajón oscuro —hasta que vino el cabrón de Rattray a meter las napias—. Conque no. Es difícil que Phil Dick y Van Buskirk se conociesen, sobre todo no siendo éste último ni comunista ni lector de ciencia ficción ni miembro de Divorciados Anónimos. Así que el círculo casi casi se cierra, pero no...
Por eso vengo y lo cierro yo, que ya empiezo a estar un poco hasta aquí de gaitas: hay quien piensa que se puede hacer poesía, que se puede hacer literatura, única y exclusivamente de imágenes. Y que dichas imágenes, cuanto más lisérgicas, más alienígenas, mejor. Mejor la poesía, mejor la literatura. No. Hay más lisergia en el menos alienígena de los títulos de Phil Dick que en la más audaz de las imágenes de Van Buskirk. Y por supuesto mucha más literatura. Y puede que incluso hasta más poesía. Copón ya.
Compré este Lami y el Devocionario psicodélico de Timothy Leary no sé en qué saldo de supermercado, a euro la pieza, llámenme idiota. Acababa de leer Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, el biopic de Emmanuel Carrère sobre Philip K. Dick y quise seguir escarbando en esa mierda... Al parecer, Phil Dick y Tim Leary hicieron buena migas, conectaron enseguida, porque los dos eran mucho de lo de las letras, pero sobre todo porque los dos eran aún más de lo de las pastis. Menudo par. Otra que gustó mucho de lo de las letras y de lo de las pastis fue la generación beat. Los poetas beat. Por lo visto, Alden Van Buskirk, con su único libro, Lami, fue, sin quererlo, sin saberlo, un pez gordo de la nómina beat. Ni lo quiso ni lo supo porque para cuando se editó su único libro, Lami, poemos y cuéntilos y tonteces posdroga que escribía entre cuelgue y cuelgue, el tipo ya hacía años que había estirado la pata, con 24, tres menos que la recién traspasada Winehouse, otra fan, como él, de los estados carenciales de realidad. Winehouse no era beat ni beatnik, Phil Dick tampoco. Dick escribía novelas de ciencia ficción con títulos marcianos como Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, Ubik o La transmigración de Timothy Archer. En lo alien de los títulos ya se nota lo de las pastis. Así que no quieran saber de qué van los argumentos porque les da el tabardillo... A día de hoy, empero, Confesiones de un artista de mierda sigue siendo el título más honesto que puso Dick. El caso es que Phil Dick no escribía beat ni beatnik, escribía literatura marciana que el mercado yanki sólo supo comercializar como ciencia ficción. (Escribir marciano y escribir ciencia ficción no son la misma cosa, aunque a veces convivan y casi nunca converjan). Pero Dick sí simpatizaba con lo beat —con lo beatnik ya no sé—, puesto que en sus ratos libres, amén de un marido imposible que coleccionaba divorcios, también era comunista. Van Buskirk fue beat casi sin pretenderlo —pues sus poemos, cuéntilos y tonteces posdroga dormían el justo sueño del cajón oscuro, hasta que su amigo del alma, David Rattray, decidió sacarlos de allí y darlos a imprenta una vez espichado Buskirk—. De este dato no podemos concluir si el amigo Rattray fue o no un judas, pero sí podemos asegurar que fue un Max Brod negativo, esto es, un hijo de la gran perra. Otra cosa que tampoco podemos deducir de ese dato es si Buskirk, ya fuera consciente o inconscientemente, fue comunista. Yo pienso que no. Que para ser rojazo en la América de los 60 tenías que tener, por lo menos, acceso a una multicopista (aka mimeógrafo), y nuestro querido Van Buskirk no, él tenía todo lo suyo de su puño y letra, las más de las veces ininteligible, cierto, por los espasmos, los temblores, la fiebre, el sudor frío, el mono y la carencia, pero a buen recaudo en el justo sueño del cajón oscuro —hasta que vino el cabrón de Rattray a meter las napias—. Conque no. Es difícil que Phil Dick y Van Buskirk se conociesen, sobre todo no siendo éste último ni comunista ni lector de ciencia ficción ni miembro de Divorciados Anónimos. Así que el círculo casi casi se cierra, pero no...
Por eso vengo y lo cierro yo, que ya empiezo a estar un poco hasta aquí de gaitas: hay quien piensa que se puede hacer poesía, que se puede hacer literatura, única y exclusivamente de imágenes. Y que dichas imágenes, cuanto más lisérgicas, más alienígenas, mejor. Mejor la poesía, mejor la literatura. No. Hay más lisergia en el menos alienígena de los títulos de Phil Dick que en la más audaz de las imágenes de Van Buskirk. Y por supuesto mucha más literatura. Y puede que incluso hasta más poesía. Copón ya.
2 comentarios:
Kerouac y Burroughs fueron dos grandes decepciones para mí. Aunque para ser un poco más justos debo decir que parte de la responsabilidad es mía, por las expectativas que tenía cuando empecé a leerlos.
Amy Winehouse hacia obvio lo impensable, pero su talento no fue suficiente para retenerla a este lado del río. Sobre el resto de la historia mejor ni hablar, primero no hubo descalificativo que no le pusieran, luego se pusieron al acecho para sacarla cuanto más horrible mejor, y ahora esos mismos se apiadan de su alma, se apenan por toda la música que se llevo con ella y añaden compugidos que era muy frágil para tanto talento. Estúpidos.
De Lami, y de su autor no sé nada.
Hoy es miércoles pero para el caso como si fuera lunes.
Saludos de un oyente. Ni seguidor ni reincidente: un oyente.
Hoy es viernes pero para el caso es como si no fuese nada, el día después del última día. Del último día en minúsculas. Del último día de uno.
Usted no sabe nada de Lami, y eso que se ahorra, y yo no sé ni he querido saber mucho de la Winehouse, que ni me iba ni me venía lo suyo, ni como oyente ni como alma mórbida.
Tiene usted razón: el medio camino entre mi palabra necia y su oído sordo puede ser, de tanto en cuando, un buen punto de encuentro.
Seguimos.
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