
Resistencia en el flanco débil
diciembre 23, 2008
A mí me daban tres

diciembre 19, 2008
Ángeles de alas sucias

diciembre 11, 2008
Escaneando la Oscuridad: huele a orines y a podrido
Al poco el trasto volvió a sonar. Sus muertos. Rastreé pretextos en mi cabeza. Un motivo con cara y ojos por el que levantarme y coger el maldito teléfono. Pronto encontré una tipa bien buena, su voz sensual al otro lado del hilo intentando camelarme; que comprase, contratase su servicio; mierdas de esas; y mientras yo, ni que sí ni no te digo, guapa, tocándome la entrepierna a costa de tu escala de agudos untada en mi maná semental… Así que fui y contesté: "Diga lo que sea". Y lo hizo, una voz de tía, sí, pero castrante y camionera, con caja de resonancia de cómo poco los cien kilos en báscula farmacéutica: "Buenos días, ¿es usted Wilson el interconectado?". ¡Mierda, no! Una vez más me habían descubierto. Maldito programa de protección de testigos… Estaba claro aquel desliz en el lavabo de tías jamás me dejaría vivir en paz.
Tenía que volver a despistarlos a cualquier precio. Debía hacerlo por mi integridad; la de ellos, los dos, mi par de innombrables. Conque puse en ello todo mi ingenio: "Sí, joder, soy yo, qué coño pasa…". "Ah, bien, bien, lo sabía... Verá, caballero, llamo en nombre de la Compañía QWERTY y quería hablarle acerca de nuestras ofertas en desconexión alámbrica, inálambrica, alambicada, guayrless y blutúz... Según observo en mis ficheros ha sufrido usted problemas de caídas en la interconexión últimamente y bla bla bla…".
Me tenían pillado, joder si me tenían. Del todo, me habían pillado el culo, hasta los últimos pelillos del ojal, vaya que sí… "Estoo… errr… se equivoca usted, preciosa… yo estoy muy satisfecho con mi servicio de lavandería… Es más, incluso me atrevería a decir que la palabra es ‹‹TERRIBLEMENTE››. Eso es: te-rri-ble-men-te satisfecho con mi servicio de lavandería". "¡¿Lavandería?!... pero... oiga, yo le llamo de QWERT...". "No, no, nooo… me parece que te has equivocado de interconectado, nena; yo soy el Wilson que repara neveras en Trafalgar Escuer. Conque adiós". "Pero oigame, yo...".
Y fin: colgué. Ya estaba hecho. Tenía ganas de fruta, un zumito. Sentía una como sed enfermiza en el fondo del hígado. Fui al frigorífico, había uno de leche con plátano... y luego... luego... bueno… Luego ya no supe cómo narices continuar esta basura. Tampoco ahora, así que mejor dejarlo estar...
En otro orden de cosas, ahora que caigo, el otro día vi a Sbragia por la calle y me dio mucha vergüenza porque todavía me acordaba de cuando me había reído de él en su misma cara, pero como no se dio mucha cuenta y además es un completo ingenuo, va el tío y me saluda. Se paró a charlar. Así que yo me tuve que parar también. Hasta acabó invitándome a unas pintas. El tipo tenía que soltar su mierda a alguien y ese día yo me hallé en el momento y lugar contraindicados.
Estuvimos allí un buen rato, repantingados en las sillas, estirados como gatos allí, con nuestras cervezas, al calorcito, y mientras me hablaba y hablaba, el majo de Sbragia, yo no podía dejar de pensar: "Pues no es tonto ni nada, el bragas éste", y luego echaba un buen trago de birra, y me reía mucho por dentro, por donde no se notara.
Yo acababa de leer A Scanner Darkly de Phil Dick, en la pésima traducción de César Terrón, aquella de Acervo, con ilustración horrible en las sobrecubiertas blancas, y no podía parar de imaginar al bueno de Sbragia comido vivo por los áfidos, es decir, por los piojos. Y luego mi cara, la cara que él veía, la misma que las holocámaras instaladas en el bar grababan; mi cara, que no era mi auténtica cara porque era la suma de todas las caras, cambiando de rasgos constantemente gracias al “monotraje mezclador”, como si mi jeto fuese una condenada máquina tragaperras en constante tránsito hacia el Trío de Jackpots del Juicio Final.
¿Acaso soy por ello un cabrón? ¿Un auténtico hijo de puta? Bien, pues lo seré...
¿Qué más? Ah sí, luego llegué a casa de mi hermano, Lionel, que trabaja de sexador de pollos no siendo japonés, lo que bien mirado tiene mucho mérito, aunque luego todo el mérito que gana por ahí lo pierda siendo un borrachuzo fracasado que ya no pega a su mujer porque ésta hace tres años que lo abandonó en su propio charco de vómitos.
Estaba allí, en su cuchitril mierdoso, pero él no; suerte que tengo llaves de su cubil y más suerte aún que él no sabe que se las copié a hurtadillas. Le mangué otra birra de la nevera. El pobre desgraciado está obsesionado con que en su casa hay fantasmas. ¿Podéis creerlo? En fin… Luego sonó el teléfono. Me picaba la cabeza. Intenté recordar cuánto hacía que no me duchaba mientras descolgaba el aparato: "Oye, Wilson, pedazo de mierda chabacana, hicisite muy mal al colgarnos, sabeees... Ahora sí que la has cagaaado, sabeees... Ahora sí que te vamos a interconectarrrr".
Y después de aquello reconozco que ya no tuve más sed en todo el día y desde entonces observo un tanto paranoico las aristas de las esquinas...

noviembre 05, 2008
Visto y no visto

noviembre 01, 2008
Lápidas
octubre 26, 2008
Mocasines limpios
octubre 16, 2008
Empapados en crack

octubre 07, 2008
Welcome to ‹‹Repo! The Fascist Opera!››


septiembre 28, 2008
‹‹Shangai Jim›› y su último saludo en el escenario

"Me obsesionaba la conflictiva percepción que tenía de mi persona, y me animaba a pensar en mí mismo como un forastero y un inconformista de por vida. Seguramente eso me llevó a convertirme en un escritor dedicado a realizar predicciones y, si es posible, a provocar cambios. Creía que lo que Inglaterra necesitaba urgentemente era cambiar, y lo sigo creyendo".
"Los años que pasé en la sala de disección fueron importantes porque me enseñaron que, si bien la muerte es el final, la imaginación y el espíritu humano pueden triunfar sobre la propia disolución. En muchos aspectos, toda mi obra de ficción constituye la disección de una profunda patología que había presenciado en Shangai y más tarde en el mundo de posguerra, de la amenaza de la guerra nuclear al asesinato del presidente Kennedy, de la muerte de mi esposa a la violencia que sustentó la cultura del ocio de las últimas décadas de siglo. O puede que los dos años que pasé en la sala de disección fueran una forma inconsciente de mantener Shangai con vida por otros medios".
"Shangai se había olvidado de nosotros, del mismo modo que se había olvidado de mí, y las destartaladas casas de estilo at déco de la Concesión Francesa formaban parte de un decorado abandonado que estaba siendo desmontado poco a poco (...) Diez minutos más tarde llegamos a las puertas del antiguo campo de Lunghua, el actual Instituto de Enseñanza Secundaria de Shangai (...) y todas las habitaciones se encontraban cerradas con llave salvo la antigua habitación de los Ballard, que ahora era una especie de basurero. Había un montón de desperdicios, cual recuerdos desechados, metidos en sacos entre los armazones de madera de las camas donde mi madre había leído Orgullo y prejuicio por décima vez y yo había dormido y soñado. El campo de Lunghua estaba allí, pero no estaba. Llegué al aeropuerto de Heathrow sintiéndome mentalmente herido pero renovado, como si hubera realizado el equivalente psicológico de un viaje de aventura. Me había acercado a un espejo, había aceptado que era real a su manera, y luego lo había cruzado hasta el otro lado. Los siguientes diez años se cuentan entre los más satisfactorios de mi vida".

septiembre 11, 2008
El Apocalipsis es un plato que se sirve... a los cretinos
—¿Sí?
—Sí…
—Vaya.
—¿Nos conocemos?
—No sé, yo soy Chufflo, ¿y tú?
—¡¿Qué?!
—Eso.
—Estás pirado, tío. Yo soy Chufflo.
—¿Sí?
—Sí…
—Vaya.
—¿Qué coño quieres decir con “vaya”, ¿eh? A mí no me jodas con “vayas”…
—Está bien.
—No obstante, he de reconocer que tu puta cara es mi puta cara…, y eso me cabrea.
—Ya te lo dije.
—¿Me dijiste qué narices?
—Que soy Chufflo.
—¿Y yo?
—Tú también.
—¿Y cómo coño se come eso?
—Los hadrones.
—¡¿Qué?!
—Hadrones.
—No sé de qué maldita cosa me hablas, tío.
—Bueno, los hadrones, cómo decirlo, son como…, bueno, van y vienen y eso, ¿no?, y…, luego…, perooo, no se ven, lo cual es toda una tocada de huevos…, por eso hay que sacarlos a la superficie, y bueno..., ya después todo se junta, aquello y lo otro y lo de más allá y bueno… En fin…
—¡¿Qué?!
—Tú quédate con un par de conceptos: envidia y complejo de inferioridad. Ahí está todo.
—Creo que te voy a dar un par de hostias, mano abierta, nada personal…
—Joder, tío, cualquiera diría que eres yo… Dios juega a los dados, ¿no?, ¿hasta ahí llegas?... Bien, pero el hombre ni siquiera es barro, ni tan siquiera lapo de los dioses, es caca, larva fecal; por eso tiene envidia, por eso mismo también complejo de inferioridad. Así que se pone a jugar a las canicas. Por despecho. Por cochino rencor. A ver si así lo manda todo a tomar por culo. Los hadrones son sus canicas, sus balas; la ruleta rusa de un niño pobre al que nunca compraron dados.
—¿Y entonces?
—Entonces nada, si tú estás aquí y yo estoy aquí es que se acabó la partida.
—Pues yo he quedado a las nueve con una piba del gentemessenger, es más fea que el pecado, pero dice que si le invito a marisco me la chupa.
—Te jodes.
—De todos modos no acabo de ver la situación.
—Un agujerazo negro.
—¿Negro?
—Del todo. Los hadrones se han petado el cacas entre ellos y ahora tu universo está abismándose sobre mi universo. Pero sólo puede quedar uno.
—¡Coño!, como en Los Inmortales...
—Más o menos.
—En ésa estuvo fino el Christopher Lambert, ¿eh?
—¿Lambert? ¿Quién demonios es ese hijo de puta?
—Ah…, claro, ya entiendo. El Agujerazo Negro.
—El mismo.
—Pero hay una cosa que no entiendo…
—(Díos mío…)
—Si es agujerazo y es negro, cómo es que todavía seguimos aquí tú y yo, dándole a la sin hueso.
—Bueno, en realidad es bien fácil, hay que partir de la certidumbre de que los físicos de tu universo no tenían repajolera idea de una mierda. A partir de ahí, bien, comencemos de nuevo: un agujerazo negro es como cualquier sumidero de este y cualesquiera otros mundos, o mejor, como un culo, un ojal de yack. Evacuar el intestino no es cosa de un nanosegundo, no señor. Ahora mismo tu universo es una enorme bosta de masa y energía, descolgándose morcillesca desde el orto hadronero hasta mi puñetera dimensión. Que alguien o algo tire de la cadena es sólo cuestión de tiempo.
—¿Y entonces cómo acaba la cosa?
—Uno de los dos debe comerse al otro.
—¿Quieres decir en plan antropófago, Humberto Lenzi y todo eso?
—No, sólo a nivel simbólico y molecular.
—Joder, qué putada… ¿Ya te dije que esta noche me la mamaban?
—Te jodes.
—Eres un cabrón.
—Lo sé.
—…
—(imbécil…)
—¿Sabes qué? Creo que me estás tangando, me quieres empapelar… ¿Cómo sé de verdad que eres Chufflo?
—Soy Chufflo.
—A ver, demuéstramelo, cágate en todo…
—Mendiós!
—No, así no, pedazo de marica, así: MENDIÓS!!!
—MENDIÓS!!!
—Mierda, pues sí que eres Chufflo.
—Te lo dije.
—¿Y no divergemos en nada?
—Sí, yo tengo un miembro viril de 27 centímetros de longitud, así como cierta dificultad para pronunciar la elle.
—Conque la elle, ¿eh?
—Esa misma.
—Di “arroz con conejo”…
—Arroz con conejo.
—¡Anda!, pues es verdad…
—(idiota…)
—¿Y entonces ahora qué hay que hacer?
—Nos la jugamos.
—¿A cervezas y salchichas?
—Lo siento, Bud Spencer todavía no ha nacido en esta dimensión, y su madre que se alegra, oye.
—¿Y entonces cómo?
—Ahora mismo no se me ocurre nada.
—¿Y por qué no un duelo de chorras? Tal vez sea cierto que te llega al ombligo, cabrón, pero yo la tengo como vaso de cubata.
—¿Como Nacho Vidal?
—Ah, pero conocéis aquí al Nachete…
—Es ministro de Sanidad.
—¡La hostia!
—De todos modos no puedes sacarte la minga en público, este universo es un estado policial.
—Joder… ¿Y entonces qué coño?
—Y digo yo, porque no nos vamos a tomar unas bravas al bar de la esquina, hacemos tiempo hasta que el chorongo se desoville y dejamos que él decida…
—Me parece una idea de putísima madre, tú.
—Pues vamos.
—¿Sabes?, creo que este puede ser el principio de una chuffla amistad…
—¿Querrás decir el final?
—¡¡¡Ouch!!!

septiembre 01, 2008
Le petit déjeuner
"Cuánta razón tiene usted, señora mía, no sabe usted cuánta", le respondo, pronunciado lo cual tengo a bien desaparecer por el resto del día. Y en verdad que razón no le faltaba a la bendita.

agosto 21, 2008
"Mundo Sumergido": Último verano de lujurias y azoteas
Nueva edición de "El Mundo Sumergido", en ocasión de la recién inaugurada exposición del CCCB, dedicada a Ballard
En Ballard la sombra del hongo nuclear de Nagasaki es alargada, su fantasma recorre de forma más o menos implícita el conjunto de sus libros, siendo hasta tal punto así que uno echa en falta una mejor traducción al castellano del título de su primera novela, El Mundo Sumergido -ya que el propio Ballard renegó siempre de El Viento de Ninguna Parte, su auténtico primer libro-, en inglés, Drowned World: el mundo ahogado. Por el agua, obviamente. Pero también por la radiación: "Dejó la laguna y entró de nuevo en la selva, y al cabo de unos pocos días había perdido el rumbo y caminaba a orillas del agua hacia el sur, bajo el calor y la lluvia crecientes, atacado por caimanes y murciélagos gigantescos, como un segundo Adán en busca de los olvidados paraísos del sol renacido". De hecho, toda mención del sol en Ballard no parece remitir nunca a nuestra estrella astronómica, sino a los abismos de luz lanzados contra Japón en 1945. En Ballard toda fuente de luz y calor es, ante todo, "radiación".
Es precisamente la entronización del sol, esa deificación de la radiación, la base argumental de Drowned World. Un inusitado incremento de la actividad solar produce el aumento de la temperatura en el planeta y el consecuente deshielo de los casquetes polares y las nieves eternas. El agua dulce anega la civilización en pocos años y el calor extremo hace imposible la vida en la mayor parte del globo. Un cada vez más reducido grupo de seres humanos consigue sobrevivir en las regiones septentrionales, cercanas al polo norte, donde la temperatura es aún soportable, libres aún, no se saber por cuánto tiempo, de las terribles tormentas y huracanes que asolan las regiones tropicales, que ahora se han extendido prácticamente a todo el planeta. La humanidad languidece lentamente en un estío sin fin... El Sol, antaño valedor de toda vida, decide imponer unilateralmente una dictadura de radiación que acabará a la larga con la mayor parte de formas de vida en la Tierra -incluida el hombre-, exterminio del que sólo parecen librarse la jungla mutante y los reptiles gigantes.
Porque Mundo Sumergido es una historia de extinción: "La temperatura se había elevado considerablemente, y Kerans pensaba que había viajado por lo menos doscientos killómetros hacia el sur. El calor lo invadía todo de nuevo, con temperaturas de cincuenta grados. Kerans se resistía a dejar la laguna de playas desiertas y el anillo silencioso de la selva. Sabía de algún modo que Hardman moriría muy pronto y que él mismo no podría sobrevivir en las junglas del sur". El fin inminente de Kerans se ha de convertir a medio plazo en colapso universal; la extinción de la especie. Ballard juega al despiste durante gran parte de la historia -no sé si conscientemente- hablándonos de una incipiente "involución psíquica", una readaptación al nuevo medio en forma de incursión neural en lo hondo de nuestros archivos genéticos. Las temperaturas y radiaciones extremas sacando a flote los códigos de tiempo impresos en nuestro genoma, fruto de miles de años de evolución, avocándonos a una regresión natural como especie en un intento desesperado por adaptarnos al nuevo ecosistema o morir: "No nos dejemos engañar por la brevedad de la vida del individuo. Cada uno de nosotros tiene la edad de todo el reino biológico, y nuestras corrientes sanguíneas son ríos que desembocan en el vasto océano de la memoria de ese reino". Los personajes de Mundo Sumergido, cada vez más "ahogados", más "asfixiados" en esa tiranía de radiación, empiezan a ser víctimas de sueños -que no son tales, que más bien parecen "antiguos recuerdos orgánicos de millones de años atrás"-, y a desarrollar una reorientación de la personalidad, dirigida al pasado, apuntada al reptil, abandonándose a la inacción y la abulia, sometidos a la humedad y el calor terribles, prácticamente como largartos tostándose al sol.
No es casualidad, por tanto, que Ballard nombre a los reptiles de nuevo herederos de la Tierra tras este silencioso, agónico, térmico apocalipsis; en ellos predomina ese "cerebro reptiliano" -concepto tan caro al escritor británico- que en el hombre, por contra, es tan sólo una evolución pretérita, un estadio superado y oculto bajo el dominio de la autoconsciencia y de un pensamiento privilegiado. Pero ha regresado el tiempo de los lagartos, y con él la sentencia para el homo sapiens, que siente la llamada del Sur, el instinto del Sur, como esas ballenas moribundas sintiendo el canto de sirena de la última playa, la playa terminal; viajar hacia el sur implica la desmbocadura, el fin de la camino. El ocaso. Que es a la vez el descenso al tiempo ubicuo y expandido, la ataraxia del último atardecer: "Kerans sentía entonces una angustia exquisita y tierna, y anhelaba que este descenso por el tiempo arqueopsíquico llegara a su fin, tratando de no pensar que en ese entonces el mundo exterior se habría transformado en algo extraño e insoportable (...) Pero ambos estaban cada vez más encerrados en sí mismos, descenciendo al tiempo total".
Ediciones originales de 1962 y 1966
Las historias de Ballard destilan un mucho de crepúsculo, el mundo, la realidad tal y como sus personajes la conocían se apaga mientras una fuerza innominada empieza a removerse en su interior, pugnando por iniciar una aventura psíquica de insospechados alcances; el colapso del paisaje exterior desencadena el desarrollo tumoral del espacio interior, no siempre maligno aunque sí fuera de toda escala humana de valores. Las crisis ballardianas implican un dejar de ser humanos. En ocasiones es un simple y conciso dejar de ser, como en Mundo Sumergido; otras un dejar de ser humanos para ser otra cosa, como sucede en Crash. El concepto de "nueva carne" debe casi tanto a Ballard como a Cronenberg, era lógico que ambos acabaran encontrándose...
Con todo, Mundo Sumergido deja qué desear en algunos aspectos, Ballard no está aún en ese momento dulce como narrador y creador de malsanas arquitecturas psicológicas que alcanzará una década después con su "trilogía urbana", formada por Isla de Cemento, Crash y Rascacielos, cuyo turbador prólogo, Exhibición de Atrocidades, es todavía hoy un libro inclasificable. En Mundo Sumergido, en cambio, todos los personajes, a excepción de su protagonista y narrador, Kerans, están esbozados con esa misma desgana y abulia que parece adueñarse de ellos en la novela; sin apenas desarrollo y evolución, su contribución es demasiado pobre. El mejor ejemplo es la figura de Beatrice Dahl, auténtica mujer-florero cuya simbología en la narración equivale a cero, y cuya única función en el libro parace ser mantener un idilio con Kerans, amén de representar el típico y tópico papel de frágil e indefensa dama en peligro... Aunque el peor lastre de la novela es, con diferencia, la figura del albino Strangman y su tropa de negros cazadores de tesoros submarinos -¡blanco y negro!, menudo maniqueo contraste...- Este Ballard primerizo en la larga distancia, quizá consciente de que estaba escribiendo una novela en la que "no pasaba nada", sintió la necesidad de "asegurar" el tiro introduciendo las prescindibles fechorías de Strangman y sus gratuitas orgías de cráneos, directamente sacadas del Señor de las Moscas; un poco de acción a mitad de libro, en suma, para saciar el apetito de editores y lectores ortodoxos. Con el paso de los años y las novelas Ballard conseguiría convertir en sello personal esa -tan sólo- aparente "inacción" en sus novelas. Y siempre es curioso en este sentido acabar encontrando aquí o allá por leer críticas al autor británico por la morosidad con la que desarrolla sus tramas, cuando ésta es precisamente una característica esencial de la narrativa ballardiana, en la que la acción siempre se desarrolla en el interior de los personajes, no en el exterior. Acción, por tanto, psíquica, neural, y como toda evolución -o involución- a nivel mental; desapercibida, lenta y progresiva, casi siempre, también, irreversible.
A cambio de estos desequilibrios e inseguridades narrativas, Ballard es ya a los 30 años el poderoso creador de imágenes que conocemos: "Tarde o temprano una de las tormentas térmicas caería sobre la embarcación y la anclaría para siempre en una calle sumergida, a treinta metros de profundidad"; "Durante las noches siguientes, en sueños, Kerans había visto a Riggs vestido de Guillermo Tell, arrastrándose por un vasto paisaje daliniano, plantando pastosos relojes, como dagas, en una arena fundida"; "Eran ya las siete y treinta y la luz brillante del sol que se reflejaba en la laguna metía los dedos en la habitación oscura como un codicioso monstruo dorado"... Pura poética ballardiana, nunca exenta de ese singular tono decadente y enfermo.
La portada de la izquierda se acerca vivamente al texto de Ballard, la de la derecha, de Penguin, es sospechosa: empieza uno a ver claro de dónde se sacaba Martínez Roca sus diseños...
Mundo Sumergido, en definitiva, inicia la tetralogía ballardiana sobre las catástrofes -vendrán después La Sequía, El Día Eterno y Mundo de Cristal- a un nivel más que notable pese a sus rémoras, rebatiendo, a mi juicio, a quienes tachan esta su primera tentativa sobre la larga distancia de aburrida o tocada por la indefinición, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta el Ballard más asequible -como podría ser éste- exige siempre del lector un plus en capacidad de extrañamiento, así como cierta voluntad de abismación en lo perverso.
Tan es así que el mismo Ballard, consciente de que su obra habría de ser una isla desolada en mitad del panorama narrativo de su época, quiso desmarcarse de sus coétaneos ya en su primera novela, autores de ciencia ficción en su gran mayoría más preocupados por el futuro del hombre más allá del planeta Tierra que por las potencialidades encerradas en su propia mente: "Examinó a Kerans críticamente, mientras el doctor esperaba que le pusieran la escafandra. Diseñada para inmersiones de no más de diez metros, era una bola de plástico transparente, con dos barras metálicas laterales, y permitía una visibilidad máxima.- Le queda bien, Kerans, parece usted un hombre del espacio interior". Quizá Ballard ya sospechaba entonces que por mucho que la ciencia ficción se empeñe en augurar lo contrario, nunca saldremos vivos de este planeta...
agosto 10, 2008
63 años después...

"Un soldado japonés que patrullaba el camino de entrada se acercó y cruzó la hierba, mirando a Jim. Fastidiado por la cantinela, estaba a punto de darle un puntapié con la bota gastada. Un resplandor inundó entonces el estadio, fulgurando sobre las graderías del sudoeste como si una inmensa bomba americana hubiese estallado en alguna parte, al noroeste de Shangai. El centinela vaciló, mirando por encima del hombro cuando la luz se hizo más intensa. Pocos segundos más tarde se desvaneció, pero una pálida claridad cubría ahora todo el estadio, los muebles robados, los coches detrás del arco, los prisioneros sobre la hierba. Estaban en el interior de un horno calentado por un segundo sol.
Jim se miró las manos y rodillas blancas, y observó el rostro flaco del soldado japonés, que parecía desconcertado por la luz. Ambos aguardaban el estruendo que seguía al relámpago de las explosiones, pero un silencio ininterrumpido cayó sobre el estadio y sobre la tierra circundante, como si el sol hubiese parpadeado, desanimado durante unos pocos segundos. Jim sonrió al soldado japonés; sintió el deseo de decirle que aquella luz era una premonición de la muerte, la visión de un alma pequeña que se unía a la gran alma del mundo agonizante"
El Imperio del Sol

julio 20, 2008
En picado

junio 23, 2008
Una; Grande y Semifinalista
Esta página que ni siquiera es página, tiene de papel lo que el día de ayer tuvo de gesta, que es nada, como nada podrá, lo sé, contra todas las páginas que ayer se redactaron, de madrugada se imprimieron, y esta mañana, temprano, han comprado muchos más de los de costumbre. Y ya a estas alturas de día cuelgan de las paredes de los adolescentes o envuelven el pescado de comensales de más bien baja estofa. Semifinales al fin. Y en los penaltis. E Iker, pese a su olor de santidad, no ha de vivir para siempre. Hoy, más que nunca, y al menos todo lo que dure la vida hasta el jueves noche, España vuelve a ser la que fue, aquélla tan temible y de tan temibles mayúsculas, en la que no se ponía el sol.
Detrás de los titulares, como es de recibo, como ocurre con todos los sueños exógenos, lo que les falta de auténtico les sobra de manufacturado, una cifra: 16 millones conectados a la caja tonta, postergándose hasta el pitido final. Un récord. El Récord.
La sombra de siempre. El cochino dinero... En este mismo instante, mientras leemos, los cálculos sobre la pizarra: semifinal; 17, 18 millones...; y la final, si la ganamos, dando por hecho que también a los penaltis; los 20 pelados. Nos quedarán la mitad, otros 20 ahí afuera, desconectados.
"Pues entonces está claro, habrá que empezar a pensar en sacarnos de la manga el Rollerbol..."

junio 19, 2008
Lunes, 8
Y es por eso que el martes que siguió, noveno de la antigua cuenta, es conocido hoy como el Día 1, Zona 0, de la Era Post-Nocillar, y la Historia de la Entera Humanidad se resume en las veintipoco horas que dura un divino tránsito intestinal. Este cagar de Dios que nos malparió a todos.
MicroPoemos de la Era Post-Nocillar, 2008

junio 06, 2008
Qué emocionante
pasar dos horas en un café
repleto de almas gritonas
inmerso en un buen libro
y que de pronto se te acerque
una tía buena
sonrisa increíble
al aire
cuarto y mitad de tetamen
y te pregunte
¿Está ocupada esta silla?
y tú respondas
No
aunque en realidad estés pensando
Mierda...
***
Qué emocionante
vivir aquí
habitar esta ciudad muerta
de reminiscencias penitenciarias
en la que puedes
—ojo al detalle—
poner el reloj
en hora
sólo con ver cómo todas
las cucarachas
de humanas extremidades
se encierran en sus agujeros
a ver la tele
inflarse de pitanza
y contar la calderilla remanente
del monedero.
***
Qué emocionante
volver a vender las horas
y las vértebras
a precio de usura
estar de nuevo en la rueda
machucante
del tengo un sueño
necesito dinero
y comprobar que no ha cambiado nada
que la turba apenas lee
pero sí en cambio compra más libros
que nunca
porque rellenan bien los huecos de los estanterías
en invierno aguantan el calorcito
dan lustre al apellido ante las visitas
y al fin y al cabo no se pierden gran cosa
pues los editores siguen a lo suyo
editando más basura
que letra
nunca en papel reciclado.
***
Qué emocionante
llegar a casa hecho una piltrafa
tras ocho horas de condena laboral
dieciséis de asco psicosocial
y tomar consciencia de que el buzón
vacío
es esa tan clara metáfora de una
vida
la tuya
que de puro hueca
insustancial
podría acabar
qué se yo
mañana mismo
por cáncer
por suicidio
o acceso despollante de botulismo
cartesiano
y que nadie el día después
lo sabes
—salvo tu jefe, quizá:
"¡Dónde está ese jodido cabrón!"—
te iba a echar en falta.
***
Emocionante
escribir invectivas por la mañana
en esta sagrada media hora
de lucidez
que sucede al café con leche
y precede al alma hecha grillete
los únicos treinta minutos al día
al año
que pueden aspirar a oler a algo
ligeramente similiar
a la victoria
y me doy cuenta:
podría seguir despotricando así
durante páginas enteras
pero que este aborto de poema
hace ya cinco versos que se agotó...
Y encima voy a tener que cambiar el
maldito título
