Resistencia en el flanco débil

noviembre 07, 2011

Ejército Mal-herido



Coño, lo que me he reído... Entiendo que no se puede escribir un libro como Ejército enemigo sin antes haber echado una cantidad inaceptable de tus horas al fuego idiota del internet. Un buen y horrendo puñado de tus días, tus vidas, ahí, ardidos en la pantalla, bien ahí, delante del internet. La hostia puta. Me cago encima del escalofrío sólo con pensar la entrópica y acelerada vastedad del océano internetesco. Tan estrecha vida para navegar semejante masa cúbica —y bítica— de mierda. Dice Olmos en este libro que toda una generación de internautas ya ha muerto. Eso tal vez sea cierto, tal vez esté haciendo referencia a la generación de los pioneros. Atrapados en el ciberhielo. Ríanse de lo de Shackleton. La generación que le sigue, pues, debe ser la de los colonos de la virtucosa. Plantaron la tienda de campaña de su culo ahí, justo ahí, bien ahí, delante de la pantalla, y ya no va a haber Dios ni Pinatubo que los mueva. A ellos y contra ellos va dedicada esta novela, ya que muy probablemente sólo ellos van a leerla. Como aquí un servidor tampoco está libre de culpa ninguna, en lugar de tirar piedras a diestro y siniestro, como están haciendo tantos —y lo que se debe estar partiendo el orto de la risa el Dr. Olmos mientras a su lado Mr. Mal-herido se friega las manos—, diré que Ejército Enemigo me ha gustado más bien poco como novela y más bien mucho como personaje. Escéptico, egoísta, cobarde, sicalíptico, pornópata, rastrero, miserable y cabrón, a este Santiago suyo —de Olmos— va a haber que enmarcarlo, más que nada por lo bien que retrata la psicología del personal por aquí zascandileante, sobre todo en lo tocante de pantallas para adentro... Si no es como chiste y escarnio y rechifla de la vida entiendo que este libro no se entiende. O mejor: sin sentido del humor este libro sólo se entiende como salida de tono y exabruto, prontuario del mal gusto. Supongo que el matiz ya depende de lo tieso y porculizado que a cada cual le pinte el rictus por la mañana, cuando el despertador nos recuerda que lo normal es el fracaso.


1 comentario:

Maite dijo...

Se acuerda de Tararí y Tarará? Pues este señor me reccuerda a Tararí (http://www.jotdown.es/2011/10/antonio-j-rodriguez-terrorismo-o-barbarie/)

y este otro a Tarará (http://www.elboomeran.com/blog-post/539/11397/patricio-pron/un-abismo-infranqueable/ )

Y en cuanto a Santiago: ¿recuerda la escena final de Con faldas y a lo loco?:

http://www.youtube.com/watch?v=zbmSHK-1XY4

Risas las de aquel año…

Cuídese Javier.