Andrew McChuffle: Tras sus dos últimas películas, A History of Violence y Eastern Promises, su nuevo trabajo, A Dangerous Method, parece confirmar un evidente cambio de rumbo en su filmografía, tanto a nivel genérico como formal. ¿Qué opina de esas voces que proclaman el ocaso del Mesías de la Nueva Carne, que ha renegado usted del fantástico para convertirse en el cómodo cronista de los biorritmos de la clase media?
David Cronenberg: Bueno, nuestra sociedad está plagada de fundamentalismos. El género fantástico es uno de ellos. Una nueva hiperreligión. Y los fans, los frikis, son sus adeptos, sus adictos. La propia palabra lo dice, "fan" de "fanático". Ahí afuera está plagado de fanáticos adictos de toda ralea. Les pasa un poco lo que a los adeptos del gran dios de la manzanita a medio comer. En realidad no les importa que les estén vendiendo a precio de oro la misma jodida máquina con las mismas jodidas posibilidades una y otra vez, eso les da igual, lo importante es que cada una tenga un tamaño y un color distinto de las anteriores, y poder interconectarlas todas. Como soldaditos de miembros y cabezas intercambiables. Lo mismo. Son como críos, lo único que les importa es ser los primeros en tener el chiche nuevo. Enseñar el chiche nuevo. Hablar del chiche nuevo. Ni siquiera están atentos a qué ocurre dentro de sus chiches nuevos, sus pantallas. Son peces encerrados en sus respectivos acuarios de endogámica alienación...
Andrew McChuffle: ¿Quiere eso decir que ya nunca recuperamos al viejo Cronenberg? ¿Que no hay posibilidad de involución?
David Cronenberg: ¿El viejo Cronenberg?... Amigo mío, nací en 1943... ¡Ya soy el viejo Cronenberg! Eso no quiere decir que en ocasiones no quiera dejarme llevar y ser también ese niño que juega con sus propias heces o aprieta polluelos hasta que se cagan encima de puro estrujamiento... Por ejemplo, mientras preparaba A Dangerous Method me asaltaban visiones tentadoras: un feto doppelgänger de Freud (Viggo Mortensen), hasta arriba de sangre y materia fecal, siendo excretado por el culo del propio Freud, como metáfora de la superación de su fase anal... O bien el personaje de Sabine Spielrein (Kira Knightley) introduciéndose en la vagina sucesivos y cada vez más monstruosos y mutantes dildos, todos ellos alimentados por minúsculas y prodigiosas micromáquinas a vapor... Supongo que hay gran parte de mi público, público del, como usted lo llama, "viejo Cronenberg", que hubiera aplaudido imágenes de este calibre. Se trata de la misma clase de adictos que son incapaces de salir de casa sin su aparato alienador de la marca de la manzanita a medio comer... Así que no sé qué quiere decir "involución" porque desconozco qué significa "evolución". Mis células se desarrollan y luego mueren. Mi mente se transforma, se expande o se achica, y se apagará finalmente. De modo que sí, tal vez retrato biorritmos porque soy biorritmo y me compongo de biorritmo. No soy la instantánea petrificada ni el daguerrotipo aviejado de un conjunto estanco de obsesiones... Aunque es cierto que me produce escalofrío comprobar que hay mucha gente que sí es capaz de semejante cosa.
Andrew McChuffle: He de reconocer que lleva usted sus 68 años de maravilla, esa cabellera blanca le queda fetén, le otorga un porte seductor a la par que distinguido...
David Cronenberg: Gracias, gracias, lo tomaré como un cumplido... Lo cierto es que mi fase de pupación anda ya muy próxima a materializarse. Hay un montón de gente a la que se le llena la boca diciendo que me he covertido en un capullo... ¡Y lo más gracioso es que no les falta razón! Pero ya empiezo a sentirme maduro, muy pronto saldré de él y echaré a volar. Entonces los observaré a todos ellos desde arriba, diminutos y mínimos, varados en sus alienaciones genéricas los unos y atrapados en sus coloridas pantallas-acuario los demás...
Extracto de la entrevista a David Cronenberg en Cuadernos del Chochicine, nº 354, noviembre 2011