Resistencia en el flanco débil

marzo 12, 2011

La media horita del rencor



Con lo bien que se estaba en casa, en modo uterino y con gana ninguna de asomar la tocha por el chochito del mundo y echar un vistazo, a ver qué se cuece. Este invierno empieza a sentirse más que nada como tabarra, es un latoso, un agonías. Anda ya a la mierda, hombre de dios, que caducaste hace semanas. Estos últimos coletazos danzudos son ante todo la pataleta rabiosa de un niño mimado, que no le compran lo suyo ni le están pendientes ni le ríen los mocos. Estás acabado. Afuera la lluvia, meando calvas y paredes, tiende la mano y da el toque de atención. Tu señorío de sombras está por durar el canto de un duro. Dura cada cosa lo que ha de durar, y todo lo que sea alargarlo aunque sea media hora ya más que una osadía es un detrimento.

Pese a todo, cuidado, que aquí la lluvia siempre contemporiza, nunca declara la guerra, lo pretende todo por la vía diplomática y sin arruinarse los bajos del pantalón, o lo que es lo mismo y a la vez paradójico, nunca se moja. Por eso llueve así, este llover sin hígado y sin pulpa de coraje, tibio como una pose, sin carácter, todo cicatería. Aun así la lluvia es lluvia siempre, eso también, eso por supuesto, y ésta de hoy no habrá que despreciarla, pues, si es que queremos que la anatomía de la melancolía vuelva a ser ella, si es que asumimos que necesitamos que recupere todo su fuelle. Y algunos lo hacemos, asimos dicha asunción. Porque algunos, no sé exactamente cuántos, pocos, cierto, pero algunos, los justos y suficientes más algún que otro espontáneo, lo necesitamos, así, sin más, que no decaiga, que no medre, que no eche la rodilla a tierra o se deje decapitar, que la anatomía de la melancolía, su íntima geografía de angustia y desasosiego quietos siga siendo ese estrecho equilibrio entre la furia y el silencio. Y esto que digo, que queda tan bien, así de plástico, tan de escaparate de barrio pudiente, pero que a la vez se entiende tan poco, tan nada, bueno, algo sí, espero, confío, algo mucho en función, digo yo, de quién o quiénes y lo que les pague el esfuerzo, se me presenta como revelación, casi como la exégesis de una nueva fiebre mesiánica, un satanismo de birlibirloque, procaz, aún con los restos de sangre y placenta por toda la cara, feúcho y estragado, sin pulir. Ya habrá tiempo, o no, cualquiera sabe, pero lo suyo es pensar que sí, de irle echando tientos, mordiscos de razón, por ver si apunta a algo o es más que nada una ñoñez, una pedorreta neural y si te he visto no me acuerdo: que viva el lugar común como vivieron en su tiempo las caenas.

Conque en éstas andamos, cuando sea que escampe esta mala hostia y regrese por donde vine, al útero de la casa y dentro una estufa, agua caliente, un sofá en el que apoltronarme a masticar las horas, los gatos encima, ronroneando la nada, lo sé, voy a releer lo de hasta aquí y lo primero que voy a decirme es esto: válgame Dios si estás hecho todo un gilipollas...


1 comentario:

Anónimo dijo...

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