Resistencia en el flanco débil

enero 14, 2011

Aquí ya nadie fuma, nadie colabora

En una casa con gatos no hace falta despertador, por ejemplo. ¿Es eso una ventaja? Cualquiera sabe. Los biorritmos de su felino estómago egoísta marcan los tiempos y las pausas del resto de habitantes del lugar. Pero hay mañanas que no deberían ser nunca. Mañanas que no son tal, que son puertas entreabiertas a la luz rojiza y acre y enferma de la amargura. Del corazón encogido. La soledad. Mañanas como ésta, sin ir más lejos, que son en sí mismas un cáncer transitorio pero irreductible, no mortal pero desde luego para nada benigno. Mañanas que te matan más que una cartón de tabaco. Cuando los gatos han empezado a maullar en firme demanda de su desayuno, yo ya estaba despierto, las manos engarfiadas, rígidas sobre la impotencia, los ojos enquistados de vacío. El invierno es hoy. El invierno es esto. El invierno es ahora, por ejemplo, sentir este desbarajuste en el pecho, saber que el corazón se me quiere salir del sitio, escapar rebotando, boqueante, terminal, como un pez fuera del agua, agotando sus últimos segundos. Miro el MP3 y me pregunto cuál podría ser la banda sonora de esta mañana. De una mañana como ésta, que no debió ser nunca, pero está aquí, ha venido para quedarse. Necesito dejar de escuchar este silencio o me volveré tan negro que nada me distinguirá de la muerte. Al menos hasta que salga el sol y pueda hacerme a la idea, al hecho, la ciencia cierta, de que hoy es ya al fin hoy y ya nunca más será ayer. Recordar qué se es y qué se ha sido nunca es gratuito. El café cargado no suele ser suficiente, lo tengo ya asumido. Necesitaría un pitillo. Claro que si fumase a lo mejor ya no estaba aquí, escribiendo todo esto. La cosa en general se ha puesto de un aburrido mortal, ha perdido elegancia y ha perdido apostura. Sobre todo desde que fumar como tantas otras prácticas elegantes está perseguido y todo el mundo tiene, en cambio, cancha libre para traer una vida a esta tierra, por ejemplo. Y es que está por llegar el tiempo en que vivir dulce y vivir demasido y vivir asertivo, todos tan amigos de nuestros amigos, va a ser la verdadera dictadura. Para ese entonces buscadme con una pistola al cinto... Tengo la impresión de estar habitando los tiempos más idiotas de la historia y ese asco no hay cafeína ni hay nicotina que me lo haga más llevadero. El mundo sigue ahí fuera, en marcha sobre sí, y es sólo un pedazo de chusco dando vueltas, no hay maldad ni hay alegría ni hay estupidez que no provenga de nosotros mismos. El último hijo de puta vivo sobre la faz de este absurdo que se acuerde de tirar de la cadena.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bien haces lo que haces, joío.

Sergi.

Anónimo dijo...

El invierno es hoy y el tiempo es un glaciar.

Yo he pinchado "That's life" de Sinatra".


Cuidate.

Joseph Cartaphilus dijo...

BUeno, algo de talento si que queda al menos en esta parte de la vida.

Recomiendo volverse a dormir en estas mañanas sin amanecer, porque se descansa más y porque a lo mejor en una de esas, el mundo se reinicia y el sol sale menos lucido que de costumbre.