Resistencia en el flanco débil

junio 15, 2009

Ayer Lee Marvin me encendió un pitillo antes de morir


A estas alturas ya el oxígeno es un lujo que mi nómina no puede permitirse; mi ego, por supuesto, hace meses que declaró suspensión de pagos. También asume uno que el Everest es más ficción y leyenda y literatura que roca asesina. Es lo que tiene no llegar ni a mileurista. Espejismo para hoy que ha de ser la gazuza de mañana. También está el hecho, la asunción, el tener por la mano que la poesía es el caballo de batalla de todos aquellos que quieren mostrar sin mostrarse, o lo que es lo mismo, decapitar sin descabalgar, o lo que es lo mismo, no arriesgar más que lo justo. Y sin riesgo no hay victoria, dicen los tópicos, ya saben, esa moneda de cambio entre poetas, politicastros, peripatéticos y no, es decir, todos los otros, que somos nosotros y el resto, los de más allá. Incluidos los muertos.


Por eso a mí que no me saquen de la infantería. Me faltan el cerebro y sobre todo el rancio abolengo para cualquier otra putada que no sea la carne de cañón. Morir matando ya sería el último escalón de mi techumbre. A mí trabajos finos que no me endilguen, que tengo los dedos como morcillas de Burgos.


Hubo un momento del día en que se dio la circunstancia de que fueron las once de la mañana y yo todavía no había probado bocado. Subsané eso en cuanto me fue posible. Cabe decir que el café me sentó de muerte, una patada de sarna con gusto justo y directa a la boca del hígado. Cuando fui canijo el café de bar sabía casi siempre al infierno que tenía que saber. Hoy día tienes que gastarte en cafeterías cinco mil del ala, de las de antes, antes de probar algo digno de llamarse achicoria. A lo demás que te sirven ni siquiera lo puedes llamar mierda. Insultas a la mierda si lo haces.


De repente me siento mayor. No voy a decir que anciano, pero mayor. Ni ajado, ni usado. Sólo mayor. Dos pasos por delante de la ionosfera y lo siguiente es Marte, inalcanzable, imposible, la cuadratura del círculo del vaso sobre la mesita de noche, pero físico, así que no se sabe nunca. Houston, ahí tienen un jodido problema... Ustedes, no yo. A partir de aquí suelto amarras y que les den. ¡Manejo las cuerdas! A ver cómo explican esto en el Departamento de Gastos. Que se les ha extraviado una misión. Que les renunció un poeta en pleno vuelo, justo rebasada la atmósfera va el tío cabra y se les hace mayor.


En los oídos: Tiger in the Sun. The Cult. De cuando se hacía música. De cuando se servían cafés. Sigue sonando a esa suerte de inmortalidad de segundos, cuando ni siquiera el tiempo se atrevería a sacarte de la siesta, mucho menos rozarte con la yema de sus huesos descarnados. ¿Tiene yema un dedo escarnado? Joder. Incluso diría más: ¿se le puede llamar dedo a un dedo descarnado? He aquí un error de bulto que ningún poeta con posibles cometería. Pero queda bien. Por lo menos ahora, dentro de cinco minutos o tres líneas vayan ustedes a saber.


Ahora voy y les hablo de ustedes y la voz en tinta me sale esquiva y como silueteada, más de individuo sin sombra de duda que lo alumbre o que piensa que tiene el cielo de su parte. Es por lo de antes, nada grave, cosas de la edad, se vuelve uno mayor de un día para el otro y ya se cree en la potestad y la prerrogativa de empezar a repartir tostón a todo quisqui con sus batallitas de salón. Pero sí, qué coño, un muchísimo hasta aquí, ustedes no lo ven pero yo lo estoy señalando, así, hasta aquí, hasta los mísmísimos, hasta la mismísima de dejarme el pellejo en batallas que a nada conducen. De defender posiciones que a nadie importan tres carajos. Medallas de sangre y rabia y cretino cinismo es lo único que he ganado hasta hoy. Pretendérselas de Alonso Quijano perdido de la chaveta y afrontar gigantes vaporosos en el aire está bien hasta cierto punto o edad teñida de prodigios enardecidos. Y queda bien en el curriculum sólo si te sabes vender muy bien, que no es mi caso. El ego no es lo mío, no lo ha sido nunca. O mejor dicho: mi ego no se me da tan bien. Todo son renuncias.


Pero está Marte, Marte rojísimo, bello, deletéreo, mortal, inalcanzable e imposible, pero físico, tan real como cualquier derrota y más apetecible que todas las victorias. Eso y que si se me presenta Curro Jiménez y me suelta: "¡La escritura o la vida!", le digo que la bolsa, a ver si entre el shock por la respuesta desusada y el ser un tío sin estudios superiores, el ponerse a urdir conjeturas con los dedos, voy y me escaqueo, ahueco el ala de allí antes del primer trabucazo.


Ustedes, ninguno, me comprende, eso ya lo sé y lo doy por consumado, pero yo me entiendo y con eso tiro millas, me basta y sobra para arrasar Cabo Cañaveral de un petardazo intestino. Miguel de Cervantes también comió judías pintas y sufrió sus consecuencias. Como el que más.

3 comentarios:

Jorozez dijo...

De malentendido en malentendido hasta la tumba.O así lo veo yo.

Y no diré más, para evitar tergiversaciones.

sergi dijo...

el pedo como metáfora de la creación literaria? o del acto de crear? como dijo john lennon en un video que nos puso una profe de ética en el insituto:"yo también cago".

le comprendamos o no siempre es un placer leerle tío!

Javi Iglesias dijo...

La evacuación también puede ser creación, más catártica que ninguna otra, si cabe... y el que diga lo contrario es que no tiene colon.