Resistencia en el flanco débil
octubre 28, 2013
Lampedusa. Una historia mediterránea, de Rafael Argullol
octubre 11, 2013
Banderitas, mentiras, idiotas y plebeyos supremos...
"Al despertarme al día siguiente supe que había soñado mucho, aunque ya no me acordaba de nada.
Era fiesta.
Se conmemoraba el cumpleaños del plebeyo supremo.
La ciudad estaba repleta de banderas y pancartas.
Y por ella desfilaban las chicas, las que buscan al piloto desaparecido, los chicos, que dejan que mueran todos los negros, y los padres, que se creen las mentiras que aparecen en las pancartas. Y los que no las creen, desfilan también. Divisiones de gente sin carácter bajo las órdenes de un comando de idiotas. Todos marcando el paso.
Cantan algo acerca de un pajarillo que está piando sobre la tumba de un héroe, de un soldado que se asfixia con gas, de las muchachas de cabellos negros que comen la inmundicia que queda en casa, y de un enemigo que en realidad no existe.
Así celebran los imbéciles y los mentirosos el día en que nació el plebeyo supremo."
octubre 08, 2013
Los últimos de la clase
agosto 29, 2013
Doblegado
DOBLEGADO
Ese derrumbe del edificio de tus sueños
lluvia de cascotes
de cuanto te pensaste
besa final la copa de un árbol su base
la tierra que fue su alimento
el gusano que lo devorará
roto el tronco
el ancho tronco todo roto
quebrado sobre su derrota
es la corona de un rey desbrozado por la revolución.
Incendio de metas
plomo en los párpados
pulmón derrengado
a qué levantar la mirada
a qué cualquier tentativa
se vienen encima los fríos
se viene encima el otoño
se viene encima la negra langosta de la remembranza
la patética, desaforada mueca del absurdo
carcajeo de puñales.
Abatido
Derribado
En retirada
ovillado, disforme, gacho
husmeando tu humillación
presintiendo la sombra que llega
la sombra que ciega
rodillas en tierra
doblegado pero dispuesto
corajudo
histriónico
suicida
amigo de la muerte
irracional.
Luz que agoniza
La mirada
Luz infinita
La mirada
Ojos que miran finales
manando la rabia
Jaguar o madre gata moribundos
acorralados
garras para la muerte
dispuestas sobre su ocaso
ansiando terribles lanzar un aliento último
un último zarpazo
sobre el cazador
ahora también desbrozado.
Ahora también él tirano pasado a cuchillo.
agosto 12, 2013
El copartícipe secreto de Joseph Conrad
agosto 05, 2013
Las ilusiones de Jonás Trueba
julio 28, 2013
Mensaka de José Ángel Mañas
Pienso que una de las facultades primeras de un buen editor está en saber cuándo uno de los libros que está a punto de entregar a la imprenta va a a ser una cagarruta. Saber que no te queda otra que sacarlo, vale, bien, cosas del mercado y demás servidumbres, pero tener bien claro que no va a gustar, que no va a vender una mierda: Oye, tú... ya sabes que la cosa esta no va a vender una mierda, ¿no? Sí, lo sé. Ah, bueno, vale, es tu dinero... Por eso mismo me le vas a poner una cubierta guapa. Me le vas a poner un lienzo chungo de George Grosz... He ahí un editor con arrestos, que tiene lo que hay que tener, que sabe de qué carajo va su trabajo. Yo compré el libro este por el dibujaco estupendo de Grosz en la cubierta. Por eso, y porque me le pedían un euro, a qué engañarse.
mayo 10, 2013
Dimensión de milagros de Robert Sheckley
Observen fijamente la portada de este libro durante treinta segundos. No desvíen la mirada. Ahora cierren los ojos... ¿Acaso no sienten ya subir el ataque epiléptico desde las honduras de su cerebro?... Pues bien, sabemos que el responsable de esta dantesca némesis del diseño la perpetró un tal Nelson Leiva. Lo que no sabemos es qué clase de alcaloides se metía, allá por los finales 70.
Y el Pepe Goteras de marras, todo pancho él, no le responde otra cosa que la siguiente perogrullada: «Es queee... Ya sabeusté cómo es esto...Emnnn... Las cosas son como son... Ej... Err... Las cosas son como todo...».
A lo que Dios, peripatético, imbécil, subnormal, responde: «¡¡¡Determinismo!!! ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Gracias, gracias, caballero, muchas gracias por esta basura de planeta que me ha manufacturado! ¡Me lo quedo tal cual! ¡Servirá muy bien a mis virtuosos y excelsos fines!».
Y ya está. Éste es el chiste carajillero de «Dimensión de Milagros». Tal es el gran bromazo Sheckley: Habitamos un mundo de mierda en un universo de mierda porque a nuestro Dios mequetrefe y cabronaco le dio apuro pedir la Hoja de Reclamaciones...
No me dirán que no es para mear y no echar gota. Jajaja.
Ja.
Ay...
abril 26, 2013
Yo de mayor también quiero ser Mastermind...
Ustedes, almas bondadosas de la letra vesánica, espíritus nunca bien ponderados de la rijosidad leída, quienes reinciden por aquí un día sí y al cuarto otra vez, tan inopinadamente, ya van viendo que tengo por higiénica costumbre princpiar el mío discurso con foto de la cosa, y acabar la mi infecta perorata con el punto y final de una foto del autor de la cosa, pero hoy, sin que sirva de precedente ni mucho menos de eximente, invertiré el orden de ambas impresiones fotográficas, ya que, de no hacerlo, pasaría algo tan trivial y a la par tan esencial como lo siguiente: que si no, no me sale el chiste.
Así que si tienen a bien observar atentívoramente este dibujote saleroso de más arriba no parece que el amigo Wilhelm Hauff fuese poseedor de un imponente cabezón, de una ubicua testa mollera, de una molondra espectacular y paneuropea. Lo que sí tuvo, apercíbanse de este detalle, fue un cuello a todas luces excesivo, luenguilargo y jirafesco. Desconocemos, empero, si esta herejía y contravención de las más elemetales normas del darwinismo tuvo mucho o poco o nada que ver con que el amigo Hauff durase en el mundo germánico de las letras, en el mundo —el germánico y el no— en general, de hecho, tanto (y tan poco) como 25 años, se cuenta por ahí que víctima de un atracón tifoideo.
El caso es que todo y no tener en su haber, como decía, una testuz superlativa, Hauff nos legó, entre otros cuentos entrañables, «El Pequeño Muck», "Der Kleine Muck", todo un manifiesto y alegato y perorata en favor del individuo de enorme cabeza y pequeños miembros. Una soflama a la par que monserga en pro del Hombre Cabezón.
El Hombre Cabezón, y más en concreto, el Enano Cabezón, ¿es más listo e ingenioso que el resto de mortales piaras de hombres por qué motivo?... Está claro: porque a mayor capacidad craneal mayor cantidad de ideas grandes, medianas y pequeñas, y también más grande número de luminiscestes pensamientos. Una testa mayúscula semejante, en consecuencia, necesitará de todos los recursos supervitaminescos e hipermineralizantes, amén de todo el azúcar presentes en el organismo para ordenar y gestionar tamaño volumen de cerebrosis superdotada. Lógico, por tanto, que el resto del cuerpo sea enanoide y enteco, una poca cosa esmirriada y flojarucha, no por nada todo lo bueno y rico se lo queda la cabeza, la muy egoísta.
¡Ah!, pero eso sí, seguid riéndoos del enano cabezón, miserables pueblerinos, nos dijo Hauff... Seguid partiéndoos la caja a costa del Pequeño Muck, del kliene Muck, bastardos hijos del chucrut, que antes o después vendrá a zurraros la badana la moraleja de éste, mi cuento infantiloide y romántico...
(Ahora viene cuando el instinto lectutriz de ustedes, tan bien entrenado, les pide que yo les cuente el qué y el cómo, el cuándo y el porqué, y en general la entraña y la morcilla de la susodicha moraleja, pero supongo que a estas alturas, ustedes todos, ánimas pacientes y dolientes, también deben haberse apercibido a estas alturas, no sé si asumido, que un servidor es también, las más de las veces, bastante cabrón)
El caso es que de lo de verdad para mí importante, es decir, los escotes lindos y los perniles prietos, nuetro Wilhelm "cuello de gollete" Hauff no menciona una palabra, se lo guardó todo, el muy truhán, así que de las mujeres cabezonas nunca supimos qué pensaba...
marzo 30, 2013
Los espectros de Leonid Andréiev
febrero 02, 2013
Umbral y su barra de (dar con el) pan
enero 29, 2013
Noches blancas de Fedor Dostoyevski
Que levante la mano aquel que no recibió alguna vez de boca de mujer el siguiente mensaje: "A mí también me gustas y me caes genial, de verdad, pero te veo sólo como amigo"... Todos aquellos que habéis alzado el brazo, confirmado, sois unos ruines y unos protervos, mentís que es cosa mala. Porque en efecto, no hay ni hubo hombre nacido de mujer (y con apetito por mujer) que no haya recibido, al menos una vez en su puñetera vida, calabazas semejantes. Esto es un porque sí, no observa excepción ni admite discusión.
Tal es la vicisitud y la maldición del pagafantas.
No perderse el uno ni la otra, oigan.
enero 15, 2013
Tanto leer puede volverte loco, loco, loco... ¡LOOOOOOOCOOOOO!
Primero llegó Cervantes, con una sola mano, y nos soltó El Quijote: un tipo se atiborraba de novelas de caballerías y mandobles a diestro y siniestro, hasta que se le pudrían los sesos y se volvía majareta, y después se moría, silencioso y triste y afiebrado, porque con los sesos caducados ya no se puede vivir ni ser persona de provecho, ni por lo común siquiera ser persona de clase ninguna.
Luego llegó Flaubert, con dos manos y un mostacho plagado de mots justs, y nos soltó la Bobary: una chicuela-mujer se atiborraba de novelas romanticonas y de caballeros de una pieza, hasta que se le trasnochaba el sieso (que no el sexo, ése lo tenía bien engrasado), y en semejante ataque de melodramatismo sucedió que se le fue tanto la pinza que se mata o se deja morir, ahora bien bien no me acuerdo.
Después está esto, que nos lo soltó George Sand, venga, toma: no sé si con la derecha o la izquierda, pero desde luego vestida de hombre y descojonándose de la risa en la cara de la biempensancia de su época, y lo tituló «Cora»: un inglés fatuo lee demasiados libros de E.T.A Hoffman, Novalis, Jean-Paul y el cojo Byron, así todo el rato hasta que se vuelve loco por la hija de un tendero francés, que no es para tanto, la moza, pero resulta que a él le parece la hostia, ya que, recordémoslo, se le ha entelado completa la sesera de tanta lectura de lo fantástico romántico y de tanto himno a la noche mágica. Por suerte para él, lo echan a patadas del pueblo, por pesao, y cuando regresa al poblarucho tras los años, con la mollera repuesta de tanta insana lectura, vuelve a ver la tal Cora, y es entonces que se percata el tipo que no era para tanto la cosa, ni la tipa, que era incluso hasta fea, ¡madre de dios!; y ante todo y sobre todo y lo que es peor: ¡toda ella del todo e irreversiblemente francesa!
Finalmente, ya inmersos en ese cajón de sastre baqueteadísimo que convenimos en llamar la posmodernidad, llegó David Cronenberg, sólo armado de su imaginancia aviesa y unas gafas de pasta de lo más ordinario, y nos soltó «Videodrome»: un tipo ve tanta pornografía, tanto hardcore sádico e ultraviolento, que inmediatamente pierde la chaveta y cree que todas las mujeres del mundo quieren encamarse con él y que les apague cigarrillos en las tetas. Como eso de matarse o dejarse morir ya estaba muy visto en los 80, Cronenberg cambia el pistón y añade una vuelta de tuerca, convirtiendo al loco en una cinta de vídeo (porno) o una Sala X, ahora bien bien no lo recuerdo.
La cultura es una cosa grande, oigan.
enero 13, 2013
Ugo Cornia: De cómo la felicidad es posible (incluso sin escribir)
«Sobre la felicidad a ultranza». Hoy les traigo este libro para hablarles de otra cosa, soy así de cabrales, para hablarles de qué cosa: de los libros de autoayuda, esa cosa infecta, epítome de la impudicia moral. Toma.
¿Acaso existe literatura más dogmática que la autoayuda? Al menos la Biblia te amenaza con el Infierno. La autoayuda ni siquiera se molesta en amonestarte, te dice llanamente: «si no me sigues a mí, allá tú, seguirás siendo tú mismo para el resto de tus días», es decir, una masa doliente de pena y desesperación.
No sólo te dice qué tienes que sentir y a qué debes aspirar. No sólo te dice cómo tienes que hacer para conseguir todo eso que previamente te ha dicho que tienes que ser y sentir. Te dice, además, que no puede ser que no lo consigas, que todo el mundo lo consigue. Si compra el libro, claro...
Más en concreto: no sólo tienes la aspiración de ser feliz, tienes la obligación de serlo, y ¿cómo conseguirlo? Comprando y leyendo mi libro, ¡mis libros!, porque nunca hay sólo uno... No hay fallo posible. Si sigues mis instrucciones, nuestras instrucciones, porque una vez lees uno no debes tampoco dejar de leer estos otros, entonces y sólo entonces, llegarás a ello. No hay pérdida posible. Todo el mundo lo consigue, ¿por qué no ibas a consegurilo tú?... «¿Y si resulta que yo he pagado a tocateja el libro, los libros, y me los he leído de arriba abajo y he seguido los pasos y a pesar de eso siento que mi vida sigue siendo una caquita?»... Entonces una de dos; o no lo has leído bien, ¡vuelve a leerlo! (a ser posible, compra un ejemplar nuevo y pásale el viejo a tu sobrina); o bien no sabes leer, ¡vuelve a la escuela, ganapán!
En resumen, «Usted Puede Sanar Su Vida Si Yo Le Digo Cómo»... Me viene una palabra a la mollera y esa palabra es: ¡SECTA!
En fin, una vez establecido lo cual pasamos a qué es «Sobre la felicidad a ultranza» de Ugo Cornia, quiero decir, a parte del libro de un italiano de las montañas al que le publican un libro en español con la típica portada de un libro de Foster Wallace.
Pues es un libro en el que un italiano de las montañas nos cuenta cómo digirió la muerte de sus seres queridos en un muy breve lapso de tiempo y siguió palante como buenamente pudo. ¿Que cómo lo hizo? Pues follando mucho, todo lo que pudo, pues conduciendo el coche a 140 por la autopista mientras albergaba pensamientos absurdos, y pues conversando muy mucho con los fantasmas ectoplásmico-mentales de sus padres muertos... Y he aquí el detalle clave: nos cuenta cómo lo hizo él, no nos da la brasa con cómo hacerlo. No universaliza sus capacidadades y sus métodos. Yo encontré mi solución y fue ésta. A partir de ahí que cada cual se busque sus habichuelas, gente.
¿Y cómo fue que salí palante como buenamente pude? Pues porque la vida sigue, lo queramos o no, porque no hay más cojones. Porque la vida puede ser trágica y de hecho acaba siéndolo siempre, antes o después, pero sólo en nuestras manos está el convertir lo trágico en un invierno eterno y terrible.
La Autoayuda te dice ser infeliz es terrible. Cornia: ser infeliz es inevitable.
La Autoayuda te dice ser feliz es posible y puede ser además para siempre. Cornia: ser feliz es una cosa fabulosa y si fuese para siempre dejaría de serlo automáticamente.
¿Quién quiere sonreír todo el puto día? ¿Quién quiere vivir hasta los ruinosos 80 años? ¿Quién quiere tener un orgasmo en la punta de los genitales las 24 horas de día? Es de gilipollas, cierto, hasta un gilipollas redomado podría verlo. Pero aun así anda que no está a reventar de gilipollas el mundo.
Otra cosa que me ha gustado de este Ugo Cornia es que escribe pero no nos lo dice. Esa renuncia a darnos la murga y el tostón del escritor ya te da una medida de que no es un tío ni medio normal. No sé, cualquier italiano está en una playa italiana y da dos saltos y aterriza en otra playa italiana, pero de la costa opuesta. El caso es lucir el moreno latin lover sí o sí. Pero Cornia no. Cornia sólo da un salto y se queda en mitad, es decir, en las montañas. Y aun así el tipo no para de echar sus buenos polvos, sin necesidad de morenos ni nada. Es un tipo outré, esquinado, lateral... Por eso hace una cosa que casi ningún escritor hace, que es hablar de sí mismo diciendo que hace cualquier otra cosa, lo que sea, desde no hacer absolutamente nada, hasta irse a bañar el culo al río, o pasarse los días contemplando los andares de un ciempiés trepado a la pared, lo que sea, menos escribir.
Admiro profundamente a un escritor que es capaz de darnos a leer todo un libro entero, entera o supuestamente biográfico, en el que su personaje o alter ego o sosias es capaz de renunciar a decirnos que escribe o bien que se va a poner a escribir o que, maldición, no puedo —o no me dejan— escribir.
En una charca donde el proselitismo es endémico, ése se me antoja un gesto de titanes.
enero 12, 2013
Deletérea humedad de los cajones
enero 10, 2013
La noche del pedroncio
