Hoy más que nunca estoy por la buena gente que escribe con el sentido del humor por bandera, gente obsequiosa con su vis cómica, que nos regala sus párrafos, sus páginas enteras de apretada letra cachonda, para que los demás las ríamos, y tan contentos. Gente, en suma, que no te pega el palo. Que ya es mucho.
Entiendan que entiendo que Carlo Padial es gente de ésta que digo. Persona pura y dentro un alma coñona, un cerebro descerebrado, ávido de conspiranoias, así como también, como no podía ser de otra manera, algunas vísceras cerúleas. Su Dinero gratis se me antoja para enmarcarlo. Qué coño. Déjense de marcos. A la mierda los marcos. Para leerlo primero. Releerlo después. Y tirárselo finalmente a la chepa del primer viandante ciudadano que nos crucemos con rostro de vara, cejijunto y porculizado, a ver si se le contagia algo, se echa unas risas y de paso se le cae esa máscara de inmunodepresión...
Hay, como en toda antología, altos y bajos y cosas que que ni fu ni fa, y esto es un axioma, un de cajón, y no hay Dios que se salve de la quema, sobre todo si es que hablamos de relatos. Pero lo que no hay son cosas que no se entienden, de esas que no hay por donde cogerlas, ustedes saben de qué hablo, confío. Y ya está bien que sea así, joder. Un miembro de la postnocilla —yo no soy periodista cultural pero también sé sacarme etiquetas del sobaco; prueben ustedes también en sus casas, verán qué facilísimo—, un postnocillar, como decía, que tiene claro a qué juega; que sí, que sí, que ya sabemos todos que la escritura es una cosa muy onanista y muy de mirarse la pichula y ver qué carajo de cosa amorfa somos de prepucio para adentro, pero que una vez le das al "publicar" el asunto pasa a ser juego de dos: tu alma en venta por 16 cochinos euros.
Por lo demás, Padial es un androide paranoide, un replicante obsesivo-compulsivo, un hatillo de calostro envenenado y genes enfermos que siempre mira de reojo y detrás de cada esquina cree ver a un Harrison Ford apuntándole a la mochera. A fuerza de narrar un mundo en el que casi nada es lo que parece, pero en el que todo lo que parece basura en efecto lo es, los personajes de Padial, histriónicos, patéticos, perseguidos, son el contrapunto de lucidez a una realidad que se ha convertido definitivamente al enobismo gilipollas y la biempensancia subnormal. Gritan: "¡¡¡Pero es que no os dais cuenta de que este mundo que nos hemos construido es una puta mierda!!!"... Y acto seguido salen corriendo, porque todo el mundo subnormal los señala, quieren acabar con ellos, machacarlos vivos: Padial y sus paranoides son Donald Sutherlands en un mundo dominado por los ultracuerpos de la Barcelonísima moderniqui.
Azote de posmodernetas punkbloggers, twittermaniacos starbucks y adictos al spotify, Dinero Gratis es la hostia con toda la mano abierta que tanta "basca guapa" andaba necesitando, pero de la que no se apercibirán, no obstante, porque para dar y recibir bastonazos hay que estar en el circo, patear las aceras llenas de muerte y cagadas de perro, y a estas alturas ya los hay que no están para otra cosa que clicar el "me gusta" y actualizar la foto de perfil cada quice minutos...
Ya que estamos por decirla bien gorda, me aventuro: Carlo Padial, o cualquiera de sus sosias doppelgängers, transfigurado en homeless Lobo-Ninja, lanzando elepés vinilos como shurikens acerados al cuello del ínclito Kiko Amat. He ahí la idea.
Entiendan que entiendo que Carlo Padial es gente de ésta que digo. Persona pura y dentro un alma coñona, un cerebro descerebrado, ávido de conspiranoias, así como también, como no podía ser de otra manera, algunas vísceras cerúleas. Su Dinero gratis se me antoja para enmarcarlo. Qué coño. Déjense de marcos. A la mierda los marcos. Para leerlo primero. Releerlo después. Y tirárselo finalmente a la chepa del primer viandante ciudadano que nos crucemos con rostro de vara, cejijunto y porculizado, a ver si se le contagia algo, se echa unas risas y de paso se le cae esa máscara de inmunodepresión...
Hay, como en toda antología, altos y bajos y cosas que que ni fu ni fa, y esto es un axioma, un de cajón, y no hay Dios que se salve de la quema, sobre todo si es que hablamos de relatos. Pero lo que no hay son cosas que no se entienden, de esas que no hay por donde cogerlas, ustedes saben de qué hablo, confío. Y ya está bien que sea así, joder. Un miembro de la postnocilla —yo no soy periodista cultural pero también sé sacarme etiquetas del sobaco; prueben ustedes también en sus casas, verán qué facilísimo—, un postnocillar, como decía, que tiene claro a qué juega; que sí, que sí, que ya sabemos todos que la escritura es una cosa muy onanista y muy de mirarse la pichula y ver qué carajo de cosa amorfa somos de prepucio para adentro, pero que una vez le das al "publicar" el asunto pasa a ser juego de dos: tu alma en venta por 16 cochinos euros.
Por lo demás, Padial es un androide paranoide, un replicante obsesivo-compulsivo, un hatillo de calostro envenenado y genes enfermos que siempre mira de reojo y detrás de cada esquina cree ver a un Harrison Ford apuntándole a la mochera. A fuerza de narrar un mundo en el que casi nada es lo que parece, pero en el que todo lo que parece basura en efecto lo es, los personajes de Padial, histriónicos, patéticos, perseguidos, son el contrapunto de lucidez a una realidad que se ha convertido definitivamente al enobismo gilipollas y la biempensancia subnormal. Gritan: "¡¡¡Pero es que no os dais cuenta de que este mundo que nos hemos construido es una puta mierda!!!"... Y acto seguido salen corriendo, porque todo el mundo subnormal los señala, quieren acabar con ellos, machacarlos vivos: Padial y sus paranoides son Donald Sutherlands en un mundo dominado por los ultracuerpos de la Barcelonísima moderniqui.
Azote de posmodernetas punkbloggers, twittermaniacos starbucks y adictos al spotify, Dinero Gratis es la hostia con toda la mano abierta que tanta "basca guapa" andaba necesitando, pero de la que no se apercibirán, no obstante, porque para dar y recibir bastonazos hay que estar en el circo, patear las aceras llenas de muerte y cagadas de perro, y a estas alturas ya los hay que no están para otra cosa que clicar el "me gusta" y actualizar la foto de perfil cada quice minutos...
Ya que estamos por decirla bien gorda, me aventuro: Carlo Padial, o cualquiera de sus sosias doppelgängers, transfigurado en homeless Lobo-Ninja, lanzando elepés vinilos como shurikens acerados al cuello del ínclito Kiko Amat. He ahí la idea.
3 comentarios:
Le echaré un ojo cuando estos sucios esclavistas dejen mis huesos machados en algún oscuro y frío callejón. ¿Es comprensible aunque uno viva ajeno a esa Barcelona modernuqui? Quiero decir, ¿es extrapolable a otras realidades modernuquis o es una deyección específica e inconmensurable?
Amigo PsicoTxema, descuide, es perfecta y completamente extrapolable a cualquier poblachurro que se crea lo suficiente ciudad como para plantar un Starbucks -o un Donking Donuts-. Le gustará. Créame.
Deduzco por lo del nuevo exclavismo que usted, como yo, trabajó ayer y trabaja mañana, ¿digo bien?
Eso nos pasa por no estudiar para controladores aéreos, ya ve.
Joder que reseña más buena.
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