Resistencia en el flanco débil

abril 06, 2009

En tu sangre mi meaba, sí, en la tuya...


Me dice Sam que por qué he quitado los comentarios y yo, más que responderle, me encojo de hombros y tuerzo el gesto como viniendo a decir qué quieres que te diga, macho, si yo sólo trabajo aquí... Si le digo la verdad, que fue para esto, para ir poco a poco quedándome solo, me saldrá con lo suyo de siempre, que son excusas, todo baratos pretextos y acto seguido pedirá una cerveza que no me pienso beber. Conque mejor el gesto hipócrita —que tanto dice, nada cierto— y para aderezar, el silencio, siempre la mejor opción y nunca la primera. Así nos pinta la pelambre. Pero es verdad, lo hice por esto, por quedarme a solas, quedarme solo, lentamente se van apagando las luces, y cabe decir que lo estoy consiguiendo, puede que hasta demasiado bien, ya tiene guasa: las noches empiezan a ser como para arrojar los sesos por el fregadero...

Así, de todos modos, si me viene en gana decir que me siento un poco como Mendel, el de los libros, vengo y lo suelto y me quedo tan ancho. Me importa un pito quién sepa o deje de saber quién fue Mendel el de los libros o cómo se lo hizo Stefan Zweig para conseguir las pastillas de veronal. Las calles están llenas de librerías y bibliotecas. Y a los vagos irredentos siempre les queda la Red, donde está todo, y todo mal. A la distancia de un simple clic. ¿Acaso os lo vais a perder?... Sólo me hace falta que me tilden de elitista o ávido de proselitismo para que vaya corriendo a por las dos tazas. Y cien si hace falta... ¡Las ganas que me quedan ahora mismo de hablar como si pretendiera hacerme entender! Quede eso para quienes tienen aún un discurso que echar a perder...

Conque soy un algo como Mendel. No me entero de nada porque el mundo me parece basura, yo a lo mío, y estalla la guerra alrededor y ni me inmuto. Yo a lo mío. Hasta que llega el tiempo, el Tiempo, y te alcanza, se te lleva por delante, y para cuando te quieres dar cuenta ya se te pasó el arroz. Se acabó el Yo y se acabó lo mío... La historia de nunca acabar. Quizá debería apuntarme a clases de moai tai. Darle de patadas a un pelota cada domingo empieza a quedárseme estrecho.

Pero cada cual tiene su particular mundo de ayer en el que quedarse varado, no sólo Zweig. En el mío los vampiros eran lo que tenían que ser y mordían como se esperaba de ellos, y no como ahora, que entre unas y otras y las de más allá han conseguido rebajar a los míticos nosferatu poco menos que a una altura de happy meal. Moñardeo de diseño sin compasión. Ojalá viniese Van Helsing y les metiese a todos una estaca por el culo...



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