Resistencia en el flanco débil

julio 10, 2021

Dublín era un coñazo (la fiesta seguía en París)...

Dublinesca de Vila-Matas. La edición ésta con el fotograma de la peli de Soderbergh. La peli sobre Kafka de Steven Soderbergh. La peli de Soderbergh que ni siquiera iba de Kafka, o sólo lo iba a medias, o sólo lo iba un cuarto, cuarto y mitad de Kafka y luego le mete por aquí un Golem, por allá un Mad Doctor, y entre medias mete, al menos eso, a Theresa Russell, que luce genial en blanco y negro y está reguapa... Ya sólo por Theresa vale la pena revisitarla, la peli, digo, Theresa no creo que se dejase, aunque en esta vida no se sabe nunca, todo es preguntar. Aun así, con Theresa y sin Theresa, el tono general del conjunto es un poco fiasco. 
 
Porque Kafka no es Kafka, responde al nombre de Kafka y tiene el jeto de Jeremy Irons todo el rato con cara pasmo, y nos dice que a veces escribe, aunque nosotros no lleguemos a verlo escribir nunca. Tampoco lo vemos cagarse en su padre, ni en su cara ni por carta. Ni maldecir su propia estirpe, la de Kafka (y la de su padre, por ende). Ni esputar sangre en el blanco del pañuelo. Quiero decir que parece un tipo, con todo, y a pesar de la cara de cómo coño acabé yo aquí de Jeremy Irons, un tipo, como decía, bastante seguro de sí mismo. De modo que no es Kafka. Es Sherlock Holmes pegando carreritas de arriba abajo, intentando ponerle el collar al Golem de Baskerville, pero en las umbrías callejas de la vieja Praga... Soderbergh siempre ha tenido estas cosas. Por lo general le cuesta no restregarte por la cara sus estudios superiores. Pero contar historias y ser un pagado de sí mismo son cosas distintas, son cosas que no tendrían por qué encamar, por más que de ordinario vayan de la mano -como mínimo. 
 
Será por eso que Soderbergh es siempre un destrempante, de común te acaba dando menos de lo que alumbrabas, pero no dejas de reconocerle el mérito. Como cuando filmó Solaris, que no entendió la novela, o no le dio la ganar de filmar otra cosa que lo que le pasó por el forro de los pantalones: dos que se quieren más allá del espacio y la muerte, pero una vez se han perdido ya nunca más van a tenerse, ni aunque baje Dios y lo vea... Es una buena historia. Una historia de puta madre, de hecho. Pero no es Solaris. A ver cuándo se va enterando el personal de que Solaris es la historia de un dios menor. Un dios sin mayúscula. La historias de un bellísimo dios menor, omnipotente pero subnormal...
 
Entonces, Vila-Matas, don Enrique, su Dublinesca... Un poco lo mismo que Soderbergh y los estudios superiores y un poco lo mismo también que la destrempación. Vila-Matas sabe que es un buen escritor encerrado en un pésimo novelista. Por eso sus libros que no son novela son una cosa rechula y en cambio los que la pretenden son como Dublinesca... De hecho, lo único que Vila-Matas quería era soltarnos su rollo de Joyce, del Ulises de Joyce, ah, y también soltarnos su rollo de Beckett, de la divina y omnipotente y subnormal prosa de Beckett, y por supuesto descerrajarnos su rollo, finalmente, de que los escritores modernos, por comparación y por oposición, son -somos, entiendo que don Enrique también- todos unos mendaces y unos gilipollas... Que después de Beckett y de Joyce nadie debería haber escrito una condenada línea más, en resumidas cuentas... De hecho, hasta llega un momento en que Vila-Matas, don Enrique, se da cuenta de que ya te ha dicho todo lo que tenía que decirte sobre Ulises y sobre Beckett y sobre los escritores contemporáneos de mierda, conque va el tío y se planta: "¿Sabes qué?... ¡A la mierda la puta novela ésta!"... Y ni te la acaba... Y se queda tan ancho... Y se la publican... Y tú te la compras... E incluso hasta te la lees... Y se te queda esta cara de Jeremy Irons bobalicón, mirándole la punta de la nariz a Theresa Russell, que sigue reguapa, pero me barrunto que esta vez te va a dar calabazas.
 
Sí, claro, ahora viene cuando me dices que no, que Dublinesca es una novela sobre el declive y el crepúsculo y el desmembramiento del pasillo de la edad adulta, estrechándose pequeñamente hasta el punto de fuga de la muerte... Y yo te diré que sí. Que vale. Lo que tú digas. Pero que como novela de atardeceres y de postrimerías es una chusta. Y una chusta bien gorda, además.
 
Pese a todas estas ruindades, sabes que a Vila-Matas volverás a darle otra oportunidad -sabes que probablemente también a Soderbergh-, porque alguien que le aguantó las batallitas a Marguerite Duras siempre merece un crédito extra, un Insert Coin Again, quizá la próxima sea la vencida...

 

 
 

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