La medida de nuestra pequeña medida es un dedal de agua pensante suspendido en la incomprensible oceanidad del cosmos Agua negra y secreta en su fortín de silencio agua radiante sin costas sin arrecifes de espacio o materia ni la sima abisal del tiempo
Agua negra y secreta vibrando de miedo el poder de su sordo terror inefable un techo de pavor connatural al vacío la acecha
Y a pesar de todo miramos y lanzamos oídos a la noche océanica epicentro de nada pequeño plancton pensante suspendido en el desorden del cosmos Agua negra y secreta que quiere verterse sobre un blanco de las certezas conquistando el secreto de los segundos y plantar su estandarte de hombre en un polo imposible pues no tiene centro, ni línea del horizonte no conoce nombre, ni guarda leyenda
En mi vida veré probablemente nada tan bonito como un gatito bebé en sus primeros días de ojos abiertos esos apenas minutos entre siesta y modorra chusmeándolo todo con ojos voraces sedientos milenarios cuando apenas si consigue tenerse en pie Mirando hacia arriba entre titubeo... ¡Está contemplando gigantes! Y a pesar de todo nos miran sin entender o entienden sólo lo justo y suficiente para no dejar de ser ellos mañana cuando el hilo del tiempo y de la vida (a pesar de los hombres) los ponga a prueba
El eco de nuestras preguntas retumbando en la caja de resonancia de los ojos voraces es el ruido blanco de la obsolescencia el hielo Sur que nos ciega