Resistencia en el flanco débil

agosto 08, 2023

Las profecías del Mothman de John A. Keel

 

   

   Vi la peli del Mothman el otro día. Digo el otro día pero hace un copón ya, ni me acuerdo, pero mejor empezar diciendo que fue el otro día para pasar de puntillas por lo dejado que tengo esto, lo dejado que lo tengo prácticamente todo... La pillé empezada, más de un cuarto, y me dije venga, por qué no... Yo siempre me había quitado de ver esta película, lo primero, por el Richard Gere: no soporto a este hombre, no entendí nunca lo de este hombre, ¿cómo coño pudo convertirse en estrella de cine y sex-symbol un sujeto con los ojos tan pequeños? Insondables misterios... Y lo segundo, por el nombre de la cosa: «Mothman», «hombre polilla», «tu armario es mi cueva y voy a comerme todas tus camisas», en fin, que era oír a Iker Jiménez soltar aquello de que esta noche en el cuarto milenio vamos a hablar del  hombre polilla, del mothman, no se lo pierdan... y automáticamente me echaba a reír. Porque yo en fantasmas y monstruos no creo en ninguno pero me gustan todos, o prácticamente todos, los quiero respetar siempre muy mucho, y lo último que un ente sobrenatural debería tener es un nombre rijoso y de mierda... 

   El caso es que la peli me gustó más de lo que esperaba, aunque tampoco es que sea nada del otro mundo­ —ni de éste—, a pesar del Richard Gere y sus ojos diminutos, y a pesar del hombre polilla y su nombre de chiste. Conque enseguida me puse a hurgar...

   Resulta que la peli toma como base un libro cuyo título es también bastante mierduquer: «Las profecías del Mothman». De John A. Keel. Aventurero. Periodista. Cínico. Alma conspiranoica. Y sobre todo: Investigador forteano.

   Literatura forteana. Literatura forteana son los libros de no ficción que hablan de lo sobrenatural, lo paranormal, lo ufológico y lo conspiranoide. No estamos solos y toda aquella cantinela... Lo de forteano viene por Charles Fort, que con su seminal «El libro de los condenados» fue el primero en darse cuenta de que a la peñuqui le gusta mucho esto de leer sobre los fantasmas, los ovnis y los demonios como si fuesen verdad...
 

   Hay dos tipos de libros forteanos. Los impresentables y vergonzantes, que dicen: toda esta mierda es verdad, toda esta mierda está pasando, así que debes creer... Luego están los no tanto, que dicen: toda esta mierda que te cuento podría ser verdad, podría estar pasando, así que yo que de ti por lo menos le daba una vuelta...
 

   «Las profecías del Mothman» es de estos últimos y, a la sazón, bastante divertido, siempre que lo vayas degustando a pequeños sorbos, que todo de una sentada seguro que te da cagalera. Cagalera de la fuerte. Diarrea forteana. Ahora bien, de literatura nada. Tampoco importa. Nunca hubo la intención.

   El libro, en realidad, no hay por dónde cogerlo. No tiene estructura ni sistema ni objeto ni sujeto ni hilo conductor. Es pura y llanamente John A. Keel soltando avistamientos de mothmans y contactos ufológicos sin ton ni son. A veces los contactados y avistadores le caen bien. Otras veces le huelen a chamusquina. John A. Keel quiere creer pero también es un tío serio, escéptico,  de modo que siempre intenta darle un lengüetazo a la sangre, no fuese kétchup...

   Lo mejor del libro son los esperpénticos testimonios sobre las visitas que los supuestos «Hombres de Negro» hacen a los testigos UFO y demás contactados para sonsacarles información y meterles miedazo... Lo mejor del libro son también las esperpénticas situaciones que el propio Keel relata sobre el cada vez más anormal y aberrante funcionamiento de su correo postal y su teléfono. Es un cachondeo divertidísimo. Me retrotrae a los tiempos del Philip K. Dick paranoide y lisérgico, sospechando un espía en cada esquina, entre ácido y ácido, y entre medio de cada viaje, ¡sorpresa!, se le caía del magín barbitúrico una nueva novela disparatada.

   Al final va llegando un momento en que hasta el propio Keel se da cuenta de que su discurso no va a ninguna parte, y decide darle la puntilla: se cae un puente en las timbambas y mueren un montón de personas. Es como el que encuentra la piedra perfecta con la que tropezar cuando vas el último en carrera y con el hígado en la garganta. El mothman no había estado haciendo otra cosa que intentar advertinos de la tragedia... O aún mejor: El mothman no había estado haciendo otra cosa que avisarnos: «¡Cualquier día de estos os tiro el puente por la cabeza, cretinos!»

   Hasta que por fin lo hizo. O podríamos suponer que lo hizo. Amén.


 

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