Resistencia en el flanco débil

febrero 07, 2009

Nowhere, Texas





Me estoy matando a base de inacción, eso lo sabe cualquiera que me conozca lo justo. No aporta indicios nuevos al proceso. Por no encarar, ya ni leo, que en mi caso es decir mucho. Lo dejo todo colgando, que es lo que he hecho mejor siempre, perfeccionarme en el marasmo, la medianía. Si ésta fuese la España de otros tiempos, la del imperio en lugar de la de los —autonómicos— imperios, a estas alturas yo habría hecho mi agosto, tendría ministerio y todo, inventado ex profeso, por supuesto: ingeniería de medios trechos, algo por es estilo, seguro que hubiese colado. Pero hoy día hasta para ejercer de gilipollas te piden título. Y así están las colas del paro, a reventar de Lazarillos desalojados.




Lo peor es tener que partirte la cara con la neurastenia, esta menstruación de instantes demacrados. No querer ya estar ni en ninguna parte. Nowhere. El inglés de campaña siempre tan al pelo de cualquier chapuza… Me quema el tiempo en las manos. Cómo me explico. Algo así como llegar antes de tiempo a la última cita del día y mirar el reloj y pensar ¡pfffff!, ¡¿de verdad queda aún todo esto para palmar?!




Creo que en esto me identifico un poco con Jane Bowles. Escribió una novela y todo el mundo dijo que era basura, y a partir de ahí le entró la neurosis, el fracaso la ganó para sí, el resto de sus días los pasó a caballo entre ser mujer de —y a la sombra de— Paul Bowles y escribir de que era incapaz de escribir. Sí, ya sé que Vila-Matas se ha hecho de oro con esto, pero en la época de Bowles el síndrome de Bartleby todavía no se había elevado a categoría estética y género literario en sí mismo. Después le dio una embolia con cuarenta años. Sus últimos 16 años los vivió minusválida y disminuida, dándole vueltas todo el tiempo al mismo pensamiento viral allá dentro de su desecado cerebro: “He sido un cartucho de fogueo, he sido un cartucho de fogueo”… Y así hasta la náusea. Lógicamente, cuando ya no estaba a tiempo de nada bueno, las mundanas eminencias rectificaron: “pues no era tan malo, el libro aquel de la Bowles; una lástima lo suyo, podría haber llegado a ser precursora".




(Anteayer decía que la mayoría de mujeres leen mierda y hoy lo sigo sosteniendo, lo veo cada día y eso no hay quien lo achante. Sé de todos modos, por ejemplo, que hay una mujer en Gijón que lee a Philip Roth y otra en Santa Cruz que lee a García Márquez. Todo García Márquez, quiero decir. Eso tiene que significar algo —por más que no me guste Gabo—… De todos modos lo suyo parece más cuestión y perfil de francotiradoras que de precursoras, porque como éste ha sido siempre país de facas, o trabucos, a lo sumo, que son armas de impacto disperso y alcance miserable —no dieron en su tiempo para mantener un imperio, así que ahora mucho menos toda una revolución—, su mérito ha de acabar por fuerza instalado en lo tangencial)




Yo he llegado demasiado puntual —impuntual, por tanto; intempestivo— a mi medio camino en mitad de la nada, y ni siquiera me ha hecho falta escribir una novela para asumir que soy otro cartucho de fogueo. Me limito a esperar pacientemente mi embolia y esta vez ni traje lectura.





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