Resistencia en el flanco débil

marzo 30, 2012

Amor (profiláctico) en tiempos revueltos


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Si después de la tormenta lo que viene es la calma, después de la guerra, pues, lo suyo es que vengan la degradación, el vicio, el crapulismo. Tiempos salvajes son las memorias alcohólicas y puterescas de un Joseph Kessel recién salido de la Gran Guerra y recién lanzado a la tierna veintena: los años briosos del no parar de mojar. Memorias de entonces, la Primera Posguerra Mundial, la Siberia depravada, las retinas hasta arriba de inhumanas estampas y el sacro escrotal hasta las trancas de amor seminal, eso sí, escritas desde la distancia que otorgan los setenta años, cuando ya entero uno está más hecho una higa que otra cosa y poco importa nada, poco importa todo, conque mucho menos la escritura, o lo que viene después, es decir, la lectura. Es por esto, digo yo, que son o las barrunto unas memorias disolutas pero púdicas, libertinaje de baja intensidad. Disipación para todos los públicos, impudicia, antes que nada, velada y melodramática. Kessel no se atreve a decirnos con todas las letras que enamorarse de una cabaretera sifilítica es mal negocio lo mires por donde lo mires, y que puede haber mucha distancia, si se quiere y se pretende, entre el pichabrava y el cabezaloca. Esta boquita pequeña o cobardía rastrera no me parece nada propia, amén de poco francesa. Si un Céline zombi levantase la cabeza a buen seguro le largaba un gordo escupitajo en la mortaja impoluta...


Les Temps Sauvages (1975) de Joseph Kessel