Resistencia en el flanco débil

diciembre 29, 2012

Straw dogs



Cerró el libro, cansado, harto de todo menos del libro, pero cansado, cansado del libro y de no tener alternativa al libro, tirándolo sobre la cama, luego miró la nada de la pared blanca y ajena, luego cerró los ojos, ni siquiera supo preguntarse si sería capaz de llorar. En lugar de eso se preguntó por enésima vez qué demonios estaba haciendo allí, tan lejos de todo, de todos, de sí mismo. Había perdido ya la cuenta de las veces que fue incapaz de contestarse otra cosa distinta de un silencio denso, percutor. Luego quiso pensar qué haría la mañana siguiente, qué andaría haciendo, con suerte, la semana entrante. Diseñó inverosímiles horarios y mapas para unos días en los que ni siquiera confiaba, unos días que ni siquiera quería para sí, sentía que no le pertenecían desde hacía cuánto... ¿Que no se pertenecía desde cuánto tiempo atrás? Más silencio derramándose... Pese a todo, convino que ya mañana sería otro día, justo para no irse a la cama, como tantísimas noches antes que aquélla, con la íntima certeza de que se había convertido poco menos que en una bestia sin escapatoria. Otro animal atrapado en un reflejo roto. Eso. Sólo eso. Después se quedó dormido. Un sueño largo en una noche corta, sin sueños.

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