Resistencia en el flanco débil

mayo 10, 2013

Dimensión de milagros de Robert Sheckley

 


 

 

    Empecemos por el test idiota del día.
  
    Observen fijamente la portada de este libro durante treinta segundos. No desvíen la mirada. Ahora cierren los ojos... ¿Acaso no sienten ya subir el ataque epiléptico desde las honduras de su cerebro?... Pues bien, sabemos  que el responsable de esta dantesca némesis del diseño la perpetró un tal Nelson Leiva. Lo que no sabemos es qué clase de alcaloides se metía, allá por los finales 70.

    El caso es que el verdadero milagro de este «Dimensión de milagros» es que yo alcanzase a acabar de leerlo en lugar de prenderle candela, que es lo que tenía que haber hecho no bien comenzado.

    El tema es que si ustedes han videado las pelis del gran Sergio Leone  ya saben que todas las cosas de este mundo se dividen en dos: los pellejos, las espuelas, las novelas guarras, los hijosdeuncabestro... Pues los libros lo mismo.

    Por ejemplo: están los libros que son para ser leídos, ¿no? ¿Hasta aquí me siguen? Pero luego están también los libros para que los lea otro... Y nos los cuente después. Ese otro es por lo común un primo, un tonto, un gilipollas, o sea, yo, que estoy aquí, alma filantrópica y tontalaba, para contarles este libro infumable y salvarles de que cualquier día de estos no vayan, la caguen, se lo lean, y viertan así por el sumidero lo menos entre cinco y nueve horas hábiles de su patética vida.

    Los cataloguistas y demás encasilladores de la página dicen que este libro es «Ciencia-Ficción-Humorística-de-la-Buena». Así. Tal cual. Literal... Dentro de la ciencia ficción hay un buen montonarro de libros que son del segundo grupo, que son para que se los lea el otro, the other, el primo, el gilipollas, pues eso, lo dicho, que se los lea el tonto y después nos los cuente —total, por tonto que sea dificílmente lo va a empeorar—. Porque sí, en efecto, han acertado ustedes... Porque hay un buen montonarro de libros de ciencia ficción —humorística y de la que no hace ni puta la gracia— que están repletos de buenísimas ideas escritas con el orto.

    Por eso es mejor no tener que leer esos libros. Mejor que nos hagan un destilado y toda esa morralla que nos ahorramos.

    Pero ustedes, ojo, ustedes no digan esto que yo he dicho ni en público, ni en casa, ni debajo del agua, ya que los fans fanáticos de la ciencia ficcción son gente muy suya, muy de dárselas de adalides de la Razón y de la Mente Abierta y Sensata, pero como les escuchen mentarles la madre a su Hall of Fame de idolatrados escribas ya los veo mondándoles hasta el último de sus higadillos. Avisados están.

    El caso es que la mejor escena, la mejor idea de este libruno sucede cuando Sheckley nos cuenta que Dios encargó este nuetro planeta Tierra a un hacedor de mundos, una especie de Pepe Gotera del gotelé cósmico, y éste le acabó edificando el albañal de mundo que hoy habitamos, lleno de taras y de absurdos nonsenses. Cuando Dios le dijo: «Pero oye, tipo, vaya mierda de mundo me has hecho, que está todo inundado, y la poca tierra que hay está llena de selvas impracticables, de montañas insubibles, de alimañas venenosas y sobre todo ¡de Gravedad! ¡Un montón de Gravedad por todas partes, copón! ¡Todo se cae, todo rescuelga, todo es una puta ruina por culpa de la cochina gravedad!... ¡Y yo tengo que plantar en este bebedero de patos que me has creado la semilla de una raza virtuosa de excelsos hombres —¡y mujeres!— a mi imagen y semejanza, leñe!»

    Y el Pepe Goteras de marras, todo pancho él, no le responde otra cosa que la siguiente perogrullada: «Es queee... Ya sabeusté cómo es esto...Emnnn... Las cosas son como son... Ej... Err... Las cosas son como todo...».

    A lo que Dios, peripatético, imbécil, subnormal, responde: «¡¡¡Determinismo!!! ¡Claro! ¡Por supuesto! ¡Cómo no me había dado cuenta! ¡Gracias, gracias, caballero, muchas gracias por esta basura de planeta que me ha manufacturado! ¡Me lo quedo tal cual! ¡Servirá muy bien a mis virtuosos y excelsos fines!».

    Y ya está. Éste es el chiste carajillero de «Dimensión de Milagros». Tal es el gran bromazo Sheckley: Habitamos un mundo de mierda en un universo de mierda porque a nuestro Dios mequetrefe y cabronaco le dio apuro pedir la Hoja de Reclamaciones...

    No me dirán que no es para mear y no echar gota. Jajaja. 

    Ja.

    Ay...