Resistencia en el flanco débil

diciembre 31, 2021

Jean Rhys, guapetona

 


"Una sonrisa, por favor". El libro éste. Librito en plan femenino y en plan memoriógrafo de Lumen. Lumen. Ya saben: La Editorial Mujer de este país. (Y de Circe qué me dices, patán... ¡Calla! De Circe hoy no toca hablar...)

Este librito son las casi memorias de Jean Rhys. Pero Jean Rhys empezó a recordarlas muy tarde o bien recordaba muy despacio. Le alcanzó la muerte y sólo tenía dos capítulos en condiciones, al que siguen un puñado de notas desparramadas. Subtotal: apenas 190 páginas a interlineado bien tocho. Factura resumida: Una mierda gorda: Buen libro que nos perdimos.

El primera susodicha parte o cuasicapítulo es su infancia en las antillas, en la que descubrió algo parecido a la felicidad, dentro de una infancia poco o nada enviadiable, todo y crecer en un ámbito paradisíaco y en cierto modo acomodado, ya que por lo visto todo su alrededor, especialmente su madre, se empeñaba en hacerle la zancadilla, a la pequeña Jean, pobre, ella que no se metía con nadie. Así se fue gestando poco a poco un síndrome de patito feo que marcaría el resto de su vida.

La segunda parte o cuasisegundocapítulo la componen, de un lado, sus años jóvenos y primorescentes en Inglaterra primero, donde, en esencia, se sintió profundamente infeliz y descubrió que la vida es un asco, y más tarde en París, capital de la luz y de los franceses y de los cafés más míticos del orbe que, sin embargo, sirven un café que no debería tenerse por tal, y en la que ella, Jean, ya no fue tan infeliz, algo es algo, todo y que la vida seguía siendo escasamente soportable y además ya cada año era menos primorescente que el anterior esto es de ley.

Las notas desparramadas y heterogéneas y escritas al trampantojo del final son en esencia un cagarse en los ingleses que tampoco tiene desperdicio. Una risa.

Lo vi en un mercadillo, el libro: "Una sonrisa, por favor". Se refiere a su madre, que le decía a su pequeña Jean que sonriera para una foto. Pero Jean no sonríe o sonríe a destiempo o no sonríe como al fotógrafo o a su madre de Jean les hubiese gustado que sonriera, y automáticamente a la pequeña le cae una lectura de cartilla... En general no pasa nada porque alguien te sugiera que sonrías en una foto, es el lugar común y lo que se espera y no hay nada particularmente siniestro en ello. Pero aquellos que insisten en que sonrías, y te obligan a sonreír, y de nuevo insisten (¡sonríe, coño!), e incluso llegan al paroxismo de querer repetir la foto si tu sonrisa o no sonrisa no cumplen sus expectativas, de ésos sí, de esas almas inquisitoriales hay siempre que desconfiar. 

"Hostie Pute", me dije: Jean Rhys, la de los Sargazos, aunque yo su "Ancho Mar de los Sargazos" no me lo he leído aún, pero todo aquél al que le suena de algo Jean Rhys sabe que su libro es Sargasso Sea, y todo aquél al que nada le dicen estos Sargazos, la mayoría y, ay, tantos de ellos echando fotos, responde que quién coño fue esa señora, pasapalabra... El caso es que al principio dudé un poco. La cubierta es horrible. La cubierta es un asesinato. Nadie pagará el crimen moral de esa cubierta nunca, ya lo sé, pero yo acuso igual, por si cae algún rayo ajusticiador... ¡Pero qué cubierta, Santo Cristo!

¿Así que qué hago? Lo cojo, paso de él, le prendo fuego... En el fondo soy un buenazo y con mechero a cuestas no suelo andar, de modo que lo cojo y empiezo a husmearlo. Nada más abrirlo me topo con la foto de la Mujer Sargazo devolviéndome la mirada desde la sobrecubierta y sus ventipocos años, a lo mejor ni los venti... (A todo esto: ¡Los libros con sobrecubiertas molan un montón! "Sobrecubiertas". Qué palabrazo transatlántico, titanesco. Los libros con sobrecubiertas inmediatamente te instalan en una sensación de lectura de viaje desahogado, travesía con posibles y criados... Sobrecubiertas... Los libros en rústica y pliegos pegados con cola, sin embargo, ni aun los provistos de solapas, no son todos sino vuelos en clase turista apretujada) 

En resumiendo: que Jean Rhys está reguapa. "Hostie pute", me digo, qué reguapa, me lo llevo. ¿Por qué no pusieron esa foto en la cubierta en lugar de aquella perpetración gráfica? Sin duda habrían vendido más ejemplares. O muchos más ejemplares. O quién sabe, tal vez hubiesen vendido toda la maldita tirada. Consulto "casadelbookpuntoconn" y veo que aún se puede comprar. Quiero decir: el libro se editó en 2009 y a día de hoy sigue disponible, si quiesieras y tuvieras el valor o la sinrazón, aún podrías pagar 17 euros por esa portada de mierda. Yo pagué sólo 2, claro... Yo soy un tipo listo... Primero ponía 7 euros. Pero enseguida el estólido 7 había sido tachado y sustituido por un ingenuo 5, que a su vez, bastante tiempo después, había sido tachado a su vez y a su vez sustituido por un resignado 3, que a su vez, supongo que también tiempo después, pero menos, había vuelto a ser subsumido, esta vez por un 2 del todo resignado, al que a su vez seguía la siguiente addenda: "Por favor, acaba de una vez con esto". Miré al vendedor. Éste a su vez también me miraba (¿No os da asco y vomitera cuando la escritura se convierte en miradas que se devuelven una y otra vez, como una vulgar pachanga de tenis?  La culpa la tienen el gran Nietzsche y el aún más gran Sergio Leone): pese a todo, no percibí abismo alguno que nos mediara. Aun así aquella mirada no me cuadraba con aquella caligrafía. Ahí pasaba algo. Empecé a darle vueltas. ¿Aquello lo había escrito el vendedor o bien lo había escrito el propio libro, al borde de la desesperación? Un misterio. Pero en cualquier caso saltaba a la vista que la portada horrenda se estaba cobrando su peaje.

Pero tampoco nos entreguemos a la candidez, luego está el hecho de que Lumen no haría tal cosa. Lumen es la Fémina Editorial por antonomasia y no haría semejante cosa, antes muerta, antes prefiere no vender (¡mentira!), antes prefiere que su libro no se lea (eso vale), antes eso que poner la foto de la reguapa chica-mujer en su portada (aunque lo haya hecho tantas veces, igualmente), sin contar además conque la idea que acabo de sugerir es polítcamente del todo incorrecta y probablemente del todo machista, y habrá quien ya se habrá puesto a afilar sus cuchillos. Vale, vale, bien, soy un gusano abyecto. Habéis ganado. Pero luego por editar buenos libros con portadas de pesadilla nadie saca la artillería...

Me leí el libro en un par de días. Antes que nada tuve que afrontar el dilema de si quitarle las sobrecubiertas. Eso me ahorraba la abominación gráfica pero a la vez me quitaba la oportunidad de ir dándole tientos a la Rhys reguapa de tanto en cuando. Así que decidí seguir el viaje en transatlántico.

Me bastaron pocas páginas para decidir que la Rhys escribe bastante de putamadremente: "Hostie pute", me dije, qué bien entra esto. Como un lingotazo. Los mejores 2 euros invertidos de toda la semana. Excluyendo el pan. Desde Umbral sabemos que es jodido vivir sin literatura, aunque hay tantos que lo consiguen y algunos de ellos hasta poseen cámaras fotográficas quién lo entiende; pero en cambio es imposible sobrevivir sin la barra de pan.

Jean Rhys escribe sobre sí desde la cima de sus últimos días con una franqueza serena, limpia, cristalina. No hay lugar para el ego del escritor. Ni para la cháchara del escritor. Ni para las trampas del escritor. Ni para los desvaríos intelectualoides del escritor. Ni para los compadreos de escritores entre escritores. Quizá porque Rhys nunca fue ni quiso ser escritora. Sólo necesitó escribir. Escribir para no entregarse a la marea. Ni siquiera para que la vida no le pasase por encima que lo hizo, sólo tal vez, quién sabe si no para otra cosa que frenar el impacto de su embestida: un inútil dique contra el Pacífico, como dijera la Marguerite Duras.

Es el destilado de una sensibilidad tan frágil expuesta a la luz directa y tan dañida de la realidad. Una placa fotográfica prácticamente velada y sin sonrisa, pero que al tiempo, inopinadamente, no hace otra cosa que despertar llana simpatía: "No me caen bien los niños. No me cae bien la gente. He sido profundamente infeliz casi toda mi vida. Me han hecho sentir fea e incapaz. Me han hecho sentir egoísta. Me han hecho sentir un bicho raro. Siempre. Todos. En todas partes. He sido incapaz de adaptarme. He sido incapaz de comprender por qué tenía que adaptarme... Pero seguí aquí, pese a todo, haciendo mi difícil camino. Ganándome mi particular derecho a la muerte".

Esto último no está en el libro, aunque sí está, quiero decir que no está literal, las comillas son una licencia; que lo he escrito yo pero me lo dictó ella, desde ese no-lugar tan bien ganado. Gracias.


 



  

noviembre 01, 2021

Gabriel Ferrater: Los bebercios y sus días

 


 

Hagiografía del Santo Bebedor Gabriel Ferrater, Santo Poeta del parco santoral de las poesías catalanas, tan parco, el santoral, que tubo que encumbrar a sus altares a un poeta, Ferrater, la verdad, bastante justito, que no acaba de acomodarse como grande ni de asentarse como indiscutible en el paladar poético. Ni en catalán ni bien traducido, mal que les pese a tantos. Hablo por mí. Y por alguno más. Algunos cuantos. 

O lo que es lo mismo: que bebía mejor que escribía. O lo que es lo mismo: que tuvo más mérito como rompehielos que como buque insignia. Y ya que has sacado el tema del hielo, ponme un gin tonic, jefe, anda, que te pilla de paso, dicen que dijo Ferrater, nunca sabremos exactamante cuándo, pero en este caso sí se antoja difícil que la cita sea apócrifa.

Todo en el estilo aséptico y forense de Navarro. Aunque sea un Navarro menor. Un Navarro de entretiempo. Se lee en algunos puntos y se deja de leer en el resto. No todos los días es fiesta.

Como retablo de un derrumbamiento vital, el de Ferrater, a una botella pegado, me sigo quedando con el "Fin del poema" de Juan Tallón -aquella especie de tratado novelado sobre la suicidística de los letraheridos/vidaheridos-, por más que la peripecia alcohólica y agónica del poeta catalán sólo ocupe una cuarta parte del libro de Tallón. 

Claro que Juan Tallón no nos condimenta lo suyo con sus particulares obsesiones, libro a libro, cosa que sí hace Navarro, en todos sus libros, todos o cuasi todos los que hasta ahora yo le conozco, y como tantas de ellas suelen coincidir también con mis particulares manías, es por eso que lo leo, a Navarro (a Ferrater no, sus mujeres y sus días, "nunca mais", con una tuve más que suficiente, eso os lo prometo, ni siquiera el año entrante, el 22, que le van a remover la sepultura hasta la saciedad, -hasta la vaciedad, hasta la necedad-, con las campanas del centenario): obsesiones o fijaciones u obcecaciones, por un poner, como la Segunda Guerra Mundial; soldados wehrmatch con botas claveteadas, dando el paseíllo; batallitas no guerracivilistas; espionazos, Ezra Pound y sus fascismos... En este plan.

Lo mejor viene cuando Navarro nos dice que ha leído por ahí que un Ferrater jovenzuelo estuvo a punto de enrolarse en la Legión Azul y dejarse el pellejo en la Rusia de la Barbarrossa porque además de darle mucho al bebercio era también muy de darle a lo germanófilo... Esto aquí en Reus, esto aquí en Catalunya, no se había oído nunca. Ni se ha de oír. De todos es sabido, los santos, ni aun siendo impostados,  ni aun siendo alcohólicos, nunca se visten de esvástica. Aquí cualesquiera totalitarismos, que también haylos y no pocos, se llenan todos el ropero en la orilla gauche y divine de las tiendas.

Otro cosa muy marciana es que en todo el proceso de alumbramiento de este librito de no llega a 130 páginas, empezando por el propio Navarro y terminando en el último corrector de estilo, de pruebas, no sé, algo... -si lo hubo, está visto, no era catalán, o de serlo se la sudó todo un carajo-, nadie fuese capaz de apercibirse de que en catalán "lameculos" se escribe "llepaculs" y no "llapeculs" (sic)...

Pero eso, nada, todo bien. Otra ronda de gin tonics para el personal. Herralde paga.

julio 13, 2021

Jaroslav, nos vamos viendo...

 


 

Me meto en la antro en los libros viejos con ánimo ninguno de comprar nada, sólo por estar allí, rodeado del aroma del libror añejo y la lignina y algunas almas, pocas, silenciosas, que compartimos esta enfermedad. Sólo por estar allí, un ratito, aireando los zarcillos de la melancolía. Pero libro hoy no pienso comprar ninguno. Que lo sepas. ¿Me oíste bien? Pues eso.

Lo estaba consiguiendo, lo estaba verdaderamente consiguiendo, todo lo que veía era auténtica porquería: cojo éste, bah, no, esto no, lo dejo; luego cojo esteotro, meh, no me gusta, lo devuelvo a su lugar; luego eseotrodemasllá, le doy un tiento rápido, umnnn... éste... ésteee... nosé... unmmmm... va... pero no... buf... a la mierda, que no, que no, que hoy no me pienso llevar nada, hostias... Así que sí, lo estaba verdaderamente casi consiguiendo. 

Hasta que va y me recala la vista de lince -es un decir- en el típico lomo estrechito y de color lisérgico de un Poesía Hiperión. Uno nunca puede ni debe dejar de husmear un lomo estrechito y de color lisérgico de Poesía Hiperión... Averquésesto, me digo... Seifert... Jaroslav Seifert. Aunque mi cabeza disléxia automáticamente decide que desde ahora mismo y para los restos lo va a almacenar como "Siefert". Jaroslav Siefert. Me suena algo, pero me suena poco y como de prestado. Como el rumor de las playas que sólo se han pisado en postal... Estudio la cubierta: Pone: Premio Nobel del 84. Pone: Breve Antología. Y Clara Janés, traductora: lo pone también... Así a bote pronto suena a esa cosecha de nobeles de apellidos abruptos y recónditos que aterrizaron claramente en la orilla opuesta de la popularidad y para siempre. Como los Jelinek, Undset, Lagerkvist, y así un buen rato. Toda aquella peña.

Una de las cosas guapas que te podían pasar si nacías checo y tus padres tenían salero era que te acabase cayendo un nombre de pila de la putísima madre. Del tipo Jindřich, Vítězslav, Jiři, František, Milan, Vladimír, Karel o Miroslav... "Hombre, Frantisek, qué es de tu vida... ¡Cuánto tiempo!... Pues ya ves, aquí me ando, Jindrich, amigo, de camino a ver a esos cabrones del banco, que se me está por terminar la cartilla..." Quiero decir. Que sí. Que nosotros tenemos el sol y la playa y la dieta mediterránea y el jamón de jabugo y el aceite de oliva virgen extra... Pero a ver quién es el guapo que se lava las manos y manda a pagar un recibo con código de barras a través del cajero a un tipo que se llama Miroslav...

Sin embargo, checo, praguense, de nombre Jaroslav, y capaz de versos como los que me encuentro nada más abrir el librillo, así al azar, así a la primera de cambio, sólo hubo una combinación ganadora, y se apellidó Seifert, o Siefert, o Seifert... qué más da:

 

"Apasionadamente he leído poemas 

y he amado la música

y me he perdido, siempre en el asombro,

de belleza en belleza.

Mas apenas vi por primera vez

la imagen de una mujer desnuda

empecé a creer en los milagros".

 

Ah, Jaroslav, querido, cómo me has jodido. Bien lo sabes. Ahora no sólo voy a tener que llevarme el libro. Encima voy a tener que leérmelo de una sentada esta misma noche... Eso lo sabes también.

Conque no sólo acabé llevándome un libro -más otro tochanaco de artículos diversia del plumiroto de Asimov-, cuando te había dejado claro que no quería llevarme ninguno, no sólo acabé leyéndome tu pequeña antología color turquesa lisérgica -tonalidad por cierto, y se me ocurre, nada centroeuropea-, sino que ahora además estoy al mando de estas líneas que tan nada te arriban y perfilan, tan nada te van a hacer justicia.

Pero es la verdad. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien leyendo poesía, tan subrayando todo el rato, tan todo el rato sorprendido por la sencillez al tiempo que la profundidad de lo cantado, y a la vez, tan todo lo tuyo con cero pretenciosidad. 

Bravo.

Hay tres temas esenciales en tu poesía, Jaroslav, yo ya te escribo en plan carta, en plan confidencia, ya ves, como si fuésemos amigos de toda la vida y nos hubiésemos encontrado cientos de veces, camino del banco yo, camino tú de la mercería, aunque en puridad sólo nos conozcamos desde ayer, porque ya ayer fue suficiente, tú lo sabes, Jaroslav, yo lo sé también, desde ayer y hasta sabe el Cosmos cuándo, vamos a seguir siendo íntimos, como poco hasta las postrimerías del siempre. Conque son tres, Jaroslav, como decía, los temas a los que a ti te gustan andar dándole vueltas, y es entre vuelta y vuelta, ida y regreso y mareo de esa circunnavegación que se te van cayendo los versos maravillosos. 

De un lado está la Praga que te parió, Jaroslav. Sin Praga no habría nada. Sin sus calles. Sus plazas. Sus puentes. Sus dos guerras mundiales. Nada... Siempre me emociona comprobar lo que una ciudad puede hacer por un hombre, en un hombre, a través de un hombre, y partir de ahí y en germen de ahí, derramarse y regalarse al mundo... Exactamente lo mismo que algunos abuelos... ¿Por qué hay gente que tenéis ciudades y tenéis abuelos, Jaroslav?... Y otros en cambio, aun habiendo nacido en ciudad y habiendo venido de abuelo, no tenemos una puta mierda, Jaroslav, a veces ni siquiera tan pobres como para la sonrisa descosida y los bolsillos abiertos...

Después está el mundo. El Cosmos. El Universo todo. La tierra. Los hombres. La alta hierba. Los campos. Las huellas sobre el cieno. Las flores. Siempre las flores. Los pájaros también a veces, también un poco. Su canto y el batir de sus alas, que no se lee pero se huele en el aire, como una fiebre en rumor. Está el horror cósmico de saber y aprender el absurdo de la vida, en definitiva, Jaroslav; y está el júbilo de saberse y sentirse vivo a pesar de tamaña y tan rotunda barbaridad. El Universo. La Razón. Semejante cantidad y tonelaje de inasequible sinsentido... ¡Pero ahí está el hombre, Jaroslav, diminuto y bellaco y enteramente jeroglífico! ¡Y encima va y sonríe¡ ¡Se parte la caja de la risa, el muy cabrón! ¡Qué magia!

Y finalmente, tercer tema, El Tema, Tu Tema, Jaroslav, pedazo de tunante, no creas que no te hemos calado. Son las mujeres. Cómo te gustan las mujeres, follarín... Siempre buscando la calleja umbría y el rincón oscuro en las que robarles un beso primero para meterles mano después... ¡Por eso no hay quien te saque de Praga!, ¡truhán!, ahora todo encaja, ¡te he pillado el culo, vergante! Tú sí que sabes.

Luego de acabar tu librito investigo un poco en el internete. Apenas hay dos o tres libros de este rotundo genio publicados en castellano. No puede ser. ¡Ah, me digo!... Eso es porque he buscado Siefert y no Seifert... ¡Eso es porque además de disléxico soy gilipollas! Así que lo busco como es debido: pero me sigue apareciendo el mismo erial de panorama. Google está para eso, encontrar aunque busques mal y en el entretanto, mientras te asombras, bombardearte subliminal y no subliminalmente con lo que ni has buscado y ni por supuesto necesitas... Entonces, a lo que iba: sólo dos cochinos libros de Siefert/Seifert publicados en castellano aparte de esta maravillosa Breve antología: uno encontrable, Toda la belleza del mundo y el otro, Praga en el sueño, ponte tú ahora a buscarlo... Y ya está. Se acabó. Ya no hay más Jaroslav ni más Seifert... Me cuesta creerlo. No puede ser. No puede ser. Me lo repito...

Pero es... Premio Nobel del 84, te fuiste en enero del 86, justo antes del mierdazo de Chernóbil, sabio tú, Jaroslav, sabia la muerte, como barruntando que en el mundo envenenado que se nos venía encima tus versos cristalinos y despojados y firmes ya no tendrían cabida. Y, en efecto. apenas la tuvieron.

Pese a todo, sé que tú ya no desesperas, yo intentaré mal que bien hacer lo mismo. Nos vamos viendo.




 



 

   

julio 10, 2021

Dublín era un coñazo (la fiesta seguía en París)...

Dublinesca de Vila-Matas. La edición ésta con el fotograma de la peli de Soderbergh. La peli sobre Kafka de Steven Soderbergh. La peli de Soderbergh que ni siquiera iba de Kafka, o sólo lo iba a medias, o sólo lo iba un cuarto, cuarto y mitad de Kafka y luego le mete por aquí un Golem, por allá un Mad Doctor, y entre medias mete, al menos eso, a Theresa Russell, que luce genial en blanco y negro y está reguapa... Ya sólo por Theresa vale la pena revisitarla, la peli, digo, Theresa no creo que se dejase, aunque en esta vida no se sabe nunca, todo es preguntar. Aun así, con Theresa y sin Theresa, el tono general del conjunto es un poco fiasco. 
 
Porque Kafka no es Kafka, responde al nombre de Kafka y tiene el jeto de Jeremy Irons todo el rato con cara pasmo, y nos dice que a veces escribe, aunque nosotros no lleguemos a verlo escribir nunca. Tampoco lo vemos cagarse en su padre, ni en su cara ni por carta. Ni maldecir su propia estirpe, la de Kafka (y la de su padre, por ende). Ni esputar sangre en el blanco del pañuelo. Quiero decir que parece un tipo, con todo, y a pesar de la cara de cómo coño acabé yo aquí de Jeremy Irons, un tipo, como decía, bastante seguro de sí mismo. De modo que no es Kafka. Es Sherlock Holmes pegando carreritas de arriba abajo, intentando ponerle el collar al Golem de Baskerville, pero en las umbrías callejas de la vieja Praga... Soderbergh siempre ha tenido estas cosas. Por lo general le cuesta no restregarte por la cara sus estudios superiores. Pero contar historias y ser un pagado de sí mismo son cosas distintas, son cosas que no tendrían por qué encamar, por más que de ordinario vayan de la mano -como mínimo. 
 
Será por eso que Soderbergh es siempre un destrempante, de común te acaba dando menos de lo que alumbrabas, pero no dejas de reconocerle el mérito. Como cuando filmó Solaris, que no entendió la novela, o no le dio la ganar de filmar otra cosa que lo que le pasó por el forro de los pantalones: dos que se quieren más allá del espacio y la muerte, pero una vez se han perdido ya nunca más van a tenerse, ni aunque baje Dios y lo vea... Es una buena historia. Una historia de puta madre, de hecho. Pero no es Solaris. A ver cuándo se va enterando el personal de que Solaris es la historia de un dios menor. Un dios sin mayúscula. La historias de un bellísimo dios menor, omnipotente pero subnormal...
 
Entonces, Vila-Matas, don Enrique, su Dublinesca... Un poco lo mismo que Soderbergh y los estudios superiores y un poco lo mismo también que la destrempación. Vila-Matas sabe que es un buen escritor encerrado en un pésimo novelista. Por eso sus libros que no son novela son una cosa rechula y en cambio los que la pretenden son como Dublinesca... De hecho, lo único que Vila-Matas quería era soltarnos su rollo de Joyce, del Ulises de Joyce, ah, y también soltarnos su rollo de Beckett, de la divina y omnipotente y subnormal prosa de Beckett, y por supuesto descerrajarnos su rollo, finalmente, de que los escritores modernos, por comparación y por oposición, son -somos, entiendo que don Enrique también- todos unos mendaces y unos gilipollas... Que después de Beckett y de Joyce nadie debería haber escrito una condenada línea más, en resumidas cuentas... De hecho, hasta llega un momento en que Vila-Matas, don Enrique, se da cuenta de que ya te ha dicho todo lo que tenía que decirte sobre Ulises y sobre Beckett y sobre los escritores contemporáneos de mierda, conque va el tío y se planta: "¿Sabes qué?... ¡A la mierda la puta novela ésta!"... Y ni te la acaba... Y se queda tan ancho... Y se la publican... Y tú te la compras... E incluso hasta te la lees... Y se te queda esta cara de Jeremy Irons bobalicón, mirándole la punta de la nariz a Theresa Russell, que sigue reguapa, pero me barrunto que esta vez te va a dar calabazas.
 
Sí, claro, ahora viene cuando me dices que no, que Dublinesca es una novela sobre el declive y el crepúsculo y el desmembramiento del pasillo de la edad adulta, estrechándose pequeñamente hasta el punto de fuga de la muerte... Y yo te diré que sí. Que vale. Lo que tú digas. Pero que como novela de atardeceres y de postrimerías es una chusta. Y una chusta bien gorda, además.
 
Pese a todas estas ruindades, sabes que a Vila-Matas volverás a darle otra oportunidad -sabes que probablemente también a Soderbergh-, porque alguien que le aguantó las batallitas a Marguerite Duras siempre merece un crédito extra, un Insert Coin Again, quizá la próxima sea la vencida...

 

 
 

febrero 06, 2021

Vórtice

 

 



Si la luz es espacio, entonces la velocidad es tiempo. Y la gravedad, entonces, la hoja voltaica que incendia el cosmos; su relámpago uróboros. Y las estrellas que murieron, exhaustas de fuego, entonces, aquél su denso centro, aquél su vórtice de sucesos, aquélla su oscuridad incógnita, silente y negra; la inconceptuable suspensión de nuestra lógica: pretendemos calcular lo inconcebible, el innominable hiperespacio, pero doblaríamos la rodilla con sólo sospechar que nuestra matemática tiene los pies de barro, que nuestra razón se levanta sobre pilares torcidos. Víctimas de la espiral. Bastardos de la inabarcable lejanía. La nuestra es la soberbia de un fotón pensante abandonado a su suerte en la oceánica vastedad del gran silencio.