Resistencia en el flanco débil

enero 12, 2022

Nuestro Leiber de las Tinieblas

 


 

   La noche avanzaba pero el sueño seguía haciéndose de rogar, un frío helador a pesar de la estufa, toda ella dos barras de horizontal incandescencia, combatiendo sola y para nada; afuera, un viento sin correa, desballestando el mundo; y adentro, la luz amarilla de la bombilla sobre la página, y el lento y parsimonial navegar del buque de mis ojos sobre las líneas, pequeña muralla y apenas defensa contra el insomnio. La noche languidecía, pues, con la silente templanza de la ballena que se conoce muribunda, la Moby Dick terminal emprendiendo con calma y mesura el lento nadar de la enfermedad y las últimas cosas, camino de su playa final, en la otra punta del mundo...

    Así me va luego, que por el día no valgo un duro, estoy hecho un zombi y hecho unos zorros, durmiéndome de pie por todas partes, cabeceando por todos lados, y hasta hay veces que tengo que echar mano de la factura de la luz para despertarme. Y ahí entonces sí, ya ese susto y esa sinrazón y ese síncope me dan el aguante para el resto del día.

   Pero hablábamos de la noche, enésima sin apenas dormir, más sólo en una de ellas, exacta, concreta, ésta de la que os hablo, se me apareció el fantasma de Fritz Leiber. Hay nombres de escritores que molan, al oído y al tacto, y  nombres de escritores que sencillamente pasan el corte. Después están los nombres de escritores que no entienden que sus libros, con suerte, habrá quien vaya y pregunte por ellos en una librería: «Buenos días». «Buenos». «Quería pedir un libro». «Qué título». «No sé el título». «¿Y entonces...?». «¡Pero sé el autor!». «Pues venga, que rule, que se me está formando cola...». «Se llama Eduardo Ángel Martínez Lerer»"... «Eduqué... Martiquémás...¿¡Lerer?!... No, oiga... con ese nombre no me sale nada... conque si es tan amable de ir despejándome el mostrador...».

   Pero Fritz Leiber es de los nombres que está bien puesto. Si tienes el buen tino de firmar como Fritz Leiber te alcanzan los años y el talento para engendrar títulos tan de puta madre como «¡Hágase la oscuridad¡», «Esposa Hechicera» o «Nuestra Señora de las Tinieblas», por un poner. 

   «Sí, chico, mucho nombre y mucho título y mucho lo que tú quieras, pero aquí me tienes, penando... Nada de todo eso me dio apenas para ganarme el pan en vida y mira ahora, ni descansar en paz puede uno...». «Joder, Fritz, tío, lo lamento...». «¡Nah!, no te preocupes, muchacho... De todos modos, he venido porque necesito tu ayuda... me andan siguiendo, sabes... esa cosa... esa cosa es terrible, ¿sabes?... no puede dejar que me atrape, no sé bien qué carajo es, pero si me pilla estoy acabado, en todas partes, en todos los otros barrios posibles, kaputt... Así que por eso he venido, necesito tu ayuda, muchacho, necesito escapar, borrar mi rastro, ahora sí lo siento cerca, siento que está jodidamente encima de mí, ¿entiendes lo que quiero decir?... Cerca, joder, muy cerca, tanto que quema, ahora sí estoy cagado de verdad... y no puedo, no debo dejar que me coja, aún no... Así que necesito que me saques a bailar, sácame a bailar, muchacho, eso será suficiente»... «¿Ayudarte?... Claro, Fritz, colega, tú fuiste uno de los grandes... perooo, no entiendo, ¡cómo!... , cómo demonios podría yo..., y, además, ¡por qué yo!..., y a todo estooo, por qué te persigue la cosa esa, precisamente a ti, qué pretende..., y, sobre todo, ahora que caigo... ¡¿no me la habrás metido en casa?». «No te preocupes por eso, chico, ella sólo viene por mí, de momento sólo me necesita a mí... Es difícil de explicar ahora, y no tengo mucho tiempo, el tiempo se agota, es preciso actuar...  Yo imaginé cosas terribles, ¿entiendes?,  las creé de la nada y les di forma y cuerpo y alma de pesadilla, las escribí y las entregué al mundo, y ahora tengo que pagar el precio... Toma éste, es el primero que he encontrado, cualquiera sirve, sólo necesito escapar y darle esquinazo, para cuando lo termines y deba regresar habrá perdido mi pista, y entonces empezaremos a jugar otra vez desde cero...  En cuanto a por qué tú, bueno..., eras el único pirado despierto por aquí a estas horas y, de verdad, creéme, de verdad necesito que me saques de aquí ahora, AHORA MISMO, chico, así que te ruego que leas...».

   Aunuqe no me lo rogó, Leiber me plantó sus «Espectros en la Noche» en las mismas narices, con delicadeza ninguna e incluso diría que con cierta soterrada violencia, de modo que no me quedó otra que leerle... Y vaya si leí, leí durante toda la noche, un cuento tras otro, y para cuando terminé el libro las primeras luces del amanecer comenzaban a asomar por los ventanales. A lo largo de la noche, mientras avanzaba en la lectura, Leiber apenas me dirigió la palabra, únicamente para echarme en cara que en la nevera no tuviese leche entera para el cafe: «No, sólo tomo semi, Fritz...,» «Vaya tocada de cojones, muchaho...» Lo vi tomarse hasta tres cafés con leche seguidos. También le alcanzó el tiempo para echarse una medio siesta nocturna, qué envidia, sentado en la otra butaca, de brazos cruzados, gacha la cabeza, la barbilla pegada al pecho. Despertó de ella y anduvo otro par de horas rateando con interés mi biblioteca, después fue otra vez a la cocina, regresó comistreando algo que no supe identificar, después volvió y desde allí le oí también gorronearme algo más de la despensa. Más tarde fui yo el que quise hacer un alto y prepararme un café, para acabar comprobando que Leiber se había terminado toda la leche, y yo el café solo no lo puedo tomar, que me dan palpitaciones... Las últimas horas, los últimos cuentos. Se los pasó bebiendo un whisky y fumándose unos cigarros que yo jamás tuve en mi casa, pues ni he bebido ni he fumado nunca... Cuando cerré el libro, me obserbava fijamente, con aquellos ojos afilados y vivaces, coronando aquel estrecho y no menos afilado rostro de vivaracho conde vampiro:

    —He terminado—dije.

   —Está claro—contestó—, justo empieza a amanecer, terminas en el momento perfecto, ahora su poder ha menguado, y yo he puesto toda una larga noche de distancia entre los dos.

   —¿Y ahora qué?

   —Ahora nada. Has terminado el libro. He de marcaharme.

   —Me gustó especialmente el último, ése en el que un escritor de segunda es utilizado por una entidad alienígena como portal de entrada a nuestro mundo... Ése fue el mejor.

   —No te he pedido tu opinión, chico, yo ya escribí todo lo que tenía que escribir. Tengo problemas bastantes más importantes que la Crítica...

   Miré la portada del libro: aquél Mike Hammer de lo sobrenatural, amenazado por una suerte de demonio. Una ilustración bastante mala, por cierto:

   —¿No ha sido casual verdad? No debía ser cualquier libro. Debía ser este libro... Tienes libros mucho mejores... Pero tenía que ser éste... ¿Me equivoco?

   —Bueno... La mayor parte del tiempo es como llevar una guardería de diablillos traviesos, sabes... Yo los hice de la nada, nacieron y bebieron de mí, así que conozco hasta la última fibra de sus secretos, no es que sea un trabajo edificante pero tampoco es difícil mantenerlos a raya de vosotros... ¿Es el peaje a pagar por imaginar demasiado, tal vez?... Nunca lo he sabido. Y no será porque no haya dedicado tiempo a pensarlo. Si algo sobra aquí es tiempo, porque la misma noción de tiempo no nos es accesible, ni siquiera como abtracción... Sin embargo, a veces se dan circuntancias particulares que lo cambian todo, que dan al traste con el equilibrio de fuerzas y la cosa se complica... De algún modo algunos de ellos se las apañan para, cómo decirlo, mutar, en vuestras pesadillas, bebiendo de vuestros singulares miedos, utilizándolos para crecer, ir poco a poco royendo las cuerdas con las que los atamos, cada cual a los suyos. Entonces la cosa puede ponerse muy fea. Entonces es como si a un detective lo encierran con todos los malditos patanes que enchironó a lo largo de su carrera... ¿Entiendes mejor ahora? Tal vez de ahí, también, el porqué de ése libro por encima de cualquier otro... Aunque en puridad cualquiera de los míos habría servido, si no para hacerte entender a ti, si al menos para hacerme escapar a mí, que en el fondo era de lo que se trataba... Por cierto, cabronaco, he estado mirando tus libros, he visto que no tienes mi serie de «Fhfrd y el Ratonero Gris» completa, te faltan lo menos tres tomos, sólo por eso ya te merecerías una azotaina... 

   —Lo siento, Fritz..., yo...

   —Eso por no mencionar que tampoco tienes una pizca de alcohol, ni tabaco... Qué aburrimiento de vida te traes, muchacho...

   —Sí, ya, Fritz, pero mira, tengo todo eso...—y señalé mis estanterías con la mirada.

   —Lo sé, lo sé... maldito asocial niño quijotesco... Sí, tienes todos esos libros. Estás solo y al mismo tiempo no podrías estar mejor acompañado. Y es mucho. Y es todo. No creas que no lo sé. Y aún siendo todo tampoco va a salvarte de una mierda...

   —Entonces, qué pasará ahora, qué ocurrirá cuando regreses...

   —Ya te dije, creo que va a costarle un tiempo volver a ponerse en mi pista, y para entonces yo tendré preparado algún que otro pequeño as en la manga, algún truco, alguna emboscada, estoy viejo y cansado y cirrótico perdido, compañero, pero yo lo traje a este mundo, es sangre de mi sangre, y creo que aún puedo patear ese espantoso culo un par o tres de veces.

    —Quiere eso decir que le vencerás...

   —En absoluto... Todo lo que yo puedo hacer ya es trampear y ganar algo de tiempo. No estoy para nada más. Se ha hecho demasiado poderoso. El Sol morirá dentro de unos miles de años y la tierra es irreversible esclava de ese mismo destino... No será hoy ni mañana, aún puedo sorprenderlo con un par de buenas prestigitaciones, que sin duda no espera, pero antes o después me encontrará, acabará conmigo... Podré descansar al fin... La ficción es un lugar terrible y pavoroso y nadie en su sano juicio querría pasar aquí encerrado por propia voluntad más dos noches seguidas. Pero al mismo tiempo no querría acabar mi tiempo en otro lugar, esta vez sí para siempre.

   —¿Quieres decir que estás condenado? ¿Que no se puede hacer nada?

   —No lo sé, supongo que mientras haya quien quiera seguir leyendo las historias de este viejo Fritz, quién sabe, puede que siga habiendo un estrechísimo margen de maniobra, un muy pequeño corredor de tiempo, pero no hay que engañarse, todos los hijos ansían en lo más profundo de su ser la muerte del Padre, y tarde o temprano la consiguen, sucede, y ese el orden natural de las cosas, en todos los mundos, incluido el sobrenatural.

   —¿Y si lo consigue? ¿Qué sucederá si lo consigue?

   —Querrás decir cuando lo consiga... Cuando lo consiga, entonces ya no habrá quien lo controle, campará a sus anchas y podrá acceder a vuestro mundo cuando y donde le apetezca y hacer de vuestra alma y vuestra sangre la fuente de su sustento y su vesania... Para cuando lo consiga, debes creerme, más te vale haber pasado a mejor vida, chico...

   Miré una vez más la cubierta del libro, aquél demonio tan mal dibujado, emergiendo de la oscuridad para avalanzarse sobre el viejo y sabio y alcoholizado Mike Hammer de las Tinieblas:—Pero, Fritz...

   —No hay pero que valga ya, debo marcharme, gracias por esta noche... Estuvo bien, muy entretenida, la recordaré mientras pueda... aunque la leche semi me da gases, joder, pero bien, estaba todo muy rico, jeje..., hasta siempre, hasta nunca, ha sido un placer... ¡Ah, y léete ya de una vez mi saga del Ratonero Gris, que es muy buena, hostia, no seas mamón!

   Era su voz, escuchándose cada vez más debil, más lejana, insultándome en última instancia, después de haberse jalado toda mi comida, pero él, el gran y viejo Fritz, fantasma cazador de fantasmas, ya había desaparecido...




2 comentarios:

Luis Antónimo dijo...

Habrá que abordar este libro de relatos. Hasta ahora no es un autor que me haya cautivado (¡Y, sí, comencé la saga del Ratonero Gris!). Entiendo que se merece una nueva oportunidad. Cuando lo haga tendré la nevera bien surtida.

rosfrew dijo...

A su manera, es una revisión de la condena kafkiana... Invita a la lectura de Leiber. De eso se trata, supongo. Me gustó el desasosiego con que se habla de lo que significa entregarse a la escritura...