Resistencia en el flanco débil

enero 06, 2022

La Christie y sus cuentos: tres pequeñas "masterpieces"

   


   Antes que nada, una anécdota coñona: cuando lo mío de la universidad, cada año entrada la primavera se celebraba una suerte de gran fasto, la semana escrituril, es decir, que la pequeña tardociudad se infestaba de escritores que venían a pasar el día, ver ruinas romanas, comer bien, cenar mejor, ducharse en hotel de gratis y distraer champuses, jabones, toallas..., y en el entremés de todo aquello, eso sí, la obligación única y última de rellenar una hora larga el auditorio con sus chácharas, sus disquisiciones y sus ojos y mirar "ser mirados", tan propios de gente isolada. Todo aquello lo pagaba la universidad; aunque en realidad lo sufragásemos los estudiantes. No se debe subestimar nunca la capacidad del alumnado de estudios superiores para dejarse embaucar. Y mientras en las tramoyas de aquel fraude escritores y educadores se ponían hasta el culo y se echaban unas risas, nosotros, los educandos, convertíamos los pasillos en apretadas asambleas de pseudosabiduría intelectual y granos en la cara. Recuerdo una vez una conversación entre un él y una ella, ambos innominados, en aquél ayer y desde entonces, así que seguiré respetando la tradición:

   Ella: ¿Y cuál es la que toca ahora?—torciendo el lindo morro.

   Él: Belén Gopegui, a las cinco...—tenía el programa.

   Ella: Joder, la canosa ésa con cara de suicidio todo el rato, ya me la tragué el año pasado...—vaya ánimo ninguno de disimular su asco.

   Él: Pues si no mola la tipa aprovecharé para seguir leyéndome el Malone muere, del Beckett—con claro aire de "eso sí es una obra maestra, amiga mía".

   Ella: ¡¡¡Uf!!!... Menudas mierdas te metes—porque parecía que no pero la tía controlaba.

   Él: ¡Qué dices, creo que estás equivocada, en serio pienso que deberías probarlo... Si quieres te presto mi ejemplar—en realidad él nunca quiso hablar de literatura.

   Ella: Quita, quita, yo con mi Agatha Christie de por las noches ya voy más que servida, majo—sin duda esa chica llegó lejos.

   Él: ¿¡Ágata Cristi, dices!?... ¿¿¡la de los diez negritos!??—del todo destrempado.

   Y la cosa se escanciaba de este tenor durante idiotas minutos, hasta que la Gopegui se dignó aparecer, no precisamente a las cinco, pero sí en efecto toda ella trasunto de la hemiplejía. Yo estaba allí, escuchándoles todo, registrándolos a ambos dos en mi inselectiva memoria, aunque fuese invisible y mi persona anduviese en aquel lugar como pintada. Yo en los corrillos no participaba nunca. Yo a todo iba de oyente. A las clases. A la vida. De oyente siempre. Si me hablas me pongo rojo y quiero correr. Y suerte que no dije nada, suerte que me callé la bocaza, porque yo en aquél entonces, pedante de mí, inmediatamente me había puesto del bando equivocado. Cómo no iba a ser mejor Beckett que Christie, Godot que Poirot. Ella sin duda pensaba erróneamente o fijo que estudiaba derecho o empresariales. Esta chica-mujer, a todas luces, no sabe de lo que habla... No fue hasta pasados los años que supe cuánta razón la asistía bendita ella y su jóveno pero tan acertado instinto, cuando va y se me ocurre meterme en la susodicha beckettiana trilogía —Molloy, Malone Muere, El Innombrable—, y descubro que no sólo existen libros innominables, existen también libros que no debieran haberse escrito nunca.

   Entonces, Agatha Christie. Hasta aquí todo fue escolio, fue empezar la casa por el tejado, hasta aquí todo esto para explicar que aunque tantos años de mi vida peroré que Agatha Christie no sólo no podía, sino que no debía leerse bajo pretexto ninguno, de cierto tiempo a esta parte me vengo comiendo con patatas, ñam, ñam, todo este mi discursito esnob.

   Ha habido un buen montón de bookstagramers —qué elegante barbarismo— que estas navidades se han leído y hecho la pertinente foto —tampoco sabemos en qué orden— junto a su ejemplar de "Navidades Trágicas" de Agatha Christie. Eso ha estado bien. ¡Mamáaa, yo tamién teroo!, ¡¡¡terooo!!! Pero resulta que busco y rebusco, y se da que éste no lo tengo, ya es casualidad, así que me he tenido que conformar con "El pudding de Navidad", por supuesto en amarillesca (de papel) y supercoloroide (de estupendas cubiertas) edición de Molino, esto sí es un porque sí; a la Christie hay que leerla siempre en Molino.

   "Pudding de Navidad" se edifica sobre tres cuentos ni largos ni cortos, aunque hay quienes las han publicado por ahí, dizque "short masterpieces", a saber:

   El Puddig de Navidad. La más y mejor y muy divertida de la camada. Protagoniza Poirot. Un Poirot ya provecto y cansado y ni ganas ni cuerpo ya para pasar frío, si es que alguna vez los tuvo. Le invitan a pasar la Navidad en una típica villa inglesa y, de paso, resolver un embrollo. Poirot no quiere ir. No quiere pasar frío. Pero le insisten. Hay calefacción. Hay chimenea. Y se jala rico. Poirot se lo repiensa. Poirot es un buenazo. Poirot acepta la Navidad de gratix en casa ajena y además acaba pasando poco frío, frío apenas nada más un poquito al final del relato, ya que lo de la calefacción por lo visto era verdad, y no una miserable patraña para que aceptase el caso. Dicho caso, además, es una tontería. El caso no nos interesa. El relato mola por ver cómo la Christie te recrea los qué y los cómo de una costumbrista y nevada y british navidad en el british campo. Eso sí. Pudding no se pude decir. Bueno, se puede decir pero no se puede escribir. Se tiene que escribir budin o budín, o con "p" (pudin/pudín) si es que el postre es en extremo dulce o meloso. Si escribes "pudding" sale PérezReverte de la RAE a buscarte con el palo...

   La locura de Greenshaw. Protagoniza Miss Marple. El crimen es bastante marciano pero tiene poca sustancia. Pero mola por el título, "La locura de Greenshaw", que no es ni un inédito recién encontrado de Conrad ni es el descabalgar de los cabales de persona ninguna, antes al contrario, que es el nombre de una casa: "Oye, qué pasa, dónde vas tú"... "Pues voy aquí cerca, a can locura de Greenshaw, que me han invitao a café"... Quiero decir: Casa Usher, Hill House, la Locura de Greenshaw... Joder. Eso sí es saber bautizar tu puta casa con prestancia, con estilo, y no lo que hacemos aquí, verbigracia, "Mi gitana", "Lucerito", "Cantora" o "Villa Milagros"... Anda, iros todos a cagar.

   El misterio del cofre español. Vuelve a protagonizar Poirot. De nuevo un Poirot en declive, echando mucho de menos a su sin par Hastings al tiempo que se pregunta en qué coño andaría despistado cuando decidió contratar a la señorita Lemon. El relato entra bien porque te impone un misterio dentro del misterio. Metamisterio. O mejor dicho: un misterio exterior al misterio, orbitándolo. Hay un cadáver metido en un arcón, el cofre español del título, y luego dan una fiesta y se ponen hasta el culo, todos menos el fiambre, se entiende, y el cofre español está ahí, toda la noche, con el tieso dentro y los vivos fuera, y dos de esos vivos son la esposa del muerto y el que se entiende con ella, a la sazón también impulsor de la fiesta, dueño de la casa y por ende del arcón y por ende principal sospechoso. Y tú dices... coño... esto me suena un montón, esto yo ya lo he visto antes en algún otro sitio, y entonces eh voilà que el matamisterio es ponerte a buscar en google qué fue antes, si "The Rope" del Hitchcock o el "Spanish Chest" de la Christie. Es divertido. Yo lo he hecho. Probadlo vosotros. Todo mascado tampoco os lo voy a dar.

 


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