Resistencia en el flanco débil

enero 23, 2022

Sin gatos no hay paraíso

 

   

   Las personas somos muy fans, mucho, de la dicotomía. Dicotomía. Asín: DI-CO-TO-MÍA. Define el tochoRAE la dicotomía como una praxis o manera o humana costumbre de clasificar y etiquetar las cosas del mundo, de forma tal que toda división o subdivisión o hastalanáuseadivisión de dichas cosas, cuales fueren, sólo contempla dos partes. Bueno, no lo dice exactamente así, lo dice menos florido, y además con un adverbio "solo" sin tilde... RAE, hijadeputa, la cabronada de los diacríticos antes o después vaya si me la vas a pagar cara.

  Pues eso, que etiquetar nos mola un taco, y ya partir las etiquetas en dos y sólo dos pues ya ni te cuento. Es más rápido. Más directo. Más aquí te pillo aquí te mato. Te ahorras los medios, te ahorras la entera escala de grises. Para decir esto es así o asá no hace falta más que la muy justa pizca de entendimiento y/o sensibilidad. Eso por no mencionar que la dicotomía destila tufo cainita que tira de espaldas, y a nosotros, la humana especie, la racional hominidad, nos viene latiendo en la sangre el estás conmigo o contra mí desde que los pulgares prensiles nos alcanzaron para sacarle punta al primer palo.

   No obstante, por supuesto, hay dicotomías eternas —como algunas de nuestras folclóricas—; negro/blanca; rojo/facha; guapa/feo; listísima/mediosubnormal; y después hay dicotomías cuyo brillo y esplendor se apagan no sabemos exacatmente por qué —como el de las mismas folclóricas de antes, que parecían eternas, pero resulta que no—, aunque lo suyo y normal sea que acaban colapsando porque nuevas y pugnantes dicotomías se les suben a la chepa.

   Por ejemplo: antes la peña era de perros o era de gatos. Importaba tres carajos que en el mundo aún existien miles de otras animales especies que todavía no nos hemos cargado: «¿Tú de qué eres?» «¿Yo? De perro... ¿Y tú de qué eres?» «¿Yo? De gato» «Ajá... ¿¡Pero ya viste que Mariló se compró un hurón!?» «Sí, tíaaa, menuda gilipollas, tíaa... jajaja». Hoy en cambio esto que digo es ya filfa, deshecho, dicotomía muerta. Ahora ya sólo hay gente de gatos. Gente que ama los gatos. Y gente que odia los gatos. Los perros han perdido esta batalla. Ya lo gatos son los sumos ultraseres del orbe. Han invadido los corazones de algunos hombres. Han invadido la hiel del resto de hombres. Han ocupado internet. Han tiranizado los memes. Embargado tu galería de fotos. Acaparado tus pensamientos. Tus conversaciones. Tu casa. Tu tiempo. Tu sofá. Gatos. Gatos. Gatos grandes y pequeños y sin pelo. Gatos gordos. Gatos chatos. Gatos con orejas de murciélago. Gatos con el morro picudo y la cola hecha un moñigo. Gatos que son más listos que tu madre. Gatos por todas partes. Gatos Gatos Gatos ¡Miau!

    Simenon también tenía un gato —aunque de esto no esyoy seguro, es sólo una suposición, no he podido encontrar ninguna foto de Simenon con gato—, y quizá por eso escribió un libro titulado «El gato», hace muchos años, cuando todavía había perros, pero ya París había dejado de ser una fiesta, y él, sin embargo, ya lo había visto venir, que esto pasaría, que la teoría y toda la cháchara de la filosofía están muy bien, pero que en la vida real es muy difícil pasar de un día al siguiente sin dicotomías, sin amar/odiar, sin polarizar en general, y sobre todo sin maldecir en particular ese día funesto en que pensaste, loco de ti, ingenuo de ti, gilipollas de ti —esto no es dicotomizable—, que, quién sabe, a lo mejor casarse podía ser una buena idea.

    Porque «El gato» no va de un hombre que es de gatos y su mujer, que es de papagayos. No. De hecho ni siquiera hay gato ni hay papagayo, que Simenon se los carga a los dos antes incluso de empezar la novela. El gato y el papagayo son sólo los macguffins de los que Simenon se sirve para hacer avanzar su trama hacía la verdadera dicotomía que mueve el mundo, o mejor, que lo desmueve, lo descentra, lo recalcitra y lo deja, finalmente, tiritando de extenuación, y que no es otra que la de que antes o después la humana Hominidad se acaba repartiendo, dicotomizando, subdividiendo entre aquellos que descubren que el matrimonio es la peor decisión que puedes tomar en tu puñetera vida, antes de tomarla, y los que lo descubren después

   Puta obra maestra de la crueldad, el cinismo y la sordidez. 


 

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