Resistencia en el flanco débil

enero 17, 2024

La Casa y el Cerebro (The House and the Brain, 1859) de Edward Bulwer-Lytton

 


    Me he leído otra vez la novelilla ésta del Bulwer-Lytton, la había leído en 2013, joder, no hace tanto tiempo, ¿no?, pues no recordaba nada... Eso hace que me dé cuenta de cuán importante —al tiempo que tan intrascendente— es que una vez acabada la lectura me siente aquí a soltar al alimón estas chorradas, así pasados los años puedo acudir aquí y releerlo y, bueno, seguiré sin recordar nada de nada, pero al menos me echo unas risas.

    Dentro del vasto a la par que conspicuo inventario de la literatura espectral, las historias que más molan son, dónde va a parar, las de mansiones encantadas y caserones malditos, no en vano por lo general la primera noche es siempre gratis y te puedes jincar un par de copichuelas de oporto —o la botella entera— al calor de la chimenea antes de que toquen las doce campanadas en el carillón y el primer ente ectoplásmico haga acto de presencia en lo alto de las escaleras. A partir de entonces ya todos a correr...

    «La casa y el cerebro» empieza con una especie de Willy Fogg que dice que 80 días no, pero que una noche entera en la casa embrujada en cuestión sí se la pasa, por sus huevos. Y para allá que se va, pero no acude solo, no, el muy truhán, que mete en el fregado al fiel criado y al fiel perro. Llega la noche y enseguida comprobamos que la casa está muy mal de lo suyo de los fantasmas, que es muy chunga, la casa, aunque todo lo que se viene apareciendo es en realidad muy poco "terrifying", muy filfa, son como sombras negrísimas que se mueven y presencias viles que te cogen de la pechera y te aprietan el gañote. Aun así el criado se caga en seguida las patas abajo y se las pira sin decir aquí te quedas. El perro en cambio no se las pira, ya que no es un maldito cobarde, el perrazo se queda, porque aunque está igual de cagado que todos allí, es una bestia mil veces más noble que cualquier simioide. Entonces la casa castiga su fidelidad, la del perro, asesinando a la pobre bestia (Bulwer-Lytton, sábelo bien, ¡eres una mala persona!). 

    Para ese entonces ya podemos barruntar que algo no cuadra, porque los fantasmas no matan perros, eso lo sabe todo el mundo —incluido San Iker—, incluido también el protagonista. Aquí la narración cambia y deja de ser una "Ghost Story". Pasa a ser una "Masonic Story". Bulwer-Lytton le da la vuelta y empieza a escribir en plan hermético, para iniciados, nos hace partícipes sólo de la mitad de la fiesta. Ya no hay fantasmas. Ahora hay una maldición. Un mal de ojo. Se lo echó un tío a la casa: muy chungos los dos, el mal de ojo y el tío, que además es como inmortal y malvado y lo hizo todo a través del sumo poder de su maligna cabeza odiadora. El tipo es un gran hijo de satanás. Lo sabemos porque nos lo dice el protagonista, claro, aunque nosotros ya lo intuíamos desde que se cargó al perro...

    Al final hay como un enfrentamiento de intelectos brillantes. Algo así como un duelo de discursos sabihondos entre el Maligno Mastermind del mal de Ojo Supremo y el Willy Fogg sin perro y sin criado. Y, ¡atención!, el primero hipnotiza al segundo para que sea éste el que, mesmerizado, le revele cuándo será que lo sorprenderá al fin la muerte, de aquí a un par de siglos o evos o qué se yo cuándo, allá por el fin de los días del mundo:

    «—¿Cómo y cuál es el final? Mire hacia el este, el oeste, el sur y el norte.

—En el norte, donde nunca pisó, rumbo al punto contra el que sus instintos lo han prevenido; allí un espectro lo atrapará. ¡Es la Muerte! Veo un buque; está hechizado, ¡lo persiguen!, sigue adelante. Una flota desconcertada navega en pos de él. Entra en la región del hielo. Atraviesa un firmamento rojo de meteoros. Dos lunas están quietas en lo alto, sobre riscos glaciales. Veo un buque encerrado entre desfiladeros blancos; son rocas heladas. Veo a los muertos dispersarse por las cubiertas, rígidos y lívidos, con las extremidades llenas de moho verde. Todos están muertos, excepto un hombre... ¡usted!.»  

     ¡Intempestivo! ¡Esperpéntico! ¡Fantástico! !Joder, Bulwer-Lytton, tanto rollo con la mansión encantada y la novela que nos escamoteaste y de verdad todos querríamos haber leído es ésta del místico fin de los tiempos en el hielo!




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