Resistencia en el flanco débil

enero 20, 2024

El Reparador de Biblias de Tim Powers

 


 

    Tim Powers. Uno de los renovadores de la literatura fantástica durante los años noventa y primeros dos mil, antes de que George R. R. Martin arrasara con todo (¿Para bien? ¿Para mal? Arrasara con todo...) Este librito. 96 páginas. Editorial Gigamesh. Forma parte de esa escueta colección de ediciones no venales que el señor Alejo Cuervo se sacaba de la imprenta para regalar a sus clientes, mayormente los vientitrés de abril, cuando lo de la rosa y el libro. Atención: No eran anticipos de lanzamientos ni primeros capítulos de novelas por venir. Eran libros completos. Libritos. Pero completos. For free. Yo al señor Alejo Cuervo históricamente lo vengo criticando mucho, principalmente por su mala costumbre de quedarse tan gran parte de mi dinero, pero díganme un otro editor o librero en este país que regale libritos completos al personal, ya sea el día del libro u otro día cualquiera. Pues eso.

    Estas 96 páginas contienen cuatro cuentos de Tim Powers, que es un autor que al señor Alejo Cuervo le ha encantado siempre, le viene encantando mucho, y es por esto que ha acabado publicándole prácticamente todo. Incluidos estos cuatro cuentos, que no sé muy bien, por otra parte, si merecen tal atributo, porque son cuentos sin presentación, les falta la primera parte de todo cuento, que sólo tienen nudo, y, con suerte algunos tienen hasta desenlace, y cuando no hay suerte, pues ya lo que te encuentras es otro nudo y otro nudo y otro nudo, y así hasta que mueres o desistes, lo que pase primero.

 

         «Dondequiera que se oculten»: Dos veces me he leído este cuento. No me he enterado de nada. Ya no lo intento más. En la contracubierta te dicen que «aborda el tema del viaje en el tiempo desde una perspectiva tan original como inquietante». Muy bien. Pero es que cabe la posibilidad de que quien escribió esto tampoco se  acabara de enterar de una mierda. Conque no sé...

    «Un alma embotellada»: Éste sí está chulo. Una historia de fantasmas. O como si el Dean Corso de «La Novena Puerta» de Pérez-Reverte se hubiese encamado, en lugar de con El Diablo, con el fantasma de una escritora siniestra. Un escritora poetisa. Un escritora cabrona. Un escritora asesina.     

    «El camino de bajada»:  Una estirpe de espíritus o entes o, mayormente, despreciables genios borrachuzos, vienen siendo unos imperecederos hedonistas hijos de mil padres, mediante la vil práctica de ocupar el cuerpo de un bebé nonato —expulsando de paso su nonata e inocente alma al limbo del no ser—, expoliar los años de juventud de ese cuerpo viviendo a mil vicios por segundo, y suicidarse, finalmente, una vez el cuerpo está ya hecho cisco y fosfatina, para inmediatamente volver a nacer al mundo ocupando el cuerpo de un otro y siguiente bebé. Una inquietante relectura del mito de Halloween entre vapores etílicos y okupas de cuerpos.

    «El reparador de biblias»:  Éste no sé. Éste yo creo que podía haberle quedado muy bien, y probablemente el mejor, a poco que el señor Powers le hubiese dado por picar un poco más de piedra. Pero resultó que no. Hay días que nos da por trabajar y hay días, los más, que no hacemos otra cosa que buscar un pretexto para escaparnos a terminar el día en el bar. ¿Quién podría reprochárselo? El caso es que este relato es una red confeccionada con el mejor de los mimbres, pero falla la urdimbre, los agujeros son demasiado grandes. Si te lanzas sobre ella no para el golpe y tus huesos machucados besan la tierra, pero, ojo,  tiene esta frase: «... cuando oyó tres golpes en la puerta: el primero, vigoroso; los otros dos, apenas un roce. Se dio cuenta de que, como no estaba cerrada, el visitante la había abierto sin querer», que me parece una manera tan acertada y poco habitual de describir con literatura el esencial descompás y la natural asincronía con que la realidad se las apaña para entorpecer y sabotear insidiosamente el devenir de los hombres.

 


 

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