Resistencia en el flanco débil

febrero 09, 2022

La Muerte os sienta tan chic

 

   Leí esta novela por dos motivos: motivo 1: porque dije aquí que lo haría y suelo ser ente de palabra —ay, las más de las veces...—; motivo 2: porque la tenía danzando por casa desde no sé ni cuándo —y por eso mismo dije que lo haría (motivo 1), si no de qué iba yo a andar buscando este libro por ahí, pateando los arrabales y las librerías de viejo en busca de un otro motivo (motivo 2 bis) para venir aquí y decir que después de 140 páginas de narrativa justoniana, navarriana, lo que sea, no he entendido absolutamente una palabra. Es decir, que entendida sí, cada palabra por separado, sí, pero unidas, una detrás de la otra hasta formar 140 páginas de narrativa justoniana/navarriana, para eso no me ha alcanzado esta cocorota mía, calva, gorda y a todas luces insuficiente.

   Suerte que he leído otros libros tuyos buenos y guapos, Justo, como el «Finalmusik», el del espía Pound, e incluso aquella cosa pequeña del Gabriel F. BebedorPoeta, porque si llego a empezar contigo con este «El doble del doble», no te leo nunca más, jamás nunca, ni a ti ni a tu doble. Eso dalo por sentado. Te lo juro.

   «El doble del doble». Tercera novela de Justo Navarro. 1988. En 1988 todavía se estila poner fotos de los escritores en sus solapas, en poses del todo innaturales y afectadas, que vienen a dar a pensar que los escritores son de otro mundo, están hechos de otra pasta, y sobre todo, y aún peor, la falsa apariencia de que los escritores, en cualquier mundo, pero sobre todo en el mundo de España, se ganan la vida siendo eso mismo, escritores, es decir, que no tienen que doblar el espinazo ni levantarse a las tantas de la mañana para ganar el cacho de pan, y es por tal motivo que se pueden permitir el existir todo el día con el índice pegado a la cara, como sosteniéndose el rebalse y la rebaba del pensamiento, que no se la caiga: «es que tengo tantas fuliginosas y ciclópeas ideas burbujeando en mi cabeza, sabe usted, que si no me la apuntalo con el índice, tal que así, es todo el tiempo un insoportable derramárseme el privilegiado intelecto  por los costados, ¡y además no sabe usted cómo quema!».

   Entonces, «El doble del doble». 1988. Tercera novela de Justo Navarro aún con pelo y en fotopose peudointelectual solapesca. Esta novela en principio parece que ha ir de doppelgängers y William Wilsons y sombras que conspiran contra su propio reflejo en el espejo del agua. Pero no. Va de gente con apellidos de puta madre que vive siempre en hoteles chic, porque dónde vas a vivir si dispones de un nombre chic sino en un hotel de puta madre —desde luego en tu piso de mierda, tercero sin ascensor, no, eso está claro—, gente chic en hoteles chic que luego no hace otra cosa que dejarse matar en esos mismos hoteles u otros parecidos. Y ya. No me he enterado de nada más.

   Eso sí. La cantidad de metáforas y comparaciones por centímetro cuadrado de página es de escándalo. La calidad y la ingeniería de todas y cada una de esas comparaciones y metáforas es de no te menees y de muy señor mío. Tanta que no hay nada más. Tanta que asfixia la acción y el argumento hasta hacerlos desaparecer. Vale tío, Justo, ya en tu tercera novela tenías un estilo de cagarse las patas abajo, ya en tu tercer libro escribías tan de putamadremente que tu savoir faire —yo también puedo ser chic si me lo propongo— a las riendas de la máquina de las palabras es de todo punto indiscutible, pero...,  por dios santo, ¡cuéntanos algo, macho!

   Pero bueno, tampoco descarto que el problema lo tenga sólo yo, que soy un gañán, y de ordinario cuando me acerco el índice a la cara no es para otro menester que deshollinarme la nariz...



1 comentario:

@auroraromeu dijo...

No he leído nada de él y ya se me han quitado las ganas. De quien sí me gustaría leer es de ti. A ver si te animas a escribir algo. Será éxito seguro.