Resistencia en el flanco débil

enero 10, 2013

El Horror (mequetrefe)



    «Una avanzada del progreso». 'An Outpost of Progress'. Una de las pocas cosas que me parecía mal, mejor dicho, la única maldita cosa que me parecía mal de la colección gloriosa aquella,  Alianza Cien, es que su gente no te ponía el título original en los créditos. Te ponían el nombre del traductor y te ponían al gran Ángel Uriarte, sumo padre de siempre acertadas y bonicas cubiertas, ah sí, y te ponían lo de «Impreso en Papel Ecológico Exento de Cloro». Joder. Qué les costaba. El puñetero título original de la cosa y el año. Es una condenada línea de nada. Pues no. Es como decir, bueno, encima que les cobramos sólo 100 pesetas por el librito de marras, encima no les vamos a dar también clases de idiomas por el mismo precio. Así todo. Siempre. Todos los días. El hijoputismo. La cabronez.

    El caso: 'An Outpost of Progress'. «Una avanzada del progreso». ¿De qué nos habla este librito? Ay. Qué pregunta. En fin, la cantidad y la calidad del poso de la obra conradiana es tal que habría que escribir una tesis doctoral de todos y cada uno de sus textos, hasta de los cuéntilos cortos e ínfimos como éste, para hacerle al hombre un algo de justicia. 

    Quiero decir: Joseph Conrad, ¿no? Se petaba un grano purulento frente al espejo y en ese pus resbalando espejo abajo había más literatura que en cualquier cosa que pueda escribirse hoy día.

    De hecho: Joseph Conrad, ¿no? Sólo él, sólo ese nombre polaco pasado a la cristalización british es ya un argumento-bartleby, un argumento válido e irrefutable en favor de abandonar la escritura, cualquier clase de escritura. Ahora, ya mismo, now!... ¿Escribir para qué carajos? Que todos dejásemos de escribir de inmediato y para siempre, y dedicásemos el resto de nuestras vidas al florilegio de los jardines, el fornicio de las carnes y la relectura de los grandes clásicos incontestables. Pero habitamos, ¡ay!, este mundo tan necio...

    «Una avanzada del pogreso», por lo demás, es un relato tan bien cosido que da miedo. Y precisamente ése, el miedo, es uno de sus grandes temas. El hombre no sabe vivir si no es con miedo, si no es a través del miedo. Necesita temer algo para tener un algo que atacar. Y en ese vaivén se consume toda su vida y toda su energía. Así no tiene qué pensar ni repara en que su existencia es un absurdo. Un nonsense además de los chiquiticos.

    Por eso la Selva, Pan, la Naturaleza, el Caos de la Creación, que son mucho más grandes y poderosos que el hombre y no necesitan preguntarse a sí mismos si tienen o no tienen sentido para seguir siendo ellos, seguir siendo ELLO, representan al Gran Enemigo del Hombre. La Selva puede acabar con la vida de un hombre sin apenas proponérselo, sólo siendo ella misma de un segundo al siguiente. Y de ahí el miedo del hombre civilizado, patán que cree que todo lo puede. Y de ahí, por supuesto, que todos sus esfuerzos, su mal llamado ideal de progreso, vaya destinado a destruirla. El progreso no es la afirmación de la supremacía del genio humano sobre las fuerzas de la Naturaleza, es la afirmación de que la supremacía del genio humano sólo puede asegurarse mediante la destrucción de todas las fuerzas que le son superiores. Que son más divinas, sagradas y morales.

    Adherido a todo esto tenemos que este cuento maquiavélico habla también de las cucarachas, vamos, como en Kafka, pero con hamacas en lugar de catres... ¿Dónde medran las cucarachas? Al calor y la humedad y la inmundicia de las ciudades. Pues los hombres lo mismo. ¿Dónde medran los hombres? Al calor y la humedad y la inmundicia de las ciudades. Las ciudades están a reventar de hombres cucarachoides, miserables y sin talento que nacen, crecen, se reproducen y mueren finalmente, sin haber sido puestos a prueba ni una sola vez en su torticera vida. Pero saca a un par de esos mentecatos de su hábitat cómodo y artificial y ponlos en mitad de la selva. Verás qué poco duran.

    O lo que es lo mismo: el Supremo Cerebro del Hombre Temeroso sabe que nunca podrá domeñar la Naturaleza si no es pasándole por encima. ¿Cómo hacerlo? Fácil: el Progreso. ¿Y en qué consiste éste? cil: en crear muchos y enormes nidos de cucarachas —es decir, ciudades, urbanismo, franquicias de comida rápida, coleccionables de quiosco—, al calor de cuyo amodorramiento neural se engendrará toda una miríada imparable de más y más hombres mequetrefes. 
 
   Un hombre mequetrefe nada puede contra la Naturaleza y su coste es prácticamente igual a cero. Cierto... Pero en cambio nada puede la Naturaleza contra un millón, dos, tres, seis mil millones de hombres mequetrefes, la puta marabunta del intalento, cuyo coste nominal sigue orillando el cero.

    Y en esas andamos, cucaracheando el mundo.
 
 


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