«Infiltrado» de Connie Willis. Premio Hugo 2006 de Novela Corta. Pues vale...
En primer lugar. ¿Es «Inflitrado» ciencia ficción? No exactamente. Aunque participe de ella.
O en segundo lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela fantástica? No exactamente. Aunque participe de cierto aliento sobrenatural.
Y aún diría en tercer lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela de misterio? No exactamente. Aunque también haya cierta trama que desentrañar, y dos heterodoxos detectives empeñados en ello.
Demasiados frentes para tan poca cancha, algo más de 90 páginas, demasiadas bazas para no acabar exactamente apostando por ninguna de ellas. Demasiadas, desde luego, para llevarse sin polémica un premio semejante. No en vano Connie Willis ha sido durante décadas la mujer prodigio de la ciencia ficción norteamericana, con mucha razón, pero el peaje de esa etiqueta antes o después de algún modo hay que pagarlo.
Podemos discutir si «Infiltrado» merecía el Hugo a la novela corta, en efecto, aunque dificílmente podremos discutir su efectividad como ajuste de cuentas. Pequeño desquite y chanza sobre esa norteamérica que defiende el creacionismo, la Tierra Plana, la Tierra Hueca, convierte en héroes mediáticos a los cazadores de fantasmas, los telepredicadores y sanadores de toda realea, y corona como reina del "share" documental a series como «Alienígenas Ancestrales».
Lo que resulta de todo punto curioso es que Willis se ría y denuncie la fe ciega e irracional, a sus fanáticos apóstoles y a sus crédulos seguidores, en oposción a la pura razón científica —y por ende a los científicos. y por ende a los amantes de la ciencia ficción—, a través de esa famosa excepción que rompe la regla en lugar de confirmarla, de redefinirla. O lo que es lo mismo: «No creáis en los cazadores de fantasmas... Os lo dice un fantasma». Cómo podemos llamar a esto... ¿Deconstrucción? ¿Sátira extrema? ¿Hacer trampas?
El caso es que el título original de «Infiltrado» es «Inside Job». La voz infiltrada a la que alude es la de un fantasma, el espíritu escéptico y sobrenatural traicionando los preceptos del Santo Job desde sus propias cuerdas vocales. Por eso ganó un Hugo, supongo: la verdad científica tomándose su particular venganza contra le fe desde sus propias armas. Guerra sucia y socarronería en la meca de las pseudociencias y la superchería. Y, por qué no, también un algo de compadreo y otro poco de proselitismo.
Así que, en último lugar. ¿Es «Infiltrado» una novela que defiende Ciencia, Razón y Verdad? No exactamente, porque aunque su única pretensión no es otra que la de reírse de los cazadores de fantasmas, fantasmas haylos, y Willis, en úlltimo término, no los refuta sino que los vindica, quién sabe si por aquello de que todos habremos un día de pasar al otro lado...