Resistencia en el flanco débil

septiembre 03, 2022

Muerte de un aviador, de Christopher St. John Sprigg

 

     

    «Muerte de un aviador» de Christopher St. John Spriggs en la magnífica Biblioteca de Clásicos Policíacos de Siruela. Asesinatos y tráfico de drogas en el marco de los pioneros del aire en la Inglaterra de entreguerras. Todo parece un poco fuera de tiempo y lugar, fuera de horma en esta novela. Hay un remedo de Sherlock Holmes/Padre Brown, que no alcanza ni a una cosa ni la otra; un par de detectives, no muy avispados, pero que terminan por llegar al fondo del caso, a pesar de sus peregrinas —y en ocasiones risibles— sesiones de deducción; tráfico con cocaína mucho antes de que la cocaína se hiciese tristemente popular; novela de enigma que cambia el cuarto cerrado por la acrobacia aérea; femmes fatales que son a la vez dignas herederas de los Moriartys y otros victorianos Masterminds,  pilotan aviones a la par que seducen, son bastante más que una cara bonita en un cuerpo bonito, y demuestran, al fin, bastantes más agallas que los hombres a los que supuestamente arrastran a la perdición.

    La mezcla es rara y a ratos no funciona, no tanto por la mezcla misma, sino porque el pulso de Spriggs decae en demasidas ocasiones, parece que no sabe bien cuándo subir y cuándo bajar, cuándo planear, cuándo rizar el rizo. Puede que se le diese mejor pilotar que escribir. El caso es que si dejas al margen que como novela criminal no se sostiene, te lo acabas pasando bien porque los personjes, dentro de su inverosimilitud y a veces incluso su esperpento, terminan por parecerte entrañables del primero al último.

    De algún modo es como si toda la novela corroborase la imposibilidad —no sé hasta qué puno intencionada— de seguir recreando un mundo en la ficción, el de la Inglaterra Victoriana, patria de Holmes, dueña y señora del mundo, que se había ido prácticamente al garete tras la el absurdo de la Primera Guerra Mundial. No en vano, tras siete novelas policiales, probablemente de un corte similar —no es fácil dar con ellas—, St. John Spriggs se alistó en las Brigadas Internacionales para morir en combate a los 37 años, luchando por la República. Quizá sus tripas ya intuían que sobrevivir al tsunami de los fascismos europeos le costaría a Inglaterra casi todo su prestigio y desde luego el poco lustre de gran gloria de antaño que aún a aquellas alturas le quedaba.