Me meto en la antro en los libros viejos con ánimo ninguno de comprar nada, sólo por estar allí, rodeado del aroma del libror añejo y la lignina y algunas almas, pocas, silenciosas, que compartimos esta enfermedad. Sólo por estar allí, un ratito, aireando los zarcillos de la melancolía. Pero libro hoy no pienso comprar ninguno. Que lo sepas. ¿Me oíste bien? Pues eso.
Lo estaba consiguiendo, lo estaba verdaderamente consiguiendo, todo lo que veía era auténtica porquería: cojo éste, bah, no, esto no, lo dejo; luego cojo esteotro, meh, no me gusta, lo devuelvo a su lugar; luego eseotrodemasllá, le doy un tiento rápido, umnnn... éste... ésteee... nosé... unmmmm... va... pero no... buf... a la mierda, que no, que no, que hoy no me pienso llevar nada, hostias... Así que sí, lo estaba verdaderamente casi consiguiendo.
Hasta que va y me recala la vista de lince -es un decir- en el típico lomo estrechito y de color lisérgico de un Poesía Hiperión. Uno nunca puede ni debe dejar de husmear un lomo estrechito y de color lisérgico de Poesía Hiperión... Averquésesto, me digo... Seifert... Jaroslav Seifert. Aunque mi cabeza disléxia automáticamente decide que desde ahora mismo y para los restos lo va a almacenar como "Siefert". Jaroslav Siefert. Me suena algo, pero me suena poco y como de prestado. Como el rumor de las playas que sólo se han pisado en postal... Estudio la cubierta: Pone: Premio Nobel del 84. Pone: Breve Antología. Y Clara Janés, traductora: lo pone también... Así a bote pronto suena a esa cosecha de nobeles de apellidos abruptos y recónditos que aterrizaron claramente en la orilla opuesta de la popularidad y para siempre. Como los Jelinek, Undset, Lagerkvist, y así un buen rato. Toda aquella peña.
Una de las cosas guapas que te podían pasar si nacías checo y tus padres tenían salero era que te acabase cayendo un nombre de pila de la putísima madre. Del tipo Jindřich, Vítězslav, Jiři, František, Milan, Vladimír, Karel o Miroslav... "Hombre, Frantisek, qué es de tu vida... ¡Cuánto tiempo!... Pues ya ves, aquí me ando, Jindrich, amigo, de camino a ver a esos cabrones del banco, que se me está por terminar la cartilla..." Quiero decir. Que sí. Que nosotros tenemos el sol y la playa y la dieta mediterránea y el jamón de jabugo y el aceite de oliva virgen extra... Pero a ver quién es el guapo que se lava las manos y manda a pagar un recibo con código de barras a través del cajero a un tipo que se llama Miroslav...
Sin embargo, checo, praguense, de nombre Jaroslav, y capaz de versos como los que me encuentro nada más abrir el librillo, así al azar, así a la primera de cambio, sólo hubo una combinación ganadora, y se apellidó Seifert, o Siefert, o Seifert... qué más da:
"Apasionadamente he leído poemas
y he amado la música
y me he perdido, siempre en el asombro,
de belleza en belleza.
Mas apenas vi por primera vez
la imagen de una mujer desnuda
empecé a creer en los milagros".
Ah, Jaroslav, querido, cómo me has jodido. Bien lo sabes. Ahora no sólo voy a tener que llevarme el libro. Encima voy a tener que leérmelo de una sentada esta misma noche... Eso lo sabes también.
Conque no sólo acabé llevándome un libro -más otro tochanaco de artículos diversia del plumiroto de Asimov-, cuando te había dejado claro que no quería llevarme ninguno, no sólo acabé leyéndome tu pequeña antología color turquesa lisérgica -tonalidad por cierto, y se me ocurre, nada centroeuropea-, sino que ahora además estoy al mando de estas líneas que tan nada te arriban y perfilan, tan nada te van a hacer justicia.
Pero es la verdad. Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien leyendo poesía, tan subrayando todo el rato, tan todo el rato sorprendido por la sencillez al tiempo que la profundidad de lo cantado, y a la vez, tan todo lo tuyo con cero pretenciosidad.
Bravo.
Hay tres temas esenciales en tu poesía, Jaroslav, yo ya te escribo en plan carta, en plan confidencia, ya ves, como si fuésemos amigos de toda la vida y nos hubiésemos encontrado cientos de veces, camino del banco yo, camino tú de la mercería, aunque en puridad sólo nos conozcamos desde ayer, porque ya ayer fue suficiente, tú lo sabes, Jaroslav, yo lo sé también, desde ayer y hasta sabe el Cosmos cuándo, vamos a seguir siendo íntimos, como poco hasta las postrimerías del siempre. Conque son tres, Jaroslav, como decía, los temas a los que a ti te gustan andar dándole vueltas, y es entre vuelta y vuelta, ida y regreso y mareo de esa circunnavegación que se te van cayendo los versos maravillosos.
De un lado está la Praga que te parió, Jaroslav. Sin Praga no habría nada. Sin sus calles. Sus plazas. Sus puentes. Sus dos guerras mundiales. Nada... Siempre me emociona comprobar lo que una ciudad puede hacer por un hombre, en un hombre, a través de un hombre, y partir de ahí y en germen de ahí, derramarse y regalarse al mundo... Exactamente lo mismo que algunos abuelos... ¿Por qué hay gente que tenéis ciudades y tenéis abuelos, Jaroslav?... Y otros en cambio, aun habiendo nacido en ciudad y habiendo venido de abuelo, no tenemos una puta mierda, Jaroslav, a veces ni siquiera tan pobres como para la sonrisa descosida y los bolsillos abiertos...
Después está el mundo. El Cosmos. El Universo todo. La tierra. Los hombres. La alta hierba. Los campos. Las huellas sobre el cieno. Las flores. Siempre las flores. Los pájaros también a veces, también un poco. Su canto y el batir de sus alas, que no se lee pero se huele en el aire, como una fiebre en rumor. Está el horror cósmico de saber y aprender el absurdo de la vida, en definitiva, Jaroslav; y está el júbilo de saberse y sentirse vivo a pesar de tamaña y tan rotunda barbaridad. El Universo. La Razón. Semejante cantidad y tonelaje de inasequible sinsentido... ¡Pero ahí está el hombre, Jaroslav, diminuto y bellaco y enteramente jeroglífico! ¡Y encima va y sonríe¡ ¡Se parte la caja de la risa, el muy cabrón! ¡Qué magia!
Y finalmente, tercer tema, El Tema, Tu Tema, Jaroslav, pedazo de tunante, no creas que no te hemos calado. Son las mujeres. Cómo te gustan las mujeres, follarín... Siempre buscando la calleja umbría y el rincón oscuro en las que robarles un beso primero para meterles mano después... ¡Por eso no hay quien te saque de Praga!, ¡truhán!, ahora todo encaja, ¡te he pillado el culo, vergante! Tú sí que sabes.
Luego de acabar tu librito investigo un poco en el internete. Apenas hay dos o tres libros de este rotundo genio publicados en castellano. No puede ser. ¡Ah, me digo!... Eso es porque he buscado Siefert y no Seifert... ¡Eso es porque además de disléxico soy gilipollas! Así que lo busco como es debido: pero me sigue apareciendo el mismo erial de panorama. Google está para eso, encontrar aunque busques mal y en el entretanto, mientras te asombras, bombardearte subliminal y no subliminalmente con lo que ni has buscado y ni por supuesto necesitas... Entonces, a lo que iba: sólo dos cochinos libros de Siefert/Seifert publicados en castellano aparte de esta maravillosa Breve antología: uno encontrable, Toda la belleza del mundo y el otro, Praga en el sueño, ponte tú ahora a buscarlo... Y ya está. Se acabó. Ya no hay más Jaroslav ni más Seifert... Me cuesta creerlo. No puede ser. No puede ser. Me lo repito...
Pero es... Premio Nobel del 84, te fuiste en enero del 86, justo antes del mierdazo de Chernóbil, sabio tú, Jaroslav, sabia la muerte, como barruntando que en el mundo envenenado que se nos venía encima tus versos cristalinos y despojados y firmes ya no tendrían cabida. Y, en efecto. apenas la tuvieron.
Pese a todo, sé que tú ya no desesperas, yo intentaré mal que bien hacer lo mismo. Nos vamos viendo.
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