El legado del boxeador dadá
Arthur Cravan. Por más que suene a tópico no deja de ser cierto: de no haber existido hubiese sido necesario inventarlo. Hombre de acción y, como se suele decir, genio hasta la sepultura, su biografía es muchísimo más interesante que su obra y sus hechos dicen más que el conjunto de sus, por otro lado escasas, letras. No estamos hablando de un escritor en puridad. Si acaso Cravan fue todo un "showman" avant la lettre. Y ante todo y sobre todo un provocador. Editor y único redactor —a pesar de firmar textos y poemas con varios pesudónimos— de los cinco números de la revista Maintenant, con la que de 1912 a 1915 agitó los cenáculos intelectuales parisinos, y en la que enseguida despuntó por sus terribles cargas de profundidad, a reventar de ácida ironía, hacia determinadas persolidades del panorama artístico de la capital, acabaría considerándosele como precursor del movimiento dadá.
Así las cosas, no cabe por menos de celebrar la edición de los cinco números de Maintenant por parte de el olivo azul, rescatando así la figura de Cravan para el actual lector en castellano. Más allá del gusto por las rarezas bibliográficas o las personales filias por el París de las vanguardias, de este volumen deben interesarnos, a partes iguales, tanto el prólogo de Jérôme Gouchet, que nos pone en antecedentes sobre la vida y milagros de Cravan, como los textos en prosa del propio Cravan, diseminados a lo largo de los cinco números de la revista, entre los que podremos contar un par de ataques personales a André Gide, un encuentro ficticio y del todo apócrifo con Oscar —a la sazón, tío del propio Cravan—, un graciosísimo libelo contra la llamada "exposición de los independientes", en el que no dejó títere —ni pintor— con cabeza; así como otro par de chanzas a costa de Apollinaire y su señora. Los poemas no, los poemas ni mirarlos. Bien pueden ahorrárselos y todo ese tiempo que tendrán ganado, pero el Cravan prosista y provocador bien vale el empeño.
Todo un feliz reencuentro, pues, con este gigantón de dos metros y cien kilos que prefería el boxeo a la literatura y que tan pronto era capaz de marcarse una conferencia sobre la entropía como de quedarse en cueros delante del respetable, auténtica fuerza vital indomeñable e imprevisible que, como tal, estaba destinada a durar la mitad de tiempo. El poeta-boxeador que dijo: "que se sepa de una vez: no seré un civilizado", desapareció en México, a bordo de un pequeño bote, en 1918. Contaba 31 años.
4 comentarios:
Esta clase de tipos siempre me han fascinado, más por su hoja de vida, como usté dice, que por sus letras. Tuve una temporada tonta de fijación absoluta con otro de estos edgewalkers, concretamente con Isidore Lucien Ducasse, Conde de Lautreamont.
A Cravan sólo lo tengo visto/oído por un documental de no hace muchos años, ahora no recuerdo el nombre.
El nombre del documental es "Cravan vs. Cravan", de Isaki Lacuesta.
Muy curioso me ha parecido, sobre su vida, que viajó muchísimo por todo el mundo, desempeñando oficios de lo más variopintos en cada uno de los lugares que visitaba. También su relación sentimental con la poetisa Mina Loy, y su parentesco con Oscar Wilde del que creo era sobrino. Debe de ir algo en los génes...
La historia de la cultura está llena de artistas cuya biografía es más interesante y brillante que el fruto de su talento y Cravan es uno de tantos de ellos... Susana, te recomiendo, si te interesa la figura de Cravan, la biografía de María Luisa Borràs editada por Sirmio ya hace algunos años.
Gracias por tu comentario. Un saludo.
Javier.
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