No crean, no, que me pasa desapercibido; me estoy volviendo un poco puta y eso es algo que a ustedes no sé, ya me imagino que no, pero a mí me da que pensar. El sueño no, el sueño no alcanza a quitármelo porque para eso ya está el churumbel del vecino, que hace ya algún año que dejó de ser bebé pero que sigue berreando el mundo como si tal cosa. A mí me da que es un llorar por joder, sin más motivo que la pura y esencial voluntad de romper los cojones de Dios a base de desgañitaciones. El cabezón es listo, se ha dado cuenta: los padres —como ocurrió con los otros cuatro hermanos, alguno de los cuales aún berrea lo suyo también, el hideputa—, los trajeron a este mundo berraco para trabajar y no otra cosa que trabajar, partirse el espinazo y así mantener entre todos el tejado del nuevo e inmigrado hogar en su sitio cuando de aquí a unos años a los próceres poco amigos de los profilácticos les suceda la vejez. Así que el canijo de marras, que de tonto no tiene un diente lechuno, sabe que le han jodido para los restos, de modo que su venganza es llorar. Llorar y llorar, hasta astillar las rodillas de mi paciencia.
Discúlpenme si no les respondo los sus comentarios en el tiempo y lugar estimados, pero es que noto las sinapsis como disociadas y muy amigas de lo disléxico las últimas semanas, el ingenio, lo que se dice, "de bureo", que es una expresión de lo más coloquial que siempre me agradó lo suyo, que si no la utilicé antes no fue por aprensión, dentera o mal talante, es que sencillamente no hubo lugar.
Por eso, les digo, no me hagan caso ninguno y omítanme todo cuanto esté en su mano, o en su defecto todo lo que alcance al su ratón digital, que estoy aquí como podría estar en cualquier otro sitio, a verlas venir y como si tan fresco.
Cada vez que me pongo así de idiota me viene un reflujo como de Robert Walser y sus microgramas de pirado. No es que me esté poniendo a su altura, ojo, no al menos si de lo que queremos hablar es de calidad de escritura. Yo no escribo sino mierda y procuro no encasillarme en ningún otro género... Si acaso en locura, eso sí, en locura y cabeza para tirar a la basura ya me voy acercando. El caso es que hay que joderse, a veces añora uno aquellos años, de cuando leía a Walser, se creía tan infeliz como un girasol con cataratas, y no hacía más que acercarse la panza del gato ronroneante a la oreja, cual si una caracola de esas de radiar el mar en diferido, por ver si aquel día oía llover no sé dónde demonios...
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