Por más que me pregunto de dónde proviene esta crudeza, este no poder ni querer dejar de ser al tiempo sable y pensamiento cercenado, no alcanzo a responderme. Ir contra la corriente imparable de lo normal es un suicidio en primer grado. Ser intempestivo, el insomnio que todo lo marchita. Saberse extemporáneo y no tener entre tus voluntades a corto o medio plazo el reajustarte solícito a la cadena de montaje, la condena al lazareto. ¿En qué momento decidí excomulgarme así de toda posibilidad de escape?... Todavía hoy, después de tantas noches en vela como la que ahora termina, reventado el hígado a preguntas, cualquier interrogante seguido de puntos suspensivos sigue antojándoseme aquella navaja a tan flacos segundos de mi nombre. Futuro cadáver arrojado al borde de la carretera. Carne de cañón.
1 comentario:
Una simple cuestión de consciencia.
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