El correo me deparaba un pequeño gran regalo esta mañana, esta imagen en lugar de las mil palabras que nunca salen y nunca bastan. Regalo de un pequeño gran amigo en la distancia. ¿De verdad hace ya la friolera de diez años que nos separamos o es que ya ni sé contar? Retrato en el que me saca más guapo de lo que soy, con un pelo que hace lustros que perdí y, eso sí lo ha clavado, la misma miopía. Y que contrariamente a la que seguro fue su intención, vuelve a reafirmame en la sempiterna determinación: habiendo desechado en su tiempo la oportunidad de escapar de esta cárcel de marasmo por los métodos convencionales, ahora la única vía de escape que me queda ha de ser por fuerza su destrucción o no será: viene la guerra...
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