El que espera desespera y eso no hay quien lo revierta por más que suene a tópico. La noche me confunde, como a todos, aunque sólo yo entre cuantos conozco no sé dónde me dejé olvidados los cascos, los auriculares, o sea, y ahora no puedo escuchar música sino a un medio gas que ni arrastra ni envilece ni me tuerce el nervio paroxístico. Debería irme a dormir y dejar todo esto en paz, pero tengo ratas en el tuétano royéndome parte de lo que no está escrito y cuarto y mitad de lo por escribir. Conque lo echo fuera antes que darlo a perder aun asumiendo que escribirlo y perderlo es todo uno y casi casi lo mismo. Soy un agujereado casco de combate enterrado en la nieve, eterna y silente.
Hay quien me dice que mientras siga escribiendo como lo hago no va a haber nunca más de un par de locos que me sigan y yo pienso que está bien así, que para qué congregar más audiciones si esto es todo lo más de lo que me veo capaz y para conferencias y ruedas de prensa no estoy ni estaré nunca, porque me puede la dictadura de la ajena mirada y porque ya uno se conoce y se sabe más bien justito de prodigios, todos de boca para adentro, que ni lucen ni dejan lucirse.
Me lee, pese a todo, quien debiera o no quiere entender. O cree que no puede, que le es superior. Lo que es una pena. La tragedia del miedo. Y me lee también, lo más probable, quien tuvo y no retuvo por no apostar, por no arriesgar. Su drama es peor, porque es el de la cobardía, para cuya mordedura no hay más antídoto que el jarabe de lápida. Sírvase frío.
Y en lo general hay que estar de enhorabuena porque vuelve a estar disponible en las librerías Semmelweis de Céline, opúsculo cabrón cuya frugal lectura recomiendo a todo aquel que opine que lavarse las manos constantemente es conducta propia de obsesivos compulsivos. Ya veréis ya...
Y en lo particular añadir tan solo que aunque aquí cada vez todo parezca más baladí más sentido tiene y con peor idea está colgado, que nada es porque sí ni gratuito, que todas y cada una de mis palabras vienen a cuento de algún qué, y que os dejo por hoy, que es ya a todos vuestros efectos mañana. Hasta los cabrones como yo necesitan dormir de tanto en cuando.
Buenos días, pues.
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