Desértico estos días, vacío, el teclado se me ríe en la cara y yo no sé con qué atizarle, borrarle a hostias esa sorna payasa del jeto alfanumérico. Una persona en mi coyuntura debe siempre proveerse de teclados baratos y con cable, por si te da por hacerlo añicos contra la pared o bien ahorcarte con él, una de dos. Seco. Desinflado. Hecho una pasa. Como la próstata de Peter North después de una sesión de rodaje, que tiene dos, dos próstatas, una junto a la otra, el tío, sus visitas al urólogo deben ser la monda, mejor ni nos las imaginemos... Pero la próstata es cosa seria, que se lo digan al bueno de Ballard, que ahí sigue, todavía en pie, en espera del fin pero dando guerra, si el destino no lo alcanza nos regalará nuevo libro antes de saltar la charca estigia; conversaciones con su médico de lo suyo de la próstata y la metástasis y en general la muerte, la vida que se acaba y el telón de la función ésta, farsa tontuna. Conociendo al maestro y teniendo en cuenta el tema no puedo sino apostar doble o nada a que será lo mejor en literatura cancerosa e hipocondríaca desde Bajo el signo de Marte de Fritz Zorn, hijoputada impresa en forma de libro que no le recomiendo a nadie que suela tener por hábito neurotizarse con cada nuevo pinchacito en lo alto de la chola o en el centro de los higadillos, pensando que significa el ocaso de sus días y que todos los médicos se equivocan, Hugh Laurie incluido. Quizá lo veamos y algunos hasta lo leamos, oye. El organismo tiene sus razones que la razón no conoce.
Ahora en teoría venía una cosa que he escrito en apenas cinco minutos y me ha quedado la mar de graciosa, chispeante, también la mar de cínica, y ése es el motivo por el que al final la escamoteo, porque me salió tal que así, ácida como pomelo, y trataba de parejas, ex parejas y yogures caducados, y me da que si la cuelgo me juego los innombrables en el tentativa, que tampoco es plan. Llamadme cobarde que yo levantaré el brazo. Me lo guardo en el disco duro y ya lo utilizaré en algún cuento, que con la coña de que es ficción e inventado y le pasó a otro a lo mejor hasa cuela y salvo los genitales... Eso sí, no me estaré de confesar que me pudre el alma tener que salir a la calle a buscar regalitos de aniversario, mucho más desde luego que en navidad, no sé por qué el sujeto en cuestión, el que hace años, se toma siempre mucho más a la tremenda que le falles ese día, su día, que el de Dios es Cristo: debe tratarse del eterno y mítico combate entre el microcosmos y el macrocosmos, dialéctica de fuerzas desequilibradas que siempre perdermos, pues no fuimos modelados para durar y todo ese rollo replicante. Diré, sencillamente, que cuando una mozuela pizpireta de mechado flequillo hasta la nariz en lugar de ojos ha accedido a pagar treinta napos por un bolso con pinta de papel de periódico y efectivamente hecho de eso mismo, en el que además no cabía ni una caja de condones de 12 unidades, he dicho hasta aquí me habéis visto, cabrones, y que os den. Yo seré todo lo Homer Simpson que se me pretenda, que sólo regalo libros y que además regalo sólo los que me gustan a mí. Lo concedo. Rubrico y pongo el sello. Lo que sea. Que no por nada me he sometido al castigo de tragarme todo Cioran para acabar así, a mis años, entregado a este sirvilismo inane y pavoroso, víctima de un tan zafio escaparatismo poppygirl, a rebosar de coñiflautas y chochipondios que lo dan a uno de arder por fuera y por dentro. Si no le gusta el libro que me lo tire a la cara. Yo lo recojo.
Ahora en teoría venía una cosa que he escrito en apenas cinco minutos y me ha quedado la mar de graciosa, chispeante, también la mar de cínica, y ése es el motivo por el que al final la escamoteo, porque me salió tal que así, ácida como pomelo, y trataba de parejas, ex parejas y yogures caducados, y me da que si la cuelgo me juego los innombrables en el tentativa, que tampoco es plan. Llamadme cobarde que yo levantaré el brazo. Me lo guardo en el disco duro y ya lo utilizaré en algún cuento, que con la coña de que es ficción e inventado y le pasó a otro a lo mejor hasa cuela y salvo los genitales... Eso sí, no me estaré de confesar que me pudre el alma tener que salir a la calle a buscar regalitos de aniversario, mucho más desde luego que en navidad, no sé por qué el sujeto en cuestión, el que hace años, se toma siempre mucho más a la tremenda que le falles ese día, su día, que el de Dios es Cristo: debe tratarse del eterno y mítico combate entre el microcosmos y el macrocosmos, dialéctica de fuerzas desequilibradas que siempre perdermos, pues no fuimos modelados para durar y todo ese rollo replicante. Diré, sencillamente, que cuando una mozuela pizpireta de mechado flequillo hasta la nariz en lugar de ojos ha accedido a pagar treinta napos por un bolso con pinta de papel de periódico y efectivamente hecho de eso mismo, en el que además no cabía ni una caja de condones de 12 unidades, he dicho hasta aquí me habéis visto, cabrones, y que os den. Yo seré todo lo Homer Simpson que se me pretenda, que sólo regalo libros y que además regalo sólo los que me gustan a mí. Lo concedo. Rubrico y pongo el sello. Lo que sea. Que no por nada me he sometido al castigo de tragarme todo Cioran para acabar así, a mis años, entregado a este sirvilismo inane y pavoroso, víctima de un tan zafio escaparatismo poppygirl, a rebosar de coñiflautas y chochipondios que lo dan a uno de arder por fuera y por dentro. Si no le gusta el libro que me lo tire a la cara. Yo lo recojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario