—¿Qué pasa?
—¿Qué?
—¿Que qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara?
—No sé... "qué pasa"... Estoy triste. Supongo que eso pasa.
—¿Por?
—No soporto la idea de que las noches deban acabar. La idea de que el silencio y la oscuridad morirán en apenas unas horas. La idea de que el sol y la madrugada quemarán todo esto por sobreexposición. Todo esto que ahora respiramos, todo esto que ahora somos, todo esto que no volveremos a ser más. La idea de que mañana toda la maldita pesadilla empezará otra vez de cero, y de que habremos de sobrevivir a los estragos del día y de los hombres si es que queremos volver a sentir la noche en los huesos. Apenas un par de horas de sagrada nocturnidad refrescando nuestros castigados huesos. Como ahora...
—Pero habrá más noches...
—Yo no quiero otras, quiero ésta, sólo ésta... Eso es lo terrible... La idea de que ésta no pueda ser la última noche, la última y eterna oscuridad. La idea de que no podamos coger ahora mismo una carretera y enfilar la nada, de que antes de poder llegar a cualquier sitio, cualquier ningún lugar, habrá amanecido, la penumbra y el silencio se esfumarán, y con ellos la locura, y con ella todo lo mejor de nosotros mismos.
—¿Sabes?, la melancolía puede llegar a ser una enfermedad...
—Tampoco esperaba que lo entendieras.
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