Las noches del Buen Retiro, Baroja cosecha del 34, Baroja último o casi casi; Baroja antepenúltimo. En esta novela Baroja hace el retrato de un trepa, de un advenedizo, cuenta la historia de un mierdas, pero lo hace por oposición, es decir, que cuenta la historia de Jaime Thierry, un tipo que es todo lo contrario de un advenedizo y un trepa, un tipo, en suma, de los que apenas hay ni apenas hubo, cuya única obsesión en la vida no es la posición ni es la comodidad ni es la tibieza; no es evitar a toda costa el pasarlas putas. Thierry es un idealista, un romántico, un remador contracorriente, o lo que es lo mismo: un perdedor. Una de esas raras almas que antes prefieren dejarse morir de amor que el indigno engordar y el envejecer cicatero de la buena sombra que cobija. A todos, antes o después, nos llega la ocasión de enomorarnos de la mujer equivocada, pero sólo unos muy pocos se avienen a semejante insensatez. Y de entre estos pocos ajenados, son locos contadísimos los que, además, saben tirarse a las vías de ese tren con prestancia y estilo.
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