The Tenth Man (1985) de Graham Greene
En un sentido desconozco si estricto o severo pero desde luego asumo que misógino, El décimo hombre avanza hacia su resolución y cúspide gracias a una mentirijilla nada piadosa, la de que una mujer que odia a muerte, cuyo rencor la pudre hasta la médula, puede en un momento dado atender a razones... Esto es algo que no se da nunca, esto es algo que directamente no puede ser, pero Grahama Greene lo necesita y ése es motivo justo y suficiente. He ahí una de las muchas superioridades de la ficción sobre la realidad: proveernos de hombres imprevisibles y, lo que es aún más increíble, mujeres improbables. Por lo demás, El décimo hombre es otro de esos entrañables librillos morales del escritor-espía británico: no se puede comprar la vida sin traicionar con ello la dignidad, no sólo la propia, sino cualquier idea de dignidad. Llegados a este extremo, la muerte no puede antojarse nunca como expiación de la falta, acaso pueda contemplarse como se miran los restos de un naufragio polar: el tintineo de la calderilla en el bolsillo tras el que de buen principio debió intuirse como un negocio pésimo.